26 de junio de 2008

Ojo travieso: Lilian Elphick

Lilian Elphick, Ojo travieso (Chile: Mosquito editores, 2007)

Me considero una mala lectora del relato breve o microcuento. El tan conocido cuento del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, "El dinosaurio", "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí", no me gusta mucho que digamos, y el que no me agrada nada es el de Luisa Valenzuela, de tan solo dos palabras: "Que bueno". Por esta deficiencia como lectora en este género temía la lectura de Ojo travieso de Lilian Elphick, a quien agradezco su envío. Mi temor se esfumó de inmediato solo empezar a leerlo.

Sabemos que la lectura de un libro se inicia desde la portada. En los paratextos ya se presenta configurada la significación del relato, desde el título y los epígrafes es posible identificar el conjunto de oposiciones semánticas que se hallarán concertadas en el cuerpo del discurso. Como decíamos alguna vez, los paratextos son marcadores de lectura, instancias de legitimación (visuales y discursivas), metatextualidad, intercambio entre autor y lector, elementos funcionales en la significación (semiosis) de los textos. Distribuidos en siete partes, los cuentos de Ojo travieso vienen envueltos en un sobre con un recuadro al frente (un ojo) por donde se asoma la desnudez de un cuerpo femenino que mira y se sabe mirado por el lector. El cuerpo de la escritura.

Por sus páginas transcurre a veces la muerte, otras la ausencia, el amor, el dolor, la violencia, lo cotidiano, la vida en pareja, la pasión y la ironía. Una ironía como cómplice de ese ojo inquieto que muchas veces juega y se sorprende con lo que mira sin quedarse con su apreciación, nos comparte lo que su mirada vive como testigo de su propio acontecer, como el ingenio en "Pequeño diálogo":

Muerte: Ven conmigo.
Vida: Ni muerta.

O la fuerza, en "Mas polvo enamorado":

Soñé contigo, Pelá.
Soñé que te hacía polvo y que tú me lo agradecías.

O el significado de lo no dicho, en "Verano del '80":

Tengo un gato en mis rodillas durmiendo; siento que llegas, abres la puerta y también hago que duermo.

El ojo travieso del cuerpo de la escritura es el organizador del sentido, del conocimiento sensible del discurso, de las experiencias, seducciones y sensaciones que su mirada estética advierte.

"Exigente":

Un fantasma se enamoró de una sábana. La primera noche, tiritando de amor, se metió debajo de ella y le dijo: Estás agitada. La segunda, incómodo, reclamó: estás un poco mojada. La misma noche, pero más tarde, atravesando la puerta, le gritó: ¡ah no, en el suelo si que no!

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