21 de marzo de 2006

Confesiones de una máscara: Mishima (2)

Las primeras cosas que encuentra en su vida Kochan, el narrador-personaje de Confesiones de una máscara de Yukio Mishima son, pues, los recuerdos señalados en la parte 1 de esta reseña. Recuerdos que viven en él, que están fijos en su memoria como un "menú completo de todos los problemas que tendría en la vida" y que son como una especie de predestinación. "El porteador de inmundicias nocturnas, la Doncella de Orleans y el olor de los soldados", forman el primer prólogo de su vida. De todo esto nos enteramos a través del libro que ha escrito que es el libro que estamos leyendo, Confesiones de una máscara. El narrador-personaje, Kochan, es escritor y nos cuenta su propia historia.

Así, nos narra cuando una noche, todavía siendo niño, entra a escondidas a la recámara de su madre y de entre sus kimonos elige uno y se lo pone, cubriendo su cabeza con "crespón de China". Su pasión por disfrazarse se agrava hasta los nueve años de edad, cuando va a ver una película sobre Cleopatra y se da a la tarea de disfrazarse de reina de Egipto. Este disfraz, más el primero, forman un segundo prólogo. Pero todavía hay un tercer prólogo que guarda la historia de la infinidad de cuentos de hadas que leyó en su niñez, adonde no le gustaban las princesas, solamente los príncipes. "Y entre éstos los que más me agradaban eran aquellos que morían asesinados o aquellos otros a los que su sino había condenado a una muerte violenta. Me enamoraba de todo joven que muriera a mano airada. (...) La debilidad que mi corazón sentía por la muerte, la noche y la sangre era innegable". Pero todo cambiaba para Kochan cuando visitaba a sus primas, ahí todos esperaban que se comportara como lo que era, un chico. "Así comenzó, nos dice, la desganada interpretación de mi comedia".

Más llega el día en que la infancia se aleja. Su padre había traido (para estos momentos ya vive solamente con sus padres y dos hermanos, se han cambiado de casa) varios volúmenes de libros con reproducciones de arte, y Kochan tiene su primera eyaculación al mirar la reproducción del San Sebastián de Guido Reni, pintor de la escuela ecléctica surgida del Renacimiento. En el cuadro hay un joven desnudo, "-que recordaba el de Antínoo, el amado de Adriano-", en cuyo cuerpo "sólo había juventud primaveral, luz, belleza y placer":

En el instante en que mi vista se posó en el cuadro, todo mi ser se estremeció de pagano goce. Se me levantó la sangre y se me hincharon las ingles como impulsadas por la ira. Aquella parte mounstruosa de mi ser que estaba a punto de estallar esperó que la utilizara, con un ardor sin precedentes, acusándome por mi ignorancia, jadeando indignada. Mis manos, de forma totalmente inconsciente, iniciaron unos movimientos que nadie les había enseñado. Sentí que algo secreto y radiante se elevaba, con paso rápido, para atacarme desde dentro de mi. De repente estalló y trajo consigo una cegadora embriaguez...

Como la llegada de todas las fechas en la vida de una persona, llega la hora en que Kochan conoce al primer amor de su vida, "un amor íntimamente vinculado con los deseos carnales". Fue en el último trimestre del segundo año de secundaria y se llamaba Omi, un chico unos cuantos años mayor que la generalidad, burlón, altanero y solitario:

Comencé a esperar con impaciencia el verano, o, por lo menos el principio del verano. Pensaba que el verano me proporcionaría ocasión de ver desnudo el cuerpo de Omi. Y también alentaba en lo más hondo de mi ser un deseo todavía más descarado. Ver la "gran cosa" de Omi.