El enunciador romántico expresa sus sentimientos de acuerdo a los códigos culturales de la realidad histórica que le toca vivir en la cual el concepto de amor es sobretodo ideal, ese espacio para la ilusión, la imaginación desbordante, la entrega a un destino que rige las vidas, el sacrificio, el recato y el decoro. En la pareja, la comunicación erótica estaba constituida por la impenetrabilidad y la entrega amorosa con la institución del matrimonio indisoluble –que además era un fin– donde se mantendrán las costumbres y las conductas establecidas por la ideología judeo-cristiana para quien las manifestaciones de la sexualidad debían tener como finalidad la procreación sin olvidar, claro está, la salvación del alma.
El enunciador modernista introduce, al aludir la relación amorosa, la descripción de un discurso sensual y concupiscente que suele ser representado por el discurso erótico. En Salvador Díaz Mirón, perteneciente a la generación que marca el tránsito del Romanticismo al Modernismo (Martí, Gutiérrez Nájera, Zamudio, González Prada, entre otros), ya vislumbramos claramente esta evolución de la poesía romántica a la modernista, este tránsito de un discurso ideal a un discurso del cuerpo en el tema de la pareja. En el Modernismo se culmina una tradición poética iniciada en el Romanticismo. La imagen recargada, la comparación compleja, la pluralidad de referentes, hacen más difícil la percepción de lo representado y del motivo poético; cada figura de un poema puede ser abstraída independientemente del contenido de ese todo, sin olvidar que se otorga preeminencia a la forma (recordemos el cultivo de lo ornamental) sobre este contenido, indicándonos con ello este cambio de sensibilidad con respecto a la manera en que se percibían las cosas del mundo en el Romanticismo donde el sujeto percibía habitado por emociones sublimes aceptando las leyes divinas o del destino.
En Rubén Darío ya existe una actitud consciente y deliberada respecto al tema erótico –vayamos a Cantos de vida y esperanza–, posee la sensibilidad del poeta modernista que palpa la imagen escindida del ser que es mente y que es cuerpo, espíritu y carne en relación dialógica y dialéctica donde lo ideal se opone. Octavio Paz afirma que "esta manera de ver, oír y sentir al mundo [...] es una exasperación de los nervios, un trastorno de la psiquis. Pero es algo más: una experiencia en la que participa el ser entero. Poesía de sensaciones, se ha dicho; yo diría: poesía que, a pesar de su exasperado individualismo, no afirma el alma del poeta sino la del mundo. De ahí su indiferencia, a veces abierta hostilidad, ante el cristianismo. El mundo no está caído ni dejado de la mano de Dios. No es un mundo de perdición...".
Esta diferencia entre el erotismo romántico que busca la trascendencia en lo divino, lo ideal, lo espiritual, y el erotismo modernista que busca la trascendencia en el diálogo entre el cuerpo y el espíritu, se desarrolla fuertemente, desde la perspectiva femenina, en el discurso erótico y metafísico de Delmira Agustini. La poeta uruguaya vive en un mundo dominado por figuras masculinas y moralidad burguesa, lo cual obviamente le asigna un determinado papel en la sociedad tanto por tratarse de una mujer que escribe como por participar de la tendencia modernista contestataria; bajo estas determinaciones, su obra por supuesto será producto más de la intuición que de la reflexión poética ya que su discurso erótico –que resultaba inédito por provenir de una mujer– recibe la critica de sus contemporáneos que no conciben a la mujer en un papel agente, declarativo, atrevido, que es dueña de un pensamiento racional y una conciencia diferente y que se atreve a descubrirla en su actitud frente a la vida y en su poesía. Aparentemente acepta las normas regidoras, firma como "La nena", pero piensa y crea como la mujer que se rebela ante lo establecido; en una carta a Darío, a quien había conocido en 1912, le comunica su propósito de lanzarse "al abismo medroso del casamiento".
Nos detendremos ahora en su poema "El intruso", poema que considero como uno de los textos paradigmáticos del discurso poético–erótico de Delmira Agustini. En este soneto, el sujeto de la enunciación refiere esa experiencia que vive después de conocer a través de la unión sensual, el éxtasis. Poder penetrar al éxtasis, es haber hallado en esta unión con otro y a un mismo tiempo, la satisfacción del deseo del espíritu, del pensamiento y del cuerpo. La pareja, a partir de ese momento, sólo desea que se prolongue la identidad hallada, que sea siempre un gozoso presente. Vayamos a "El intruso":
Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante,
bebieron en mi copa tus labios de frescura,
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.
¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tu cantas,
y si tú duermes duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;
y tiemblo si tu mano toca la cerradura!,
¡y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!
El ser amado traspasa el umbral, el sexo del cuerpo femenino: Cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura, trascendiendo juntos, en la recíproca entrega, el aislamiento de sus seres, su discontinuidad, penetrando de este modo a un sentimiento profundo de continuidad: "Toda realización erótica, dice Bataille, tiene como meta alcanzar al ser en lo más íntimo, allí donde el corazón falla. El paso normal al del deseo erótico presupone una disolución del ser constituido en el orden discontinuo". La estructuración semántica de este poema además de proyectar todo el sentido de la persuasión erótica, incita, mediante su función conativa, al amor sensual, al roce lúbrico, a comprender que los cuerpos tienen su mundo en el cuál perciben, dicen y tienen memoria y que hallan en el erotismo su trascendencia.
En el nivel del significado, el soneto se halla ligado a dos categorías que integran el campo semántico del erotismo: el amor y la sexualidad.
El amor y la voluntad son operaciones interiores. ¿Qué es querer, sino tener conciencia de un objeto como algo valioso, qué es amar, sino tener conciencia de un objeto como algo amable? Querer y saber que se quiere, amar y saber que se ama son un solo acto, el amor es conciencia de amar, la voluntad conciencia de querer. Un amor o una voluntad que no tuviera conciencia de sí, serían un amor que no amara, una voluntad que no querría, del mismo modo que, un pensamiento inconsciente sería un pensamiento que no piensa. El amor verdadero convoca todos los recursos del sujeto y lo afecta por entero" (Merleu-Ponty, Fenomenología de la percepción).
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante parece encerrar ese algo que no se puede delimitar, que da cumplimiento a la propia existencia de la pareja erótica. Respecto a la sexualidad, esa sexualidad de la pareja que vivifica el texto, el mundo subjetivo y el objetivo y los aspectos femenino–masculino se corresponden, armonizan y complementan. A través de sentimientos, voluptuosidad, delirios, piel, goce, dicha, placer, exhaltaciones, revelaciones, los cuerpos encuentran, uno en el otro, la prolongación de sus propias intenciones y el emerger de sus espíritus para entablar un diálogo gracias a la identidad hallada que da significancia a su coexistencia.
Me encantó tu descaro y adoré tu locura es la respuesta sensual y sensible de la amante por lo vivido: el éxtasis, ese estado de arrobamiento al que entrega la experiencia erótica. Después de su vivencia, la amante es presa del júbilo porque, como afirma Merleau–Ponty, "todo presente capta de momento a momento, a través de su horizonte de pasado inmediato y de futuro próximo, la totalidad del tiempo posible; supera así la dispersión de los instantes". ¿Qué otra cosa celebra la amante que no sea los momentos posteriores a la plenitud del acto amatorio? Y lo grita, lo goza, lo celebra; ríe, tiembla, bendice. Él la ha poseído y ella a él: Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera; ella se siente de pronto sometida a fuerzas superiores, él es el intruso que irrumpe para hacerla florecer.
y tiemblo si tu mano toca la cerradura!
¡y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!
El discurso erótico de Delmira Agustini, además de demostrar claramente las innovaciones que introduce el Modernismo, nos entrega un mundo de sensaciones donde los sentidos actúan con absoluta independencia pero crean lazos de unión entre uno y otro instante donde la capacidad de la inteligencia, el poder del espíritu humano y el lenguaje de los cuerpos, se constituyen como unidad. En su poema "El cisne" se evidencia claramente esta experiencia abierta a la revelación y que sólo importa en sí misma:
[...] en su carne me habla
y yo en mi carne le entiendo.
7 comments:
Qué hermoso poema, lleno de pasión y erotismo.
Gracias por este excelente y completo texto.
Vaya Magda,esta entrada es maravillosa,un disfrute completo,un placer...
Un abrazo!
Gracias Fernanda y Amaia, qué bueno que les ha gustado.
En mi adolescencia me introduje de lleno en la literatura y la escritura gracias a/por culpa del modernismo, y especialmente de Rubén Darío.
Este poema de Agustini, sobre la "inseparabilidad dichosa", es un claro ejemplo de por qué me atrapó esta forma de vestir la realidad.
Un abrazo, Magda.
Qué bien Fernando, no sabía. El Modernismo hispanoamericano es trascendente dentro de la literatura.
Es hermoso el poema de Agustini. Y pensar que en la realidad fue asesinada por su esposo y luego él se suicidó. Que cosas suceden en la vida...
Buen poema, lo estamos estudiando en clase
que emociones predominan en cada estrofa?
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