25 de noviembre de 2006

Evocación: Antón Castro

Antón Castro nos cuenta cosas muy interesantes de la vida de Jean Seberg, una mujer muy especial. Una historia que impacta:

"Hace casi medio siglo, el mundo descubrió a una americana menuda y frágil, con el pelo cortado a lo garçonne, con los ojos entre azules y grises, que paseaba por los alrededores de París con Jean Paul Belmondo en Al final de la escapada (1959), de Jean-Luc Godard. Se llamaba Jean Seberg. Había sido descubierta unos años antes por Otto Preminger entre miles de aspirantes para encarnar a Santa Juana, la Juana de Arco soñada por George Bernard Shaw. Hasta entonces poco se sabía de ella: había nacido en Iowa en 1938, descendía de emigrantes suecos y era la chica mona a la que adoraban los integrantes del equipo de fútbol de su ciudad. Pronto se convirtió en una especie de mito: encarnaba a la mujer moderna como antes lo había hecho Katharine Hepburn y como en los 70--80 lo haría la fugaz Dominique Sanda de Noveccento y Más allá del bien y del mal.

Rica y famosa, se casó con el novelista y diplomático de origen lituano Romain Gary (1914-1980), con quien mantuvo durante diez años una relación de amor y desamor. Era la vieja estampa del intelectual, sabio y maduro, y la joven diosa, la cazadora solitaria en que habría de convertirse pronto. Jean Seberg fue una mujer tempestuosa: vivía en el abismo de la pasión, en el límite de una enajenación inicialmente controlada, y poesía una lunática y poderosa personalidad.

Tuvo muchos amantes. El novelista mexicano Carlos Fuentes, casado a finales de los 60 con la actriz de Nazarín de Buñuel, Rita Macedo, sucumbió a sus encantos, y se quedó hechizado por ella. Le ha dedicado una novela, Diana o la cazadora solitaria (Alfaguara, 1994), donde le cambia el nombre por Diana Soren. La relación, que llegó a ser intensamente emocional y erótica (a veces el lector se sorprenderá con la sinceridad del autor al hablar de "la infinita capacidad sexual de Diana" y de sí mismo), contabilizó más de mes de convivencia a lo largo de casi un año. En la novela, sorprende el lado oscuro de Seberg, su rabiosa independencia y su compromiso con las causas perdidas de los Panteras Negras, del hippismo o de los derechos humanos. Era desconcertante y asumía sus traiciones: durante el rodaje de La leyenda de la ciudad sin nombre se enamoró de Clint Eastwood y vivió un romance con él; al volver al apartamento que compartía con Fuentes, colocó un retrato de Eastwood de vaquero en La muerte tenía un precio. Carlos Fuentes viene a decir que era una mujer desquiciada, con un enigmático lado oscuro, que perturbaba a cualquiera y podía llegar a ser muy cruel. Era la mujer fatal, quizá sin saberlo, aunque iba de aquí para allá seduciendo muchachos, buscándolos en las tabernas de Estados Unidos o París, y consumiendo alcohol y droga. Hubo un momento en que fue perseguida por el FBI, habida cuenta de que era una estrella contestataria de Hollywood. Hacia 1970, poco después de cambiar a Carlos Fuentes por otro amante y reprocharle, según dice en su novela, que "era menos culto que Iván Gravet (Romain Gary)", se quedó embarazada. Alguien hizo llegar a la prensa el rumor interesado de que esa criatura era de un integrante de Las Panteras Negras. La desgracia se cebó en ella, el niño murió a los tres días, pero antes Jean Seberg tomó al cadáver más de doscientas fotos. Estaba al borde de la destrucción.

Quizá por entonces, o a mediados de los 70, la conoció y la amó el realizador Ricardo Franco. Fue para él una experiencia increíble: Jean Seberg, que nunca fue una gran actriz, seguía siendo una criatura irresistible, una leyenda de carácter insondable y aniquilador. Subyugante, sin duda, tierna, díscola, rebelde. Era un doloroso misterio y quizá un naufragio continuo como ser humano. Ni Ricardo Franco ni Carlos Fuentes pudieron olvidarse de ella, ni siquiera Gary que se suicidó en París en 1980, un año después de la muerte en extrañas circunstancias de Seberg: hacía tiempo que estaba al borde de la locura. Lo mismo salía toda desnuda del baño de un aeropuerto que había decidido alimentarse tan sólo de comida para perros. O que intensificó su atracción por la defensa de los negros a través de su amistad con el escritor homosexual James Baldwin. Apareció muerta en un Renault, envuelta en un poncho (Fuentes dice que era exactamente igual que él que le había regalado tiempo atrás), con el cuerpo abrasado por quemaduras de cigarrillo, una botella de agua y una nota de suicidio.

Fuentes no se olvidó jamás de ella. Y Ricardo Franco, muerto mientras le rendía su último homenaje, tampoco. En Lágrimas negras -la valiente e intensa película que terminó el finado Fernando Bauluz y un equipo entusiasta de colaboradores-, Ariadna Gil encarna en cierto modo el fantasma de Jean Seberg: aquel infierno y paraíso de pasión y de locura concentrado en un ser humano, signado por la enajenación, la mentira compulsiva, la autoaniquilación, la incertidumbre de vivir y la imposible felicidad. Y lo hace con una interpretación antológica y medida que reproduce a la perfección el frunce violento, la mueca torva, la ternura íntima y el amor oceánico de una loca que se sabe condenada al fuego en un coche frente al mar, aunque un hombre normal y romántico como Fele Martínez -fotógrafo y realizador de vídeos en el filme- crea que pueda redimirla con amor de tanto sufrimiento en una historia en que ambos, Fele y Ariadna (¿o tal vez Ricardo Franco y Jean Seberg?), nos dejan perplejos y temblando. Y con ellos tiemblan también Elena Anaya y Ana Risueño en una actuación estupenda. Tiemblan y pierden porque Lágrimas negras es un testamento sobre la inútil pasión cuando sobreviene la locura".

16 comments:

Clarice Baricco dijo...

Hace unos años leí el libro de Carlos Fuentes y me encantó.
Después de la lectura, fuí en busca de la película "Sin aliento" (Al final de la escapada)y muy buena.
En la película "Los soñadores" le hacen un homenaje a Jean Seberg y a "Sin aliento".
Ahora que me la has recordado, vaya mujer, hasta se me ha antojado cortarme el cabello así.
Toda una leyenda.

Abrazos...

Anónimo dijo...

Una vida impresionante y más intensa que cualquier novela. ¿Podría haber mantenido esa pasión sin contener a la vez su autodestrucción?

De momento, a hacer los deberes; leer el libro y ver la película.

(veo que has vuelto a la plantilla original)

Anónimo dijo...

"una interpretación antológica y medida que reproduce a la perfección el frunce violento, la mueca torva, la ternura íntima y el amor oceánico de una loca que se sabe condenada al fuego en un coche frente al mar, aunque un hombre normal y romántico como Fele Martínez -fotógrafo y realizador de vídeos en el filme- crea que pueda redimirla con amor de tanto sufrimiento"
Quizás lo que vemos también en esta historia es la imposibilidad de redimir a los otros, que esos momentos como el que se describe arriba sólo son una pausa en el camino de destrucción emprendido y que la idea de poder salvar a quien no quiere ser salvado es únicamente un ilusión.

Anónimo dijo...

Un texto muy bueno Magda, me he quedado leyéndolo sin parar hasta el final. Recuerdo haber visto el libro de Fuentes en la biblioteca. Pero no me atrajo el título, ahora sé que lo tengo que leer.

Un abrazo. :)

Magda Díaz Morales dijo...

Yo traigo justamente el cabello así, Clarisse, desde hace ya algunos años, y cuando leí que era estilo garçonne recordé que mi papá me decía siempre "las mujeres deben de traer el cabello largo, sino parecen muchachitos", y yo le contestaba: "¡parezco muchachito!", y nos reíamos mucho.

Magda Díaz Morales dijo...

Querido Palimp, buena pregunta, y yo creo que sí, hubiera podido hacerlo, se puede ser sumamente apasionada sin autodestruirse tanto.

Me parece que las drogas y el alcohol le jugaron muy malas pasadas, seguramente no son buenas acompañantes y menos cuando se vive en el abismo de la pasión.

Magda Díaz Morales dijo...

¿Por qué querría autodestruirse? ¿qué la llevaba a hacerlo? joven, guapa, con toda una vida por delante... Quien sabe, Rosa, sería interesante conocer adonde inició este sinsentido. Es una pena, teniéndolo todo o, al menos, eso parece. Nunca se sabe qué se lleva dentro.

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Amigo Corsario, ojalá leas la novela. De ella el escritor Aguilar Camin dice: "En la búsqueda llano, insaciable y esnob de la felicidad, los personajes de Diana encuentran el paraíso de los amantes, que es la eternidad de sus momentos, y su infierno rutinario, que es la provisionalidad de su amor eterno".

Anónimo dijo...

Excelente Magda.
Caralvá

Anónimo dijo...

¿Qué les pasa a las personas que nunca están bien en ningún sitio, ni con nadie, ni con ellas mismas? ¿Qué clase de intensidad anhelan? Supongo que para ellas la vida es como una droga, siempre tiene que darles la sensación de estar al máximo. Ellas suben en un momento a la gloria y bajan luego sin tránsito al infierno. No les gusta el purgatorio.
La gente que he conocido así es siempre tremendamente atractiva y subyugante.

Anónimo dijo...

Hola, Magda: Son muy emocionantes las palabras de Antón Castro sobre la actriz. Me ha impactado la forma en que narra su vida, su carácter pasional, todo.

No es el primer caso de una gran mujer, -actrices en varios casos- que acaban al lado de un intelectual, o varios.
Como Marilyn, que según se supo hace poco, tenía un coeficiente intelectual alto pese a dar una imagen contraria a ello.

Me ha llegado al corazón cómo narra Antón su final, como estrella y ser humano, pues servidora es una sentimental...
Intentaré ver "Lágrimas negras" en cuanto pueda.
Leer a Carlos Fuentes es para mi un placer, ya desde "Gringo viejo" descubrí en él a un grandísimo escritor.¡Me fascina su obra!

La reflexión que me hago es: ¿Qué lleva a estas grandes mujeres a terminar sus días tan fatídicamente?
Queda patente así que la felicidad no se alcanza teniendo fama, belleza y amores.
Me ha encantado y emocionado este texto. Felicidades al autor y gracias a ti por postearlo, queridísima Magda. Te deseo una muy buena semana.
Un besote, Puri.

Anónimo dijo...

Es que Antón conmueve con su escritura, cuando se inventa personajes y cuando los recrea. Y cuando habla, sus palabras son abrazos. Antón vale mucho. Besicos.

Anónimo dijo...

Luisa, que dificil saber "què les pasa a las personas que nunca están bien en ningún sitio, ni con nadie, ni con ellas mismas", no se si sea que nunca estàn bien o lo contrario, que la pasen estupendo.

Yo pienso que las drogas y el alcohol le jugaron malas pasadas, el por què se cae en estas cosas no lo se, habrìa que conocer su vida de niña, etc., hacerle al Freud, pero lo que sì creo es que hubo muchas cosas maravillosas que viviò, aunque su caida se fue dando, es una pena.

Anónimo dijo...

Es muy dificil, Puri, saber què llevò a Seberg a tantas cosas en extremo, porque de igual manera que sufriò mucho y se adentrò en un mundo muy oscuro, tambièn fue amada y admirada, esto debiò de provocarle muchas sonrisas. Pero bueno, el abismo de sus pasiones la llevò a otro abismo...

Antonia Romero dijo...

¿Estaba realmente loca? Me lo he preguntado muchas veces y nunca me pongo de acuerdo conmigo misma.

Muy bueno el texto.

Un saludo

Rosa Silverio dijo...

Jean Seberg siempre me ha parecido una mujer irresistible pero al mismo tiempo letal. Todos los que estuvieron a su lado enloquecieron por ella, y ella enloqueció consigo misma.


Excelente. Me gustó mucho este texto.

Anónimo dijo...

Sólo y llanamente ..que hermosa mujer y que hermosa foto!...un buen contrapunto para tanta desdicha que arrastraba es mirar sus ojos y soñar...

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