Recuerdo que cuando leí
Sin destino volvió a sobrecogerme el pensar en todo lo que Budapest sufrió con la guerra mundial, como tantos países. Su autor, Imre Kertész, me pareció estupendo, como parece serlo otro escritor húngaro: Sándor Márai, calificado como "el Marcel Proust de Hungría". Dice
la reseña:
Las vueltas de la literatura: un escritor silenciado por el gobierno de su país, un escritor que debe conformarse con publicar sus novelas en pequeñas editoriales de exiliados y que a fines de los ochenta se encuentra completamente solo, lejos de su tierra y de su lengua, se suicida sin siquiera imaginar que su obra, diez años más tarde, se transformaría en uno de los fenómenos editoriales más llamativos de los últimos años. Todo comenzó cuando la editorial italiana Adelphi, la misma que en 1952 rescató de la censura comunista la novela El doctor Zhivago, adquirió en 1999 los derechos para publicar la obra del húngaro Sándor Márai. Al año siguiente se sumaron editores alemanes, norteamericanos, ingleses y españoles, al punto de que hoy todo el mundo lee esos libros transparentes y profundos, esos libros que hablan de la fe, el amor y la pasión, esos libros que llevan la rúbrica indeleble de Sándor Márai.
"En Budapest, en el edificio que se construyó en el lugar de la casa donde vivió y que fue bombardeada en la Segunda Guerra Mundial, cuelga una placa conmemorativa y enfrente, en un pequeño parque, un busto rinde homenaje a su memoria. Existe un premio de Sándor Márai que desde 1996 se otorga a tres autores por su trayectoria artística o por una obra destacada. Uno de los galardonados siempre es un autor que escribe en ese idioma pero no vive en Hungría. De esta manera se rinde homenaje a Márai, que nació en Kassa, que ahora pertenece a Eslovaquia y donde hace poco también se ha comenzado a traducir su obra al eslovaco. ¿Cómo se sentiría él ahora? La respuesta posible habría que buscarla en las páginas de Sándor Márai, la biografía de Ernö Zelter: "Los monumentos están destinados a que primero acudan a visitarlo los escolares y a que luego acudan los perros a mearlos. Tras la muerte de cada escritor ha de transcurrir primero una especie de periodo de purgatorio antes de poder decir lo que ha quedado de él", en
El seductor tardío.
Por cierto, uno de los pocos pasatiempos de este escritor, desde San Diego, California, donde pasó los últimos viente años, era viajar a México... Dentro de unos días voy a Budapest, estoy muy contenta.
Sandor Marai: un interesante artículo en el blog de Jean François Fogel