20 de febrero de 2007

La ínsula Barataria

La fotografía la he tomado prestada del blog de Javier Torres. Informa que es de Alcalá de Ebro, "de fondo, amanecer en el Moncayo el día 1 de enero (2006), la Ínsula Barataria 400 años después".

Javier nos cuenta en su blog que sale a dar su habitual paseo con Chubby, su perrito, por la orilla del río, "como hiciera Cervantes (éste sin perro), para recrear los capítulos del gobierno de Sancho". Viene a propósito un texto de Antón Castro, como siempre excelente, titulado "La ínsula Barataria. Cervantes y Sancho Panza", está en su blog (intercambiando sobre el tema en la apostilla concernienten al Banco de imágenes de El Quijote, Javier me ha hecho favor de darme la referencia), es del 19 de agosto de 2004:

Miguel de Cervantes, en la segunda parte de “Don Quijote de la Mancha”, dejó a sus personajes cerca de Zaragoza, pero no los trajo a la ciudad. Para algunos críticos y estudiosos, de ese viaje interrumpido deriva la condición de “invisibilidad literaria” de Sansueña. Don Quijote demoró varias veces su entrada en la ciudad, en una ocasión porque quería conocer antes las riberas del Ebro; en otra, pernoctó en el palacio de los duques camino de la ciudad, y luego se enteró de que Avellaneda (que en realidad pudo ser un aragonés, Jerónimo de Pasamonte, de Ateca), en su “Quijote apócrifo”, contaba que el héroe venía a Zaragoza; Cervantes, para no legitimar el texto, decidió llevar a Don Quijote a Barcelona y diría: “en todos los días de mi vida no he estado en Zaragoza”. Por su parte, Sancho Panza también se quedó en Alcalá de Ebro y Pedrola, en una de las aventuras más crueles del libro, que tendría lugar en 1614. Nos referimos al episodio de la ínsula Barataria, que se desarrolla en varios capítulos (II, 40, 41, 44, 45, 47, 49, 51 y 53), donde los duques de Villahermosa –a la sazón, Carlos de Borja y María Luisa, primos entre sí- hacen entrega de una isla al escudero Sancho Panza, al cual nombran gobernador, y le someten a diversas y crueles burlas.

Curiosamente, Sancho se muestra audaz y juicioso e impone una lección de cordura a aquellos nobles ociosos y desalmados, a los que eligió Cervantes para satirizar a la nobleza española. La lucidez inesperada del acompañante del Caballero de la Triste Figura movía a la perplejidad. “Todos los que conocían a Sancho Panza se admiraban, oyéndole hablar tan elegantemente, y no sabían a qué atribuirlo, sino a que los oficios y cargos graves, o adoban o entorpecen los entendimientos”, narra el novelista.

La ínsula Barataria está enclavada en Alcalá de Ebro. Ya no hay duda. “Sancho amigo, la ínsula que os he prometido no es movible ni fugitiva: raíces tiene tan hondas, echadas en los abismos de la tierra, que no la arrancarán ni mudarán de donde está a tres tirones”, le dice el duque al escudero. El pueblo sobresalía levemente hacia el río y tenía una lengua de tierra que comunicaba la población con una pequeña isla. En los días de tormenta o de riadas, ese istmo era inundado y la isla resultaba perfecta, con sus pájaros, con su vegetación salvaje que se reflejaba, igual que hoy, en las aguas del río Ebro. No se sabe muy bien por qué se fijó Cervantes en Alcalá de Ebro (Luis Astrana Marín sugería que quizá el autor hubiera reparado en las poblaciones que llevasen el nombre de Alcalá, habiendo nacido él en Alcalá de Henares. Conviene recordar de paso que la obra magna de Cervantes iba a terminar en Zaragoza con el fracaso de Don Quijote, vencido por Sansón Carrasco), ni de donde tomó sus datos con tanta precisión, pero lo cierto es que las descripciones de Cervantes en su libro se ajustan tanto al palacio ducal de Pedrola como a la isla.

En el palacio, como recordará el lector, residían los duques. Y en él, en su patio de armas y en su jardín, ocurre la escena del caballo de madera Clavileño, en teoría capaz de realizar movimientos voladores controlados por una clavija. La broma de los duques hacia Sancho consistía en hacerle creer que había volado por los aires. Y además, en el interior del recinto, Sancho Panza dispensaba sensatos juicios a los impostores y cómplices de los nobles aragoneses y a los problemas que urdían los duques, que acabaron enojados y humillados en su propio veneno. “Cuenta la historia que desde el juzgado llevaron a Sancho Panza a un suntuoso palacio, adonde en una gran sala estaba puesta una real y limpísima mesa”, se nos recuerda en el capítulo 47. Pero la precisión de Cervantes fue más allá también en lo que se refería a la isla: escribe de murallas del pueblo que sí existieron y evoca una sima u hoya en la que tropieza Sancho cuando abandona su efímero sueño a lomos de su borrica.

¿Qué queda en Pedrola y en Alcalá del delirio cervantino? En Pedrola sigue el palacio ducal, inmenso, adosado a algunas construcciones, con su escudo de armas, sus innumerables ventanales enrejados, dominando la plaza del pueblo. Y además, una de las vías principales se llama Miguel de Cervantes, que conduce a ese laberinto de callejas angostas y más bien ocres que le dan sabor y pinturería a Pedrola. Aunque no es una ave propiamente cervantina, en la torre de la iglesia se desperezan las cigüeñas. Alcalá de Ebro no ha perdido su estampa romántica. Tras superar el paso a nivel, te sorprenden unos edificios desconchados y sin techo, que antaño fueron fábricas agrícolas. Nos han recordado algunas fotos mexicanas de Juan Rulfo. La ínsula Barataria (que debe su nombre a que ese lugar era Baratario o tal vez al “barato” total que le habían hecho los duques al escudero al concederle la falsa merced) permanece igual que en tiempos de Cervantes, aunque hay un detalle que no pasa inadvertido: un medidor de la altura de la corriente del agua tiene en su cúspide un nido de dos o tres cigüeñas. Si se sigue mirando hacia adentro, hacia la espesura, la ínsula breve sigue montaraz como antaño, las plantas y los árboles crecen a su antojo. La corriente se riza en torbellinos y ondulaciones. En una esquina de la ribera, la escultura de un meditabundo y verde Sancho Panza recuerda que estamos en una región literaria de trayectoria universal. El entorno es bucólico y sugerente: a la derecha de la estatua de Sancho Panza se abre una chopera interminable, plateada y erecta, que invita a extraviarse por ella. Una simple mirada a las torres de la iglesia de la Santísima Trinidad nos recuerda, de nuevo, que aquí se hizo gobernador e inmortal y sabio Sancho Panza, pero que ahora quien domina la situación son las cigüeñas, que se asoman al sucio espejo del Ebro.

*He leído y oído varias cosas sobre "La Ínsula Barataria". Javier Torres se va a vivir allí (yo estuve a punto de hacerlo hace un par de años), Antonio Pérez Lasheras escribe un artículo en "Qriterio", José-Carlos Mainer realiza un trabajo excelente en el disco reciente de Prames de música en La Ínsula Barataria, incluso se ha publicado una monografía sobre la isla y Alcalá de Ebro. He encontrado en mi archivo reciente este texto de uno de mis últimos viajes a Alcalá de Ebro, apareció en uno de los primeros números de "La magia de Aragón", y lo cuelgo aquí.

8 comments:

Anónimo dijo...

Qué buen texto, como no podía ser de otra manera.
Me gustan mucho los textos que relacionan cosas de las ficciones literarias con espacios y tiempos de la realidad: es como ir transitando por espejos que nos van devolviendo imágenes diferenciadas de algo que suponemos idéntico. Esta visión de la historia de Barataria desde dentro y desde fuera es muy jugosa. ¡Y pensar que el pobre Sancho anduvo burlado aquí al lado!


(P.D. cariñosa: Magda no me da tiempo a leer todas las "apos": prolífico blog el tuyo últimamente: buena señal:-)

Anónimo dijo...

Que hermoso post Magda...me es imposible alcanzarte en este sprint maravilloso de colocar cosas y apostillas tan interesantes...aún así un beso fuerte para premiar tanto trabajo.

Magda Díaz Morales dijo...

Justamente para relacionar literatura-realidad es que me atreví a tomar la foto del blog de Javier y hacer esta conjugación. La fotografía es una maravilla, Barataria 400 años después... Que hermoso.

El texto de Antón ya ni se diga, más que excelente. Creo que imagen y texto son un disfrute en esta mañana de martes de carnaval.

Magda Díaz Morales dijo...

Fernando, prometo irme más despacio. Pero a mi me sucede igual contigo, me es imposible alcanzarte, será mejor que tomemos ritmo ;)

Anónimo dijo...

en el artículo se cita a lasheras y josé carlos mainer... mmm, dos ex-profes míos.... sin embargo el quijote me lo explicó la catedrática aurora egido... y algun otro más...
me encanta el quijote, ficción y realidad imbricados de una manera magistral. tengo muy buenas y agradables anécdotas alrededor de este libro y las explicaciones, tando recibidas como explicaciones dadas por mí.
también en mi blog he tomado fotos reales para mezclarlas metaliterariamente con el quijote.

besicos linda doncella, recrearemos barataria con ese café xalapeño, sólo tengo que montarme en el caballo de madera Clavileño y me planto allá en un plim :P

Magda Díaz Morales dijo...

Yo tuve un profesor que me dio el monográfico de El Quijote con el cual o lo leíamos o lo leíamos, no había dos. Hacía el examen final uno por uno y oral, y te preguntaba lo inimaginable. Entrábamos temblando. Recuerdo que sólo pasamos tres (de un grupo como de 20, 17 se fueron a extraordinario y a título, que era la última oportunidad), a mi me fue muy bien porque ya me lo había leido mucho antes, desde niña, en los fascículos que me compraban en casa en el que Cantinflas era el narrador, eran estupendos, con ilustraciones y todo (aun guardo casi todos).

Mi querido caballero andante, cuando vea llegar a Clavileño con tan apuesto señor, tendré puesta la mesa, el café y la flor.

Besito querido, Jio.

JR dijo...

Excelente también la edición impresa de ese texto y sus fotos en la revista La Magia. Gracias Magda.

Jio, una suerte tener a Aurora Egido de profesora, es una experta Cervantista y presidenta de honor de la Asociación Internacional de Hispanistas.

Saludos

Magda Díaz Morales dijo...

Gracias a ti, Javier. Ha sido un hermoso paseo.

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