20 de enero de 2007

En Uniones: Robert Musil

Robert Musil, “Robert Musil a una desconocida señorita”, Uniones (Barcelona: Seix Barral, 1995)

Mi pequeña desconocida señorita:

Como no la conozco, le escribo por el periódico. Sí, si reflexiono sobre las circunstancias de nuestro encuentro, se me hace claro que escribo a alguien que, simplemente, ya no existe, o, si existe, sólo de una forma sumamente vaga. Sin embargo, aquél encuentro se realizó en circunstancias de lo más ordinarias. Usted subía al tranvía en donde yo estaba sentado. Supongo que usted habrá reparado en mi entre los pocos viajeros que había, pues usted ostentaba, mi muy pequeña dama, un ser conservado de un modo poco común, que siente que alguien la mira. En su compañía se encontraba un señor de mi propia edad, que también me gustó; podía ser un hermano mayor, pero, si era su padre, se mostraba, juvenil, a su mismo nivel y no dominante, y yo quisiera sospechar que usted adulaba a sus pensamientos de forma semejante a los míos. Calculo que usted tendría, en aquel entonces, catorce años a lo sumo. Llevaba un vestido de terciopelo con colores de calle, con el talle estrecho, de modo que el tejido del vestido, algo pesado y, no obstante, plástico, simulaba por encima y por debajo la madurez de la femenina figura, sin que el tipo perdiera con ello lo infantil. Me vino a las mientes enseguida la expresión “mujer-niña”, nada más verla a usted. Su vestido de terciopelo tenía en sus angostas mangas puños de piel y estaba guarnecido abajo también con piel, formando allí un amplio volante; y recordaba un poco un traje regional o de patinador, pero puede ser que no fuera ni un vestido, sino un abrigo: seguro que usted lo sabrá todavía hoy día y lo recordará con gusto, pero lo que es yo lo único que puedo hacer es aducir para disculparme que la admiración observa siempre con mucho más exactitud que la autodeterminación, que, ante el espejo, entra en objetividad en detalles y los examina.

Acaso es esta disculpa falsa, pero, en todo caso, concede que mi admiración era subjetiva y, en un sentido no totalmente irrecusable, romántica, cosa natural del todo, pues la posibilidad de enamorarme de usted estriba precisamente en el que yo no tratara la realidad con conciencia plena de lo que hacía, realidad que no me lo hubiera permitido. Usemos para designarlo la buena, la vieja palabra sueño: uno encuentra allí a una persona, reconoce quién es, y sabe que es distinta de uno; de forma similar, en las honduras de la mina sobre la que de ordinario nos movemos, usted siguió siendo para mi una niña y, con todo, fue para mi una mujer a escala reducida, por espacio de diez minutos, antes de que usted bajara y se me perdiera, sin que yo me resistiera a ello. El modo como usted entró, se sentó y entregó el dinero al cobrador, un poco negligentemente (pues lo hizo usted, y no su acompañante), no tenía ni sombra de aquella afectación con que lo hace una niña; y los rasgos de su rostro, que me parece estar viendo, con su ojo oscuro, las fuertes cejas, los labios llenos y la nariz un poco respingona, es verdad que se adelantaban a sus años, pero, no obstante, no configuraban algo así como el rostro reducido de una mujer adulta. Se me ocurre que el aspecto de usted tampoco puede ser comparado en absoluto con un “capullo”, pues su forma es juvenil, es verdad, pero dura y decidida, mientras que el encanto amoroso de lo infantil de usted se asemeja más bien a una flor sin raíces, es más, sin tallo.

Propiamente no tengo más que decir. Y no tengo que derivar de esto ni una moralidad ni una inmoralidad: nuestro encuentro estaba, evidentemente, entre estas dos posibilidades, y además han pasado ya desde entonces más de diez años sin consecuencias. De vez en cuando, usted me hace recordar que hay toda clase de historias de mujeres que procedían misteriosamente de las ramas de un árbol, de manantiales o retortas, que no eran mujeres del todo y que con ese no-del-todo estimularon a los hombres a que inventaran leyendas. Es, manifiestamente, una fantasía que, por muchas razones, le llega al varón al corazón. Y, por otra parte, me pregunto qué es lo que usted puede aún saber de aquella pequeña muchacha que no quería esperar a convertirse en usted, y que, seguramente, ahora está un poco
decepcionada de ello.

Robert Musil
Nota: "Publicado por primera vez en 1911, cuando el autor contaba treinta y seis años, y era bibliotecario de la Universidad Técnica de Viena, Uniones fue el segundo libro de Robert Musil. Nacidos como consecuencia de una petición para la revista Hyperion, los relatos conocieron una génesis insólita. En palabras del propio Musil, «trabajé en dos cuentos dos años y medio, se puede decir que día y noche. Estuve, por su causa, al borde del hundimiento espiritual». El propósito de Musil en estas narraciones era «describir el camino que lleva, en el plazo de sólo veinticuatro horas, de la más entrañable unión a la infidelidad»".

12 comments:

Magda Díaz Morales dijo...

En una nota a pie de página, del editor alemán, en este relato se comenta: "Publicado en Berliner Tageblatt, 25-XII-1930. El motivo de la mujer-niña aparece repetidamente en los Diarios de Musil y en El hombre sin atributos".

¿Qué opinan del relato? ¿cómo lo interpretan?

Miguel Sanfeliu dijo...

El relato es muy sugestivo. Gracias por recordármelo.
Yo lo interpreto como una fantasía sobre lo que puede llegar a ser. A veces, unos se cruza con alguien y, de pronto, sin saber por qué, siente algún tipo de conexión, algo que le da a entender que podría llegar a tener una relación muy positiva con esa persona. Y la sensación dura unos segundos, mientras lo vemos alejarse.
Por otra parte, el hecho de que se trate de una niña, me suena como un modo de redundar en las infinitas posibilidades que esa persona encierra. Aunque quizá esté pecando de ingenuo...
Un saludo.

Magda Díaz Morales dijo...

Gracias, Miguel.

Musil me parece un escritor maravilloso, notable, aunque no es facil, la primera vez que lo leí me quedé con poco qué aportar. Lo he releido muchas veces ya que es una presencia e influencia constante en la obra de García Ponce y esto me ha llevado a él de manera itinerante. Este relato lo hemos visto en una plática que he tenido con algunos profesores y estudiantes, y las interpretaciones han sido muchas, ha sido interesante la experiencia. Yo sigo pensando en la mia. La tuya me ha gustado mucho.

Anónimo dijo...

esta lindo y propone historia...... sin embargo...... sólo está la voz de "él"... el de ella, la de la respuesta, la enamorada de forma fugaz apenas existe como la posibilidad que buscamos... no sé... le estoy dando vueltas aquí, al mismo concepto, y pienso que falta una voz. pero la que hay es maestra.
buffff.....
besicos linda magda. prometí que los dejaría sinceramente.

Magda Díaz Morales dijo...

Querido Jio, siempre gratísimo verte por estos lares.

A Musil le era muy importante penetrar en el interior de las mujeres y en Uniones parece que es primordial. Y esto que comentas de que hay una sola voz creo que tiene que ver con ello. Sí, por supuesto: la voz que hay es maestra...

Un beso para ti.

Luis Moreno Villamediana dijo...

Magda:

El relato de Musil me parece la perfecta condensación de su arte poética: la literatura como una reelaboración de lo real, que así queda despojado de sus leyes falsamente irreductibles. Eso le permite a Musil apostarse en ese espacio intermedio entre la moralidad y la inmoralidad, tal como él lo dice. Me impresiona, además, la estructura tripartita del relato: de la descripción detallada a la acuidad psicológica y por último al sumario de opiniones estéticas. Cada párrafo cumple maravillosamente con su cometido.

Gracias por la publicación.

Anónimo dijo...

Yo siempre creí que este relato de Musil reflejaba claramente su debilidad por la mujer-niña (o la niña-mujer), la atracción hacia la feminidad adulta en un cuerpo infantil: "... no tenía ni sombra de aquella afectación con que lo hace una niña".
Al volver a leerlo, después de mucho tiempo, veo también las propias dudas del escritor que preguntándose si en la mujer que ahora debe ser, queda algo de la niña que él conoció, duda sobre él mismo.
Saludos
Antonia

Magda Díaz Morales dijo...

Luis, al hablar de la reelaboración de lo real me has hecho recordar unas palabras que siempre llevo presentes, es una cita que le guardo mucha admiración:

En El hombre sin atributos, Diotima y Ulrich especulan:

-¿Y qué haría usted -preguntó Diotima enfadada- si por un día pusieran a su disposición el gobierno del mundo?
-No me quedaría más remedio que abolir la realidad.
-¡Me gustaría saber cómo!

Quizá a través de la literatura puedea darse este medio para la reelaboración de lo real, como dices. O tal vez a través de la literatura se pueda abolir la realidad. Dentro de la obra literaria todo puede suceder...

Magda Díaz Morales dijo...

Si, Antonia, estoy de acuerdo contigo, en Musil hay una atracción por las niñas-mujeres, por esa infancia y su inocencia. Creo que es, o puede ser, porque en la infancia es cuando el espíritu es libre.

Lo especial de este relato es que es un cuento en forma de carta firmada por un protagonista llamado Robert Musil, que al ser un cuento Rober Musil sería un personaje ficcional, no el autor del libro, aunque se llamen igual. Muy interesante ¿verdad? Musil es extraordinario.

Anónimo dijo...

Tienes razón cuando dices que Musil es un escritor dificil de leer. "El hombre sin atributos" es por ello, un libro poco leído, o eso dicen.
No conocía "Diarios de Musil", pero el relato de "Uniones" se deja leer bastante bien. No tan bien se puede interpretar lo que un autor intenta decirnos. En este cuento que más bien parece una carta, es bien distinta la voz con la que nos plantea el dilema o dicotomía mujer-niña y viceversa, de la otra que desgrana su pensamiento para traspasar su propio intelectualismo. Aunque debo reconocer que la aparente simplicidad del texto es rico en matices y un relato fascinante, por tanto. Luego está esa "obsesión" reiterativa por la mujer-niña en sus obras. Quizá fue un amor frustrado en su vida y que siempre quiso que lo acompañara en sus obras, para no perder ese sentimiento del que nunca pudo desprenderse. Es una visión particular, mi modesta visión, Magda.
Creo que debo leer estas "Uniones" de Musil. Haber si así empiezo a conectar con él. Y de paso, a profundizar más y mejor en el universo de García Ponce. Es todo un privilegio leerte, amiga Magda. Gracias. Un beso.
Puri.

Magda Díaz Morales dijo...

Dice la crítica, Puri, no se qué tanto sea valedero, que esta fijación de las niñas en su obra se debe mucho a que para él fue muy doloroso la muerte de su hermanita cuando eran pequeños.

Gracias Puri, tu opinión siempre es valiosa. ¿Que sería de este blog sin la opinión de todos ustedes?

Anónimo dijo...

Ahora que lo pienso bien, tampoco es tan descabellada esta idea... Es otra posibilidad. Bueno, si lo dice la crítica así habrá de ser, ¿o no? Sólo quien escribe está en posesión de sus sentimientos al pasarlos al papel. Pero respeto a los críticos.

Me estimula saber que mis opiniones son valiosas para ti aunque sé que peco de ingenua bastante más de lo que quisiera. Gracias, Magda.
Un beso. Puri.

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