Uno de los errores más persistentes en la lengua escrita consiste en no separar el vocativo del resto de la proposición. Pero para comprender lo anterior, es preciso saber qué es un vocativo.
La palabra vocativo proviene del latín, vocativus. El hispanohablante actual reconocerá que nuestra palabra voz, asimismo, proviene de ahí (vox, vocis), como también vocal, convocar, evocar e invocar, entre muchas otras. Cuando hablamos de vocativo en términos gramaticales, nos referimos a que invocamos a alguien, le hablamos, nos dirigimos a él, a ella o a las personas del caso. Pero no sólo eso sino que usamos su nombre, su apodo, su título o algún equivalente para hacerlo. Ese nombre (apodo, título o algún equivalente) es, precisamente, el vocativo.
En la ilustración que acompaña a esta entrada del blog, se anuncia la escenificación de una pastorela, la cual se titula “Dónde estás Gabriel” [sic]. Tal como el título está escrito, pensaríamos que uno puede estar bien, mal o, incluso, Gabriel. ¿Pero qué significa estar Gabriel? La verdad, es un disparate. Nadie puede estar Gabriel. Tampoco era la intención del redactor de este anuncio insinuarlo.
A todas luces, se trata de una pregunta que se le formula a Gabriel. En otras palabras, hay una primera persona, la de la voz, que le hace una pregunta a Gabriel, se dirige a Gabriel en forma interrogativa, empleando su nombre propio. Este nombre propio es el vocativo. La regla es sencilla: mediante una coma, hay que separar el vocativo del resto de la proposición. Así, lo correcto sería: “¿Dónde estás, Gabriel?”
Esto no sólo funciona con preguntas sino con cualquier construcción donde se le habla a alguien, usando su nombre, título, apodo o equivalente. Y ese alguien puede ser tan real como ficticio o retórico. Ni siquiera tiene que tratarse de un ser humano. Puede ser un animal, una divinidad o un mero concepto (si le damos nombre, por supuesto). Veamos unos ejemplos:
¡Buenos días, Evangelina! (nombre propio)
¡Hola, guapo! (equivalente)
¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano? (gentilicio en lugar de nombre propio)
¡Mexicanos, al grito de guerra! (idem)
Hay días, licenciado, en que usted simplemente no sirve. (título)
Dime, Flaco, si te interesa la chamba. (apodo)
¿Me estás oyendo, inútil? (epíteto en lugar de nombre propio, un “equivalente”)
Di que sí, mi amor. (equivalente)
¿Qué puedo hacer, Dios mío, para aprender el vocativo? (divinidad)
¡No me vencerás, inflación, porque voy a comprar dólares! (concepto)
Sí, sargento. (título de rango)
Ay, tesoro, mira cómo te ensuciaste las manos… (equivalente)
Como se ve, hay vocativos de muchas clases: personas, títulos, gentilicios, apodos y palabras que usamos como si lo fueran, como equivalentes de nombres (inútil, mi amor, querido, tesoro, guapo). Lo importante es que nos demos cuenta de que se le está hablando a alguien, empleando su nombre (o cualquiera de sus equivalentes). Siempre se trata de la segunda persona, que en español es tú, usted, vosotros, ustedes, pero en lugar de emplear cualquiera de estos pronombres, usamos el vocativo, como en los ejemplos anteriores.
Lo más importante, para efectos prácticos, es aprender la puntuación correcta: poner una coma después del vocativo, si éste viene al principio; poner coma antes del vocativo, si éste viene al final de la proposición; poner una coma antes y otra después del vocativo, si éste viene en medio.
Recuerda que en tercera persona, no hay vocativo, por mucho que se empleen nombres propios. Si escribo “Juan escucha la sinfonía”, simplemente señalo (en tercera persona) que el muchacho está atento, oyendo la música. Pero si escribo “Juan, escucha la sinfonía”, le estoy hablando a Juan y le estoy diciendo (en segunda persona familiar) que escuche la sinfonía. Aquí sí hay vocativo porque estamos usando la segunda persona con nombre propio. Sin coma, no obstante (“Juan escucha la sinfonía”), no le estamos hablando a nadie, es tercera persona y no hay vocativo.
El texto original es de Sandro Cohen: ¿A qué le tiras cuando sueñas, vocativo?
La palabra vocativo proviene del latín, vocativus. El hispanohablante actual reconocerá que nuestra palabra voz, asimismo, proviene de ahí (vox, vocis), como también vocal, convocar, evocar e invocar, entre muchas otras. Cuando hablamos de vocativo en términos gramaticales, nos referimos a que invocamos a alguien, le hablamos, nos dirigimos a él, a ella o a las personas del caso. Pero no sólo eso sino que usamos su nombre, su apodo, su título o algún equivalente para hacerlo. Ese nombre (apodo, título o algún equivalente) es, precisamente, el vocativo.
En la ilustración que acompaña a esta entrada del blog, se anuncia la escenificación de una pastorela, la cual se titula “Dónde estás Gabriel” [sic]. Tal como el título está escrito, pensaríamos que uno puede estar bien, mal o, incluso, Gabriel. ¿Pero qué significa estar Gabriel? La verdad, es un disparate. Nadie puede estar Gabriel. Tampoco era la intención del redactor de este anuncio insinuarlo.
A todas luces, se trata de una pregunta que se le formula a Gabriel. En otras palabras, hay una primera persona, la de la voz, que le hace una pregunta a Gabriel, se dirige a Gabriel en forma interrogativa, empleando su nombre propio. Este nombre propio es el vocativo. La regla es sencilla: mediante una coma, hay que separar el vocativo del resto de la proposición. Así, lo correcto sería: “¿Dónde estás, Gabriel?”
Esto no sólo funciona con preguntas sino con cualquier construcción donde se le habla a alguien, usando su nombre, título, apodo o equivalente. Y ese alguien puede ser tan real como ficticio o retórico. Ni siquiera tiene que tratarse de un ser humano. Puede ser un animal, una divinidad o un mero concepto (si le damos nombre, por supuesto). Veamos unos ejemplos:
¡Buenos días, Evangelina! (nombre propio)
¡Hola, guapo! (equivalente)
¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano? (gentilicio en lugar de nombre propio)
¡Mexicanos, al grito de guerra! (idem)
Hay días, licenciado, en que usted simplemente no sirve. (título)
Dime, Flaco, si te interesa la chamba. (apodo)
¿Me estás oyendo, inútil? (epíteto en lugar de nombre propio, un “equivalente”)
Di que sí, mi amor. (equivalente)
¿Qué puedo hacer, Dios mío, para aprender el vocativo? (divinidad)
¡No me vencerás, inflación, porque voy a comprar dólares! (concepto)
Sí, sargento. (título de rango)
Ay, tesoro, mira cómo te ensuciaste las manos… (equivalente)
Como se ve, hay vocativos de muchas clases: personas, títulos, gentilicios, apodos y palabras que usamos como si lo fueran, como equivalentes de nombres (inútil, mi amor, querido, tesoro, guapo). Lo importante es que nos demos cuenta de que se le está hablando a alguien, empleando su nombre (o cualquiera de sus equivalentes). Siempre se trata de la segunda persona, que en español es tú, usted, vosotros, ustedes, pero en lugar de emplear cualquiera de estos pronombres, usamos el vocativo, como en los ejemplos anteriores.
Lo más importante, para efectos prácticos, es aprender la puntuación correcta: poner una coma después del vocativo, si éste viene al principio; poner coma antes del vocativo, si éste viene al final de la proposición; poner una coma antes y otra después del vocativo, si éste viene en medio.
Recuerda que en tercera persona, no hay vocativo, por mucho que se empleen nombres propios. Si escribo “Juan escucha la sinfonía”, simplemente señalo (en tercera persona) que el muchacho está atento, oyendo la música. Pero si escribo “Juan, escucha la sinfonía”, le estoy hablando a Juan y le estoy diciendo (en segunda persona familiar) que escuche la sinfonía. Aquí sí hay vocativo porque estamos usando la segunda persona con nombre propio. Sin coma, no obstante (“Juan escucha la sinfonía”), no le estamos hablando a nadie, es tercera persona y no hay vocativo.
El texto original es de Sandro Cohen: ¿A qué le tiras cuando sueñas, vocativo?
11 comments:
Vaya, alguien que opina como yo. El pavor a escribir bien las cosas.
Un beso
Creo que gran cantidad de personas piensan de esta manera, Elena, y ayuda mucho recordar enseñanzas y ratificarlas. En ocasiones se nos pasa cosas como éstas, el uso del vocativo.
De gran ayuda actualizar el uso del vocativo.
Fantástica entrada, Magda.
Yo suelo tener especial mimo en no caer en este cómun error, que a veces, es culpa de la precipitación.
por Santa Lucía de los sustantivos!! (no busques a la santa, peco de inventarme santos cual pasatiempo..XD).
yo hago mi mejor lucha al tratar de escribir cual la sintaxis demanda, sin embargo no siempre salgo muy bien plantada (snifs! snifs!).
me ha encantado la clase (he llegado algo tarde y por mera casualidad) y también todo lo que he alcanzado a leer - en especial la temática sobre libros-.
Saludos y buena estrella (y mejores actitudes, claro! XD).
Bien, bien, bien. Tal como está el patio, éste es un problema menor, aunque ciertamente cien problemas menores conducen a que, hoy por hoy, existan hasta doctores titulados que no sepan hacer la o con un canuto, mucho menos escribir un artículo en condiciones.
¿Dónde estás Gabriel? Qué gracia, es verdad que no tiene sentido. Otras propuestas podrían ser:
¿Dónde estás Maruja?
¿Dónde estás Memo?
Et Cetera.
Un saludote, y felices fiestas.
Muy buena y divertida, Magda. Siento una gran curiosidad. ¿Qué significa "a qué le tiras cuando sueñas"? En España no significa nada o, por lo menos, nada que todo el mundo comprenda del mismo modo. Sería una ambigua frase con múltiples interpretaciones.
Un abrazo.
Querida Bel, "A que le tiras cuando sueñas...", es el título de una canción muy popular del compositor mexicano Chava Flores (1920-1987).
El título completo es: "A que le tiras cuando sueñas, mexicano". Es una canción de crítica y un tanto política,de 1954. Aquí ella:
A que le tiras cuando sueñas, mexicano
Muchas gracias por el regalo. Tampoco con ésta he podido dejar sonreír mientras la escuchaba. Buneísima y, tristemente, tan actual.
He andado corta de tiempo en los últimos meses y por lo mismo te leo pero no he dejado comentarios.
Como siempre educándonos. Te agradezco tu labor y aunque la gramática es uno de mis grandes fallos algo se me queda con tus aclaraciones. Espero disculpes mis faltas. Excelente entrada.
Un abrazo
Alba
"¿Qué puedo hacer, Dios mío, para aprender el vocativo?". Me desternillé de risa con los ejemplos. Fantástico.
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