7 de marzo de 2007

Contra Sainte-Beuve. Recuerdos de una mañana: Proust

Marcel Proust, Contra Sainte-Beuve. Recuerdos de una mañana (Barcelona: Tusquets, 2005)

Qué gran placer es terminar de leer un libro tan maravilloso como éste, escritos que posteriormente darán lugar a su novela En busca del tiempo perdido.

¿Qué decir sobre el libro? Primeramente necesitaría definir si es novela o es ensayo estos documentos (que pueden clasificarse en tres grupos) que Proust preparó y redactó entre el invierno de 1908 y el otoño de 1909, y que nunca se publicaron en vida del autor. Al principio, el escritor duda la forma que dará al libro, simultáneamente a la redacción de este ensayo, Contra Sainte-Beuve, escribe los primeros esbozos de un relato en el que defiende, según se nos cuenta en el Prólogo, "la importancia de la memoria involuntaria frente a la facultad de la inteligencia, relato que comienza con la escena del despertar de una mañana cualquiera y la visita de su madre" que se acerca a su cama para dialogar con él sobre literatura.

Todo inicia cuando el narrador nos cuenta que cada día le otorga menos valor a la inteligencia, esa "esencia íntima de nosotros mismos". Está pensando en ello cuando, de pronto, lo que reflexiona lo lleva a recordar, pero lo hermoso de esto es que el recuerdo, de mano de la memoria, llega a través de las sensaciones que le ofrecen las cosas o los objetos: una tela, un té, un paisaje, un tren, una habitación, la noche, una postura del cuerpo, un olor:

Al atravesar el otro día una recocina, un trozo de tela verde que tapaba una parte de la mampara, que estaba rota, me hizo parar en seco y escuchar dentro de mi. Me llegaba un efluvio de verano. ¿Por qué? Traté de hacer memoria. Veía unas avispas en un rayo de sol, un olor a cerezas en la mesa, no pude recordar. Por un instante, fui como esos durmientes que al despertarse por la noche no saben adonde están, que procuran orientar el cuerpo para cobrar conciencia de donde están, sin saber en qué cama, en que año de su vida se hallan. Seguí dudando un instante, buscando en torno al cuadrado de tela verde el lugar y el tiempo en que mi recuerdo, que apenas se despertaba, debía situarse.

La enunciación narrativa es el lugar desde donde el narrador-personaje cuenta, estamos ante una meta-narración, es decir, se hace ostensible la propia acción del narrador y ello puede ser para mostrar o exhibir el carácter de artificio del objeto artístico. El texto realiza una reflexión sobre sí mismo, la voz del narrador medita sobre lo que está contando y hasta uno, como lector, siente que nos exhorta a que compartamos junto con él sus reflexiones y opinemos de ellas. Hay prioridad de la enunciación por sobre el enunciado. Asimismo, si bien el narrador nos describe el objeto contemplado ello no es lo esencial, lo más importante es la actividad perceptiva, eso que le revela sus sentidos, las impresiones que le provoca lo mirado, lo olido, lo sentido, lo tocado, lo gustado, que lo remontan a aquel instante ya vivido que al traerlo al presente a través de la memoria le incita las mismas sensaciones que vivió en aquel momento que está recordando. Las apariencias quedan anuladas para redescubrir la multiformidad de la realidad, por ejemplo dice de la belleza: "La belleza no es como un superlativo de lo que imaginamos, algo abstracto que tenemos ante los ojos, sino por el contrario algo nuevo, imposible de imaginar, que la realidad nos presenta". Ante todo esto que sucede en la sensación que vive al recordar, deviene la vivencia. El camino sería: Percepción de la apariencia, impresión, sensación, penetrar dentro de sí mismo, vivencia.

Me quedan muchas cosas por decir de esta obra, probablemente su poética se encierra en estas palabras que expresa el narrador:

La realidad verdadera es interior y puede desligarse de una impresión común, incluso frívola o mundana, cuando se halla a cierta profundidad y liberada de esas apariencias. Quizá cuando nos hallemos ante un artista de verdad que, tras romper las apariencias, haya descendido a la vida auténtica, podamos, al tratarse de una obra de arte, interesarnos más por una obra que ponga en juego problemas más extensos.

Recuerdo que Pavese decía en El oficio de vivir: "mis palabras han sido sólo sensaciones”...

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