Que pena que el gobierno y las casas editoras de Italia, hayan tenido esta actitud que comenta Hugo Gutiérrez Vega en La sombra de Italia en la Fil. Pero como dice el poeta al final: Allá ellos y su Berlusconi:
"Italia (su gobierno y sus casas editoras) no tomaron muy en serio la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Seguramente pensaron que no era un negocio atractivo y este argumento, en la Italia del mercachifle Berlusconi, está por encima de todos los proyectos de difusión de la cultura académica y artística. A todos los que amamos a la hermosa Italia y pensamos en sus grandes escritores, nos dolió mucho el desacierto de las medidas tomadas por las instituciones culturales italianas y nos dio pena pasar por un estante absurdo construído para salir del paso.
Las exposiciones, la música y la conferencias y mesas redondas siguieron el mismo tenor, y los escritores visitantes pertenecían en la tercera división de la literatura italiana y, algunos de ellos, a lo que en México llamaríamos “la liga de los barrios”. En fin, Berlusconi sólo habla de dinero y de negocios. Qué demonios le importaba una feria que no iba a producirle divisas. El embajador de Italia llegó tarde a la ceremonia de apertura y se fue de inmediato. Toda la pena cayó sobre los hombros del agregado cultural, hombre entusiasta y culto que hizo todo lo posible por que la presencia italiana fuera significativa.
La Universidad de Guadalajara publicó una antología de más de doscientos escritores italianos apresuradamente traducida y Difusión Cultural de la UNAM, gracias a la inteligencia y al entusiasmo de Rosa Beltrán, publicó dos antologías del cuento italiano y encargó una de ellas al excelente italianólogo Guillermo Fernández.
En una de esas antologías aparece uno de los mejores cuentos del Siglo XX, “El saco embrujado”, de Dino Buzzati. Se trata de un texto que puede ser considerado como ejemplar en materia de estructura narrativa. Tiene que leerse de un tirón para gozar las aventuras de un personaje que, en realidad, es menos importante que el saco productor incansable de billetes de diez mil liras de dudosa procedencia. Gogol anda detrás de esta inteligente fabulación, pero la fuerza de Buzzati, el genial autor de El desierto de los tártaros, está por encima de cualquier influencia y muestra una apabullante originalidad.
El príncipe de Lampedusa es el autor de otro cuento formidable, “La sirena.” En este hermoso texto la realidad y la fantasía se unen en las playas sicilianas y en la biblioteca de un viejo y ameritado profesor. Lampedusa nos obliga, con su habilidad retórica, a aceptar la existencia de la sirena que, a lo largo de la última parte de la historia, se vuelve más real que los libros y la torrencial erudición del profesor. La primera persona de la narración, el joven Corbera, es un alelado testigo de los acontecimientos mágicos. Su ingenuidad ayuda a que las hechos sean vistos como algo natural y cotidiano. Semejante habilidad narrativa sólo se encuentra en algunos momentos de Il gatopardo, la novela emblemática del príncipe siciliano.
Grazia Deledda, premio Nobel e injustamente olvidada; Massimo Bontempelli, el iniciador del nuevo cuento italiano; Italo Svevo, el triestino que se inventó al entrañable y lamentable Zeno; Eugenio Montale, el gran poeta que a veces incursionó en el terreno del cuento; el maestro Pirandello que es, a la vez, escritor y uno de sus personajes; el romano por excelencia, Alberto Moravia; la inteligentisima Elsa Morante y Curzio Malaparte, el autor de La piel y de Kaput, novelas esenciales para mi generación, son algunos de los antologados por Guillermo Fernández y por Guadalupe Alonso Coratella. Estos dos libros son la mejor aportación a una Feria que los italianos no tomaron en serio. Allá ellos y su Berlusconi".
"Italia (su gobierno y sus casas editoras) no tomaron muy en serio la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Seguramente pensaron que no era un negocio atractivo y este argumento, en la Italia del mercachifle Berlusconi, está por encima de todos los proyectos de difusión de la cultura académica y artística. A todos los que amamos a la hermosa Italia y pensamos en sus grandes escritores, nos dolió mucho el desacierto de las medidas tomadas por las instituciones culturales italianas y nos dio pena pasar por un estante absurdo construído para salir del paso.
Las exposiciones, la música y la conferencias y mesas redondas siguieron el mismo tenor, y los escritores visitantes pertenecían en la tercera división de la literatura italiana y, algunos de ellos, a lo que en México llamaríamos “la liga de los barrios”. En fin, Berlusconi sólo habla de dinero y de negocios. Qué demonios le importaba una feria que no iba a producirle divisas. El embajador de Italia llegó tarde a la ceremonia de apertura y se fue de inmediato. Toda la pena cayó sobre los hombros del agregado cultural, hombre entusiasta y culto que hizo todo lo posible por que la presencia italiana fuera significativa.
La Universidad de Guadalajara publicó una antología de más de doscientos escritores italianos apresuradamente traducida y Difusión Cultural de la UNAM, gracias a la inteligencia y al entusiasmo de Rosa Beltrán, publicó dos antologías del cuento italiano y encargó una de ellas al excelente italianólogo Guillermo Fernández.
En una de esas antologías aparece uno de los mejores cuentos del Siglo XX, “El saco embrujado”, de Dino Buzzati. Se trata de un texto que puede ser considerado como ejemplar en materia de estructura narrativa. Tiene que leerse de un tirón para gozar las aventuras de un personaje que, en realidad, es menos importante que el saco productor incansable de billetes de diez mil liras de dudosa procedencia. Gogol anda detrás de esta inteligente fabulación, pero la fuerza de Buzzati, el genial autor de El desierto de los tártaros, está por encima de cualquier influencia y muestra una apabullante originalidad.
El príncipe de Lampedusa es el autor de otro cuento formidable, “La sirena.” En este hermoso texto la realidad y la fantasía se unen en las playas sicilianas y en la biblioteca de un viejo y ameritado profesor. Lampedusa nos obliga, con su habilidad retórica, a aceptar la existencia de la sirena que, a lo largo de la última parte de la historia, se vuelve más real que los libros y la torrencial erudición del profesor. La primera persona de la narración, el joven Corbera, es un alelado testigo de los acontecimientos mágicos. Su ingenuidad ayuda a que las hechos sean vistos como algo natural y cotidiano. Semejante habilidad narrativa sólo se encuentra en algunos momentos de Il gatopardo, la novela emblemática del príncipe siciliano.
Grazia Deledda, premio Nobel e injustamente olvidada; Massimo Bontempelli, el iniciador del nuevo cuento italiano; Italo Svevo, el triestino que se inventó al entrañable y lamentable Zeno; Eugenio Montale, el gran poeta que a veces incursionó en el terreno del cuento; el maestro Pirandello que es, a la vez, escritor y uno de sus personajes; el romano por excelencia, Alberto Moravia; la inteligentisima Elsa Morante y Curzio Malaparte, el autor de La piel y de Kaput, novelas esenciales para mi generación, son algunos de los antologados por Guillermo Fernández y por Guadalupe Alonso Coratella. Estos dos libros son la mejor aportación a una Feria que los italianos no tomaron en serio. Allá ellos y su Berlusconi".