31 de octubre de 2006

Cartas inéditas de Juan Ramón Jiménez

No voy a comentar mucho porque todo lo dice la lectura de esta carta. Sólo diré que me han conmovido estas cartas que escribe un gran poeta, Juan Ramón Jiménez, a otro grande, al poeta nicaragüense Rubén Darío (considerado el fundador del movimiento hispanoamericano conocido como Modernismo).

Leemos en El cultural:

Volver a Juan Ramón no es sólo volver a la mejor poesía del siglo XX, es volver también a la historia literaria y sus protagonistas de medio siglo de España y volver siempre a lo imprevisto, a lo inédito. Estos días, las celebraciones en torno al poeta se multiplican e incluso se solapan. Se cumplen los cincuenta años del premio Nobel (…), la semana que viene se presenta por fin el primer tomo –de los tres– del epistolario del poeta que ha preparado durante años Alfonso Alegre. Se trata de 420 cartas, la mayor parte de ellas desconocidas y que, en todo caso, salen a la luz por primera vez completas, sin censuras ni erratas, que llenan un gran vacío, el de los años de juventud del poeta. Entre las joyas de este primer Epistolario encontramos diecisiete cartas que el poeta de Moguer escribió a Rubén Darío entre los años 1900 y 1911, recuperadas de los archivos de la Biblioteca Nacional de Chile. Cinco de ellas las publica en primicia El Cultural, así como las dirigidas a Ortega y Gasset, Unamuno y Antonio Machado. Que este epistolario era considerado por Juan Ramón como parte de su obra literaria –alguna carta encierra poemas inéditos– lo evidencia su carpeta encontrada en Puerto Rico con el título de “Cartas a mí con notas mías”.

A Rubén Darío

“Yo he sido siempre un aislado”
Moguer, ¿junio? de 1911

Mi querido maestro:
ahí van algunas poesías; ya le enviaré más; me dice usted que con mi carta y con mis libros no recibió versos; debió usted recibir unos “Tercetos melancólicos”. La revista no he tenido el gusto de verla; ¿no ha salido aún?

Me habla usted de mi aislamiento, del aislamiento. Yo he sido siempre, como usted sabe, un aislado; creo que la soledad es buena amiga de la bondad, y de la belleza. Ahora bien, la cuestión es ésta: ¿dónde debe uno aislarse? ¿En un pueblo como Moguer? Hay paz, hay silencio… relativo, se reciben libros, revistas, cartas; pero no puede ir uno a un museo, a un concierto, a un parque monumental. ¿En una gran ciudad como París? En el ambiente de una gran ciudad existe todo, pero, por lo mismo, falta la nostalgia. En fin, el asunto es soñar, pensar y cantar de un modo o de otro, pues que en todas direcciones puede encontrarse la belleza absoluta; ir arrancando las mejores rosas por todas las avenidas del destino.

Últimamente me había trazado un plan: estudiar bien algunas lenguas muertas y completar mi cultura en las modernas, para poder leerlo todo –todo no, ya sé que esto no es posible pero… ¡mucho de todo!– mas aquí no hay maestros de nada, como no sea de salud –el sol, el cielo azul, el campo verde, la arena roja, cosas que, sin un fondo de tesoros mentales, pueden conducir a una apoteosis a lo Rueda, ¡tan temible! La soledad del sabio sería el ideal perfecto. Llegaría uno a escribir sin gritos, a escuchar solamente el enorme rumor del gran silencio de oro del día, el hervidero de plata de la noche sin fin. Ninguna ciudad del mundo es “la única”, por lo tanto, todas son malas… o todas son buenas… Desde Sevilla…, sueño con las columnas de Tebas o con las pirámides; desde Atenas soñaría con un Tokio del siglo XVIII; desde Babilonia, con el Londres actual; desde París, con… ¡el Jardín de las Hespérides! Y quizás la impresión de las lecturas sea, en resumen, lo mejor.

Un favor: ¿quiere usted decirme en sus cartas qué libros –las joyas sólo– se publican ahí, que deban ser leídos? Yo veo “Vers et Prose”, “Mercure” [de France] y otras revistas –con sus catálogos–, pero sufro desilusiones. Se trata de lo “fundamental” de cosas como la interpretación de Macbeth de Maurice Maeterlinck, como la Elektra de Hugo von Hofmannstahl, como el Saint Sébastien de D'Annunzio -que he encargado-. ¿Estuvo usted en las representaciones? Me he convencido de que es una tontería apurar todo lo de una tendencia determinada: viene el hastío, el empalago. El libro maestro de cada autor –es difícil, dirá usted, saber cuál es; verdad–; Les Stances o Iphigénie de Moréas –¿de qué murió Moréas?-–, ¿no representan, por ejemplo, lo mejor, lo firme de su espíritu?

Mi salud no es buena: la continua taquicardia –que a veces llega a ser paroxística– de mi enfermedad nerviosa debe haber determinado una hipertrofia del ventrículo izquierdo, a lo que puedo juzgar. Lo que piensan de esto los médicos no lo sé, pues, como usted comprende, ellos no dicen la verdad… si la saben. No puedo andar mucho, porque viene la fatiga muscular y la disnea; así es que me paso el día en el jardín o en el cuarto de trabajo, leyendo, soñando, pensando y escribiendo.

No deje de mandarme la revista, escríbame y reciba un fuerte abrazo, de su

Juan R. Jiménez

¿Publicó Lugones sus Odas seculares?
Tengo escrita esta carta hace quince días, pero mi salud ha sido mala, y hasta ayer no he podido copiarle esos versos que le mando. Ya irán más. También le voy a enviar una fotografía del retrato que me hizo Sorolla; quiero una de usted, buena, para tenerlo en la ausencia y el destierro.

He visto el primer número de “Mundial” [Magazine] y los dos de “Elegancias”. Maravillosos. Si no es costumbre en esa casa enviar las revistas a los colaboradores, suplico a usted que descuente de lo que tenga que abonarme por los originales que yo le vaya remitiendo el importe de mi suscripción a ambas revistas. Y mándeme cada mes las tres correspondientes en un solo paquete “certificado”, pues los correos son por aquí infames. No lo eche en olvido.

¿Las señas de Rémy de Gourmont?
¿Las de Lugones?

Texto completo (cartas a Rubén Darío y otras a Ortega, a Unamuno y a Machado. Cinco en total).

10 comments:

Magda Díaz Morales dijo...

Se percibe en Juan Ramón Jiménez una gran soledad, una salud deteriorada, y muchos deseos de comunicación, de literatura.

Rubén Darío es uno de los poetas que más admiro, un hombre de letras que fundó uno de los movimientos literarios y artísticos (de finales del siglo XIX, como sabemos) más importantes de las letras hispanoamericanas: el Modernismo. En la primera fase de este movimiento estuvo José Martí, en la segunda Darío, con su colección de poemas titulada Azul. Así, al Romanticismo se le dice adiós y con él a muchas cosas que nos eran dadas, no nuestras (me refiero a Latinoamérica). Una de estas cosas que se rescatan y que a mi me parece sumamente importante, es la visión del cuerpo y del erotismo.

El tema de Modernismo es apasionante, y muy extenso, pero me parece que su estudio es vital y primordial, si se estudian las letras hispanoamericanas.

Una correspondencia muy valiosa.

Anónimo dijo...

Es curioso, ansia de soledad y, al tiempo, nostalgia de la vida en la ciudad. Da la sensación de estar demasiado aislado en Moguer, como si su salud fuera la única razón por la que permanece allí. Yo siempre pensé que su reclusión era elegida, era la de un poeta encastillado en su torre de cristal

Anónimo dijo...

...El propio Juan Ramón explica bien la necesidad de soledad para soñar y escribir, para percibir ese modo único y peculiar de "arrancar las mejores rosas a las avenidas". Esa es la actitud que mejor define el espíritu del poeta. La carta deja entrever aún más esa intencionalidad artística de todo un auténtico poeta. Genial, Juan Ramón. Gracias, Magda, por el aporte... SALUDANDO:
LeeTamargo.-

Magda Díaz Morales dijo...

Parece que sì, Juan Carlos, que es su salud la que lo tiene recluido. En otra de las cartas, que se puede ver en la referencia que pongo abajo (a El cultural), dice que teme una muerte de repente, que puede llegarle de pronto. Temìa que esto sucediera.

Magda Díaz Morales dijo...

Vaya que sì, Lee, genial Juan Ramòn Jimènez, y genial al que llama maestro, a Rubèn Darìo.

Un Epistolario que no hay que dejar de leer.

Anónimo dijo...

La cartas de un poeta deben de tener sus grados de melancolía, las palabras se deben mover por el papel con la sutileza de un chal por la arena humedecida..... el inconformismo con la situación es muy humana por estar mal de salud y en plena naturaleza...por cierto tengo un libro que me regalo Luisa de J.Ramón que todavía no he leído se titula ELLOS pone que es un libro inédito con fotografías y textos autógrafos y parece que son poemas dedicados a los suyos, en especial a sus familiares(editorial Linteo poesía).. besos de tu amigo.

Anónimo dijo...

Ay, mi querido Juan Ramón Jiménez! Fué en un ejercicio de estilo sobre Platero y Yo que me descubrí escritora a temprana edad. Me recuerda a mí misma, Magda, en ese ansia suya de soledad pero compensada con los deseos de comunicación literaria. Aunque mi caso sea circunstancial y no tan deseado, o no, como parecía el suyo. Es mi poeta fetiche, por llamarlo dde alguna manera, por ese recuerdo del Platero y Yo. De Rubén Darío, poeta de la excelencia romántica, os cuento algo personal: Mi hijo se íba a llamar como él, en su honor, pero una pequeña riña acabó acortando el nombre. ¡Era tal mi admiración!. Así es que se llama Rubén, por él.

Hermosas las cartas del poeta español, he sentido al leerlas que el vello se me erizaba de emoción contenida.
En la primera carta ya le llama maestro a Rubén Darío, luego no hay en él asomo de envidia sino de admiración. Un buena cualidad, y en la segunda nos muestra su humildad, denota esa falta de sabiduría que quisiera, y a la par, ensalza a Rubén Darío como si además de amigo fuera su poesía necesaria para estar él en contacto con el mundo exterior que no podía tener. Su poesía en un ruego de camaradería y hermandad de pueblos hispanos.
Leeré el texto completo, Magda, pues hoy me has regalado un recuerdo de infancia y un comienzo de mi vocación literaria. Estoy segura que J.R. era así con su amigo, porque R.D. también era bellísima persona, además de poeta laureado.

Besos para tí en este día de Todos Los Santos. PURI, con cariño- ¡Siempre aciertas con los posts, amiga!

Diana L. Caffaratti dijo...

Quién se haya quedado evocando a Platero, y nada más, se priva de conocer la genialidad del modernista español de relevancia.
A mí me agrada lo que dice sobre la soledad... Pienso que , la dualidad entre Moguer y París, es , no por la necesidad de vivir acompañado, sino por la que las ciudades tiene para ofrecer a los espíritus inteligentes, curiosos, y deseosos de acercarse a las novedades del ámbito de la cultura, el intelecto, la filosofía, las artes.
Sabido es que las grandes distancias, y las pequeñas poblaciones son impedimento para vivir al día en estas cuestiones... Uno puede enterarse por los medios de lo que sucede, pero no está ante el pan fresco de nuevas ediciones, ni paseando embelesado por exposiciones del arte que intuye.Nientras que la elección de vivir en Moguer, pudo tener como causa su enfermedad, pero no creo que algo le haya impedido, si lo deseara, vivir en otro lugar donde hubiera recibido halagos en cantidad.

El libro que comentas, más allá de entregarnos la intimidad del escritor, nos obliga a frecuentarlo, como dices, para el estudio profundo de un movimiento literario tan significativo como el fundado por Darío.
Nombra en la carta a otro de sus grandes representantes: Leopoldo Lugones.
Señales , en sus amistades, de cuán consolidado estuvo la novedad de entonces propagándose más allá de los límites de América y conquistando artistas como Jiménez.

Magda Díaz Morales dijo...

Fernando, ojalá hicieras una reseña del libro que te regaló Luisa y nos mostraras algunas fotografias, sería estupendo.
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Puri, que significativo lo que cuentas del nombre de tu hijo. Lo comprendo, una admiración tan grande y bonita por un escritor lleva a ello. Gracias por compartirlo.

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Leopoldo Lugones, Dilaca, otro de los grandes, por supuesto. Amigo de Rubén Darío, cuando muere el poeta nicaragüense Lugones está en Argentina y lo lamenta profundamente.

Cuanta historia en común entre estos poetas...

Gatito viejo dijo...

Mis admirados J.R.J y Rubén Darío. Juan Ramón Jiménez es uno de mis poetas preferidos, sin duda.
Me ha emocionado la carta, tan llena de soledad y ansias de comunicación. Es el Juan Ramón frágil, temeroso, enfermo, que se crece con su quehacer poético, que vive por y para ello.
De Rubén admiro su fuerza, su pasión. Dos poetas impresionantes.
No nos perderemos la publicación de esas cartas. Gracias Magda por este post. Un abrazo

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