Consejos para darse importancia
Enrique Serna
Si usted, querido lector, abriga desde niño la noble ambición de ser alguien, no cometa la ingenuidad de hacer bien su trabajo y esperar que los demás le den importancia, pues nadie se la concederá. Empiece por darse importancia usted mismo, porque sólo es visible para el prójimo la valía proclamada con altavoces. Poco importa que alguien no valga nada si logra convencer a los demás de lo contrario. La política, el mundillo literario, la farándula, están llenos de ineptos y mediocres que sin embargo conquistaron la fama o el poder gracias a un uso inteligente del relumbrón social. Un triunfador es, ante todo, una persona que se apropia los signos exteriores de importancia, mucho antes de hacer algo para merecerlos. Se produce entonces paulatinamente un fenómeno de ilusionismo que termina por convertir esos aditamentos de la personalidad en componentes orgánicos del carácter. No es fácil, desde luego, despertar en los demás una mezcla de envidia, admiración y respeto. Se requiere un tesón inquebrantable para convertir al prójimo en admirador pasivo y boquiabierto de nuestro ego hipertrofiado. Para orientar a la juventud audaz en su ascenso al liderazgo, he compuesto un breve manual de autoayuda, inspirado en la filosofía educativa del Tec de Monterrey. Siguiendo estos consejos prácticos triunfarás en cualquier campo de actividad, aplastando en tu camino a la chusma apocada y modesta.
—Cuando algún amigo o conocido te proponga una reunión, nunca hagas citas con hora y fecha definida. Pídele que te vuelva a llamar un día antes del encuentro, y entonces alega que a última hora te salió un compromiso ineludible. Así te darás a desear, y tu amigo comprenderá que ya vuelas demasiado alto.
—Coloca entre ti y las personas que te llamen dos o tres intermediarios, de preferencia secretarias o ayudantes con una cortesía glacial. Toda la gente con un mínimo de malicia tacha de pobres diablos a las personas accesibles.
—Si eres funcionario cultural, marca distancias con los amigos que días antes se llevaban contigo de a piquete de ombligo. Hazles notar que ya no son tus iguales. Y si quieren sacarte algo, oblígalos a hacer una antesala de tres horas y media.
—Recuerda con memoria fotográfica los nombres y los rostros de todas las personas que puedan ayudarte a escalar posiciones. Finge, por el contrario, que no sabes cómo se llama el don nadie que te han presentado 50 veces.
—Aunque tu casa sea una pocilga, viste ropa de marca y compra en abonos un BMW que te permita colarte a los círculos del poder o del dinero. Un Rolex de oro pirata puede abrirte más puertas que el mejor currículo.
—No respondas de inmediato los mensajes de Internet. Haz esperar al menos 4 días a tus corresponsales. Y cuando por fin respondas, aclara que tus frecuentes viajes de negocios no te permiten ver el correo.
—Cuando te quedes en el desempleo, muéstrate más próspero que nunca ante los demás. Si te ven necesitado, nadie te dará chamba.
—Si eres escritor y te invitan a dar una charla en Hermosillo, no llegues a la sala de conferencias cargando la caja de libros que quieres vender. Quedarás automáticamente devaluado ante tu auditorio.
—Pon tu escritorio sobre una tarima para ver a tus subordinados de la oficina de arriba hacia abajo. Pero en la comida navideña de la empresa, depón el gesto huraño y ríete de sus malos chistes con el gesto benévolo de un hacendado porfiriano.
—Para elevar los bonos de tu discoteca, deja que los chavos hagan una larga cola en la banqueta, mojándose bajo la lluvia, aunque no haya nadie adentro. Quienes vean el tumulto desde afuera pensarán que tu antro es el favorito de la gente chic.
—Cuando hayas alcanzado una cierta fama, abstente de hacer migas con los de abajo. Su amistad no te reditúa nada y corres el peligro de ser menospreciado por la gente que no se consideraba digna de tu amistad.
—Cultiva amistades prestigiosas, adula a la gente con poder, haz relaciones públicas de tiempo completo, pero aprende a detectar entre la fauna del gran mundo a los impostores de tu ralea y evítalos en la medida de lo posible. Si quieren trepar, que se fabriquen su propia escalera.
—No cuelgues en tu oficina el título de doctorado en Harvard que te vendieron en la Plaza de Santo Domingo. Las malas falsificaciones son demasiado notorias. Confórmate con lucir tu grado académico en la tarjeta de presentación.
—Si una vez instalado en la cumbre te sientes miserable o cretino, acude al psiquiatra pero no te flageles en público, ni siquiera entre los íntimos. Recuerda que el mundo te tiene conceptuado como un chingón.
Domingo
El Universal
13 de enero, 2013.