El personaje de Confesiones de una máscara de Yukio Mishima, una novela escrita en primera persona, nace en Tokio, en un momento en el que su familia experimenta una fuerte decadencia a causa de problemas familiares que inician diez años antes, cuando su abuelo dimite de su puesto de gobernador colonial. Desde el aquí y el ahora narrativo un jovencito nos cuenta su historia, un chico que durante muchos años afirmó que podía recordar cosas que había visto en el instante de su nacimiento y que marcaron su vida. Recuerda, por ejemplo, cuando tenía apenas cuarenta y nueve días de nacido y con el pretexto de que criar a un niño en el piso de arriba era peligroso, su abuela lo arranca de los brazos de su madre (sus padres y él vivían en la planta alta y los abuelos en la baja): "Intalaron mi cama en el dormitorio de enferma de mi abuela, siempre cerrado y con el aire impregnado de los olores de la enfermedad y de la vejez, y fui criado allí, junto a la cama de la enferma". Después, rememora aquél suceso que lo atormentó y aterró toda su vida. Tenía cuatro años e iba de la mano de una mujer (no recuerda si era su madre, una tía o la niñera) cuando:
Quien bajaba hacia nosotros era un hombre joven, de hermosas y coloradas mejillas y ojos resplandecientes, con una sucia tira de tela alrededor de la cabeza para contenerle sudor. Bajaba, llevando sobre un hombro una larga pieza de madera de la que pendían cubos de inmundicia nocturna, y hábilmente armonizaba sus pasos con el balanceo de la madera, manteniéndola así en equilibrio. El hombre de las inmundicias nocturnas era el encargado de llevarse los excrementos.
Cuando levanta la vista y mira “al hombre de las inmundicias nocturnas”, se siente “ahogado por el deseo, pensando ‘quiero ser él’:
Recuerdo que mi deseo se centraba en dos puntos principales. El primero de ellos eran los ceñidos pantalones azules, y el segundo era el trabajo del muchacho. Los ceñidos pantalones destacaban claramente las líneas de la parte inferior de su cuerpo, que avanzaba con suave agilidad y parecía dirigirse directamente hacia mí. En mi interior nació una inexplicable adoración hacia aquellos pantalones. No comprendía por qué.
Otro recuerdo primerizo muy importante era un libro con ilustraciones, en especial había una ilustración que pasa mirando tardes enteras: “pero si alguien se acercaba al lugar en el que yo me encontraba, me sentía culpable sin razón alguna y me apresuraba a pasar la página”. Era una ilustración que “mostraba a un caballero en un blanco corcel y con la espada en alto. El caballo, dilatados los ollares, golpeaba el suelo con sus poderosas patas delanteras. En la armadura del caballero había un hermoso escudo de armas. El caballero, de bello rostro, miraba con la celada y blandía la temible espada, recortada contra el cielo azul, enfrentándose con la Muerte o, por lo menos, con un objeto que le atacaba rebosante de maligno poderío”. Un día, su institutriz abre el libro justamente en esa página y le dice al niño:
-¿Sabe el señorito la historia de este cuadro?
-No, no la sé.
-Parece un hombre, pero es una mujer. De veras. Se llamaba Juana de Arco. La historia dice que fue a la guerra vestida de hombre, y que así sirvió a su patria.
-¿Una mujer…?
Me quedé de una pieza. La persona que yo creía él, resultó ella. Si aquel hermoso caballero era una mujer, ¿no quedaba todo reducido a la nada? (Incluso ahora siento repugnancia, profundamente arraigada y de difícil explicación, por las mujeres vestidas de hombres). Esa fue la primera “venganza de la realidad” que la vida me deparó, y me pareció una cruel venganza que se cebaba sobre todo en las fantasías que acariciaba referentes a la muerte del caballero, de él.
Por último, tiene otro recuerdo fijo a través del tiempo, el olor a sudor, un olor que despertaba sus deseos y lo subyugaba, era el olor a sudor de los soldados que pasaban frente a su casa al regresar de la instrucción: "Aquel olor como el de la brisa marina, como el del aire de la playa quemada por el sol hasta dejarla de oro".
Todas estas emociones y sensaciones son las primeras que el protagonista encuentra en su vida, una vida que, como veremos en la segunda parte de esta reseña, hace lo posible por subsistir en el mundo...