30 de noviembre de 2005

El sentido de lo bello

Para el alma desterrada a la pesadez terrenal, que ha perdido sus alas, por así decirlo, y no puede volver a impulsarse hasta las alturas de lo verdadero, existe una experiencia por la cual le vuelve a crecer el plumaje y se eleva de nuevo. Es la experiencia del amor y de la belleza. En unas descripciones maravillosas, Platón concibe juntas estas vivencias del amor que despierta con la percepción espiritual de lo bello y del orden verdadero del mundo. Gracias a lo bello se consigue con el tiempo de nuevo el recuerdo del mundo verdadero. Este es el camino de la filosofía. El llama bello a lo que más brilla y más nos atrae, por así decirlo, a la visibilidad del ideal. Eso que brilla de tal manera ante todo lo demás, que lleva en sí tal luz de verdad, es lo que percibimos como bello en la naturaleza y en el arte, y lo que nos fuerza a afirmar que eso es lo verdadero

Gadamer.

7 comments:

Anónimo dijo...

En el caso de Platón es la idea, en efecto, lo que sostine el extremo de lo bello. Ahora, cuando lo observo y pienso en la persona humana he creído que la belleza consciente es terrible, acaso eco de aquel fragmento "Todo angel es terrible" del portentoso poema de Rilke.

Magda Díaz Morales dijo...

Debo confesar que no soy muy afecta a Platón; sin embargo, es muy importante. Con respecto a lo que comentas sobre la belleza, considero que lo interesante es ese efecto estético que produce la lectura. Rilke es portentoso, sí.

arrebatos dijo...

Y precisamente ahí, en la percepción, está el conflicto.
Establecer una analogía entre lo bello -meramente subjetivo- y lo verdadero -en tanto que empírico- puede causar y causa más de un problema.

Magda Díaz Morales dijo...

Si, y creo que sería mejor no buscar la analogía.

Saludos para ti.

emejota dijo...

La belleza duele. Miras algo deslumbrante y te sale un "ay"; escuchas algo hermoso y sientes un aguijón dulce en el pecho. Lo bello duele. Eso es una verdad y un profundo misterio.

Un saludo

Magda Díaz Morales dijo...

Sí, Mariano, es verdad: el pecho se oprime, y a veces hasta las lágrimas se salen ante lo bello que miramos o que vivimos. O quizá no duele, sino emociona, conmueve, aprieta nuestra sensibilidad. Pero lo que no tiene misterio, es que lo bello siempre es bienvenido.

Saludos para ti también.

sopalmo dijo...

No soy filósofa, pero os puedo contar que hace muchos años comencé a dedicarme a la música clásica. Había tanta y tan hermosa que hacía que me doliese el pecho al escucharla o interpretarla. Tuve que dejar la música para que no me estallara el corazón. Hoy en día me pasa con la naturaleza. Viví en una zona aislada en medio del campo, y a veces, sólo a veces, algún atardecer realmente hermoso o un cielo nocturno despejado lleno de estrellas hace que me duela el pecho de tanta belleza y tengo que dejar de mirar para no llorar de emoción. Platón, sin ahondar es banales teorías, tenía razón.

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