Cuentos eróticos de San Valentín (España: Tusquets, 2007)
Un muy buen regalo para el próximo día de la amistad y el amor, San Valentín, es este libro en el que encontramos textos de Cristina Rivera Garza (México, 1964), Simple Placer. Puro Placer; Elena Medel (Córdoba, 1985), Conocimiento del medio; Daniel O´Hara (Barcelona, 1968), Rapsodia metropolitana; Rafael Reig (Asturias, 1963), Mamá ya no se pinta; Horacio Castellanos Moya (Honduras, 1957), Paredes delgadas; Albert Andreu (Barcelona, 1974), San Ballantine´s; Carlos Marzal (Valencia, 1961), Siempre tuve palabras; Esther Cross (Buenos Aires, 1961), El favor; Javier Azpeitia (Madrid, 1962), Una pasión de Eurípides; Carmina Amorós (Valencia, 1975), La medalla del amor.
Prólogo
Un bombón
A estas alturas de la vida y de esta colección, no voy a hablar del erotismo que pueda tener una fiesta como la de San Valentín, en la que se celebra el amor, o el enamoramiento, o las dos cosas. Sobre esto, sólo lamento que esta fecha, y muchas otras, no evoquen imágenes más eróticas y picantes. Por ejemplo, muchos años atrás, cuando se acercaba ese día yo recordaba aquella canción, la de “Hoy es el día de los enamorados”, y me venían a la cabeza fragmentos de películas; sí, sin duda para mí tenía relación con el cine. Ahora, confieso que sólo veo por todas partes pasteles, rosas y cajas de bombones en forma de corazón.
Puestos a recordar, diré que, cierta vez, un amigo me preguntó si se me ocurría algo original para regalárselo a su pareja el día de San Valentín. Creo que le aconsejé un detalle que se saliera de lo normal, seguramente algo erótico. Ahora, si aquel amigo volviera a preguntármelo, le diría que le regalara este volumen de Cuentos eróticos de San Valentín. Siempre he creído que el erotismo está en la mente. Hay que alimentarla, y después ella sola se las ingenia para llevar las ideas a la práctica. ¿De qué sirve un juguete erótico si uno no sabe qué hacer con él, si no tiene ideas, escenas, perversiones o fantasías, sobre todo fantasías, que quiera realizar?
En cambio, yo siempre he tenido muy claro qué me gustaría que me regalaran por San Valentín.
Mi regalo es un bombón, pero aún no puedo comérmelo. Me ha hecho salivar nada más verlo, envuelto en un gran lazo de seda rojo que lo cubría por entero (bueno, la cubría por entero), excepto por tres franjas que dejaban ver carnes muy blancas y pálidas. Es un bombón, pero gime, y gemirá todavía un poco más, hasta que esté a punto de caramelo. Debajo del lazo, venía desnuda, lista para que yo empiece a vestirla, que es –como ya he dicho hasta la saciedad– de las cosas que más me erotizan. La he vestido con medias negras de rejilla pequeña, muy finas y suaves, hasta medio muslo. Zapatos de tacón, de un vistoso color rojo y de diecisiete centímetros de altura (me consta que existen porque los he visto hace poco en un desfile de una marca de ropa conocida), que dan una curvatura extraña y poco natural al empeine. Liguero rojo con calados, que se sujeta a las medias con unos botoncitos en forma de corazón, porque es San Valentín. Corsé, de cuero y rojo también, muy apretado en la cintura, tanto que apenas puede respirar, y que le deja libres los pechos. Collar de cuero, que cuando mueve el cuello le roza justo debajo de la mandíbula, y abajo, en el comienzo de la curva de los hombros. Guantes de piel hasta la mitad del antebrazo, y por último, una venda en los ojos. Lo que más me excita, sin embargo, son las cuerdas con las que la he atado, que le pasan por los lugares más insospechados y le resaltan todas las partes del cuerpo que no están ocultas. Por supuesto que, dentro de unos minutos, voy a darle unos azotes, porque es San Valentín.
Pero antes diré que me han sorprendido gratamente los relatos de estos diez autores que se han atrevido a abordar el día de San Valentín desde puntos de vista hasta ahora impensables. Sus historias y personajes destacan, unos, por su voluptuosidad, su perversidad y su atrevimiento, otros por su frescura y espontaneidad, otros aún por su manera reflexiva o misteriosa de enfrentarse al sexo, y algunos, precisamente, por su absoluta singularidad. Creo que, gracias a ellos, en adelante el lector pensará en el día de San Valentín de otra manera; no sé exactamente de qué manera, pero sí sé que será diferente.
Todos los relatos confirman lo que se dice en uno de ellos: “Todo es erotismo, o nada lo es: todo cae debajo del erotismo para una mente que se encuentra predispuesta a lo erótico, y nada lo hace para quien no se encuentra predispuesto a ello”. Quizá después de leerlos, uno se sienta ya un poco más “predispuesto”.
Luis García Berlanga.
Un muy buen regalo para el próximo día de la amistad y el amor, San Valentín, es este libro en el que encontramos textos de Cristina Rivera Garza (México, 1964), Simple Placer. Puro Placer; Elena Medel (Córdoba, 1985), Conocimiento del medio; Daniel O´Hara (Barcelona, 1968), Rapsodia metropolitana; Rafael Reig (Asturias, 1963), Mamá ya no se pinta; Horacio Castellanos Moya (Honduras, 1957), Paredes delgadas; Albert Andreu (Barcelona, 1974), San Ballantine´s; Carlos Marzal (Valencia, 1961), Siempre tuve palabras; Esther Cross (Buenos Aires, 1961), El favor; Javier Azpeitia (Madrid, 1962), Una pasión de Eurípides; Carmina Amorós (Valencia, 1975), La medalla del amor.
Prólogo
Un bombón
A estas alturas de la vida y de esta colección, no voy a hablar del erotismo que pueda tener una fiesta como la de San Valentín, en la que se celebra el amor, o el enamoramiento, o las dos cosas. Sobre esto, sólo lamento que esta fecha, y muchas otras, no evoquen imágenes más eróticas y picantes. Por ejemplo, muchos años atrás, cuando se acercaba ese día yo recordaba aquella canción, la de “Hoy es el día de los enamorados”, y me venían a la cabeza fragmentos de películas; sí, sin duda para mí tenía relación con el cine. Ahora, confieso que sólo veo por todas partes pasteles, rosas y cajas de bombones en forma de corazón.
Puestos a recordar, diré que, cierta vez, un amigo me preguntó si se me ocurría algo original para regalárselo a su pareja el día de San Valentín. Creo que le aconsejé un detalle que se saliera de lo normal, seguramente algo erótico. Ahora, si aquel amigo volviera a preguntármelo, le diría que le regalara este volumen de Cuentos eróticos de San Valentín. Siempre he creído que el erotismo está en la mente. Hay que alimentarla, y después ella sola se las ingenia para llevar las ideas a la práctica. ¿De qué sirve un juguete erótico si uno no sabe qué hacer con él, si no tiene ideas, escenas, perversiones o fantasías, sobre todo fantasías, que quiera realizar?
En cambio, yo siempre he tenido muy claro qué me gustaría que me regalaran por San Valentín.
Mi regalo es un bombón, pero aún no puedo comérmelo. Me ha hecho salivar nada más verlo, envuelto en un gran lazo de seda rojo que lo cubría por entero (bueno, la cubría por entero), excepto por tres franjas que dejaban ver carnes muy blancas y pálidas. Es un bombón, pero gime, y gemirá todavía un poco más, hasta que esté a punto de caramelo. Debajo del lazo, venía desnuda, lista para que yo empiece a vestirla, que es –como ya he dicho hasta la saciedad– de las cosas que más me erotizan. La he vestido con medias negras de rejilla pequeña, muy finas y suaves, hasta medio muslo. Zapatos de tacón, de un vistoso color rojo y de diecisiete centímetros de altura (me consta que existen porque los he visto hace poco en un desfile de una marca de ropa conocida), que dan una curvatura extraña y poco natural al empeine. Liguero rojo con calados, que se sujeta a las medias con unos botoncitos en forma de corazón, porque es San Valentín. Corsé, de cuero y rojo también, muy apretado en la cintura, tanto que apenas puede respirar, y que le deja libres los pechos. Collar de cuero, que cuando mueve el cuello le roza justo debajo de la mandíbula, y abajo, en el comienzo de la curva de los hombros. Guantes de piel hasta la mitad del antebrazo, y por último, una venda en los ojos. Lo que más me excita, sin embargo, son las cuerdas con las que la he atado, que le pasan por los lugares más insospechados y le resaltan todas las partes del cuerpo que no están ocultas. Por supuesto que, dentro de unos minutos, voy a darle unos azotes, porque es San Valentín.
Pero antes diré que me han sorprendido gratamente los relatos de estos diez autores que se han atrevido a abordar el día de San Valentín desde puntos de vista hasta ahora impensables. Sus historias y personajes destacan, unos, por su voluptuosidad, su perversidad y su atrevimiento, otros por su frescura y espontaneidad, otros aún por su manera reflexiva o misteriosa de enfrentarse al sexo, y algunos, precisamente, por su absoluta singularidad. Creo que, gracias a ellos, en adelante el lector pensará en el día de San Valentín de otra manera; no sé exactamente de qué manera, pero sí sé que será diferente.
Todos los relatos confirman lo que se dice en uno de ellos: “Todo es erotismo, o nada lo es: todo cae debajo del erotismo para una mente que se encuentra predispuesta a lo erótico, y nada lo hace para quien no se encuentra predispuesto a ello”. Quizá después de leerlos, uno se sienta ya un poco más “predispuesto”.
Luis García Berlanga.
1 comments:
No me gustò la portada.
Publicar un comentario
No se publicarán comentarios anónimos.