5 de septiembre de 2006

Erotikón (1): Paul de Kock

Erotikón. Antología de cuentos y relatos eróticos (Barcelona: Ediciones 29, 1999).

Es una estupenda Antología, se disfruta cada cuento. Ofrece relatos de Rebelais, Chaucer, Cervantes, Paul de Kock, Balzac, Maupassant, anónimos hindúes y árabes, vale mucho la pena leerlo, además trae unos estupendos epigramas.

En “Las enaguas encantadas”, de Paul de Kock, se cuenta que un señor feudal, de nombre Richardini (“viejo, imbécil, feo, gotoso y gruñón”, pero muy rico), le compró a Satanás unas maravillosas enaguas, esta prenda tenía especiales características, “cuando un marido se las ponía a su mujer, era inútil que ésta intentara quitárselas; tan sólo el esposo podía hacerlo, empleando una palabra mágica”, pero además:

Cuando una mujer que las tuviese puestas le había sido infiel al marido, en el instante en que su amante aparecía, le denunciaban las enaguas, pues le comunicaban malestar, un fuego, una picazón que la obligaban a dejar su asiento para echar a correr mientras brincaba y saltaba. Y lo más curioso es que al amante le producía efecto igual.
Así es que Richardini, temiendo que su “vivaracha y alegre” esposa, Isela, lo engañara, le puso el mismo día de la boda las enaguas diciéndole: “-No te las quites jamás, querida mía, pues este talismán conserva la belleza”. Y así lo hizo Isela, hasta que un año después llega al castillo un primo suyo para hospedarse con ellos. El tal primo parecía “tímido, modesto, poca cosa, pero, nos dice el narrador, ¿quién puede fiarse de las apariencias? El mundo es un valle de perfidias”.

En cuanto apareció el primo ante Isela, las enaguas hicieron lo suyo, así que la chica sintió una picazón que la hacía saltar “mientras hacía locuras con su primito”. Richardini, ni tardo ni perezoso toma las medidas pertinentes: avisa a su amigo el corsario para que se lleve a su mujer y se la venda al Gran Turco. Después de seis meses de estar solo y aburrido, decide nuevamente tener pareja, y elige a una jovencita de dieciséis años, Inés: “Era ingenua, amable, sencilla, hablaba poco y siempre tenía la vista baja; era, en fin, una especie de estatua que constantemente permanecía en pie ante su marido y ni siquiera decía sí o no”. Le puso las enaguas sin que la adolescente se resistiera, prometiendo que jamás se las quitaría.

Todo iba muy bien, pero a los seis meses las enaguas volvieron a “reaccionar” y así, “cierta mañana nuestra bella comenzó a bailar en presencia de un joven y apuesto trovador que le enseñaba a cantar canciones tiernas y amorosas y a tañer el laud”. Richardini vuelve a llamar al corsario y envía a su esposa al Gran señor de Turquía, a modo de regalo, jurando a Dios y su alma que continuaría casándose hasta hallar una mujer fiel. Así que tiempo después se vuelve a casar, esta vez con una mojigata: “Su virtud se alarmaba a la más ligera palabra, no toleraba bromas y nadie vio jamás que sus labios se animaran con una sonrisa”. A nuestro protagonista le cuesta mucho trabajo que se ponga las enaguas pues su pudor se lastimaba, pero por fin lo logra. Una semana después Richardini tiene que salir de viaje y podrán imaginar qué sucede, con todo, las enaguas puestas en la casta y severa esposa muestran lo que ésta ha sido capaz de hacer. Y Richardini hace lo mismo, la envia con el corsario al Gran Turco (que estaba feliz por los regalos).

Esta conducta de Richardini trascendió fronteras y ya ninguna mujer quería casarse con él, le huían. Hasta que un día, aburrido de soledad, “renegaba de su abandono y del miedo que a las mujeres inspiraba, se le presentó una sin buscarla”, era una aldeanita de “pies pequeños, sencilla y tan modesta como hermosa”, se llamaba Jeannette, y era hija de su jardinero. Richardini le pide se case con él, ella acepta, sí, pero:

Aquella amable niña, bajo su apariencia de sencillez, y de sus modestas ropas, ocultaba el ingenio y la astucia de un diablillo. Hacía mucho tiempo que vivía en el castillo del viejo celoso, al que espiaba continuamente sin que él la viese. Nada escapa a la perspicacia de una mujer astuta, por lo que, al ver los efectos de las enaguas, Jeannette se dijo: "Debo vengar mi sexo, maltratado por el diablo y vendido al Gran Turco por este viejo orangután".
Y entonces sucede qué…
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Carlos Monsiváis gana uno de los galardones más prestigiosos de las letras hispanoamericanas: el "Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo". La Feria internacional del libro en Guadalajara, que inicia el 25 de noviembre, tiene en esta ocasión como invitada de honor a Andalucía: FIL

11 comments:

Anónimo dijo...

Pucha, quedé con la bala pasada.

En todo caso, el más contento debe haber sido el Sultán de Estambul.

Saludos

Gonzalo

Diana L. Caffaratti dijo...

me has colmado de curiosidad. A éste sí que me lo compro.

Vanessa Soldevilla dijo...

Ey! pero que sucedió Magda?? me dejas con la curiosidad :(
Continuará?
Besos. Vane

Anónimo dijo...

Jorrrrllll!!!

Nos dejas en lo más interesante!!!!!

Anónimo dijo...

Sucede....¡¿quéeee?! Yo también me quedé "a verlas venir". Parece un libro sumamente interesante y divertido, con tanto gran autor en clave erótica, qué bien. Lo apunto.
Voy a echar un vistazo a la página de la FIL. Supongo que irás, así que podrás contarnos cosas de primera mano.
Un beso
Luisa

Miguel Sanfeliu dijo...

¿Qué? ¿Qué?
Este post es una crueldad. :)
Saludos.

Anónimo dijo...

Magda, no digas como acaba...hay que comprar libros!...muy sugerente,
para dejarnos en ascuas. Besos.

Anónimo dijo...

Muchas gracias Magda, pues nos ayudas a soñar

Alicia Rosell dijo...

Esta travesura es de las que me gustan.¡Así se hace, Magda! el que quiera saber que lo lea... Hummm, nos dejasta con la miel en la boca y los ojos cuadrados.
Gracias por la referencia.¡Es prometedora!
Un beso, Magda.

Purificación Ávila

Magda Díaz Morales dijo...

Muchas gracias a todos por sus comentarios.

Lo que sucede es que si comento más diría el final y eso sería fatal porque todo lo que hace Jeannette es justamente el final de la historia. Pero, además, es genial lo que realiza, ojalá lo lean porque vale mucho la pena. Es una Antología estupenda, y que por cierto hallé sin buscarla, apareció de pronto ante mis ojos y la tomé de inmediato ¡y sólo había un ejemplar! A eso llamo suerte.

Magda Díaz Morales dijo...

Antonio, :)

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