"El mundo sigue siendo muy hermoso, no quiero decir que lo sea, pero así es como lo veo yo, igual que lo veía Puskin". "La opinión mundial está regida por idiotas y borrachos". (Jiri)
El sol se iba acercando a la línea del horizonte y la señorita Kamila estaba subida en una escalera de mano, comía unas cerezas y sonreía al anciano de abajo, que todos los días le trae un ramo de rosas, sustraídas en jardines ajenos, y le promete que volarán juntos de Viena a Budapest, para enseñarle todos esos lugares en los que había estado en los tiempos del Imperio Austriaco.
También, en los recuerdos de muchas personas mayores vive, explícita o implícitamente, la frase "Antes, esto era mejor. Ahora, ya no es lo mismo". Para este anciano zapatero, por ejemplo, el progreso, la Modernidad, "ha sido una verdadera peste" para la cerveza, el pan y la mantequilla, por ejemplo, porque:
La técnica, para estas cosas, hay que emplearla con mucho tino, en las antiguas industrias, la cerveza se cocía en cobre, el fuego para los calderos se hacía con troncos resinuosos y la llama traspasaba aquel cobre y caramelizaba la cerveza, igual que para el pan se empleaba el centeno que hasta noviembre se hacía reposar en los graneros, para que toda la fuerza de las espigas entrara en el grano, sólo después se desgranaba... ¡qué pan, aquel! ¡Se podía oler a un kilómetro cuando se horneaba ese regalo de Dios! ¡Cuanto más antiguo, mejor...
Por eso el Emperador prefería viajar en Landó más que en coche y le gustaba beber vino, por eso murió en un excusado, pero él si sabía cultivar el Renacimiento europeo con la Sratová: Yo estaba entonces de guardia en Maidling y vi con mis propios ojos como el Emperador le sujetaba la escalera y la protegía; mientras la Sratová allí subida cogía unas ciruelas, él le echaba miradas bajo sus faldas como si fuera Goethe...
La ironía en esta novela me parece notable, con ella el narrador hace resaltar el sentido verdadero de lo que realmente quiere desvelar. Está hablando de lo trabajadora que era su madre, de lo santa que fue y que lo educó a él y a sus hermanos ella sola, cuando le viene a colación su vecino, Mejtnej, que igualmente era muy trabajador y que así como laboraba en los campos atendía una taberna: "Pero su mujer, en lugar de servir copas a los clientes, se las servía a sí misma, y él, como era tan católico, la pegaba, la pegaba y la pegó hasta matarla, conforme al Antiguo Testamento, pero eso sí, las vacas y los caballos estaban relucientes, el cofre repleto de dinero y las libretas ahorro en la caja".
En este monólogo no puede pasarse por alto el contexto histórico como una de las partes fundamentales, la primera edición de la novela es de 1964. Esos vestigios del Imperio Austro-húngaro que se tocan en todas partes porque no se han ido, están ahí en esa época de plena transición en la que vive el artista zapatero. El antes y el ahora, el recuerdo de ese Imperio y sus cenizas evidentes así como la modernidad que percibe vacía, reciben del narrador una crítica inclemente y, a la vez, existe una nostalgia por lo que fue y ya se ha ido. Veamos un ejemplo entre tantos otros:
Al Emperador le gustaba ponerse un kaiserrok, un abrigo que parecía un frac cerrado, así de fina era aquella familia imperial, pero los líos que tenían eran los mismos que los de otras familias: el hijito, el príncipe heredero, tuvo que tomar por esposa a la princesa belga Estefanía, pero se pirraba por el cuerpo de la Vecerová, aquella belleza de busto y ojos exuberantes, bueno, y todo acabó en un tiroteo colectivo... y Dasa, aquella farmaceútica, que tenía desconocimientos básicos en lo relativo a la vida sexual sana, pues ésa me dijo, cuando le conté lo de la tragedia de la vida imperial: "Bueno, yo también le pegaría un tiro, si fuéramos marido y mujer, y usted anduviera con otra", así me lo dijo, porque la tragedia el mundo, y a los escritores de novelas no les falta materia abundante para escribir... En todos los años de reinado (del Emperador) no hizo más que la reforma monetaria y mandar ahorcar a Slosárek y a Hugo Senk (...) Al viejo Imperio Austrohúngaro le gustaba darse postín, pero por otra parte si uno iba de paseo no hacía más que tropezar con la prótesis y muletas de los mendigos y, en lugar de disfrutar del busto de una señorita, uno andaba angustiado de tanta miseria...
Los libres pensadores reprochaban a la Iglesia que Cristo, si era Dios, tuviera relación carnal con una mujer perdida, pero yo decía que en eso no había nada que hacer, que ante una belleza yo también me rendía, como no iba a sucumbir Cristo, Nuestro Señor, el hombre más seductor de su época, y ya ven, María Magdalena, aunque de oficio fue ramera en un bar, logró, no obstante, la santidad y conquistó popularidad en el cielo y no traicionó a Cristo; con su propio cabello limpió su sangre y él, pobrecito, clavado en la cruz por haber predicado a favor del progreso social y que todas las personas fueran iguales.
Esta novela no debe dejar de leerse, es de esas novelas que se quedan dentro de uno, que jamás se olvidan...
Ilustraciones.
Magda, apostilla impecable y si la memoria no me falla intentarécomprar la novela.
ResponderBorrarGracias por suguerir buenas lectúras.
Un abrazo vienés.
Sergio Astorga
¡Qué excelente reseña!
ResponderBorrarHola Magda,
ResponderBorrarMe ha gustado mucho la reseña que has hecho. Cada vez que recomiendas novelas por este medio trato de conocer más de los autores y si puedo comprarlas. Cuando hablaste de Coetzee conseguí tres de sus novelas y las leí una tras la otra. Nos sentimos afortunados de poder obtener este tipo de sugerencias.
Ese personaje, con lo poco que has dicho me ha encantado, el ser zapatero de por sí tiene su doble sentido, cierto significado sexual, ya que vive de clavar.
Hay una bachata famosa de los noventa que explota esa connotación.
Voy a tratar de escuchar las historias de este simpático zapatero.
Saludos
Preciosa reseña, Magda. Qué gusto. Hay que volver a Bohumil Hrabal. Y qué ilustraciones.
ResponderBorrarNo soy Hanta, el protagonista de Una soledad demasiado ruidosa, del mismo autor del que hoy nos hablas, pero recuerdo que fuiste tú quien me hizo descubrirlo, y me encantó ese libro, que regalé a dos personas, y a su vez quedaron enamoradas de él.
Gracias.
Un abrazo.
Candi
Si el libro es tan bueno como la reseña no sólo me lo compro, también me lo tatúo.
ResponderBorrarExcelente!!!
Como han señalado los comentaristas anteriores, es una reseña extraordinaria de este libro que no conocía de Hrabal. Creo que este autor tiene capacidad para emocionarnos con sus personajes sin igual en la Literatura contemporánea. Acabas adorándolos a todos.
ResponderBorrarUn abrazo y muchas gracias por la sugerencia.
Suena de maravilla. Como a música celestial.
ResponderBorrar- Gracias a ti, Sergio.
ResponderBorrar- Gracias, Fernanda.
- Baakanit, que alegría me da que te gusten mis recomendaciones, muchas gracias.
Candi, qué gustísimo me da saludarte.
Una soledad demasiado ruidosa es un poema, un libro inolvidable. La obra de Hrabal, llega muy profundo. Debió de ser una persona muy sensible, además maneja el arte del bien decir.
Las ilustraciones son de Josef Lada, y vaya que sí, hermosísimas.
Un abrazo querida amiga.
- Marta, muchas gracias.
ResponderBorrarTe recomiendo especialmente de este autor: Una soledad demasiado ruidosa, estoy segura de que te va a fascinar.
Por cierto, no conocía el otro blog de Chésus, he comentado en él hoy en la mañana pero aun no sale el comentario (los comentarios, hice dos). Descubrí que coincidimos mucho en gustos periodísticos, los articulos que he tenido en "Dietario" de periódicos latinoamericanos, a él también le han gustado, los he hallado en su blog. Ha sido una sorpresa.
- Montse, completamente de acuerdo contigo. Hrabal, emociona.
- Alex, es una novela preciosa.
!Hola Magda!
ResponderBorrarcoincido con los demás en mi valoración: una reseña genial.
No conocía este libro de Hrabal, aunque sí otros (Trenes rigurosamente vigilados, Yo que he servido al rey de Inglaterra ...). Entre lo que conozco y lo que escribes, tengo ganas de que este libro caiga en mis manos.
!Un abrazo!