No había leído a Iain Pears. Cuando entré a la librería y vi sobre el estante El retrato, me llamaron la atención tres cosas: la portada (Autorretrato con la muerte tocando el violín de Arnold Böcklin), que el autor es doctor en filosofía e Historia del arte, y la relación literatura-pintura que señalan en la contratapa. No obstante, me parece que más que la relación entre literatura y pintura, que por supuesto se encuentra, destaca la relación entre el crítico y el artista, una relación que la novela despliega bajo circunstancias muy difíciles, es como si estas dos identidades fueran casi imposible de tolerarse o sostenerse.
La novela inicia con el encuentro de un pintor y su modelo, del talento de uno y la fama del otro, de dos amigos, de un crítico de arte, William Nasmith, y un pintor, Henry Morris MacAlpine. El crítico llega desde Londres a la casa situada en una isla de Francia adonde vive el pintor, autoexiliado desde hace cuatro años, una isla “barrida por el viento, habitada solamente por unos centenares de pescadores bretones y sus familias”, es el año de 1912. El primero ha solicitado al segundo le haga un retrato:
La novela parece más un ensayo sobre lo que es la crítica para un artista, lo que la primera puede hacer a través de su palabra escrita: acabar con la reputación y hasta con la vida de alguien, de ese artista que desea ser visto por lo que crea, que anhela ser valorado por su obra. Todo un despliegue de reflexiones y calificaciones para la tarea de escribir de un crítico y su influencia en la vida del artista. La crítica es capaz hasta de cambiar la ruta de un destino o de convertirse en un arma muy poderosa contra quien, como el artista, está en sus manos. En uno de los pasajes, el pintor sienta en una silla a su modelo, el crítico, para continuar con su trabajo, y le dice:
La novela inicia con el encuentro de un pintor y su modelo, del talento de uno y la fama del otro, de dos amigos, de un crítico de arte, William Nasmith, y un pintor, Henry Morris MacAlpine. El crítico llega desde Londres a la casa situada en una isla de Francia adonde vive el pintor, autoexiliado desde hace cuatro años, una isla “barrida por el viento, habitada solamente por unos centenares de pescadores bretones y sus familias”, es el año de 1912. El primero ha solicitado al segundo le haga un retrato:
Deja que te explique mi idea. Lo que he decidido hacer –y no estoy interesado en tu opinión- es un retrato en el que las variaciones de la luz mostrarán diferentes aspectos de tu carácter. Pienso en Monet. No, no he cambiado de opinión; sigo creyendo que no fue un buen pintor. Pero sin duda fue un gran pintor, y, como tú sabes, nunca he tratado de apoyarme en los grandes. Así que te necesitaré mañana, tarde y noche, dependiendo de cómo vaya mi obra (…). Un pobre pintor como yo necesita toda la ayuda que pueda conseguir. A lo mejor Tiziano supo transmitir todas las complejidades a la vez. Pero él era un genio, y yo –como en una ocasión señalaste- no lo soy”.Es a través del narrador-personaje, el pintor, que nos vamos enterando de la historia que hay entre los protagonistas, todo sucede mientras va pintando el retrato. No escuchamos la voz del crítico, el narrador habla por él, a través de él sabemos qué es lo que el crítico dice y hace, dijo e hizo.
La novela parece más un ensayo sobre lo que es la crítica para un artista, lo que la primera puede hacer a través de su palabra escrita: acabar con la reputación y hasta con la vida de alguien, de ese artista que desea ser visto por lo que crea, que anhela ser valorado por su obra. Todo un despliegue de reflexiones y calificaciones para la tarea de escribir de un crítico y su influencia en la vida del artista. La crítica es capaz hasta de cambiar la ruta de un destino o de convertirse en un arma muy poderosa contra quien, como el artista, está en sus manos. En uno de los pasajes, el pintor sienta en una silla a su modelo, el crítico, para continuar con su trabajo, y le dice:
Tú te sientas ahí, en tu silla, que estoy transformando en un trono. Tu pose es autoritaria, eres algo más que un simple crítico que escribe para periódicos y revistas de moda. Yo busco acercarme a la verdad a través del halago sutil, sabes. No ter estafaré; te he dado mi palabra. No eres un simple periodista, sino algo más. Tendrás la postura de un papa, como si estuvieras siendo pintado por un Velázquez, para recordar a todo mundo el poder que la gente como tú ejerce en nuestro mundo. Tú ordenas, y lo y lo que sea sucede. Levantas el dedo y se crea una reputación; mueves negativamente la cabeza, y las esperanzas alimentadas durante años en los talleres, por las que alguien se esforzó, y deseó, tan desesperadamente, quedan para siempre defraudadas. Cierto, no mueves ejércitos, no provocas destrucción en tierras lejanas, como nuestros políticos y generales. Eres mucho más poderoso, ¿no? Cambias la manera de pensar de las personas, moldeas la forma en que ven el mundo. Un gran poder, ejercido sin control ni limitaciones. Un despotismo de las artes, en el que tu eres el sumo sacerdote de la verdad y la belleza.Pero cuando el crítico se convierte en modelo está bajo la mirada, el pincel, y las manos del artista, los papeles se invierten y sucede lo inusitado, lo extraordinario... El pintor que quería captar en su obra, el retrato, la verdadera personalidad del crítico, lo logra. Sin embargo, ¿qué sucede con el crítico ante todo esto? ¿llega a comnprender lo que su palabra puede conseguir? ¿cual es su impresión al ver el lienzo? ¿logra verlo como el artista lo ve? El suspenso atraviesa la novela, apuntando siempre a la relación entre el artista y el crítico de su obra.
6 comments:
Oscar Chavez es uno de mis canta-autores preferidos (http://www.oscarchavez.com.mx/). Él ha rescatado muchos corridos mexicanos del siglo xix, por ejemplo. Asimismo, canciones de la Revolución Mexicana o canciones de la época colonial. También canta boleros, propios y ajenos, y muchas canciones más muy bonitas y que si no hubiera sido por él quizá se hubieran perdido en el tiempo.
La canción del castpost se llama "La Mariana".
Sin desperdicios, como siempre.
seguro que este escritor sufriría el acoso de algun critico ;)
un beso, Magda
Todo lo que da de sí literariamente el mundo de los retratos. Y el de los espejos. Imágenes, reflejos. Mentiras, verdades. La vida. Intentaré leerlo. Saludos.
No "Solo de libros", no llega jamás a ser un "Código Da Vinci". Sin embargo, no es tampoco un libro fascinante, es más bien un libro para pasar un rato. Es como un ensayo adonde autor y critico parecen identidades en conflicto. Hay algo especialmente que no me gustó: demasiados sentimientos negativos plasmados, algo así como un estudio psicológico. Esto llega a cansar un poco.
Muchos saludos para ti.
Y vaya que sí, Ana. Lo interesante que se rescata de esta novela es como cuando se voltean los papeles y el crítico está en manos del artista cuya vida ha destruido con su palabra escrita, el pintor va plasmando en el retrato que está pintando la personalidad del crítico, hasta acabar con su vida, al igual que hizo el crítico con él. Vale la pena leerla.
Muchos saludos.
Publicar un comentario
No se publicarán comentarios anónimos.