16 de diciembre de 2012

Faulkner, cincuenta años después

El doble viaje por América Latina

En su libro Creating Faulknerʼs Reputation: The Politics of Modern Literary Criticism, Lawrence Schwartz afirmó que el ascenso de Faulkner a la fama durante los años cuarenta y cincuenta estuvo relacionado con un proyecto cultural de la Guerra fría que promovió el modernismo anglosajón “como un instrumento del anti-comunismo”. Su primer viaje fue en agosto de 1954, pocas semanas después de que la CIA derrocara al gobierno de Guatemala, dentro de un programa del Departamento de Estado estadunidense para mejorar la imagen de sus relaciones con América Latina. Hizo una escala en la embajada de Lima, donde brindó una exitosa conferencia de prensa, y viajó junto a Robert Frost a participar en un congreso internacional de escritores en San Pablo, Brasil, en el que el Departamento de Estado concentraba sus expectativas. Pero apenas llegó el 8 de agosto, comenzó a beber en exceso –el abuso del alcohol lo acompañó durante gran parte de su vida– y al día siguiente no participó en ninguna de las reuniones. A duras penas logró mantenerse de pie durante una breve aparición en la recepción que le dedicaron en su honor, tenazmente vigilado por los funcionarios estadounidenses. Esa noche continuó bebiendo en el hotel hasta el borde del coma etílico, por lo que debió ser atendido a la mañana siguiente. Se informó públicamente que “la reaparición de una vieja herida de guerra lo había incapacitado para asistir a las sesiones”, excusa derivada de otra mentira. Cuando Faulkner fue a alistarse, lo rechazaron por su baja estatura, pero durante el resto de su vida alentó la idea de que había participado en la segunda guerra mundial.

Suspendida la mayoría de las actividades programadas, Faulkner asistió a unas pocas ceremonias y tomó el vuelo de regreso con escala en Caracas, donde logró brindar una conferencia de prensa. Fue “una semana angustiante”, dijo el informe oficial de la USIS (Servicio Informativo y Cultural de Estados Unidos). Todos los funcionarios “estuvieron constantemente junto a él durante su estadía para evitar cualquier incidente mayor y toda cobertura de prensa desfavorable que pudiesen realizar los periódicos comunistas”. “No se alcanzó el máximo resultado de la visita del Sr. Faulkner –escribió John Campbell– y los frutos de sus visitas no guardaron proporción con la inversión financiera realizada por el gobierno de Estados Unidos".

El segundo viaje lo realizó a Venezuela el 2 de abril de 1961, a pedido del Departamento de Estado para promover “un mejor entendimiento cultural”. Entonces Estados Unidos refugiaba en Miami al dictador Marcos Pérez Jiménez, Legión de Mérito por sus esfuerzos anticomunistas, pero expulsado de Venezuela en 1958; acababa de bajarle al país caribeño una cuota en las importaciones de crudo y en la última visita de Nixon la comitiva había sido atacada por manifestantes. Faulkner aceptó la invitación señalando que “había esperado que la nueva administración [Kennedy] ya hubiese elaborado para aquel tiempo una política exterior. Entonces amateurs como yo (los reacios) no necesitaríamos ser enviados al frente”.

En Caracas, Faulkner se reunió varias veces con el presidente Betancourt, Rómulo Gallegos, Uslar Pietri, Juan Bosch y Arturo Croce. Un gran despliegue de prensa le permitió conquistar al público, eludió con soltura las preguntas más incómodas de los periodistas y fue condecorado con la Orden Andrés Bello, para lo cual preparó un discurso que leyó en español. Esta vez las autoridades estadunidenses quedaron plenamente satisfechas y Faulkner regresó a Oxford el 18 de abril, un día después de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, en Cuba.