13 de febrero de 2009

Las supersticiones de los escritores

Todos, o casi todos, tenemos supersticiones o creencias que nos acompañan siempre. Hace tiempo tuve un vestido blanco de dos piezas que me gustaba mucho, pero cada vez que me lo ponía algo desagradable sucedía, así que terminé por no ponérmelo ya nunca. Actualmente me gustan las velas, los aromas florales (magnolia, jazmin, lavanda y violeta) en el ambiente, las plantas, una atmósfera cálida en el trabajo y en casa. Creo que esto ofrece una armonía que viene de la naturaleza y consigue un estado agradable. Poseo hace años unas cuentas de cristal que traigo guardadas, sobre todo cuando viajo, siento que son de buena suerte.

Ahora miren las supersticiones de algunos escritores:

Sergio Pitol reconoce que “muchos de nosotros llevamos un amuleto en la ropa, o guardado en alguna parte de la casa; cuando nos preguntan por qué razón respondemos con la misma expresión que usa Hugo Hiriart: 'por si las moscas'. Si me preguntaran por mi fe en esos fenómenos, respondería que soy agnóstico; ni creo ni dejo de creer. Pero si me insistieran, diría que sí, que sí creo, que no logro saber por qué lo hago, pero que tengo un sistema complejo de amuletos, sortilegios, fórmulas personales para decidir qué lecturas deben hacerse para que un viaje resulte propicio, ponerme una corbata forzosamente amarilla para que cierto proyecto prospere, cosas así”.

Enrique Vila-Matas confesaba no hace mucho una lista completa de rituales: “Por las mañanas, si despierto en mi casa de Barcelona, lo primero que hago es mirar por la ventana, confirmar que se ha hecho o se hará de día. A continuación, le pongo una vela a Gombrowicz, renuevo mi culto. Después, me santiguo, hago la señal de la cruz, tranquilizo al Dios cristiano. Acto seguido, toco una varita mágica que compré en Colonia en compañía de Cristina Fernández Cubas, calmo a los dioses paganos. Esa varita está en mi escritorio desde hace once años, y cualquiera se atreve a desplazarla a otro lugar de la casa. Por si usted no lo sabía, Cristina tiene magia, tiene extrañas relaciones con el mundo de las cosas que ya no existen, se dice que tiene poderes y una gran capacidad para captar lo extraordinario en lo normal. Cuando compramos en Colonia mi varita (ella se compró otra igual), me dijo que no la perdiera de vista, por eso toco esa varita cada mañana”.

Marcel Proust volvía a casa muy tarde. Se acostaba, no sin ponerse un pijama y un grueso jersey de lana del Pirineo, que le mantenían caliente con una bolsa de agua. Luego, trabajaba hasta las siete de la mañana. Escribía deprisa, con plumillas de marca Sergent major. En la mesilla de noche tenía 15 plumas al alcance de la mano, dos tinteros escolares y un reloj de péndulo barato. Sin todo eso no era capaz de escribir.

Marguerite Duras era incapaz de escribir una línea sin una botella de whisky, y necesitaba además la misma mesa y la misma silla, delante de la misma ventana. Y silencio absoluto.

Kafka sólo escribía a oscuras o en penumbra, y sólo, además, con tinta azul o morada.

Thomas Mann se enjuagaba las manos en agua de violetas continuamente, en su estudio, rodeado de enormes palanganas.

8 comments:

Argénida Romero dijo...

Yo sólo escribó con lapiceros de tinta azul

Isabel Mercadé dijo...

Gracias,Magda, me ha encantado, porque yo también soy bastante supersticiosa y amigos que se dedican a otras ramas del saber se ríen de mí o me miran incrédulos.
Pero lo que importa aquí son los grandes escritores.
Clarice Lispector, parece ser que volvía loca a su secretaria con sus supersticiones apoyadas sobre todo en sus conocimientos de la cábala. Sólo podían escribir en cada párrafo un determinado número de líneas que debían acabar con un determinado númeo de palabras. También había que hacer un determinado número de espacios, etc. por lo visto también con la ropa y muchas otras cosas tenía sus ritos, pero no los han contado en detalle.
Un afectuoso abrazo.

Anónimo dijo...

Que bueno el vídeo de la mitología griega ¡buenísimo ! .Yo no soy escritora ,pero jamás me levanto con el pié izquierdo,y no soy supersticiosa,pero,¡ por si acaso! Saludos

Anónimo dijo...

Por aquí tenemos un obsesivo maniático (Martín Kohan), pero como es talentoso le perdonamos su neurosis.

Sobre sus agendas:

"Los que las ven siempre quedan más o menos consternados -dice Kohan-. Me pasó al sacarla cuando iba a terapia porque había un cambio de horario y mi analista, que se supone que conoce mis retorcimientos más secretos, quedó sorprendido. Para mí, son la expresión de algo natural: la combinación de obsesividad y necesidad de control que me definen".


El interior de las agendas se compone de renglones idénticos, completos de principio a fin con una letra microscópica, minuciosamente concebida para encajar en los espacios preestablecidos. "No toleraría un renglón por la mitad -aclara Kohan-. Siempre los completo, y me calma."

Vía La Nación:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1037860&high=martin

Saludos desde Baires,
APG

Javier Puche dijo...

Ignoraba que Kafka escribiese a oscuras o en penumbra. Pero parece verosímil. Su literatura brota de la oscuridad.

Magda Díaz Morales dijo...

Enjuagarse las manos con agua de violetas, como Thomas Mann, es una bella superstición, creencia o costumbre.

Gracias por sus comentarios y visita.

Anónimo dijo...

Lo de Vila-Matas me parece exagerado. El resto son más bien manías, que todos tenemos no cabe duda, pero manías más que supersticiones. Esas pequeñas costumbres a las que queremos arraigarnos.
Yo espero acostumbrarme a escribir antes las reseñas de los libros que normalmente acabo de leer antes. Un abrazo Magda.

DesEquiLIBROS dijo...

Creo que yo no soy supersticioso, pero respeto a los que lo son: si esas "costumbres" contribuyen a mejorar la calidad del producto final, bienvenidas sean.