24 de abril de 2006

Los límites de la interpretación

Umberto Eco, Los límites de la interpretación, trad. Helena Lozano (Barcelona: Lumen, 1998).

Me parece que todos los interesados en la Hermenéutica o interpretación de los textos, en la Teoría de la recepción o, sencillamente, en la lectura, no deben de perderse Los límites de la interpretación de Umberto Eco. El problema de si a la hora de interpretar un texto debemos o no introducir al autor, ha producido debate en determinados ámbitos. En la crítica literaria del siglo XIX ello era común, el autor se interpretaba como si estuviera dentro del texto y formara parte de la historia que se narra, aunque en el momento en el que el lector leía la novela el escritor estuviera ya muerto o probablemente de vacaciones. Los cotilleos biográficos o los acontecimientos psicológicos eran parte central con o sin prueba alguna. Recuerdo que, y de esto hace un par de años, un crítico señaló que García Ponce "era un pervertido" porque podía imaginar lo que hacía "mientras escribía su obra" y, añadía, "estaba seguro de que miraba a su ayudante con mirada libidinosa mientras le dictaba" (y no transcribo el grupo de adjetivos groseros con que lo calificaba sólo porque "lo imaginaba", no lo conoció ni a él ni obviamente a su obra). Y Balthus o Nabokov ¿no fueron tildados de pedófilos por alguna crítica?

Richard Rorty reflexiona sobre la existencia de "dos tipos de textualismo":

El primero es el de aquellos que no se ocupan de la intención del autor y tratan al texto trabajándolo como si contuviera un principio privilegiado de coherencia interna, causa suficiente de los efectos que provoca en su presunto lector ideal. La segunda tendencia estaría ejemplificada por aquellos críticos que consideran cada reading como una misreading y que no se dirigen ni al autor ni al texto para preguntar cuáles son sus intenciones, sino que, normalmente "modelan al texto para adaptarlo a sus propósitos".
Aunque esta distinción es "demasiado lineal" como bien señala Eco, le sirve al semiólogo italiano para ofrecernos la distinción "entre utopía de la interpretación semántica única y teoría de la interpretación crítica (que se propone conjeturalmente como la mejor, pero no necesariamente la única) como explicación de por qué un texto consiente o estimula interpretaciones semánticas múltiples". El misreader "usa un texto para encontrar en él algo que está fuera del texto, algo más real que el texto mismo". Son lectores o críticos que señalan a la Teoría Literaria o a la Semiótica como si fuera un "complot de quien quiere hacernos creer que el lenguaje sirve para la comunicación del pensamiento", lectores que prefieren la intentio lectoris haciendo a un lado la intentio operis. Es como si interpretaran una novela a través de la sospecha, aquello de "me parece que el personaje guarda profundo dolor porque su autor sufrió mucho en la vida", situaciones que pertenecen más a la sociología de la literatura o a la psicología, que a una crítica literaria basada en lo que la intentio operis, el mismo texto, nos "dice".

Puede haber varias lecturas (interpretaciones) de una misma novela, pero "un metalenguaje crítico no es un lenguaje diferente del propio lenguaje objeto (el texto). Es una porción del mismo lenguaje objeto y, en este sentido, es una función que cualquier lenguaje desempeña cuando habla de sí mismo":

La iniciativa del lector consiste en formular una conjetura sobre la intención de la obra. Esta conjetura debe de ser aprobada por el conjunto del texto como un todo orgánico. Esto no significa que sobre un texto se pueda formular una y sólo una conjetura interpretativa. En principio se pueden formular infinitas. Pero, al final, las conjeturas deberán ser aprobadas sobre la coherencia del texto, y la coherencia textual no podrá sino desaprobar algunas conjeturas aventuradas.
El texto mismo prevé la participación del lector, la comprensión que éste tenga del mismo es muy importante. Se puede o no tomar en cuenta este momento pragmático, pero sería pertinente no olvidar que los signos literarios "son una organización de significantes" que producen un significado, y que este significado no está en el autor sino en su intención (intentio auctoris) representada en la intención de la obra (intentio operis) que el lector (intentio lectoris) interpretará. En este libro Eco insiste en que tengamos cuidado en distinguir entre interpretación de los textos y uso de los textos, no inferir lo que la novela o el cuento no ofrece, como, por ejemplo, la vida privada del autor.

He subrayado lo difícil que es decir si una interpretación es buena o no. Sin embargo, he decidido que es posible establecer algunos límites más allá de los cuales se puede afirmar que una interpretación determinada es mala e inverosímil. Como criterio, mi crítica cuasi popperiana quizá sea demasiado débil, pero es suficiente para reconocer que no es cierto que todo sirve.

10 comments:

Anónimo dijo...

como en un comentario de texto, que si no abordamos correctamente el tema todas nuestras posteriores interpretaciones serán erroneas.

a umberto eco lo estoy descubriendo también recientemente al margen de su novela y la verdad es que tiene una crítica textual muy fuerte y no muy cercana a los legos. su semiótica es apasionante.

misreader y vanas interpretaciones en la pérdida textual sobre las posibles interpretaciones perversiones... claro, al igual que el traductor - traidor. sin embargo al marques de sade se le lee perversamente por diversos motivos sin temor a errar en sus interpretaciones ni en sus perversos textos.

el que menos tendría que hablar del texto una vez escrito debería ser el propio autor.

un besazo magda en los límites de la interpretación bloguística ;-)
ya estoy esperando el (2)

Anónimo dijo...

Esto me ha recordado De la interpretación de Ricoeur. No es que tenga mucho que ver con la interpretación textual pero allá va.
La interpretación es la búsqueda de un sentido; ser no consiste en permanecer sino en ser interpretado (en una época tan poco sustancialista como ésta hay un constante anhelo de sentido, según R.).
Si la obra artística posee alguna sustancia es, justamente, la de tener que ser constantemente interpretada. Su sentido consiste en la búsqueda permanente de su sentido. El tener que ser comprendida sin fin es su modo de ser. Todo esto la hace modelo que nos ayuda a comprender nuestra propia condición de seres interpretables.

Bueno, lo dejo aquí para no dar más dolores de cabeza.

Saludos

Magda Díaz Morales dijo...

Sí, Jio, también me parece que la Semiótica de Eco es apasionante. Uno de sus libros que te recomiendo mucho es Semiótica y la filosofía del lenguaje, es excelente. Sobre todo que es una semiótica amena, ya ves que a veces la semiótica puede ser aburrida en algunos autores. Pero en eco no, es fascinante.

Y tottalmente de acuerdo: "el que menos tendría que hablar del texto una vez escrito debería ser el propio autor", la mayoría no lo hace, a pesar de que a veces los atosigan con preguntas.

Respecto a nosotros los que interpretamos, a veces inventamos cada cosa o vemos cada cosa...

Un beso, Jio.

Magda Díaz Morales dijo...

Sí, Mario, estoy de acuerdo. Esa búsqueda de sentido es justamente penetrar en el bosque narrativo, y es apasionante esta penetración. La polisemia del texto nos lleva a muchas lecturas, y lo interesante, me parece, es eso, estar en el texto y desde él ofrecer nuestra lectura.

Muchos saludos para ti.

Diana L. Caffaratti dijo...

Unberto Eco es un referente para especializar el estudio en el amplio ámbito de las lenguas y sus producciones.
Adhiero al pensamiento que afirma que es conveniente en la lectura tener en cuenta lo inmanente y lo trascendente.

Anónimo dijo...

Este post trata de un tema muy interesante y que es especialmente difícil, pues ¿hasta dónde llega la identificación plausible entre autor y obra? y más todavía, creo que el fenómeno (desagradable) de la identificación total entre una cosa y la otra se da mucho más cuando se trata de escritoras y obra. por lo que a veces, cuando narro, prefiero una persona narrativa masculina, porque muchos, muchos lectores creen que hay una relación directa entre vida y obra, y lo creen al cien por cien cuando quien escribe es una mujer.
Ahora bien, siempre se está escribiendo desde uno mismo. Hay un fondo autobiográfico en toda obra escrita, pero no en el sentido que le da el lector común.
Eco siempre es grato, aporta cosas, es esencial, como dices. Trazar la frontera entre una interpretación autobiografista o pseudo-psicoanalítica no debe llevarnos a desechar la incidencia de la vida en la obra. En suma, encontrar el punto justo es muy difícil. Un beso, Magda. Gran post.

Magda Díaz Morales dijo...

Eco es un excelente referente para el estudio del lenguaje y el discurso, si, Dilaca. Un gran semiólogo, vaya que sí.
__________

Si, es muy cierto: muchos lectores creen que hay una relación directa entre vida y obra, y más cuando se trata de escritoras mujeres (esto tiene mucho que ver, me parece, con la cultura). La incidencia de la vida en la obra puede ser, la verdad que no se hasta donde, y creo que si bien no se debe deshechar, tampoco se debe de interpretar cuando la novela o cuento no te la de. Yo pienso que a menos que lo diga, no buscarle esta particularidad.

Por todo esto que sí se torna dificil como bien comentas, me gusta mucho la diferencia que hace Eco entre autor empírico o autor persona, y el autor implícito, el autor modelo diferente al autor de carne y hueso.

Muchas gracias, que bueno que te gustó, Gabi.

Anónimo dijo...

Hola Magda: Interesante post, recuerdo que lo que escribes en base a Eco se puede hacer complementario con lo que Gadamer actualiza en su Verdad y Método: remitir al comentarista del texto a sus posibilidades de diálogo con otros comentaristas (en la tradición de la comunidad de comentario, también aceptando los criterios de autoridad). Con Dilthey está el primordial interés en que exista una comprensión del texto, claro que con él aún había resabios de romanticismo (algo que tú anotas en tu post como ese anhelo de "interpretar" al autor incluyendo la interpretación del texto). El tema me gusta como lo retomas en esta ocasión con Eco; el enfoque se me hace comunicativo, de mucha actividad (operativa) por parte del lector.
Te saluda Héctor Leonel, y te sigo leyendo aunque a veces no tenga tiempo, ni el suficiente conocimiento como para comentarte. Pero esta vez sí me atreví. Y felicidades por los cambios en el diseño de tu estupendo blog, donde el buen humor permanece. Hasta pronto.

Magda Díaz Morales dijo...

Héctor, me da mucho gusto saludarte.

Gracias por seguir aqui y por tus palabras a esta nueva fachada, y más gracias por tu ilustrador comentario.

Anónimo dijo...

Huy, qué tarde llego a la discusión... pero bueno, aquí dejaré mi granito de arena (o de cal, oye, una de cal y otra de arena). Yo creo que la interpretación no tiene otros límites que los que pone el acuerdo entre la comunidad de intérpretes. "No todo vale" para Eco, pero lo que no vale para Eco valdrá para otros... quizá menos autorizados, ojo, que no digo que todo valga para mí, yo también estoy ubicado en esas comunidades de sentido... Pues bien, en muchas de esas comunidades, no se disocia autor y obra tanto como tú lo haces, Magda... sino que la obra se entiende como un discurso que, para su comprensión en muchas dimensiones, necesita interpretarse en relacion a quien la ha escrito. Si no quedaría desubicado, flotante en la historia, podríamos tacharle el nombre del autor, y no lo hacemos, en absoluto. ¿Qué sería de Mrs Dalloway sin Virginia Woolf? Y hasta las interpretaciones más peregrinas encuentran una pequeña comunidad para obtener allí su parte de verdad. Claro que igual no es nuestra verdad.