Cecilia Eudave, Aislados (México: Ediciones Urano, 2015)
Las peores crueldades siempre se cometen por creer tan ciegamente en la razón de los otros
"La mascota imaginaria", Cecilia Eudave
Cuando se aloja una grave enfermedad en la vida de un ser humano que amamos, todos los miembros de la casa se afectan. La madre de la familia que recorre la novela tiene alzhéimer, está “enferma de olvido”. La vida de dos hijos adolescentes, Sara de 14 y Pedro de 16 años, y del esposo, Armando Gálvez, se complica, las dificultades se presentan una a una sin al parecer tener remedio. Se enfrentan a la incomprensión, los chismes, las malas interpretaciones, los juicios de una sociedad que poco o nada piensa en los sentimientos, en lo que los demás viven detrás de esa puerta a la que llaman hogar y que se ha convertido en un caos por no saber qué hacer, cómo actuar, cómo resolver un conflicto tan grande. A cada uno la situación le afecta de diferente manera: según su edad, su personalidad, su madurez, su mundo y la manera de vivirlo.
Estamos en el siglo XXI, una gran parte de nuestra comunicación es a través del WhatsApp de nuestro celular, de redes sociales, blogs, videojuegos, páginas web. Nuestra popularidad se mide por la cantidad de “me gusta” en Facebook o Twitter; nuestra vida depende, en gran parte, de lo que sucede en las redes sociales a las que entramos constantemente para ver qué hay de nuevo o qué comentarios han escrito en nuestros muros. Y así lo vive Pedro, el chico de 16 años que un día sale con su madre a pasear, y a la que obviamente debe cuidar por su enfermedad, y por estar chateando en el teléfono con María, la chica que le gusta, se distrae y su madre se aleja y se pierde (como hubiera sucedido a cientos de adolescentes en la actualidad). Esta tragedia desata, como es lógico, un alud de situaciones caóticas.
Como lectores, vamos viviendo los acontecimientos que los personajes van enfrentando. Sara, la hija, a quien su madre es a la única que ya no recuerda y que en determinado momento la agrede, siente que nadie le hace caso, que es invisible para los demás (hecho importante en la novela en el que hay mucho qué decir...). Armando, el padre, con una responsabilidad enorme bajo los hombros (trabajo, hijos, enfermedad de la esposa), se desespera y angustia, muchas veces desquita su impotencia con los hijos, no sabe qué hacer ante el problema que la familia enfrenta.
Pedro se ve inmiscuido en varios malentendidos, su carácter apático, impulsivo, le juega malas pasadas. Los amigos se enteran de la madre extraviada y suben un video y una fotografía a las redes con la intención de ayudar a localizarla. Pero todo resulta contraproducente, la fotografía tiene la imagen de la madre pero no una imagen reciente, sino una donde está tomando cerveza. Como es de imaginar, la imagen se vuelve viral al ser compartida una y otra vez. Sobre Pedro se inventan cosas gracias a esa facilidad que da el anonimato o el no estar frente a la persona de la que se habla. Drogadicto, perverso, maltratador de viejitas, etc., todo esto cala en su espíritu y “atrincherado en su miseria social”, aislado y abatido por todo lo que se dice de él, por el abandono de sus amigos y los problemas con su padre, busca un “pequeño lugar al cual pertenecer”, y qué mejor que el mundo virtual. Se aísla en su habitación, de la que no quiere salir, hasta llegar a creer que es un Hikikomori (profundo aislamiento, fobia social), su computadora es lo único que lo acompaña. Como Gregorio Samsa, “su contacto con el mundo se reducía a una ventana en su cuarto que daba a la calle”. Muchas cosas suceden a Pedro en este confinamiento, desde ser estafado al entrar en una ciudad virtual, hasta vivir aterrorizado por el acoso virtual que tiene consecuencias no virtuales...
Los cuatro miembros son familia, sí, pero cada uno vive aislado dentro de esta familia, viven en su propio mundo y los problemas que este mundo propio les presenta (como muchas veces sucede con nosotros al vivir a través de las redes sociales y no en intercomunicación personal). Tendrán que aprender a empezar de nuevo, a vivir con lo que les ha tocado vivir, a aceptarse y aceptar que la vida va más allá de lo que imaginaban y que la tecnología es una herramienta, no una forma de ser y estar en el mundo. Que “virtual o no, la realidad agota, estresa, cansa”.
Un personaje inolvidable es Cantú, un policía inteligente, sensible, negado a la corrupción, que trabaja como realmente debe de hacerlo un policía. Me recordó al inspector Kurt Wallander, el personaje creado por Henning Mankell.
Por último, brevemente quiero comentar una importante estrategia narrativa (además de la metaficción y la intertextualidad, que merecen destacarse y realizar un estudio aparte): la intervención del narrador para señalar lo que el personaje debió agregar o decir, es como si su voz se dirigiera directamente al lector y quisiera establecer un diálogo entre ellos para que éste se interne más en su intención narrativa. Estamos, me parece, ante lo que la Dra. Luz Aurora Pimentel suscribe como discurso gnómico o doxal, "discurso por medio del cual el narrador expresa sus opiniones y reflexiona sobre el mundo, incluyendo aquel que su narración va construyendo. El narrador literalmente interrumpe su relato para dar su opinión sobre lo que está narrando (...). El narrador muestra su posición ante la vida, su posición ante lo que va narrando y las creencias que conforman su horizonte, su perspectiva, su mirada sobre el mundo", veamos dos ejemplos:
1. Entonces argumentó su propuesta de un modo utópico posible diciendo, grosso modo, que si todos buscamos el lugar idílico donde seamos –o pretendamos ser, debió agregar- la versión de uno...
2. Una recomendación señor Gálvez, no juzgue a sus hijos –ni a nadie, debió decirle- escúchelos...Son aportaciones del narrador, impresiones que considera necesario aclarar y que muestran no sólo su independencia sino, también, su superioridad narrativa sobre los personajes. No olvidemos que es un sujeto cognitivo que conoce la historia que nos cuenta.
La enfermedad de la madre es tema sustancial de donde se desencadenan los acontecimientos narrativos, los hechos y acciones. Cómo y de qué manera la encaran los hijos, el esposo y la sirvienta, configura el relato y lo hace de manera muy interesante. Cada uno de los personajes realiza sus acciones desde su punto de vista en el que convergen sus sensaciones, emociones, entorno e identidad. La novela, además, revela la fuerte influencia que los medios de comunicación tienen en la vida de las personas, sobre todo si son adolescentes (aunque sucede también con los adultos) que pasan horas frente a la computadora deseando o esperando la aceptación de los demás a través de las redes sociales o teniendo a su celular como la mejor compañía, alejándolos del contacto humano y familiar. La tecnología invade los espacios y quizá sea un refugio ante la soledad, violencia, inseguridad que actualmente se vive en una sociedad caótica que poco ofrece alternativas.
Se tendrá que aprender a vivir con todo esto, la narración parece así decirlo: “No se puede vivir con miedo o dominado por los otros, ni en esa, ni esta, ni en ninguna otra dimensión”.
Aislados, abre en México la colección PUCK Mix para jóvenes de la Editorial española Urano.
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