25 de julio de 2007

La amistad: Maurice Blanchot

Maurice Blanchot, La amistad, trad. J. A. Doval Liz (Madrid: Trotta, 2007)

"Mi amistad cómplice: eso es todo lo que mi humor aporta a los demás hombres" (Georges Bataille)

¿Cómo aceptar hablar de este amigo? Ni para alabanza ni en interés de alguna verdad. Los rasgos de su carácter, las formas de su existencia, los episodios de su vida, incluso de acuerdo con la búsqueda de la que se sintió responsable hasta la irresponsabilidad, no pertenecen a nadie. No hay testigos. Los más cercanos no dicen más que lo que les fue cercano, no lo lejano que se afirmó en esa proximidad, y lo lejano cesa en el momento en que cesa la presencia. En vano pretendemos mantener, con nuestras palabras, con nuestros escritos, lo que se ausenta; en vano le ofrecemos el señuelo de nuestros recuerdos y una cierta figura nueva, la dicha de permanecer en la luz, la vida, la vida prolongada con una apariencia verídica. No pretendemos más que llenar un vacío, no soportamos el dolor: la afirmación de ese vacío. ¿Quién consentiría en aceptar su insignificancia, tan desmesurada que no tenemos memoria capaz de contenerla y necesitaríamos deslizarnos en el olvido para llevarla, el tiempo de ese deslizamiento, hasta el enigma que representa? Todo lo que decimos no tiende sino a ocultar la única afirmación: que todo debe desaparecer y que no podemos permanecer fieles más que velando por este movimiento que desaparece, al que algo entre nosotros, algo que rechaza todo recuerdo, pertenece desde ahora.

Sé que están los libros. Los libros permanecen provisionalmente, aun cuando su lectura debe abrirnos a la necesidad de esa desaparición en la se retiran. Los mismos libros remiten a una existencia. Esta existencia, porque ya no es una presencia, empieza a desplegarse en la historia, y la peor de las historias, la historia literaria. Ésta, investigadora, minuciosa, en busca de documentos, se apodera de una voluntad difunta y transforma en conocimientos su propia aprehensión de lo que le ha tocado en herencia. Es el momento de las obras completas. Se quiere publicarlo “todo”; como si no hubiera ya más que una prisa: decirlo todo; como si el “todo está dicho” debiera por fin permitirnos detener una palabra muerta: detener el silencio lamentable que viene de ella y retener firmemente en un horizonte bien circunscrito lo que la equívoca espera póstuma mezcla aún ilusoriamente con nuestras palabras de vivos. Durante tanto tiempo como exista el que nos es próximo y, con él, el pensamiento en que se afirma, su pensamiento se abre a nosotros, pero preservado con esa relación misma, y lo que lo preserva no es sólo la movilidad de la vida (sería poco), es lo que en ella introduce de imprevisible la extrañeza del fin. Y este movimiento imprevisible y siempre oculto en su inminencia infinita –el de morir quizá- no viene de que el término no puede estar dado por adelantado, sino de que no constituye nunca un acontecimiento que sucede, incluso cuando ocurre, nunca una realidad capaz de ser captada: inaprehensible y manteniendo hasta el final en lo inaprehensible a aquel que le está destinado. Es ese imprevisible el que habla cuando él habla, eso lo que oculta y reserva su pensamiento en vida, lo separa y lo libera de todas confiscación, tanto la de fuera como la de dentro (...)

Debemos renunciar a conocer a aquellos a quienes algo esencial nos une; quiero decir debemos aceptarlos en la relación con lo desconocido en que nos aceptan, a nosotros también, en nuestro alejamiento. La amistad, esa relación sin dependencia, sin episodio y donde, no obstante, cabe toda la sencillez de la vida, pasa por el reconocimiento de la extrañeza común que no nos permite hablar de nuestros amigos, sino sólo hablarles, no hacer de ellos un tema de conversación (o de artículos), sino el movimiento del acuerdo del que, hablándonos, reservan, incluso en la mayor familiaridad, la distancia infinita, esa separación fundamental a partir de la cual lo que separa se convierte en relación. Aquí, la discreción no consiste en la sencilla negativa a tener en cuenta confidencias (que burdo sería, soñar siquiera con ello), sino que es el intervalo, el puro intervalo que, de mi a ese otro que es un amigo, mide todo lo que hay entre nosotros, la interrupción de ser que no me autoriza nunca a disponer de él, ni de mi saber sobre él (aunque fuera para alabarle) y que, lejos de impedir toda comunicación, nos relaciona mutuamente en la diferencia y a veces el silencio de la palabra.
Quiero agradecer mucho al querido amigo Jio, este gran regalo. La amistad guarda 29 ensayos del narrador, ensayista y pensador francés. El último ensayo lleva el título que da nombre al libro. Transcribo un fragmento, es un bellísmo texto. "La desaparición de Georges Bataille se convierte para Maurice Blanchot en ocasión de pensar la amistad ligada a la inminencia de la muerte; de soportar la proximidad del amigo en el reconocimiento de una extrañeza paradójicamente común. A partir de la ausencia de centro que es para Blanchot la escritura, los ensayos que componen La amistad buscan hacerse cargo del movimiento infinito de la literatura y del «insensato juego de escribir». Sus temas van de la tarea del traductor al nacimiento del arte; del comunismo a la transgresión; del judaísmo al problema del lenguaje. Y hacen este recorrido leyendo a los escritores en sus obras y en su compañía: con Kafka y Char, Camus y Duras, Leiris y Paulhan, Bataille y Klossowski. En «la amistad libre, desapegada de todo lazo»".

5 comments:

SONIA FIDES dijo...

Llevo días leyendo tu blog(por "culpa" de Fernando Sarría) y queriendo decir algo y hoy por fin, después de leer este fragmento que expones(y por su belleza "impones" al lector) me decido a decir algo. Es estupenda tu manera de "meterle al lector el libro por los ojos", he comprado o leído todas tus recomendaciones desde que empecé a entrar en "Apostillas"... hoy volveré a hacerlo.

Gracias por tantos descubrimientos.

Saludos.

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Sonia. Bienvenida.

Apenas hace un par de días que volví a abrir comentarios y me alegra haberlo hecho porque así es posible tener más contacto.

Un placer conocerte.

Anónimo dijo...

un besazo querida magda.

Unknown dijo...

Hola. ¿Tienes este libro en PDF? Gracias.

Magda Díaz Morales dijo...

No, lo tengo en papel. Busca en Google, tal vez lo encuentres.

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