En el mes de abril de 1977, mismo año en que se fue Roberto a España, nació su hermano León Enrique Bolaño Mendoza, fue por carta que el escritor se enteró del nacimiento. Y tal y como lo había augurado Roberto, la actitud de su padre cambió por completo con el nacimiento de León Enrique, "así como cuando tú volteas una hoja de un libro a otra, así cambió él", dice María Irene Mendoza.
León Enrique, quien hoy es diputado de la LVI Legislatura de Querétaro, México, creció en la misma casa de la colonia Guadalupe Tepeyac, donde vivió Roberto antes de irse a España; y recuerda que de niño su mamá, María Irene, le “inculcaba escribirle cartas a Roberto, hasta que entro en la dolencia y pierdo contacto con él”.
Alrededor de 20 años, Roberto dejo de comunicarse con su padre, por un malentendido. "Después de que Roberto se va le manda pedir dinero a su padre; León se los mandaba, pero en la última carta le dice, ‘ya de una vez mándeme lo de mi herencia’; esa palabra ‘herencia’ le molestó muchísimo a mi esposo, dijo, ‘este ya me está matando’. León le manda el dinero, pero ya no contestó la carta”, dice María Irene. Roberto siguió mandando cartas a México pero al no recibir más respuesta por parte de su padre dejó de escribir.
Hasta que su hermano León Enrique entra a la Universidad, que vuelven a contactarse con el escritor. "Fue a través de un telegrama que yo le envío, porqué él vivía primero en Barcelona y después le perdí la pista; es a través del directorio telefónico español donde lo localizo, su número era privado, entonces le tuve que enviar un telegrama, le dije: Comunícate a México urgentemente".
Roberto respondió de inmediato al llamado de su hermano, temiendo lo peor. Eran las dos de la madrugada cuando sonó el teléfono, Irene fue quién contestó, del otro lado del teléfono se escuchaba la voz de un hombre que preguntaba angustiadamente: “¿y mi papá, está bien mi papa?”; cuando Irene le dijo a su esposo que lo llamaba Roberto, él preguntó: “¿Quién Roberto?, Roberto, tu hijo”, le dijo.
De ahí continuaron las llamadas telefónicas con la familia que Roberto había dejado en México, y muy especialmente con su hermano León Enrique, quién varias veces le cuestionó al escritor el por qué no venía a México a ver a su padre. "Lo que me hubiera gustado más era recuperar los años que no vivió o disfrutó con mi papá, y le llegue a reclamar que mi papá no iba a estar mucho tiempo". Pero Roberto, ya enfermo del hígado, le dijo a su hermano que no podía viajar. Entonces León Enrique les regaló a sus papás un viaje a Europa, teniendo como parada principal España, para poder ver al escritor.
A ese viaje ocurrido en el 2002 no asistió León Enrique, por cuestiones de trabajo. Irene recuerda que Roberto había quedado de ir por ellos al aeropuerto, pero no llegó. A los 10 minutos de haber llegado al hotel donde se iban a hospedar, les avisaron que Roberto y Carolina López, la esposa de Roberto, los estaban esperando en el lobby. Al estar esperando el elevador para bajar a la recepción del hotel, se abrieron las puertas y ahí estaba Roberto, y sorprendido exclamo: "estás igualito papá, yo pensaba que eras un viejecito", luego se acercó a abrazar a Irene y le dijo “gracias por haber cuidado a mi papá, es qué mi papá está como lo deje”.
Irene, de aquel encuentro en España, tiene en su memoria a un Roberto demacrado y delgado, que tomaba muchos medicamentos y a pesar de ello no dejaba de fumar. En los dos días que se vieron, Roberto y su padre se dedicaron a platicar, mientras ella y Carolina hablaban de las cosas del hogar, de los hijos de Roberto, Lautaro y Alexandra. Roberto nunca le dijo a su padre que estaba enfermo y esperaba un trasplante de hígado. Tanto Roberto como Irene quedaron en ir a pasar un tiempo en Cadereyta, Querétaro, aprovechando que el ya famoso escritor asistiría a Monterrey para recoger un premio, pero ese viaje nunca llegó. En julio del 2003 Roberto Bolaño falleció y entonces comenzó el mito de su historia. Después de la muerte de Roberto, se perdió el contacto con Carolina López, viuda de Roberto, y con sus hijos Lautaro y Alexandra Bolaño López.
En diciembre del 2010 murió León Bolaño Carné, orgulloso de todos sus hijos. Sus cenizas se encuentran en su casa de Cadereyta, Querétaro, en una repisa donde también están las principales obras literarias de su hijo Roberto Bolaño y fotos de la familia. Meses antes de su fallecimiento, León Bolaño, tenía el deseo de regresar a Chile, país donde nació y el cual dejó en el año 1968 acompañado de sus hijos. Dejó dicho a su esposa Irene, “que algún día, si pudiéramos, las regáramos en el mar de Chile”.
"IGUALITO A MI PAPÁ"
A pesar de haber pasado más de ocho años del fallecimiento de su hermano, León Enrique Bolaño Mendoza, recuerda las llamadas telefónicas que sostuvo con Roberto, quien en ese momento se encontraba escribiendo la novela 2666, obra que sería publicada tiempo después de su muerte. La voz de Roberto, es un eco que a León Enrique le recuerda a su padre, que a pesar del tiempo nunca perdió el acento chileno. "Hablaba igualito a mi papá, era una combinación de palabras chilenas, decía, ‘oye no te tinka’ (oye no te late)". León Enrique no solamente conoce la historia literaria de su hermano, quien en todo momento se declaró poeta, adorador de Nicanor Parra y detractor de Octavio Paz, también tiene presente las historias que sus padres le contaron sobre Roberto.
Del niño que continuamente exponía la falta de conocimiento de sus maestros, del joven que llegó a México en el año de 1968 y que junto con sus amigos escritores trastocaron los cánones de la vida literaria de aquella época; del Roberto devorador de libros, el Roberto que en muchas entrevistas confesó que robaba libros, el aventurero regresó a Chile de ‘mochilazo’ y sobrevivió al golpe de estado de Pinochet. El hombre que se fue a España y que trabajo como velador, obrero y comerciante, pero que nunca dejo de leer y escribir, siempre de noche. "Mi mamá recuerda en una ocasión le dijo Roberto, oiga présteme la Biblia, se encerró cuatro días con la Biblia, al terminar de leer dijo, complicada, muy complicada porque es de pura interpretación, pero es uno de los mejores libros escritos".
A decir de León Enrique, Roberto Bolaño era un nombre hábitos, de viejos hábitos, escribía en una vieja "computadora, con monitor monocromático” a pesar de que su éxito le proveía para comprarse una nueva, a él le gustaba esa computadora. Varias veces León Enrique invitó a Roberto a venir a México, pero el escritor le dijo “traigo unos ensayos que estoy haciendo y no los puedo dejar”, esos “ensayos” eran la base preliminar de 2666, una novela que desde entonces ya pensaba como una publicación divida en varios tomos, aunque finalmente su editor decidió editarlos en uno solo.
GENERACIÓN REVOLUCIONARIA
Cuando León Enrique le dijo a Roberto que militaba para el Partido Acción Nacional (PAN), "él no entendía por qué yo estaba en un partido de derecha, porque él viene de esa generación revolucionaria, su época es de esa generación de revoluciones. Él me decía oye si estudiaste derecho ejerce tu carrera, yo creo que en eso te va ir mucho mejor que en la política". Roberto, como había expresado en algunas entrevistas, decía que al “político lo único que le interesa es el poder, y yo le decía no, mira desde el poder tú puedes generar bienestar y mejores condiciones de vida a tus semejantes, a tus vecinos, y yo lo que quiero en un futuro para mis hijos, es que cuando salgan a la calles estén seguros, que puedan ir a la escuela; trataba yo de convencerlo de por qué yo estaba en la política”. "Yo siento que también le interesaba lo que yo hacía, porque me preguntaba mucho del Partido, de si realmente era de derecha como tal”, añade el diputado León Enrique Bolaño.
La primera novela que leyó de Roberto Bolaño fue Los detectives salvajes y era tal la afición del escritor por “la series de detectives, todo lo que tuviera que ver con detectives, con forenses, con cosas de asesinatos que resolver”, que cuando León Enrique le preguntó ¿qué profesión hubiera elegido en lugar de ser escritor? “Detective”, contestó Roberto inmediatamente. “Bueno, aquí en México hubieras sido agente del ministerio público”, le dijo León Enrique.
Ahora León Enrique Bolaño Mendoza, en su tiempo libre lee los textos que han surgido sobre la vida y obra de su hermano y a sus hijos, León Ricardo y Maen les platica quién fue Roberto Bolaño, un clásico del que aún seguirán surgiendo nuevas historias.
Vía | aQROpolis, suplemento cultural de Plaza De Armas Querétaro, El Periódico de Querétaro.
León Enrique, quien hoy es diputado de la LVI Legislatura de Querétaro, México, creció en la misma casa de la colonia Guadalupe Tepeyac, donde vivió Roberto antes de irse a España; y recuerda que de niño su mamá, María Irene, le “inculcaba escribirle cartas a Roberto, hasta que entro en la dolencia y pierdo contacto con él”.
Alrededor de 20 años, Roberto dejo de comunicarse con su padre, por un malentendido. "Después de que Roberto se va le manda pedir dinero a su padre; León se los mandaba, pero en la última carta le dice, ‘ya de una vez mándeme lo de mi herencia’; esa palabra ‘herencia’ le molestó muchísimo a mi esposo, dijo, ‘este ya me está matando’. León le manda el dinero, pero ya no contestó la carta”, dice María Irene. Roberto siguió mandando cartas a México pero al no recibir más respuesta por parte de su padre dejó de escribir.
Hasta que su hermano León Enrique entra a la Universidad, que vuelven a contactarse con el escritor. "Fue a través de un telegrama que yo le envío, porqué él vivía primero en Barcelona y después le perdí la pista; es a través del directorio telefónico español donde lo localizo, su número era privado, entonces le tuve que enviar un telegrama, le dije: Comunícate a México urgentemente".
Roberto respondió de inmediato al llamado de su hermano, temiendo lo peor. Eran las dos de la madrugada cuando sonó el teléfono, Irene fue quién contestó, del otro lado del teléfono se escuchaba la voz de un hombre que preguntaba angustiadamente: “¿y mi papá, está bien mi papa?”; cuando Irene le dijo a su esposo que lo llamaba Roberto, él preguntó: “¿Quién Roberto?, Roberto, tu hijo”, le dijo.
De ahí continuaron las llamadas telefónicas con la familia que Roberto había dejado en México, y muy especialmente con su hermano León Enrique, quién varias veces le cuestionó al escritor el por qué no venía a México a ver a su padre. "Lo que me hubiera gustado más era recuperar los años que no vivió o disfrutó con mi papá, y le llegue a reclamar que mi papá no iba a estar mucho tiempo". Pero Roberto, ya enfermo del hígado, le dijo a su hermano que no podía viajar. Entonces León Enrique les regaló a sus papás un viaje a Europa, teniendo como parada principal España, para poder ver al escritor.
A ese viaje ocurrido en el 2002 no asistió León Enrique, por cuestiones de trabajo. Irene recuerda que Roberto había quedado de ir por ellos al aeropuerto, pero no llegó. A los 10 minutos de haber llegado al hotel donde se iban a hospedar, les avisaron que Roberto y Carolina López, la esposa de Roberto, los estaban esperando en el lobby. Al estar esperando el elevador para bajar a la recepción del hotel, se abrieron las puertas y ahí estaba Roberto, y sorprendido exclamo: "estás igualito papá, yo pensaba que eras un viejecito", luego se acercó a abrazar a Irene y le dijo “gracias por haber cuidado a mi papá, es qué mi papá está como lo deje”.
Irene, de aquel encuentro en España, tiene en su memoria a un Roberto demacrado y delgado, que tomaba muchos medicamentos y a pesar de ello no dejaba de fumar. En los dos días que se vieron, Roberto y su padre se dedicaron a platicar, mientras ella y Carolina hablaban de las cosas del hogar, de los hijos de Roberto, Lautaro y Alexandra. Roberto nunca le dijo a su padre que estaba enfermo y esperaba un trasplante de hígado. Tanto Roberto como Irene quedaron en ir a pasar un tiempo en Cadereyta, Querétaro, aprovechando que el ya famoso escritor asistiría a Monterrey para recoger un premio, pero ese viaje nunca llegó. En julio del 2003 Roberto Bolaño falleció y entonces comenzó el mito de su historia. Después de la muerte de Roberto, se perdió el contacto con Carolina López, viuda de Roberto, y con sus hijos Lautaro y Alexandra Bolaño López.
En diciembre del 2010 murió León Bolaño Carné, orgulloso de todos sus hijos. Sus cenizas se encuentran en su casa de Cadereyta, Querétaro, en una repisa donde también están las principales obras literarias de su hijo Roberto Bolaño y fotos de la familia. Meses antes de su fallecimiento, León Bolaño, tenía el deseo de regresar a Chile, país donde nació y el cual dejó en el año 1968 acompañado de sus hijos. Dejó dicho a su esposa Irene, “que algún día, si pudiéramos, las regáramos en el mar de Chile”.
"IGUALITO A MI PAPÁ"
A pesar de haber pasado más de ocho años del fallecimiento de su hermano, León Enrique Bolaño Mendoza, recuerda las llamadas telefónicas que sostuvo con Roberto, quien en ese momento se encontraba escribiendo la novela 2666, obra que sería publicada tiempo después de su muerte. La voz de Roberto, es un eco que a León Enrique le recuerda a su padre, que a pesar del tiempo nunca perdió el acento chileno. "Hablaba igualito a mi papá, era una combinación de palabras chilenas, decía, ‘oye no te tinka’ (oye no te late)". León Enrique no solamente conoce la historia literaria de su hermano, quien en todo momento se declaró poeta, adorador de Nicanor Parra y detractor de Octavio Paz, también tiene presente las historias que sus padres le contaron sobre Roberto.
Del niño que continuamente exponía la falta de conocimiento de sus maestros, del joven que llegó a México en el año de 1968 y que junto con sus amigos escritores trastocaron los cánones de la vida literaria de aquella época; del Roberto devorador de libros, el Roberto que en muchas entrevistas confesó que robaba libros, el aventurero regresó a Chile de ‘mochilazo’ y sobrevivió al golpe de estado de Pinochet. El hombre que se fue a España y que trabajo como velador, obrero y comerciante, pero que nunca dejo de leer y escribir, siempre de noche. "Mi mamá recuerda en una ocasión le dijo Roberto, oiga présteme la Biblia, se encerró cuatro días con la Biblia, al terminar de leer dijo, complicada, muy complicada porque es de pura interpretación, pero es uno de los mejores libros escritos".
A decir de León Enrique, Roberto Bolaño era un nombre hábitos, de viejos hábitos, escribía en una vieja "computadora, con monitor monocromático” a pesar de que su éxito le proveía para comprarse una nueva, a él le gustaba esa computadora. Varias veces León Enrique invitó a Roberto a venir a México, pero el escritor le dijo “traigo unos ensayos que estoy haciendo y no los puedo dejar”, esos “ensayos” eran la base preliminar de 2666, una novela que desde entonces ya pensaba como una publicación divida en varios tomos, aunque finalmente su editor decidió editarlos en uno solo.
GENERACIÓN REVOLUCIONARIA
Cuando León Enrique le dijo a Roberto que militaba para el Partido Acción Nacional (PAN), "él no entendía por qué yo estaba en un partido de derecha, porque él viene de esa generación revolucionaria, su época es de esa generación de revoluciones. Él me decía oye si estudiaste derecho ejerce tu carrera, yo creo que en eso te va ir mucho mejor que en la política". Roberto, como había expresado en algunas entrevistas, decía que al “político lo único que le interesa es el poder, y yo le decía no, mira desde el poder tú puedes generar bienestar y mejores condiciones de vida a tus semejantes, a tus vecinos, y yo lo que quiero en un futuro para mis hijos, es que cuando salgan a la calles estén seguros, que puedan ir a la escuela; trataba yo de convencerlo de por qué yo estaba en la política”. "Yo siento que también le interesaba lo que yo hacía, porque me preguntaba mucho del Partido, de si realmente era de derecha como tal”, añade el diputado León Enrique Bolaño.
La primera novela que leyó de Roberto Bolaño fue Los detectives salvajes y era tal la afición del escritor por “la series de detectives, todo lo que tuviera que ver con detectives, con forenses, con cosas de asesinatos que resolver”, que cuando León Enrique le preguntó ¿qué profesión hubiera elegido en lugar de ser escritor? “Detective”, contestó Roberto inmediatamente. “Bueno, aquí en México hubieras sido agente del ministerio público”, le dijo León Enrique.
Ahora León Enrique Bolaño Mendoza, en su tiempo libre lee los textos que han surgido sobre la vida y obra de su hermano y a sus hijos, León Ricardo y Maen les platica quién fue Roberto Bolaño, un clásico del que aún seguirán surgiendo nuevas historias.
Vía | aQROpolis, suplemento cultural de Plaza De Armas Querétaro, El Periódico de Querétaro.
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