10 de marzo de 2007

El boom de la literatura japonesa

Hace un par de días leía en el blog de Alejandro Gándara, El escorpión, lo siguiente (tomo sólo el inicio):

Estaba leyendo ayer unas declaraciones de Murakami o Marikuni o Karamumi, o sea el de 'Tokio Blues' (que por cierto ha sacado hace dos o tres meses 'Kafka en la orilla', también en Tusquets, y que espero tengan ustedes la gentileza de ahorrarme la lectura, al menos hasta que se convierta en imponderable)…

Sin duda, no importa que Murakami entre en esa pasión japonesa que muchos lectores poseen por la literatura escrita por autores del Sol naciente; así es la literatura, hay autores excelentes que no gustan a algunas personas, y qué le vamos hacer, así es.

El boom de la literatura japonesa

La cultura japonesa seduce en forma permanente, su exotismo llama la atención más allá del sushi, el manga y el animé. Ahora es la literatura japonesa la que fascina, provoca y convoca a lectores fans que agotan las ediciones de escritores como Haruki Murakami o Banana Yoshimoto y hasta se inician en el estudio del japonés con la secreta ilusión de leer en la lengua original. Y hay también lectores que, reflexivos y obsesivos, indagan en los orígenes de la letra japonesa, van en busca de otros autores y libros que hablen del Japón perdido.

Hay algo de desconcertante en el trazo japonés. Y no sólo es una cuestión de fina y elegante caligrafía, lo es también el resultado de las tramas de las novelas japonesas, de esos relatos que por momentos son nebulosos y donde los recuerdos se turnan con el realismo para tejer una trama en una zona donde la porosidad de la frontera entre la vida real y la imaginada se agudiza y el relato, agitado, al fin fluye. Esas imágenes poco claras suelen armar historias fascinantes que, sin duda, seducen en un primer acercamiento desde la rareza. Japón todavía es un país exótico a los ojos occidentales, y esa característica es la puerta de entrada para adentrarse en una cultura tan compleja como atractiva.

En las novelas japonesas siempre muere alguien. Pero la muerte no es un tema de fondo ni un ruido externo, es parte determinante de la trama. Y no es extraño porque la muerte está presente en la cultura japonesa y muchas veces los protagonistas de las novelas, y de la vida real, mueren y deciden morirse de diferentes formas. Hay un deambular distinguible en la singularidad de cada historia que hace que lo imprevisto rompa calmas que parecían perpetuas o que la trama psicológica, de suspenso, se mezcle con lo místico, con la muerte y con la vida más allá de la muerte.

Nombres como Murakami, Yoshimoto o Yasunari Kawabata son casos de ventas llamativos que a su vez provocan el efecto de búsqueda de clásicos como Yukio Mishima, Kazuo Ishiguro, Kenzaburo Oé, Junichiro Tanizaki, Yasushi Inoué, Hisako Matsubara, Ryunosuke Akutagawa, Sei Shonagon entre otros. En los últimos años, y especialmente desde 2005, las cifras de ventas de libros de literatura japonesa superaron los 160 mil ejemplares, de los cuales más de 60 mil corresponden a libros de Kawabata y casi 45 mil a los de Murakami. Esto sin tener en cuenta libros de haiku, filosofía, cocina, fotografía, entre otras inquietudes.

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