17 de agosto de 2006

La grosella: Chéjov

La grosella, Antón Chéjov

"Los hombres que vemos son aquellos que van al mercado a hacer la compra, los que de día comen, de noche duermen; vemos a los que van por ahí diciendo tonterías, se casan, envejecen y llevan apacibles al cementerio a sus difuntos; pero no vemos ni oímos a los que sufren. Todo cuanto de pavoroso tiene la vida ocurre no se sabe muy bien dónde, como quien dice tras bastidores. Todo es silencio y calma; solo protestan las mudas estadísticas: tanta gente se ha vuelto loca, se han bebido tantos baldes de vodka, tantos niños han muerto de desnutrición... Y este orden de cosas parece necesario; el hombre feliz, al parecer se siente bien porque los desgraciados arrastran en silencio su duro destino y porque sin este silencio la felicidad sería imposible. Es como una hipnosis colectiva.

Haría falta que tras la puerta de cada hombre feliz y satisfecho hubiera alguien con un martillito que le recordase continuamente con sus golpes que existe gente desgraciada, que la vida, por feliz que sea, tarde o temprano le enseñará sus garras y la desgracia —la enfermedad, la pobreza, la muerte— caerá también sobre él, y entonces nadie lo verá ni lo oirá, como ahora él tampoco oye ni ve a los demás. Pero no tenemos a este hombre del martillo. El hombre feliz sigue su vida, los pequeños quehaceres de cada día le afectan muy por encima, como a la encina el viento. En resumen, todo está a pedir de boca...

Aquella noche comprendí que también yo era un hombre feliz y satisfecho —prosiguió Iván Ivánovich poniéndose de pie—. Que yo también, en la mesa o en mis paseos de caza, daba lecciones de cómo vivir, cómo creer o cómo dirigir al pueblo. Que yo también decía: El estudio es luz, es necesario instruirse, pero para la gente sencilla basta de momento con las cuatro reglas. La libertad es un bien, decía yo, vivir sin ella es imposible, es como el aire, pero por ahora hay que esperar un poco. Sí, así hablaba yo. Pero ahora pregunto: Esperar, ¿en nombre de qué? —preguntó Iván Ivánovich mirando con severidad a Burkin—. Esperar, ¿en nombre de qué, les pregunto. ¿En nombre de qué argumentos?

Me dicen que no puede hacerse todo de la noche a la mañana, que en la vida cualquier idea se hace realidad de modo paulatino, a su debido tiempo. Pero, ¿quién dice eso? ¿Dónde está la demostración de que es justo? Ustedes se remitirán al orden natural de las cosas, a la ley intrínseca de los fenómenos. Pero ¿qué orden y ley hay en el hecho de que yo, un hombre que vive y piensa, me encuentre ante un foso y espere que este se llene por sí solo o que se cubra de barro, cuando podría saltarlo o construir sobre él un puente? Y nuevamente digo: Esperar, ¿en nombre de qué? Esperar cuando no haya fuerzas para vivir, ¡y entre tanto hay que vivir, hay ganas de vivir!"

12 comments:

Néstor dijo...

Chejov, la historia de la literatura occidental, creo no le ha dado el lugar que merece. Leyendo sus cuentos uno puede prefigurar algunos de los grandes cuentistas estadounidenses...¿qué otra cosa es Carver sino un chejovniano de fines del siglo XX? Los sajones, tan gustosos de inventar términos para sus "hallazgos", denominaron a determinada corriente estética "minimalismo", corriente que Chejov había prefigurado un siglo antes.
Besos Magda

Anónimo dijo...

No cabe la menor duda que Chéjov es el gran conocedor de la condición humana: "no vemos ni oímos a los que sufren"... ¿nos importa? estamos adentrados en nuestro egoísmo, lo único que vale.

Magda, gran post para reflexionar.

Magda Díaz Morales dijo...

Nestor, cierto, Carver, a quien Bolaño calificó como uno de los mejores cuentistas del siglo pasado. Sus relatos retratan lo que también Chéjov trató, esas vidas de las clases marginadas o humildes, y lo hace con el sentimiento en la mano. Gran escritor.

Me da mucho gusto saludarte, gracias por tu comentario.

Magda Díaz Morales dijo...

Si, Peter, a veces eso sucede. Hace unos días, el esposo de una amiga me comentaba que es mejor nunca esperes nada de nadie; así, cuando llegue algo, te será de gran valor, y es muy cierto. Se espera especialmente cuando se estima, se admira o se cree en alguien, se cree que es un gran ser humano. Si se espera algo, poco o mucho, y nunca llega, es muy difícil erradicar el desencanto que se instala dentro de nosotros, precisamente por esperar lo que ese alguien no tiene para dar. Observando, percibimos que el entendimiento, esas palabras de afecto, esa compañía que se desea, ese momento inolvidable, llega de quien menos se espera, y de quien realmente se espera no llega nada, solo silencio.

A veces se presume, nos sentimos privilegiados porque ese alguien importante para determinado círculo nos mira, nos toma en cuenta, pero la decepción llega cuando realmente lo necesitas y se instala su ausencia. Esto no habla de nosotros, habla de ese alguien, su ausencia es la presencia de quien realmente es y no de quien parece ser.

Pero de igual forma hallamos seres maravillosos con quien contar, creo que la vida tiene de todo, y si existen personas a quienes les importa el otro.

Saludos para ti.

Anónimo dijo...

Lo bueno de las ideas de Chejov no son estas en si mismas si no el momento en que las dice...finales del s.XIX, no es extraño lo que luego paso en un país donde aún estaban casí en la Edad Media.
saludos afectuosos

Diana L. Caffaratti dijo...

Es admirable el poder de Chéjov para retratar el alma humana.
Es verdad que los olvidados de siempre son los infelices.
Siempre me fijo del detalle ( y a lo mejor yo también comento el mismo crimen) en los políticos de pueblo, ascendidos por sus propios compoblanos de igual condición a los altos cargos desde donde pareciera que de tan encumbrados pierden la visión de la realidad y se disponen a vivir en su concepto de felicidad sin poner en práctica su obligación como gobernantes... Lamentablemente, al menos en mi país es cosa común...
Pero quién puede escapar a la escoria que ya traemos? Por fortuna, también nos acosa el deseo de sabernos perfectibles y poner el empeño en ello.

Disfruto de cada post que nos entregas y de los comentarios, que redoblan mi deseo por regresar

Magda Díaz Morales dijo...

Sí, Fernando, tienes razón. Es muy importante el momento histórico en que Chéjov emite sus ideas, reflexiones que siguen vigentes, en ocasiones parece ser que el mundo no cambia en determinados renglones, quizá es porque los problemas en el mundo siguen siendo muy semejantes.

Qué sigas disfrutando en la deliciosa playa, muy merecido.

Magda Díaz Morales dijo...

Dilaca, este tema de los políticos es mundial, a mi no me gustan nada. Sin duda los políticos son cosa aparte y lo que comentas es totalmente cierto.

Muchas gracias por tus palabras.

Anónimo dijo...

No hay autor mas perdurable para mi que Chejov, una lectura temprana que dejo huella. Cómo, con tan poco, se puede ser intenso, monumental. Sus cuentos tienen el registro y el peso de una novela. Un abrazo, querida Magda. Batcat.

Anónimo dijo...

Querido Bat, qué gusto me da saludarte. ¿Cómo estás?

Anónimo dijo...

SdeL, totalmente de acuerdo, no puede ni podría de ser de otra manera.

Mi queridísima Rosa, qué gusto verte por aquí. Me da mucho gusto que sigas trabajando y que estés contenta.

Un abrazo gigante para ti, y gracias por pasarte por aqui, siempre me es muy grata tu visita.

Magda Díaz Morales dijo...

Muy cierto, querido Antonio, muchas veces debemos de establecer estas distancias, es un bàlsamo para la salud hacerlo, totalmente necesario.

Un gran abrazo.

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