12 de octubre de 2009

Herta Müller y los escritores desconocidos

El siguiente texto es de Eduardo García Aguilar (1). Es el mejor texto que he leido sobre el reciente Premio nobel de literatura, Herta Müller:

Es muy saludable para el arte cuando el premio Nobel de literatura es otorgado de manera acertada a escritores desconocidos como Herta Müller, Gao Xingjian, Wyzlaba Symborszka, Wole Soyinka o Imre Kertesz, surgidos del margen, lejos de las esferas del poder, el marketing, el arribismo y la representación.

La literatura por estos tiempos se ha vuelto un desfile de marketing y los escritores en general son hoy sólo productos de algún monopolio editorial mundial capaz de convertir a un asno o a un jabalí en genio literario, a punta de publicidad e intoxicación de periodistas en las secciones culturales y de críticos acríticos en las universidades.

En este caso, el premio Nobel de Literatura 2009 fue dado a una autora de mi generación, nacida el mismo año que murió Stalin y cuyos primeros libros fueron publicados a comienzos de los años 80 en Rumania, país de la esfera soviética dominado por la dictadura comunista, bajo la imagen patriarcal del tirano Nicolau Ceaucescu y su esposa, la bienamada Helena.

En la foto que aparece en el primer libro que publicó en francés en 1988, en una editorial marginal, Herta Müller aparece con pinta algo punk, corte rebelde de pelo y la vestimenta típica de los jóvenes que detrás de la Cortina de hierro trataban ya de liberarse de décadas de propaganda oficial y pobreza : chaqueta y camisa de jean desleído, largos aretes de pacotilla, un suéter de poliestireno y la mirada de la muchacha pobre recién emigrada de 34 años incapaz de imaginar que dos décadas después ganaría el premio Nobel.

« El hombre es un gran faisán en la tierra » pasó totalmente inadvertido en Francia y es un milagro si en alguna librería de viejo de París, entre volúmenes empolvados, se encuentra un ejemplar. Es una novela corta divida en pequeños segmentos titulados y por medio de una prosa de frases cortas hace el fresco de un infeliz pueblo rumano donde muchos quieren huir hacia el oeste y escapar de la pobreza y el totalitarismo. Los personajes son arquetipos del margen : el ebanista, el molinero, el tendero, el cartero, el policía, el cura, el lechero, el cantinero y en medio de todos mujeres derruídas y muchachas jóvenes que tienen que dejarse manosear por hombres lascivos, entre ellos el cura o el funcionario, que a cambio de un acostón les entregan la partida de bautismo o un documento necesario para iniciar los trámites para el exilio. Nadie tiene un peso o un lei en este caso, todo es precario, la pobreza ronda en todas partes, el silencio es de rigor, la muerte y la enfermedad están presentes y los velorios ocurren bajo lluvias antediluvianas, mientras el ebanista cuadra el ataúd y clava la tapa con puntillas oxidadas.

En los años 70 muchos de los estudiantes europeos del este y el oeste de Europa íbamos en primavera y verano a trabajar a Suecia, que era un próspero emporio nórdico de modernidad, para ganar mucho dinero y sobrevivir después en los fríos meses siguientes, luego del tradicional regreso a clases en el otoño. En los restaurantes, oficinas, fábricas, cafés, residencias universitarias y discotecas suecas uno se cruzaba entonces con chicas venidas de los países del este dominados por la Unión Soviética, muy parecidas a la de la foto de Herta Müller, en esta típica edición modesta apta para animar nuevos autores promisorios. Rumanas, polacas, alemanas del este y yugoeslavas compartían con los latinoamericanos en el delirio del verano sueco. Me impresionaba esa avidez de las chicas del este, algunas cultas y muy interesantes, por perfumarse de manera exagerada e ir de compras para gozar por fin de todos esos abalorios a los que se tenía acceso con abundancia en los países del oeste capitalista, después de tres décadas de progreso ininterrumpido tras el fin de la guerra y el New Deal.

En los restaurantes u oficinas donde trabajábamos o en las fiestas desbordadas de alcohol y sexo de los fines de semana, cuando el día duraba casi 24 horas, aprendimos a conocer a estas chicas de otro mundo desconocido para nosotros, Europa del Este, mucho antes de que cayera el muro de Berlin y con esa caída el Imperio Soviético y sus verdades admitidas, himnos y patriarcas.

Ahora la academia sueca, para celebrar los 20 años de la caída del Muro de Berlín, ha rescatado a esta autora de 56 años, perteneciente a la minoría alemana marginada de Rumania, que en 20 años se convirtió en Berlín en notable autora de la misma lengua de Mann, Böll y Grass y de tantos otros autores extraordinarios como Joseph Roth, Elias Canetti y Hermann Broch, todos ellos verdaderos ejemplos de lo que debe ser la literatura: algo que surge desde el fondo del corazón y no del marketing y la ambición competitiva de un Occidente neoliberal, arribista, codicioso y podrido.

Fue enternecedor ver a esta mujer decir con ternura que nunca creyó en la posibilidad de obtener el premio y que aunque sabía que era cierto, todavia la noticia no subía a su cabeza. Müller no tiene nada que ver con estos autores latinoamericanos que pasan sus vidas medrando en las esferas del poder y parecen estrellas maquilladas de cine como Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, y sus jóvenes discípulos, encorvados todos por tantos doctorados honoris causa y por premios y honores venales conseguidos por las multinacionales de turno como pretextos para vender nuevos best sellers.

Hasta hace poco nadie la conocía en el mundo, pero su obra existía y era el grito de dolor de una infancia, una adolescencia y una juventud vividas bajo la dictadura totalitaria de Ceaucescu, el tirano que cayó y fue ejecutado en medio de una asonada que todo el mundo siguió por televisión. Al mirar su foto en esta edición confidencial que tengo en mis manos, celebro el Nobel para un escritor auténtico, pues la verdadera literatura del mundo está en la voz de los autores desconocidos de las provincias o los barrios marginados de las capitales, aquellos que viven sus vidas lejos de las esferas de poder y las zalamerías de la corrupción y el arribismo mafioso y para quienes vivir y escribir es ya un gran premio, tan extraordinario como el Nobel.

Eduardo García Aguilar nació en Manizales (América Latina) el 7 de septiembre de 1953. Realizó estudios en la Universidad de Vincennes (París VIII) hasta 1979 y luego vivió varios años en México. Actualmente reside en París. Entre otros libros, ha publicado en México las novelas Tierra de leones (1986), Bulevar de los héroes (1987), El viaje triunfal (1993) y Tequila Coxis (2003), así como Urbes luminosas(relatos, 1991), Llanto de la espada (poemas, 1992), Animal sin tiempo (poemas, 2006), Celebraciones y otros fantasmas: Una biografía intelectual de Álvaro Mutis (1993), Delirio de San Cristóbal. Manifiesto para una generación desencantada (1998) y Voltaire, el festín de la inteligencia (Bogotá, Colombia, 2005). Libros suyos han sido traducidos al inglés, francés y bengalí. Su poemario Llanto de la espada fue vertido al francés por el poeta Stéphane Chaumet.

17 comments:

Víctor dijo...

Magda:
Confieso que me incomoda el locus amoenus urbano como criterio estético. Bajo esa regla condenaríamos a Virgilio, Dante, Milton, Quevedo... La lista es abundante.

Por lo demás, la señora Müller participó activamente en política -para su honra, en contra de una dictadura comunista-, y sería ingenuo pensar que esto no le da un "aura" a su obra, que se aprovecha en la promoción de su obra. No olvidemos tampoco que escribe mayormente en alemán, no el minoritario rumano, y que ha ganado quince o más premios internacionales.

Mi revisión de ese CV no es condenatoria. Apunta a desmontar esa imagen idílica de Müller —y de los escritores en general—, y que al final poco tiene que ver con el resultado y aún menos con el disfrute de su lectura.

Saludos.

Magda Díaz Morales dijo...

Victor, antes que nada gracias por tu comentario.

Yo no lo veo ese lugar ideal o placentero como criterio estético. Primeramente, porque el texto no es literario, así que la estética está de lado. Es una opinión de un escritor.

El aura que dices le da a la escritora por haber participado en contra de una dictadura comunista no lo veo como promoción, sino como una realidad. Además, sumamente pocos han leido a Müller, y dentro de su vida está esta característica, de ahí que se repita constantemente. Por otro lado, lo mismo ha sucedido con Kertesz y con muchos más, el Premio Nobel está ligado a las ideas políticas del escritor, nos guste o no.
Imagínate si se lo dieran a Vargas-Llosa, que, entre otras cosas semejantes, ha apoyado la guerra en Irak.

Por ningun lado veo una imagen idílica.

Saludos.

Palimp dijo...

Independientemente ed los detalles, coincido con el fondo. Bien por dar el premio a escritores desconocidos con buena obra. Uno tiene la sensación de que la literatura que será clásica en siglos venideros la están escribiendo autores desconocidos, ocultos bajo el ruido de los super ventas y las camarillas de mediocres.

Ignacio G.R: Gavilán dijo...

Mmmm, no sé.

No creo que sea bueno ni malo el que den los premios Nóbel a escritores desconocidos. Salvo que las bases del Nóbel digan otra cosa que yo no conozca (sé que, al menos en sus orígenes, tenían algo que ver con promocionar la paz) creo que intentan premiar la calidad. En ese sentido, si un escritor desconocido presenta la máxima calidad (y sé que eso es muy difícil de valorar) pues es merecedor del premio. Pero si esa máxima calidad la ostenta un escritor consagrado, un fabricante de 'best seller'...pues también se lo merecería. Quizá la pregunta es por qué no coincide siempre la calidad con el éxito, no a quién dan el Nóbel.

¿ El compromisio político en el sentido que sea ?. En mi opinión no tienen nada que ver con la calidad literaria y no debería influir (que no digo que no influya en realidad). El presunto 'aura' sería, en todo caso, una herramienta de marketing (probablemente una poderosa herramienta).

Hester Prynne dijo...

Me ha gustado mucho el artículo, Magda, muchas gracias por mostrárnoslo. Yo no había oído nunca hablar de Herta Müller y me alegra conocer cosas nuevas y no más de lo mismo siempre...

Roberto M. dijo...

Primero que nada, el artículo está muy bien escrito, así que gracias por compartirlo. Aun así, podríamos hacer algunas precisiones. Primero, como dijo Victor, Muller no es una completa desconocida -yo no conozco su obra, pero tengo amigos que sí, y no son unos bibliófilos que digamos-, ni es tan marginal como la pinta García Aguilar; ciertamente tiene un pasado con muchos sufrimientos, por su origen étnico y demás circunstancias de la vida. Sin embargo, los últimos 20 años no ha vivido ni en la pobreza ni en un sistema totalitario ni nada.

Segundo, el criticar a los escritores que viven "medrando en las esferas del poder" puede resultar contraproducente. Digo esto porque seguramente Muller, ahora como una escritora lanzada a la fama que inevitablemente se torna mercadológica, y que detesta (con justa razón) García Aguilar, también habitará, o por lo menos se paseará por, esos círculos del poder, tanto político como intelectual. Es cierto, hay escritores inflados hasta lo increíble por la mercadotecnia, pero ciertamente hay muchos buenos escritores que también son famosos, y eso no los hace menos merecedores de reconocimiento. Quiero entender que el sentido de las palabras de García Aguilar es que no debemos quedarnos en los límites de la superficie del mundillo literario, pues éste tiene amplísimos patios y traspatios, de donde vale la pena destacar a esas joyas que en ocasiones pasan desapercibidas para la mayoría de la población no especializada. Es simplemente que esto no cancela a los demás escritores, famosos o no.

Por último, habría que hacer una pequeña distinción. Aunque es cierto que, como dice Magda, la obra de un autor está la mayor de las veces ligada a su inclinaciones ideológicas, es igualmente cierto que es necesario saber diferenciar la obra del autor de su ideología personal. Ya lo dijo Fuentes (¡gulp!), en ocasiones los escritores son unos iméciles políticos, y no sólo para un lado del espectro ideológico, pero no por eso dejan de ser buenos escritores (algunos). En todo caso, uno espera que el Nobel sea otorgado no sólo por las ideas políticas de un autor, sino por toda su obra en conjunto, rúbrica en la que la dimensión estética tiene que ocupar un papel igual o más importante que la ideológica. Si ése es el verdadero criterio, yo no veo el problema en que le den el Nobel a Vargas Llosa.

Feliciti dijo...

Sólo ver su sincera sonrisa ya es consuelo,Magda,me ha encantado el texto y esta nueva imagen tan cálida de tu página,dan ganas de recostarse en el sillón a leer.

Un abrazo!

Raúl dijo...

Suscribo, casi por entero, pues de hecho algún que otro matiz podría hacérsle, la opinión y el espíritu plasmados en este artículo.

Pd.- Y celebro el nuevo look de tu blog, Magda.

Magda Díaz Morales dijo...

* Roberto, ¿saber diferenciar la obra del autor de su ideología personal? ojalá fuera así, no solo para la entrega del Nobel, que no lo hace, sino para alguna crítica y para todos los que nos dedicamos, de una manera u otra, a la literatura.

* Amaia, Raúl, gracias, que bueno que les gustó el cambio. Veremos cuanto dura.

* Palimp, Gavilán. Hester, a todos muchas gracias por su visita.

Aletheia&Alixarte dijo...

Me has dado un placer poder acercarme a esta desconocida Nobel. Lo hice con gran entusiasmo porque me sucedió algo una vez, cuando leyendo para mejorar la redacción de un CV, encuentro un fragmento de una poesía de Szymborska. Me desarmó con la ironía y me puse destrás de su obra. Resultado: Embriaguez por la excelencia de sus poemas. Espero que este mismo efecto se repita, cuando lea por vez primera a la nueva Nobel rumana.
Saludos desde Italia

Roberto M. dijo...

Magda,
Primero que nada, gracias por mantener el blog y por darnos a tus lectores la oportunidad de enviar comentarios.

Ahora bien, sin afán de abusar de tu hospitalidad cibernética, me pregunto yo, si como dices, no se puede diferenciar entre la ideología política de un autor y su obra literaria, ¿qué hacemos leyendo a Ezra Pound, a Cela o a Borges, por citar sólo tres ejemplos? Y del otro lado, ¿qué hacemos leyendo a G.B. Shaw, a Neruda (¡gulp!) o a los apólogos de Castro, que son muchos, y que apoyan una de las dictaduras más atroces que haya existido en Latinoamérica? Vamos, lo que quiero decir es una verdad ya muy sobada: que aunque la obra de un autor ciertamente contiene elementos de su ideología, también tiene un valor estético que rebasa lo ideológico, y que le confiere cierta autnomía (o tal vez mucha).

De cualquier manera, te dejo un saludo cordial, y seguiré leyendo tu blog con interés.

Ah, por cierto, me gustó mucho el análisis que hiciste de "El árbol", de Bombal: breve, efectivo, y muy bien escrito. Saludos.

Magda Díaz Morales dijo...

Roberto, considero que existe una enorme confusión para ti y, seguramente, es porque no he sido clara. Dices: "si como dices, no se puede diferenciar entre la ideología política de un autor y su obra literaria, ¿qué hacemos leyendo a...?".

De inicio, jamás he dicho: "no se puede diferenciar entre la ideología política de un autor y su obra literaria", sería imperdonable expresara esto en lo que no creo. Justamente he defendido, y defenderé, la autonomía literaria. Lo que dije, y copio textual, y si lees detenidamente verás que es muy claro: "ojalá fuera así, no solo para la entrega del Nobel, que no lo hace, sino para alguna crítica y para todos los que nos dedicamos, de una manera u otra, a la literatura".

El "ojalá fuera así", además, encierra que para la entrega del nóbel los del comité si toman en cuenta la ideología del galardonado (tenemos muchos ejemplos al respecto) y no solamente su obra. Cosa que no debería de ser, pero es.

Roberto M. dijo...

Magda,
Perdona mi precipitación al escribir el comentario anterior. Fue una interpretación equivocada de mi parte al leer tu comentario sobre Vargas Llosa, y luego leí tu segundo comentario apresuradamente. Así pues, te ofrezo una disculpa y aprovecho para decir que estoy totalmente de acuerdo contigo en que deberíamos separar las dos cosas, pero que en los hechos no sucede. Saludos.

Luis Seguel Vorpahl dijo...

Primera vez que visito este sitio, ha sido una gratísima sorpresa. Un abrazo

Anónimo dijo...

Coincido con tu idea de lo recomendable que es premiar a escritores que no gozan de gran visibilidad.

Como en otros órdenes de cosas, también el mercado editorial ha vivido un enorme proceso de concentración de capital y fusiones, lo que ha tenido como consecuencia que la política editorial se haya mercantilizado hasta grados intolerables y que, hoy en día, el escritor que comienza y no sea o periodista o político o famoso por cualquier causa (y no tenga, por lo tanto, un público cautivo), se encuentre cerradas casi todas las puertas.

Como se sabe, una vía de escape de esta penosa situación la ofrecen las numerosas, aunque muy pequeñas, editoriales independientes. Pero concesiones de premios como ésta, a autores que no son comerciales, que no son muy conocidos, pero que viven de la honda calidad de sus textos, abren y mucho la posibilidad de que cambien las cosas (al menos generan esperanza).

Estereograma dijo...

NO creen que se esta olvidando el gusto, un infranqueable problema para la critica. No es que no crea en la apreciación literaria y me acoja a una crítica impresionista pero las lineas distintas que seguimos en nuestra aprendizaje y creacion de un gusto literario influye cualquier apreciacion seria que demos.

Magda Díaz Morales dijo...

Estereograma, no conozco Perú, esto me hace imposible saber donde venden sus libros en esos lares

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