La Mise en abyme es una figura que nos llega desde la pintura a la literatura, es un fenómeno artístico que debe su denominación a un procedimiento heráldico que André Gide descubrió en 1891. La doctora Helena Beristáin (1) señala que este término posee varias denominaciones: "Relato interno", "duplicación interior", "composición en abismo" o "construcción en abismo", "estructura en abismo", "narración en primero y segundo grado". Quizá –concluye- "estructura abismada" sea, en castellano, una denominación precisa". La puesta en abismo nos entrega un camino laberíntico con varias puertas en sus costados, a veces podemos perdemos o hallar una salida engañosa, así que tenemos que continuar la lectura y seguir buscando hasta salir a la luz. La raíz común de todas las puestas en abismo es la noción de reflectividad, esto es que el espacio reflejado mantiene una relación con su reflejo por similitud, semejanza o contraste. Es importante señalar que:
Funciona como sistema de señales que posibilita la comunicación entre emisor y receptor; es un arte poética, un manifiesto, una idea de texto, y permite captar simultáneamente los elementos que entran en actividad, su interrelación y el modo de su funcionamiento. Muestra en acción al enunciador (narrador) tratando de dominar su problemática, lo enfoca en plena lucha por la expresión, mientras elige, ordena, distribuye sus materiales, se apega a su idea, durante el forcejeo de la invención. Revela el principio generador de la creación y su sentido. Permite atisbar la alternancia de los momentos de la realidad de la vida y los de la realidad de la obra artística: ésta resulta ser una vivencia de la vida real como experiencia creadora y como goce estético (2)
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(1) "Enclaves, encastres, traslapes, espejos, dilataciones (la seducción de los abismos)", Acta Poética, 14-15, UNAM, 1993-94, p. 37.
(2) Ibid