10 de noviembre de 2006

Amores prohibidos: Antología

Georges Baudot y María Águeda Méndez, Amores prohibidos. La palabra condenada en el México de los virreyes, Prólogo de Elías Trabulse (México: Siglo XXI, 1997).

Es una Antología estupenda, un importante trabajo de rescate histórico. Los antologadores han realizado un notable trabajo de investigación a través de los expedientes y documentos inquisitoriales conservados en el Archivo de la Nación (los que no fueron destruidos por el llamado "Santo oficio"), referentes a los procesos contra amores prohibidos que existieron en aquellos tiempos. "Estos textos son la vida, la vida misma de los últimos tiempos de la colonia y nos muestran muy atinadamente una faceta oculta hasta ahora de la vida novohispana":

Siempre ha habido coplas, canciones, letrillas y letanías procaces, eróticas, obscenas que han corrido y corren de boca en boca anónimamente. Pero ¿qué ocurría en la Nueva España cuando esposas engañadas, novias burladas o muchachas seducidas por sus confesores denunciaban a sus autores y ponían tales versos en manos de la Inquisición? Se abría de inmediato un proceso y empezaban a amontonarse pruebas, acusaciones, declaraciones que engordaban los archivos del Santo Oficio. Los autores de este libro han tenido la feliz idea de buscar en la balumba de legajos inquisitoriales aquellos que se refieren a estos procesos contra amores prohibidos, en los que hubiera de por medio versos licenciosos, voluptuosos, pícaros, incluso --con frecuencia-- blasfemos, y hacer así un balance de la heterodoxia erótica clandestina en el México dieciochesco. Porque, en efecto, es en el siglo XVIII cuando la nueva mentalidad ilustrada abre las puertas, también en el México virreinal, a una expresividad más desenvuelta, empapada ya de cierto carácter transgresor y hasta subversivo, en la que lo obsceno adquiere cierta virtualidad social y humana más o menos consciente.

Existía persecución y censura de las manifestaciones espectaculares de bailes, sones y demás expresiones del sentir popular. En el expediente formado por la denuncia "Indecentes sones", veamos algunas coplas prohibidas (y castigadas fuertemente, con azotes, si eran cantadas):

El chuchumbé:

En la esquina está parado
un fraile de la Merced,
con los hábitos alzados
enseñando el chuchumbé.

Que te pongas bien,
que te pomgas mal,
el chuchumbé te he de soplar.

"La tirana" (el denunciante decía que esta copla era una "Sátira contra mi sagrada religión"):

En San Juan de Dios acá,
son los legos tan cochinos
que cogen a las mujeres
y les tientan los tocinos.

En San Juan de Dios acá,
el enfermo que no orina,
lo cogen entre ocho legos
y le echan una jeringa.

En el siglo XVIII, jeringa (xeringa) era equivalente a lo que hoy se conoce como lavativa. Los versos que siguen son calificados de "versos amatorios". Su principal pecado parece haber sido el haber servido de envoltorio a una hostia consagrada. ¿Tenía esto que ver con una expresión amorosa fuera de tino y herética por exaltada?"

Epigrama:

Jóvenes hay que al amar
se llevan del interés,
que propio de aquesto es
viejas ricas cortejar.
Las que suelen desear
siempre al más mozo y bonito;
que aunque ya allí el apetito
perdió sus resortes todos,
quedan de pitar los modos
aunque ya no pite el pito.

Epigrama salió impreso en el Diario de México, en 1816.

Hay decenas y decenas de coplas, versos picantes, jocosos, eróticos, les recomiendo mucho leer el libro. Transcribo, por último, "De la doctrina":

¿Sois cristiano?
Sí por el toro
que anda en el llano.

¿Qué quiere decir cristiano?
Hombre que tiene
la garrocha en la mano.

¿Quién compuso el Credo?
los zapotes
¿Para qué?
Para madurar y comer.
Y nosotros ¿para qué le decimos?
Para convidar a nuestros vecinos.

______________

Clarin publica un buen artículo sobre los Narradores argentinos después de Manuel Puig

12 comments:

Anónimo dijo...

¡Bueno, bueno! qué genial. ¡Que enjundiosas son siempre la coplas! Y en este caso también divertidas y llenas de sapientisima ironía y caricatura. La verdad es que da grima pensar en todo ese aparato inquisitorial aplastando la alegria de vivir del personal y su libertad. Sin embargo, la vida es siempre terca.
Apunto el libro. Gracias. Un besotón.

Magda Díaz Morales dijo...

Vieras las que hay en este libro, Luisa, son geniales. Unas bastante procaces, dan mucha gracia ahora, pero debió de ser terrible que se te acusara, castigara, se te hiciera un juicio, etc., por decirlas o bailarlas. Por otro lado, algo que destaca este libro es cómo se las gastaban los señores de la iglesia y lo que hacían... eran terribles. Hay un libro de Enrique Serna, que comentamos hace tiempo aquí, que se llama Ángeles del abismo, y trata de esto, de esta época en México, y es estupenda. También está escrito con suma gracia, es picaresca del siglo XXI.

A mi las cóplas me encantan.

Anónimo dijo...

Siempre hay un antes en todo. Como ahora, antes también existían esas coplillas desparramando alegría y demás. Ahora se ven bien.
Besos

Rosa Silverio dijo...

Qué interesante, Magda. Es una pena que algunos libros como esos no lleguen a mi país. Gracias por comentarlo.

Un abrazo,

Ro

Anónimo dijo...

Sabroso libro, a fe mía. Espero que se pueda conseguir por estos lares.

Me ha recordado a una cancioncilla que siempre se ha cantado en mi casa. La conozco desde pequeño y así he salido:

Chiribiri biri biri
Chiribiri biri bo
A la monja le gustaba
con el fraile la cuestión

No quería que la velaran
con vela ni con velón
sino con la vela gorda
del padre confesor

Magda Díaz Morales dijo...

Está genial, Palimp. Mira que me he reido bastante.

En el Puerto de Veracruz, ya sea que vayas a comer o a estar ahi simplemente frente al mar, o en los famosos Portales (en el centro del de la ciudad) y están los copleros cantando sones jarochos (que son hermosos, basta con escuchar La bamba, por ejemplo, y bailarla, por supuesto) y te preguntan tu nombre y basta para hacer coplas ahi mismo sobre ti, son todos unos artistas del verso, son excelentes coplas las que hacen.

Por cierto, dejo esta que es muy simpática:

¿Agora que sé de amor
me metéis monja?
¡Ay Dios, que grave cosa!
Agora que sé de amor
de caballero
agora me metéis monja
en el monesterio.
¡Ay, Dios, que grave cosa!

—Meteros quiero monja
hija mía de mi corazón.
—Que no quiero yo ser monja, non.

¿Qué dirán de la freila,
qué dirán de ella,
si abraza los robles
pensando que eran hombres?

Anónimo dijo...

Hola de nuevo, Magda, de verdad cómo me he reído con los textos y los comentarios. Ríete conmigo porque como sigo "acalorada" por el post anterior al leer "A mi las cóplas me encantan" en tu contestación a Luisa he leído de corrido "a mí las cópulas me encantan". ¡Jo, hay que ver lo que puede hacer un acento! pero es que yo estoy siempre pensando en verde o tengo problemas de lectura, sí que he reído por mi equivocación al leer.
Si me río tanto con el libro como te ha pasado a ti...puf, sigo "acalorada", para colmo me leo la última copla y ya no puedo más. ¡Eres fantástica, cómo me haces pasarlo de bien con tu blog, y además, aprendemos!

Ay,la picaresca tan necesaria para sobrevivir a censuras y prohibiciones de antaño; ahora nos reímos pero pobrecillos los que sufrían por amores prohibidos. Gracias, Magda por estos posts maravillosos.

Otro besote.
Puri.

Anónimo dijo...

La inquisición, las coplas y la literatura. Todo ello conduce a:

ORBIS TERTIVS
orbistertivs.blogspot.com

Miguel Sanfeliu dijo...

Qué interesante libro. Lo buscaré.
Lo mejor de estos juicios es imaginar al "juez" leyendo los versos con todo serio y solemne.
Un saludo.

Magda Díaz Morales dijo...

Buho, gracias por tu comentario.
________

Rosa, seguro que si se va al Archivo de la nación de Santo Domingo, se encontrarán historias coloniales que recopilar en un libro, sería un estupendo trabajo por llevar a cabo, un rescate histórico.

Magda Díaz Morales dijo...

Me has hecho reir, Puri, si yo hubiera leido lo que tu leiste también me hubiera provocado no parar de reir. Y vaya que un acento aquí o allá hace travesuras ;)

Sufrian mucho los amores prohibidos (y creo que ahora también), pero es que hay que recordar que eran sacerdotes los que se brincaban las trancas, ellos que eran los primeros en prohibir tantas y tantas cosas, hasta pensar, y mira los señores...

Un abrazo para ti.

Magda Díaz Morales dijo...

Miguel, me has hecho reir, me he imaginado la cara del juez del Santo oficio leyendo todo esto. Pero quizá estaba sufriendo para que no lo descubrieran a él, porque mira que se las gastaban estos señores tan feos.

Publicar un comentario

No se publicarán comentarios anónimos.