Varias veces he escuchado en entrevistas a Juan Rulfo. Mesurado, breve en sus respuestas, reflexivo, inteligente y un poco tímido, pero siempre una belleza de señor. Es un placer leer y releer sus cuentos de El llano en llamas, no hay un solo relato que no guarde dentro de él esa prosa poética que conmueve. He tomado algunos párrafos que poseen esta estética vibrante.
Cuando el narrador de "Nos han dado la tierra" dice: "Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca con el calor de afuera, y se le resecan a uno en la lengua hasta que acaban con el resuello" o cuando el hombre que asesina a Remigio Torrico, en "La cuesta de las comadres", se da cuenta de que ya no es tan joven para andar en los trabajos con los Torricos y expresa: "Entonces me di cuenta de que me faltaba algo. Como que la vida que yo tenía estaba ya muy desperdiciada y no aguantaba más estirones. De eso me di cuenta".
En "Es que somos muy pobres", sobrecoge leer que a la Serpentina se la ha llevado el río, esa vaca que el padre de Tacha, después de mucho trabajo, le regaló para que tuviera un capitalito "y no se fuera de piruja como lo hicieron mis otras hermanas", nos cuenta el narrador. "Tacha está tantito así de retirado de hacerse piruja. Y mamá no quiere. (...) Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella".
En "El hombre", un hombre persigue a otro. Al perseguido, José Alcancía, le falta el dedo gordo del pie izquierdo y al hundir sus pies en la arena va "dejando una huella sin forma, como si fuera la pezuña de un animal". Las rupturas temporales que se dan por las interposiciones de los pensamientos de los personajes, son notables. El que persigue, un cuidador de borregos, va detrás de un hombre que asesinó a toda la familia Urquidi: "Se persignó hasta tres veces. "Discúlpenme", les dijo. Y comenzó su tarea. Cuando llegó al tercero, le salían chorretes de lágrimas. O tal vez era sudor. Cuesta trabajo matar. El cuero es correoso. Se defiende aunque se haga a la resignación. Y el machete estaba mellado: "Ustedes me han de perdonar", volvió a decirles". Cuando el borreguero le cuenta al licenciado que había visto a ese hombre que buscaba, le cuenta:
Lo conocí por el arrastre de sus ojos: medio duros, como que lastimaban. Lo vi beber agua y luego hacer buches como quien está enjuagándose la boca; pero lo que pasaba era que se había tragado un buen puño de ajolotes, porque el charco donde se puso a sorber era bajito y estaba plagado de ajolotes. Debía de tener hambre.
Siempre sucedía que la tierra sobre la que dormíamos estaba caliente. Y la carne de Natalia, la esposa de mi hermano Tanilo, se calentaba en seguida con el calor de la tierra. Luego aquellos dos calores juntos quemaban y lo hacían a uno despertar de su sueño. Entonces mis manos iban detrás de ella; iban y venían por encima de ese como rescoldo que era ella; primero suavemente, pero después la apretaban como si quisieran exprimirle la sangre. Así una y otra vez, noche tras noche, hasta que llegaba la madrugada y el viento frío apagaba la lumbre de nuestros cuerpos. Eso hacíamos Natalia y yo a un lado del camino de Talpa, cuando llevamos a Tanilo para que la Virgen lo aliviara.
"Luvina" es un cuento desolador, como "Diles que no me maten" y "No oyes ladrar los perros". Y, por último, "Anacleto Morones", ese Niño Anacleto tan mañoso y embaucador en quien todos creen menos Lucas Lucatero...
Siempre es un placer releer a Juan Rulfo. A pesar de lo breve de su obra, es uno de mis cuentistas favoritos, sin duda (junto a Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti y Antonio di Benedetto; luego le seguirían otros: Arreola, Cheever, Monterroso, Hemingway...)
ResponderBorrarMi cuento preferido es "Luvina", es como Comala: " —Ya mirará usted ese viento que sopla sobre Luvina. Es pardo. Dicen que porque arrastra arena de volcán; pero lo cierto es que es un aire negro. Ya lo verá usted. Se planta en Luvina prendiéndose de las cosas como si las mordiera. Y sobran días en que se lleva el techo de las casas como si se llevara un sombrero de petate, dejando los paredones lisos, descobijados. Luego rasca como si tuviera uñas: uno lo oye mañana y tarde, hora tras hora, sin descanso, raspando las paredes, arrancando tecatas de tierra, escarbando con su pala picuda por debajo de las puertas, hasta sentirlo bullir dentro de uno como si se pusiera a remover los goznes de nuestros mismos huesos. Ya lo verá usted”.
ResponderBorrarEn "Diles que no me maten" la frase: "Anda hijo, ve y diles que no me maten" es como usted dice, desolador. Y el hijo que no quiere ir porque teme que también lo maten a él. Esas deudas que se pagan con la muerte.
Que maravilla recordar a Rulfo, siempre es enriquecedor.
* Carlos, para mi Rulfo es uno de los más grandes escritores universales, los demás que mencionas son estupendos, por supuesto, pero como le dijo Alvaro Mutis a García Márquez cuando éste le preguntó cuáles eran los autores y obras que había que leer y Mutis le dijo: "—Léase esa vaina, y no joda, para que aprenda cómo se escribe". Y eran El llano en llamas y Pedro Páramo. Dicen que el Gabo "no durmió aquella noche hasta fatigar dos lecturas de Pedro Páramo y que al día siguiente agotó El llano en llamas. Dicen, también, que se aprendió a Rulfo de memoria, que confesó después no haber leído nada más aquel año porque todo le resultaba inferior".
ResponderBorrar* Fernanda, los cuentos que mencionas son magistrales. En esta no se que número de relectura que he realizado, "Es que somos muy pobres" me ha parecido muy conmovedor. Esa pobreza que existe en el campo, campesinos que siguen igual que en los años 50', con la falta de lo más esencial y que muchas veces pierden todo lo que tienen, como una vaca por ejemplo, y quedan desolados. Años y años y nada cambia para ellos... Rulfo sentía todo esto, lo vivió, lo padeció.
Sin duda, Pedro Páramo es una de las mejores novelas de la historia. Me fascina cada vez que la releo, porque pocas obras han conseguido inquietarme tanto. La tristeza que Rulfo trasmite con su obra es increíble...
ResponderBorrarMagda, yo andaba buscando hasta que se me espinaron las palabras. Llegó Arreola y entre el lomerío de Zapotlan el Grande, hablo de Rulfo, de Juan, ese silencio de voces que todos oímos. Desde entonces tengo el llano encendido.
ResponderBorrarUn abrazo como de agua.
Sergio Astorga
Cuánto me gusta Juan Rulfo. Nuestra profe de Introducción a la Literatura Hispanoamericana nos dio tema libre y yo me examiné precisamente de El llano en llamas.
ResponderBorrarTengo varios fragmentos de Pedro Páramo, pero dejo el que tengo de Nos han dado la tierra,
http://elshowdefusa.wordpress.com/2008/01/22/el-llano-en-llamas/
He visto el blog en el de Bel y no me he podido resistir. Un saludo.
Brevedad y fulgor. Esa es la estela dejada por la obra de Rulfo. Gracias por estos fragmentos. Me has recordado que ya va siendo hora de releerlo una vez más.
ResponderBorrarSaludos.
Justo hoy releí "¡Diles que no me maten!" -del que olvidaste poner los signos de exclamación-y recordé las razones del lugar de privilegio de Rulfo en las letras hispanoamericanas; imagínate que uno de los relatos suyos aparece en una antología de cuentos de amor: esa es la multiplicidad que solo las lecturas ricas otorga.
ResponderBorrarMuchas gracias . Me volvieron las ganas de de leerlos de nuevo.
ResponderBorrarPues sí, Juan Rulfo por siempre jamás.
ResponderBorrarSu reelectura nunca defrauda.
Y razón tenía: Léase esa vaina y no joda ...
ResponderBorrarEs un placer inmenso leer a Juan Rulfo. No sé si el sufriría escribiendo, pero desde luego lo transmite.
Un abrazo
Muchas gracias por su visita y comentarios.
ResponderBorrarUn abrazo para ustedes.
A mí se me pone un nudo en la garganta al recordar los diálogos de "No oyes ladrar los perros".
ResponderBorrarCoincido con todos en que es un genio y uno de mis escritores favoritos. Escribió poco pero bueno.
Si, es conmovedor este cuento. A mi especialmente me conmueve "Es que somos muy pobres", ese dolor que le causa a la niña el perder a su vaca y al hijo de la vaca, lo único que tenía para sobrevivir a tanta miseria y que con tanto sacrificio le compró el padre. Una pobreza que ha llevado a que sus hermanas se vayan de prostitutas.
ResponderBorrarRulfo toca el espíritu de estos seres humanos que viven en el campo y que desde el siglo XVI hasta ahora, padecen tanta carencia de todo y que seguirán así quien sabe hasta cuando porque no tienen oportunidad de nada más.
Sí, escribió poco, pero con lo que escribió basta para ser un escritor universal, traducido a quien sabe cuantas lenguas, extraordinario.
Después de leer y releer Pedro Páramo y El llano... nunca he sabido con cuál de los dos quedarme. Quizá en el fondo son el mismo libro, ése que don Juan decía que le salía una y otra vez cuando escribía. Y tampoco sabría decir cuál de los relatos de El llano... es mi favorito. Sin duda, es, al menos en lengua castellana, uno de los más grandes escritores que han existido.
ResponderBorrarQué magnífica reseña, Magda.
Muchas gracias, Fernando.
ResponderBorrarUn abrazo para ti.
Aunque sea redundar en lo ya dicho, no me resisto. Releí hace un tiempo a Rulfo y me fascinó. Lo había leído en la primera juventud y me había gustado, pero la lectura gana en riqueza e intensidad con los años, como pasa con las grandes obras. ¿Y el Rulfo fotógrafo? Vi unas fotos suyas en una exposición y son tal cual la materialización de lo que escribe.
ResponderBorrarInteresante lo que cuentas de García Márquez. Desde luego se nota la influencia de Rulfo.
Saludos.
Hola Antonio,
ResponderBorrarLas fotografías de Rulfo son estupendas. Hace poco editaron un libro con muchas de ellas, es un gran libro.
Un abrazo para ti.
Los cuentos del Llano en llamas son excelentes, lo descubrí cuando estaba en la prepa y desde entonces los he leído muchas veces.
ResponderBorrarLos recomiendo.