Más que una novela, Déjame ir, madre me parece una crónica. Si leemos la biografía de la escritora polaca Helga Schneider (1937), nos damos cuenta que exactamente lo que sucede en la narración, es lo que ella vivió. Bastaría con copiar los párrafos para reseñar la obra. Una historia muy dura y conmovedora en la que uno se pone a pensar cómo es posible que un ser humano haya podido soportar vivir de cerca la Gerra mundial, el Holocausto, el exterminio nazi.
Helga, la protagonista de la novela (como la escritora en la realidad de su vida), iba a cumplir ocho años cuando la guerra termina, pero le toca ver y vivir la posguerra en Berlin, donde vivía, y, en los primeros años de su vida, el abandono de la madre, el padre y la madrastra, Úrsula, una mujer que la detestaba; además, ser niña mientras la guerra está en su plenitud. A los cuatro años (Foto, con su hermano) vive la siguiente escena:
Mi madre me dio un beso rápido en la mejilla y se acercó a la maleta que había junto a la puerta de casa.
Me dominó el pánico.
-No te vayas -le supliqué.
Ella volvió sobre sus pasos y me miró exasperada.
-¿Así mantienes las promesas? Me has prometido que serías valiente y no dejas de lloriquear. Pero es inútil, Helga: tengo que irme, no me hagas las cosas más difíciles.
-No te vayas, mamá, por favor, no me dejes sola -volví a suplicar.
Cogió la maleta y, al volverse, dijo con el dedo levantado:
-Y cuando salga por la puerta no empieces a gritar y despiertes a tu hermano, ¿has entendido? ¿Me lo prometes?
Mi madre cerró la puerta detrás de ella. No volví a verla hasta trinta años después.
Al correr esos 30 años Helga la ve unos minutos, iba con su hijo, un encuentro frio y distante. Y la vuelve a ver 27 años después de este encuentro. En 58 años sólo la vio dos veces. La novela narra precisamente este segundo encuentro. La señora está en una residencia para ancianos en Viena, y tiene ya noventa años. Helga recibe una carta de Gisela Freihorst, amiga de su madre, diciéndole que estaba enferma: "Salia de la casa y se perdía, se olvidaba de cerrar los grifos del agua o, peor todavía, la espita del gas; en resumen, se había convertido en un peligro para ella y para los demás". Era un martes 6 de octubre de 1998.
El encuentro es impactante. La conversación que sostienen las dos mujeres va en narrar el pasado y el presente. La señora no se arrepiente de nada, sigue odiando a los judios, sigue sintiéndose orgullosa de haber sido miembro de las SS. Se habla de todos esos horrores en Birkenau, las cámaras de gas, de los crímenes cometidos. La hija no puede creer que su madre haya sido cómplice activa de todo esto...
Si ya vivir todos estos horrores de la historia debe de ser más allá de lo humanamente comprensible ¿qué será tener una madre que abandona a su familia para participar en todo esto tan terrible porque cree firmemente en que es lo mejor?
-¿Pero qué tenían todos en contra de los judíos?
-¿Todos quiénes? -se rebela
-Pues... -me encojo- todos: Hitler, Himmler, el régimen, las SS.
-Eran culpables -contesta con voz resuelta.
-¿De qué?
-De todo.
8 comments:
Este tipo de historias perturban, pero son muy necesarias, sobre todo en el mundo de hoy. Siempre recuerdo lo que Hitler le dijo a sus generales para convencerles de que su plan contra los judíos funcionaría: "han pasado veinte años, ¿alguien recuerda el genocidio de los armenios en Turquía?". Olvidar es un paso más hacia la repetición.
Muy necesario este post.
Un abrazo
¿Cómo una persona que vive de niñita todo esto sale del trauma de la guerra, el abandono de la madre y de todos los adultos a su alrededor? Y reencontrarse con esa mujer, que situaciones tan dificiles en la vida.
Aqui la literatura nos pone delante, en el recuerdo, una lejano pasado pero yo pienso que también nos debe hacer levantar la cabeza para ver y oir estos horroes en el presente.
Saludos cordiales.
Alfredo, Fernanda, Petrusdom, siempre recuerdo las palabras de Kertész, al hablar sobre este tema: dice que hay que tenerlo presente, para que no se repita. No hay que olvidarlo.
Sebald, en el libro "Campo Santo", reflexiona sobre la sociedad de la Alemania occidental en la posguerra.
"... la sorprendente paralización de sentimientos con que se respondió a las montañas de cadáveres de los campos de concentración, ..."
He tenido lo que se llama una gripe terrible. Ya me siento mejor, pero no podia ni hablar, la voz se me fue.
Gracias por la cita. Lourdes.
Luchar contra el olvido para que no vuelva a repetirse. Lo peor de todo es no saber reconocerlo cuando ocurre/a en nuestro propio presente. ¿Recordáis el letrero en esa tienda de no importa qué lugar?, se podía leer: "No se admiten rumanos". ¿No sería más justo decir "en esta tienda no se admiten ladrones de ninguna nacionalidad?
Nos vemos en ML. Rosa
Querida Rosa, qué gusto saludarte en estos lares.
Un abrazo para ti.
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