Del asco vital a la creación
Michel Houellebecq, H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida (Siruela, 2006).
Los caminos de la literatura son misteriosos. ¿A quién se le habría ocurrido pensar que el polémico escritor francés Michel Houellebecq -autor de novelas como Ampliación del campo de batalla (1994) y Las partículas elementales (1998)- había sido un devoto lector de Howard Phillips Lovecraft (1890-1937)? Houellebecq descubrió al creador de los mitos de Cthulhu durante su adolescencia y a lo largo de los años siguió volviendo a sus textos fundamentales. Esa atracción por un narrador que contradecía el resto de sus gustos literarios lo llevó a elaborar un ensayo sobre la vida y la obra de Lovecraft que fue su primer libro publicado, en 1991, y que ahora por primera vez se edita en español.
Houellebecq señala que ninguna biografía ha logrado "disipar el aura de patética extrañeza que rodea al personaje", aún inmerso en una "atmósfera de culto". Se sabe que a los dieciocho años sufrió una depresión que lo enclaustró en su casa por diez años. El novelista francés (que en su juventud también padeció ataques de depresión) interpreta esa crisis como una negativa de Lovecraft a convertirse en adulto. En 1924 se casó con Sonia Greene, se separó a los dos años y nunca volvió e tener relación con otra mujer. El escritor norteamericano soportó penurias económicas durante toda su vida. Jamás aceptó "venderse" para hacer de la literatura una profesión y se vio obligado a sobrevivir con sus trabajos de revisión y de corrección.
Gran parte de los datos sobre su personalidad provienen de una correspondencia que totaliza unas cien mil cartas. De ellas surge "un odio absoluto hacia el mundo en general, agravado por una particular repugnancia hacia el mundo moderno". Houellebecq traza el retrato demoledor de un caballero nacido en Providence (Rhode Island), materialista y ateo, "abiertamente reaccionario", glorificador de "las inhibiciones puritanas" y que sentía repulsión por el dinero y el sexo (dos realidades ausentes en su obra). Uno de los sondeos más reveladores del ensayo se ocupa del racismo "congénito" de Lovecraft que, durante su estancia en la multirracial Nueva York, llegó a un paroxismo de fobia paranoica con frases como "negros horribles parecidos a enormes chimpancés", "judíos con cara de rata" o "mulatos grasientos y burlones". Más adelante esa "neurosis racial" se proyectaría en las criaturas monstruosas que pueblan sus cuentos.
El novelista francés (que paradójicamente ha sido acusado de "incitar al odio racial") sitúa a Lovecraft entre los más grandes autores fantásticos y resalta su importancia como fundador de un gran mito popular, continuado por un grupo de discípulos. Compara su obra con "una gigantesca máquina de sueños, de una amplitud y una eficacia inauditas" y dentro de ella distingue ocho "grandes textos" (escritos durante los últimos diez años de su vida), entre los cuales figuran El color surgido del espacio, En las montañas de la locura y En la noche de los tiempos.
En su lúcido y detallado análisis del estilo, Houellebecq afirma que el estadounidense "aspira a un terror objetivo", liberado "de cualquier connotación psicológica o humana". Valora su capacidad para transformar las percepciones de la vida en "fuente inagotable de pesadillas", sus barrocas descripciones arquitectónicas (que juegan un papel esencial en algunos relatos), su recurso de emplear vocabulario científico, y observa que Lovecraft evita construir una mitología "coherente, de contornos definidos" como la grecorromana.
Resulta irónico que un hombre con ese apellido (que podría traducirse "el oficio del amor") haya merecido un libro cuyo adecuado subtítulo es Contra el mundo, contra la vida. Y concluye bien su autor al sostener que Lovecraft "logró transformar su asco por la vida en una hostilidad activa", una transmutación que tiene un poco de triunfo psicológico y otro poco de redención literaria.
Felipe Fernández.
Michel Houellebecq, H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida (Siruela, 2006).
Los caminos de la literatura son misteriosos. ¿A quién se le habría ocurrido pensar que el polémico escritor francés Michel Houellebecq -autor de novelas como Ampliación del campo de batalla (1994) y Las partículas elementales (1998)- había sido un devoto lector de Howard Phillips Lovecraft (1890-1937)? Houellebecq descubrió al creador de los mitos de Cthulhu durante su adolescencia y a lo largo de los años siguió volviendo a sus textos fundamentales. Esa atracción por un narrador que contradecía el resto de sus gustos literarios lo llevó a elaborar un ensayo sobre la vida y la obra de Lovecraft que fue su primer libro publicado, en 1991, y que ahora por primera vez se edita en español.
Houellebecq señala que ninguna biografía ha logrado "disipar el aura de patética extrañeza que rodea al personaje", aún inmerso en una "atmósfera de culto". Se sabe que a los dieciocho años sufrió una depresión que lo enclaustró en su casa por diez años. El novelista francés (que en su juventud también padeció ataques de depresión) interpreta esa crisis como una negativa de Lovecraft a convertirse en adulto. En 1924 se casó con Sonia Greene, se separó a los dos años y nunca volvió e tener relación con otra mujer. El escritor norteamericano soportó penurias económicas durante toda su vida. Jamás aceptó "venderse" para hacer de la literatura una profesión y se vio obligado a sobrevivir con sus trabajos de revisión y de corrección.
Gran parte de los datos sobre su personalidad provienen de una correspondencia que totaliza unas cien mil cartas. De ellas surge "un odio absoluto hacia el mundo en general, agravado por una particular repugnancia hacia el mundo moderno". Houellebecq traza el retrato demoledor de un caballero nacido en Providence (Rhode Island), materialista y ateo, "abiertamente reaccionario", glorificador de "las inhibiciones puritanas" y que sentía repulsión por el dinero y el sexo (dos realidades ausentes en su obra). Uno de los sondeos más reveladores del ensayo se ocupa del racismo "congénito" de Lovecraft que, durante su estancia en la multirracial Nueva York, llegó a un paroxismo de fobia paranoica con frases como "negros horribles parecidos a enormes chimpancés", "judíos con cara de rata" o "mulatos grasientos y burlones". Más adelante esa "neurosis racial" se proyectaría en las criaturas monstruosas que pueblan sus cuentos.
El novelista francés (que paradójicamente ha sido acusado de "incitar al odio racial") sitúa a Lovecraft entre los más grandes autores fantásticos y resalta su importancia como fundador de un gran mito popular, continuado por un grupo de discípulos. Compara su obra con "una gigantesca máquina de sueños, de una amplitud y una eficacia inauditas" y dentro de ella distingue ocho "grandes textos" (escritos durante los últimos diez años de su vida), entre los cuales figuran El color surgido del espacio, En las montañas de la locura y En la noche de los tiempos.
En su lúcido y detallado análisis del estilo, Houellebecq afirma que el estadounidense "aspira a un terror objetivo", liberado "de cualquier connotación psicológica o humana". Valora su capacidad para transformar las percepciones de la vida en "fuente inagotable de pesadillas", sus barrocas descripciones arquitectónicas (que juegan un papel esencial en algunos relatos), su recurso de emplear vocabulario científico, y observa que Lovecraft evita construir una mitología "coherente, de contornos definidos" como la grecorromana.
Resulta irónico que un hombre con ese apellido (que podría traducirse "el oficio del amor") haya merecido un libro cuyo adecuado subtítulo es Contra el mundo, contra la vida. Y concluye bien su autor al sostener que Lovecraft "logró transformar su asco por la vida en una hostilidad activa", una transmutación que tiene un poco de triunfo psicológico y otro poco de redención literaria.
Felipe Fernández.
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