Papur, de Francisco Ferrer Lerín, es un excelente libro de género inclasificable o de todos los géneros. De inicio, su presentación editorial es eegante: un poco más de la mitad de sus páginas son blancas, las demás en un tono gris muy tenue, ello tiene una razón de ser, por supuesto. Está dividido en Proemio, Bibliofilias, Facsímiles, Series, Varios, Die Rabe y Dos breves guiones. Sí, también vemos transitar en sus páginas el drama y el guión de cine.
Es un libro en el que de inmediato se percibe todo el trabajo que lo sustenta: hemeroteca, pinacoteca, estudios bibliográficos, documentación, mucha investigación detrás, destila erudición por todos lados. Lo mismo hace reir que reflexionar, enseña, se aprende, sorprende, es poético, recorre lugares, paisajes, mitos, leyendas, fantasía, la naturaleza, el misterio, los animales, personajes, todo combinado con maestría. Muchos episodios no se sabe si los vivió el autor o son producto de su imaginación, por ejemplo:
Un texto me cautivó especialmente, Sirenas. En él, toca el oleo tardovictoriano Ulysses and the Sirens (1909) de Herbert Draper. En este cuadro vemos a Ulises atado al mastil de una embarcación que, dice Ferrer Lerín, impulsan forzudos remeros de oídos taponados y a la que abordan tres sirenas llegadas, según muchos indicios, de un libro de cuentos de Hans Christian Andersen, ilustrado, desde luego, por el estupendo Arthur Rackham:Son tres los sueños más repetidos en este verano de 2004, una buena temporada para los sueños por su cantidad y, en general, por su nitidez. En el más vívido soy un niño y viajo en el asiento trasero del coche conducido por mi padre, y con mi madre en el otro asiento delantero. Salimos de Barcelona. Por la diagonal. Y al entrar ya en la carretera, la que se llamaría nacional II, tras un largo cambio de rasante, irrumpe en el horizonte una corporeidad insólita y gigantesca, una estructura globosa que, a mis ojos, parece estar pegada a la inmediatez del parabrisas. Este sueño es frecuente; quiero decir que a lo largo de la estación tengo constancia de haberlo soñado seis o siete veces, y de lo que estoy bien seguro es de que tiene dos finales. Porque al situarnos ante tal monstruo, se suscita una discusión -suave, lenta, pedagógica- en la que mis padres, con criterio unívoco, defienden la tesis de la nube, una formación de cúmulos (estamos en verano), mientras yo me aferro, desesperado, a la tesis orográfica, una inopinada formación rocosa que nos va a cerrar el paso. La variación entre un sueño y otro es el resultado de la disputa familiar: cuando mis padres tienen razón el viaje continúa; cuando yo la tengo sucumbimos estrellados contra la falda de la montaña.
Pero malas son las precipitaciones, y una más atenta mirada permite una curiosa aproximación al diseño corporal de la sirenita más atrevida, la que en actitud claramente oferente se sitúa en el centro del terceto atacante. Esa persona -desprovista de cola de pescado, remate que sólo parece lucir su compañera de la izquierda- es la misma gran bañista de Renoir (cuadro) que no ha iniciado el proceso de secado porque se halla aún en el agua. Detalles diferenciadores no lo son tanto: la gasa de Draper coloca en las nalgas es signo casto de los tiempos; el breve apunte del breve seno izquierdo de la sirena no aparece en su antecedente de la versión definitiva de Les Grandes Baigneuses (1884-1887) pero sí en el estudio a lápiz (1884-1885) que se conserva en la colección J Laroche de París.
Antes de esta descripción, el escritor nos recuerda que fue Afrodita, la diosa del amor, quien para castigarlas por el desprecio con que consideraban los placeres eróticos, les arrebató la belleza juvenil y las convirtió en mounstruos mitad humanos y mitad pájaros. Cita, además, a Juan José Saer, quien en El hombre que oyó el canto apunta: "Ese desprecio por lo erótico podría tal vez justificar la cola de pescado con que se las representa en la actualidad, y que las incapacita para el acto sexual". Pero Ferrer Lerín no está de acuerdo, señala:
Y un comentario al borrado de orificios inferiores por la membrana natatoria. Es vano considerar a las sirenas incapaces para el amor mientras dispongan, no sólo para el canto, de unas gloriosas bocas entreabiertas; y se complementen además con cortas melenas trenzadas, freno a mano antes posibles desmesuras nacidas de un excesivo uso dental.
Podría transcribirles más pasajes de este estupendo libro, no acabaría nunca porque todos son interesantes. Ese apartado de 17 bibliofilias es magistral, lo recomiendo particularmente. Les comparto la primera, plena de ingenio:
Bibliofilia 1Y bueno, también les recomiendo los guiones y... todo.
Ambos fallecieron el día de San Ignacio y a la misma hora de la madrugada. Mi abuela paterna en la casa familiar de Ix en 1959 y mi padre Francisco, veintisiete años después, en su vivienda-consultorio de la ciudad de Barcelona. Como primogénito me cupo el honor de entrar primero, una semana después de su muerte, en la secreta biblioteca contigua a su despacho. Los libros del armario central, todos encuadernados por Brugalla, se disponían por tamaños.
Extraje uno, el que quedaba exactamente a la altura de mi brazo, un ejemplar en octavo -el tomo V de las Obras Escogidas de Metastasio, impreso en Aviñón en 1808- y, al abrirlo, cayó planeando hasta el suelo una hojita de papel casi transparente escrita a mano con una elegante letra en tinta ahora rosada y que decía así: "Se que en el mes de agosto del año de 1986 alguien leerá por fin esta breve nota y que en esos días una dolorosa pérdida anegará su alma".
Tomo nota. Ayer lo vi en la feria del libro de ZGZ, y no me llamó la atención. Debería haber leído antes tu post.
ResponderBorrarYa he leído otros comentarios sobre este libro, siempre positivos. Así que lo anoto en mi cuaderno, en la sección "próximas compras". Gracias por los fragmentos.
ResponderBorrar- Alfredo, es un libro estupendo, guarda tanto en él que es imposible hacer una reseña o un comentario en el espacio que ofrece el blog, de hacerlo llevaría varias hojas, tan solo para comentar alguna de sus partes. Hacer un estudio de todo el libro llevaría a realizar otro libro, así de interesante es su lectura.
ResponderBorrarOjalá lo leas, seguro te va a gustar mucho.
- Con tanta feria en este momento, Antonio, vale la penba aprovechar y comprarlo.
Otro libro que habrá que apuntar para comprar. Gracias
ResponderBorrarTengo pendiente de leer Níquel.
ResponderBorrarCuriosamente coincido en un libro con Ferrer Lerín, un libro de relatos, una recopilación, lo que supone para mí un honor.
Su relato es magnífico.
Besos
Esto de las coincidencias en Antologías con escritores es algo que está sucediendo mucho, y es muy positivo, Elena. Tengo tres antologías que están escritores jóvenes, y otros ya con ese prestigio de años de trabajo magistral.
ResponderBorrarMe gusta mucho que hable de tal modo de las sirenas. Para mí Ulises fue uno de los primeros traidores, de los que llevaron a la razón hasta donde estuvo tanto tiempo: quiero escuchar, pero no involucrarme. Y para eso que me amarren: Ulises es el vivo retrato de la impotencia, y sobre todo de la frialdad y superficialidad. Y por eso aplaudo lo que dice de lo erótico, de lo natatorio. Por otro lado esto que apuntas de la edición es cautivante: un libro que cambia de color sus páginas es un libro vivo.
ResponderBorrarHola Magda, por fin tengo tiempo de entrar en tu blog con calma.
ResponderBorrarUna recomendación muy interesante para estos días de Feria del Libro en Zaragoza. Tomo nota.
Un abrazo
Qué maravilla. Nada como las buenas nuevas que nuestros amigos los carteros tienden a regalarnos.
ResponderBorrarExcelente libro.
Un abrazo.
Magda.
ResponderBorrarComo siempre tus recomendaciones se antojan por lo exquisito que lo cuentas.
Me gusta mucho tu blog, y lo visito muy seguido. Por lo pronto, también me apresuro a tomar nota de tus sugerencias...
Gracias por compartirnos tu gusto por las letras.
Un beso
Gracias, Andrés, Carmen, Rocío, María, por sus comentarios.
ResponderBorrarUn abrazo