10 de febrero de 2007

Sobre la naturaleza de las cosas eróticas: González Crussí

Francisco González Crussí, Sobre la naturaleza de las cosas eróticas, 2° Ed. (México: Verdehalago, 2006)

“El cuerpo de la mujer es como fuego, y si por desgracia yo llegase a tocarte, pecaminosos recuerdos de mujer podrían entrar en mi alma”

"El ensayo es una forma de creación", dice García Ponce, y al leer Sobre la naturaleza de las cosas eróticas del escritor y médico mexicano, especializado en patología infantil, Francisco González Crussí, no queda ninguna duda. A través de una prosa erudita penetramos a un estudio del eros y del cuerpo que lo guarda.

El libro está dividido en nueve apartados, iniciando con la pregunta referente a ¿cuál es la naturaleza del impulso sexual y por qué nuestra especie ha de estar dividida en dos sexos que se atraen irresistiblemente? Asegura, por ejemplo, que cosas como la estación del año, la hora del día, no son ajenas al erotismo humano:

Dante nos habla en la Vita Nuova del momento preciso, en términos astronómicos, de su primer encuentro con Betariz: "Ella había estado en el mundo exactamente en el momento en que el cielo estrellado se mueve una doceava parte de un grado hacia el Oriente". De no haber sido poco después del equinoccio de la primavera de 1274, posiblemente la experiencia no hubiera sido tan devastadora. En consecuencia, su corta edad (ambos tenían nueve años, pero en la Italia del siglo XII, estamos obligados a admitir, la maduración sexual corría pareja con la rapidez con la que se vivía la vida) no fue ningún obstáculo para que el poeta sintiera que todo su cuerpo temblaba al ver a la muchacha; que la sangre corría más rápido por sus venas; y que la cámara secreta de su corazón reverberaba con las palabras: "Ha arribado un dios de una fuerza más grande que la mía, que viene a sojuzgarme" -a saber, el Amor-.
Pero además del tiempo y todas sus circunstancias y características climatológicas, sugiere que tengamos presente que la forma concreta de relacionarse con los otros es la del deseo, y aunque lo sabemos pocas veces lo entendemos en toda su dimensión, señala: "En vano definieron los estoicos y los epicúreos el deseo sexual como un impulso hacia el placer, o como la supresión de una necesidad dolorosa. No lograron explicar por qué un hombre que desea sexualmente experimenta deseo hacia una mujer, en vez de un deseo específicamente de placer o de librarse de una necesidad. La verdad es que el deseo es un misterioso enigma humano del que siempre ha hecho falta una definición satisfactoria. Sartre fue el primero en darse cuenta de que, por un error de perspectiva, la generalidad de los hombres se engaña al pensar que el deseo sexual es lo mismo que el deseo del coito. El impotente o el joven que no tiene conocimiento de las prácticas amorosas, experimentan no obstante deseo".

El poder erótico no es sólo uno de los más hermosos, también es uno de los poderes más exigentes, en ocasiones hasta puede convertir al seducido en esclavo. González Crussí cuenta que la amante de Claude de Clermont-Tallard, "sobrino de Diana de Poitiers, pidio una prueba bárbara de devoció de su amante. Al oir sus protestas, ella le dijo: Si me amas tanto como dices, y eres tan valiente como afirmas, clava tu daga en tu brazo por el amor que me tienes. El hombre sacó su daga y se hubiera infligido una atroz herida de no ser por la providencial aparición de un amigo que lo tomó del brazo, le quitó la daga y lo convenció del disparate de su acto".

El libro ofrece muchas y distintas visiones sobre lo erótico, la seducción, el cuerpo, repasa varias épocas y lugares. Me gustaría destacar el apartado titulado "Las condiciones para la seducción, según un antiguo texto chino". En este texto, de un novelista chino cuya obra se llama En la orilla del agua, escrita, segun apunta, hacia finales de la dinastía Yuan -siglo XIV de nuestra era- por Shi Nai-an, hay un episodio "que alude a un joven enardecido de deseo por una mujer casada, la mujer de un panadero que a duras penas se gana la vida vendiendo su pan en las calles. Al igual que en Occidente en tiempos pasados, el joven debe de solicitar la intercesión de un intermediario: era inútil intentar nada sin esta intervención. El intermediario, la señora Wang, escucha la súplica del joven y se entera de sus intenciones. Ella responde con una sistematización preliminar de los requisitos que, a su juicio, debe cumplir cualquier hombre que quiera tener éxito en una empresa erótica:

Condiciones para una buena seducción:

Primero, debes tener la figura de Panan (un hombre extraordinariamente guapo). Segundo, debes de tener un don de burro (esta vulgar condición, expresada sin ninguna otra precisión en el texto chino, puede aludir en términos generales a un vigor lúbrico capaz de incitar a un deseo incesante, o quizá simplemente signifique lo que dice. El lector debe recordar que es una campesina china quien habla, cuyo conocimiento directo de la vida se expresa a través de un lenguaje igualmente directo, prosaico). Tercero, debes tener las riquezas de Deng Tong (protegido de Wen Di 179-157 a.C., emperador de la dinastía Han). Cuarto, debes tener una gran paciencia. Debes ser capaz de parecer humilde aun cuando sientas que has sido insultado. La quinta y última condición es tiempo libre. Debes tener tiempo para planear, y seguir entonces tu estrategia, cualquiera que sea. Debes estar disponible siempre que se requiera.

9 comments:

Anónimo dijo...

Sólo son cinco condiciones pero ¡Que condiciones! Es una mujer un tanto exigente...

La sexualidad humana es bastante diferente a la del resto de los animales, y además tiene toda la carga de la cultura. No es fácil esclarecer la naturaleza del deseo.

Anónimo dijo...

La apuesta por la "intermediación" en una relación de dos es una acción celestina de siglos pasados, tal vez anacrónica sobre la sua aplicabilidad contemporánea.
¿Deseo erótico? excelente leerla, señora Magda.

Anónimo dijo...

Gracias por esta excelente reseña. Tiempos sin vistar tu blog, pero muy contento de volver.
Saludos

Anónimo dijo...

Ante tan linda cita le hago llegar una acotación relacionada al resto de su peculiar y bonita apostilla.
La Beatriz de Dante siempre ha sido, me parece, un personaje alejado de la tensión del "deseo erótico" tal como se muestra en su post y en de las comedias dramáticas de hace siglos. Me explico, la dona angelicata que figura en la cita, si es así como la concibe su amado, no parece mantener correspondencia con las ideas acerca del amor que posee la dama intermediaria, la señora Wang. Piense Ud. ahora en un contrapuesto, La Celestina de Rojas, esa antigua precursora de la novela moderna que inscribe en sí misma un final trágico. Considero que esa vieja novela y su personaje inquietante (la Celestina) posee mayor riqueza literaria que el texto mencionado, la misma va aparejada de un contenido moralizador que no se debería perder de vista al realizar sugerencias que podrían resultar reductivas ante una gran abanico de posibilidades que podría tener el amante, si las buscará al menos.
Aunque, pensándolo bien, no sé si recuerda el uso del aparte (no acotado), los monólogos y la ironía provenientes de la comedia latina de Terencio... para pensar. Pero ya se ha dicho, como en la comedia elegíaca hay un papel activo de la amada y un ambiente coetáneo propicio para su desarrollo. Pero el amado/"amante" tiene que ponerse bien los calzoncillos y dejarse de sonseras para hablar directamente; es decir, ya no estamos entre la Edad Media y el Renacimiento, o ¿sí?
Saludos

Magda Díaz Morales dijo...

Palimp, cinco condiciones que de tenerlas alguien su reino no sería de este mundo, imáginate: belleza física, dinero a raudales, paciencia (que trae la tolerancia) y tiempo libre. Lo dicho, su reino no sería de este mundo ni del mundo de finales de la dinastía Yuan. Lo estupendo es que después de citar estas condiciones, el terma de la señora y el pretendiente continúa y vemos como se va solocionando estas condiciones y como las maneja el joven. Es un texto muy largo para transcribirlo aquí, pero me hubiera gustado para que se pudiera observar la inteligencia con que todo llega a su culminación. El autor del libro califica como excelente esta manera de seducción, y sí, cuando se puede conocer todoel apartado se queda uno impresionado porque nada tiene que ver con juegos de don juanes o cosas parecidas.

Totalmente de acuerdo, la sexualidad humana, como todo en este mundo, tiene toda la carga cultural...

Magda Díaz Morales dijo...

Fu man chu, recordemos que la cita es de un libro de finales de la dinastía Yuan, siglo XIV de nuestra era. Ahora por supuesto que puede parecernos anacrónica, pero han pasado siete siglos de eso. En occidente esto del intermediario (además de la figura aquella del que cuidaba a la pareja cuando el novia visitaba a la novia) se usó no hace mucho, todavía a inicios del XX se daban bastantes casos.

Muchas gracias, bienvenido a Apostillas literarias.

Magda Díaz Morales dijo...

Álvaro, me alegra saludarte, siempre bienvenido.

_______

Anónimo/a, que lástima que no dejas tu nombre.

Así es, la dona angelicata que figura en la cita de González Crussí por supuesto que no mantiene correspondencia con las ideas acerca del amor que posee la dama intermediaria, la señora Wang. La cita que realiza sobre Dante señala la influencia que muchas veces tiene lo astronómico sobre el erotismo, y lo de la señora Wan son formas de seducción que se usaron en China a finales de la dinastía Yuan, otra cultura muy diferente.

Si, es verdad, no había pensado en La celestina, si que tendría mayor riqueza literaria si lo comparamos con el texto anteriormente mencionado. Pienso igual, "el amado/amante" tiene que ponerse bien los calzoncillos y dejarse de sonseras para hablar directamente", pero creo que esto no tiene que ver con que estemos o no entre la Edad Media y el Renacimiento, en pleno siglo XXI se dan casos, y vaya que si, en que tanto hombres como mujeres realizan, en este tema, acciones tangenciales...

Muchas gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...

Pero que música tiene usted! es un éxtasis entrar a su página.

Alicia Rosell dijo...

Querida amiga: Me alegra comprobar que tus comentarios superan con creces los textos que tan cuidadosamente seleccionas. Me quedo sin palabras con que expresarte mi admiración, como cuando leí tu libro. Y es que el ensayo y el erotismo son de tu dominio, querida Magda.

Vuelves al tema -aunque creo que nunca lo has dejado- con un título y autor nuevo, lleno de erudición, atrayente y que por su forma de enfocar la erótica humana sin ambajes y recreándonos otros universos llenos de erotismo, es aval suficiente para tener en cuenta.

Qué poco hemos cambiado hombres y mujeres en nuestras relaciones. Todavía en la primera mitad del siglo XX, en nuestra patria, las parejas llevaban "carabina".

"El ensayo es una forma de creación", decía García Ponce, y estoy totalmente de acuerdo. Así es que, si él lo dice y lo corrobora este libro que nos reseñas, ya no me caben dudas.

Felicidades por esta reseña, no tiene desperdicio. Es un placer leerte, amiga.

Un beso,
Puri.

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