Antología del cuento literario, Selección y edición de Miguel Díez Rodríguez (Madrid: Alhambra, 2005).
Antes de despertar, al narrador-personaje de "¿Dónde está mi cabeza?", de Pérez Galdós, se le presenta una angustia sospechosa y una tristeza muy honda. Al despertar, no quiere ni moverse, no posee el valor para reconocerse y "pedir a los sentidos la certificación material de lo que ya tenía en mi alma todo el valor del conocimiento". No obstante, puede más en él la curiosidad que el terror y alarga la mano para palparse de hombro a hombro y darse cuenta de que no tenía cabeza:
Antes de despertar, al narrador-personaje de "¿Dónde está mi cabeza?", de Pérez Galdós, se le presenta una angustia sospechosa y una tristeza muy honda. Al despertar, no quiere ni moverse, no posee el valor para reconocerse y "pedir a los sentidos la certificación material de lo que ya tenía en mi alma todo el valor del conocimiento". No obstante, puede más en él la curiosidad que el terror y alarga la mano para palparse de hombro a hombro y darse cuenta de que no tenía cabeza:
Imposible exponer mi angustia cuando pasé la mano sin tropezar con nada... El espanto me impedía tocar la parte, no diré dolorida, pues no sentía dolor alguno..., la parte que aquella increíble mutilación dejaba al descubierto... Por fin, apliqué mis dedos a la vértebra cortada como un troncho de col; palpé los músculos, los tendones, los coágulos de sangre, todo seco, insensible, tendiendo a endurecerse ya, como espesa papilla que al contacto del aire se acartona... Metí el dedo en la tráquea, tosí... no tenía cabeza.
De inmediato se incorpora y se pone a buscar su cabeza: sobre la mesita de noche, en el suelo, en alguna silla, debajo de la cama, pero nada, no la encuentra. No tuvo más remedio que llamar a su criado, Pepe, pero éste no se asombró tanto como se esperaba, sólo lo miró con una "lástima silenciosa" y, siguiendo órdenes, también inicia la búsqueda de la cabeza. Tampoco la halló ni en el gabinete, ni en la sala, ni en la biblioteca. Empieza a enlazar impresiones y recuerda un hecho que le trae tranquilidad: eran como las tres de la madrugada cuando sintió un ardor en su cerebro, y no consiguiendo quitarlo con nada, toma con las manos su cabeza, la va ladeando poquito a poquito, "como quien saca un tapón muy apretado", y se la quita. Esto lo hizo sentir no sólo fresco, sino aliviado. Así que a nuestro personaje le surge una esperanza: "¡Mi cabeza está en mi despacho! Anoche estuve trabajando hasta ahora muy avanzada en mi discurso-memoria sobre la Aritmética filosófico-social, o sea, Reducción a fórmulas numéricas de todas las ciencias metafísicas". Pero la esperanza se esfuma, tampoco está en su despacho.
Decide consultar, en su consultorio, a un amigo médico, el señor Miquis. Éste, sin mayores aspavientos, le sugiere que tenga paciencia, que la cabeza existe "¿Dónde está? Ese es el problema". Había que buscarla, en algún lugar aparecería. La esperanza lo alentaba. De regreso a casa del despacho del médico le da por caminar hasta el agotamiento, así que decide llevarla tranquila y ver los escaparates de las tiendas. De pronto, en la vitrina de una peluquería elegante...
Decide consultar, en su consultorio, a un amigo médico, el señor Miquis. Éste, sin mayores aspavientos, le sugiere que tenga paciencia, que la cabeza existe "¿Dónde está? Ese es el problema". Había que buscarla, en algún lugar aparecería. La esperanza lo alentaba. De regreso a casa del despacho del médico le da por caminar hasta el agotamiento, así que decide llevarla tranquila y ver los escaparates de las tiendas. De pronto, en la vitrina de una peluquería elegante...
1 comments:
Muy interesante la historia, quiero leerla. GRACIAS POR EL PEQUEÑO ARGUMENTO
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