Para vivir, Hervé Joncour compraba y vendía gusanos de seda. Siguiendo los consejos del inteligente Baldabiou (productor de seda), se convierte en constante viajero a Japón. Necesita conseguir huevos sanos ante las epidemias que afectan a los gusanos de seda en Francia. Viajar tantos kilometros no era nada sencillo en aquella época, era 1861, cuando "Flaubert estaba escribiendo Salammbô, la luz eléctrica era todavía una hipótesis y Lincoln estaba combatiendo en la guerra cuyo final no vería". Apremiaba salvar no sólo su negocio, también otras hilanderías de Lavilledieu, el pueblo adonde vivía al lado de Hélène, su esposa.
Después de meses de viajar llega ante el "hombre más inexpugnable del Japón", Hara Kei, que, sentado con las piernas cruzadas en el suelo, tenía como "el único símbolo visible de su poder a una mujer tendida junto a él, inmóvil, con la cabeza apoyada en su regazo, los ojos cerrados, los brazos escondidos bajo el amplio vestido rojo que se extendía a su alrededor, como una llama, sobre la estera color ceniza. Él le pasaba lentamente una mano por los cabellos: parecía acariciar el pelaje de un animal precioso y adormecido". Cuando después de un rato, y de pronto, la muchacha abre los ojos, Hervé Joncour percibe que "aquellos ojos no tenían sesgo oriental, y que se hallaban dirigidos, con una intensidad desconcertante, hacia él: como si desde el inicio no hubieran hecho otra cosa, por debajo de los párpados".
Quisiera detenerme especialmente en esta mujer de ojos "sin sesgo oriental" y en Hélène, la esposa de Joncour. De la primera, hay comentarios que opinan que Joncour se enamora de ella y que lo hace porque: "no parece oriental (¿puede ser racista?), tiene el rostro de una chiquilla ¿será también pederasta?) y es muda (así no le hace reproches)". En mi lectura no he hallado indicios de si la joven con ojos "sin sesgo oriental" es muda o no, tampoco si realmente Joncour se enamora de ella o sencillamente siente una fuerte atracción por una mujer joven, enigmática, sensual, que es capaz de asir la taza de te de Joncour y tomar en el mismo lado adonde él acaba de poner sus labios (todo ello sucede frente a Hara Kei). Una mujer que poco antes de regresar a su pueblo le deja en la mano una hoja de papel con un ideograma escrito en tinta negra que, más tarde, Madame Blanche le traduce: "Regresa o moriré". Una mujer a la que le busca los ojos y siempre los encuentra, "era una especie de triste danza, secreta e impotente". El único contacto que tienen es cuando un día Joncour regresa a su casa (la que usaba mientras estaba en Japón) y encuentra a dos mujeres, a una oriental y a ella:
No le dejó tiempo para hacer nada. Se acercó, le cogió una mano, se la llevó a la cara, la rozó con los labios, y después, apretándola fuerte, la puso sobre las manos de la muchacha que estaba a su lado, y la mantuvo allí, durante unos instantes, para que no pudiese escapar (...) y salió corriendo.
El énfasis en "esto es seda", es mío.Sigue así, quiero mirarte, yo te he mirado mucho pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate donde estás, tenemos una noche para nosotros, y yo quiero mirarte, nunca te he visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si te es posible, y acaríciate, son tan bellas tus manos, he soñado con ellas tantas veces, ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, te lo ruego, continúa, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate, amado señor mío, acaricia tu sexo, te lo ruego, despacio, es hermosa tu mano en tu sexo, no te detengas, a mí gusta mirarla y mirarte, amado señor mío, no abras los ojos, todavía no, no debes tener miedo, estoy cerca de ti, ¿me sientes?, estoy aquí, te puedo rozar, esto es seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, de repente sentirás el calor de mis labios sobre de ti, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de repente, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las pestañas, sentirás entrar el calor en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea en tu sexo, apoyaré mis entreabra mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva descenderá por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te deseo, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te deseo, y con el corazón entre mis labios tú serás mío de verdad, con mi boca en el corazón tú serás mío para siempre, si no me crees abre los ojos, amado señor mío, y mírame, soy yo, quién podrá borrar este instante que sucede, y este cuerpo mío ya sin seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que deslizas debajo de mí, aferras mis caderas, me levantas, dejas que me deslice sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote lentamente, tus manos en mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves lentamente pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me alza, tus brazos que no dejan que me marche, los golpes dentro de mí, es violencia dulce, veo tus ojos que buscan en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, amado señor mío, no hay final, no acabará, ¿lo ves?, nadie podrá borrar este instante que sucede, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos separando las lágrimas de mis pestañas, mi voz dentro de la tuya, tu violencia que me tiene aferrada, no queda tiempo para huir ni fuerza para resistirse, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, amado señor mío, este instante existirá, de ahora en adelante, existirá, hasta el final.
-No nos veremos más, señor.
-Lo que era para nosotros, lo hemos hecho, y vos lo sabéis. Creedme: lo hemos hecho para siempre. Preservad vuestra vida resguardada de mi. Y no dudéis un instante, si fuese útil para vuestra felicidad, en olvidar a esta mujer que ahora os dice, sin añoranza, adiós.
13 comments:
Ese adiós tiene un irresistible sonido a seda.
Es muy impresionante el texto que transcribes: tanta fuerza, tanta ansiedad, tanta afirmación, aunque aparentemente tanta desesperación... Seguramente no tendrá nada que ver, pero así de pronto, me ha hecho acordarme de la magnífica película "El imperio de los sentidos"; ese ansia de plenitud erótica, de absoluta compenetración...
Y una pequeña, humilde y dispar coincidencia: en el último poemeta que subí al blog, se decía: "yo habitaba en un cuerpo de seda". Curiosidades del ciberespacio.
Un beso, Magda, desde la orilla del mar todavía.
Reconozco que la novela me decepcionó bastante. Me la habían puesto muy bien y creo que no es para tanto. Tiene virtudes, no lo niego.
Cuando te enteras en la novela que esta carta no ha sido escrita por la mujer que no tiene ojos de oriental sino por la esposa de Joncour, te quedas impactado. Ella supuestamente no sabìa nada de toda esta atracción entre su esposa y la joven en Japón. Además, la carta necesita estar escrita en japonés para hacer creible al esposo que es de la joven, por ello va con Blanché, esa mujer japonesa que vive en un pueblo cercano para pedirle que la escriba en ese idioma. Esto en la novela es muy bello, sobre todo cuando Joncour se entera de todo esto. De lo que es capaz de hacer alguien por amor o por comprender al otro hasta ese punto. Ello también es seda...
Saludos, Malvisto.
Sí, es una carta plena de erotismo y precisamente le dice al esposo loq ue éste necesita escuchar. Es sorprendente porque ella no sabe, supuestamente, de esta atracción con la chica de Japón.
Pero pensandolo en este momento, me viene a la mente que quizá a la esposa se lo dijo Baldabiou, y solo se puede inferir a través de la lectura. Éste se entera de la relación de la joven y Joncour porque Joncourt se lo cuenta y hay un pequeño indicio en la novela que puede dar para interpretar que Baldabiou y la esposa tuvieron algo que ver mientras Joncour viajaba...
Luisa, qué delicia seguir disfrutando de días en la playa.
Palimp, creo que por primera vez no estamos de acuerdo, a mi me parece una excelente novela. Me parece que dice más en lo que no dice, que en lo que dice. Tan sólo el erotismo que la puebla ya es una delicia.
Y dicho sea de paso, cuando leí la nota sobre ella que referencio arriba, adonde se acusa de machista a la novela y se expresa que era muda la joven no oriental, me quedé impactada. Pero bueno, de inmediato pensé que habíamos leido dos libros diferentes.
Yo tampoco estoy de acuerdo con la crítica de Thersuva, pero creo que mi problema fue de expectativas. Todo el mundo me la había puesto por las nubes y no sé qué me esperaba. Tampoco lo leí en el mejor momento.
Pero con todo pienso que está sobrevalorada. Pero claro, hay tantos libros como lectores :)
La fábula de Seda se advierte en la transformación y en su empeño ("Yo no amo esta lengua, monsieur, quiero olvidarla..." Lo mismo en las intervenciones de Madame Blanche, o en la escena en que Hervé Joncour se refleja en el agua, donde se refleja -antes que su figura-, su pasada vida. La ambigüedad del relato impone su tono. Luego Baricco se despeña en City, pretenciosamente, artificiosamente. Abrazo rioplatense, querida Magda.
Hace unos días hablaba de esta novela -de Baricco en general- con una amiga que la había leído recientemente.
Ambos coincidimos en que era una novela bonita, nada más (y nada menos), un poco meliflua quizás.
En cuanto a Baricco, nada de lo que ha escrito al margen de Seda merece la pena, pese a que en Italia esté -exageradamente- bien considerado.
Palimp, en lo personal Seda es lo que más me ha gustado de Baricco, lo demás la verdad que no mucho, aunque solo he leido City y Sin sangre. Me gustaría leer su ensayo 'El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin', el título es simpático.
Seda me parece buena, especialmente todo ese contexto histórico que lo sustenta, y el erotismo, por supuesto. Y es cierto, hay libros como lectores.
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Gabriel, las intervenciones de Madame Blanche son especialmente interesantes, cuando dice "Yo no amo esta lengua, monsieur, quiero olvidarla..." te preguntas muchas cosas. Y esas flores azules en las manos, como anillos, y esas flores azules que aparecen en la tumba de la esposa del protagonista...
Quedan muchas preguntas cuyas respuestas quedan en manos del lector, eso es lo que también me ha gustado de la novela.
Un abrazo para ti.
Creo que soy de la opinión de Palimp, salvo que no me decepcionó porque no había leído ninguna crítica ni siquiera un breve resumen. Cayó en mis manos por prestamo de alguien a quién impresionó bastante. Pero, al igual que Magda, creo que lo verdadero de la novela está en lo que no se dice, pero se respira.
Que bueno que no leiste ninguna critica, HyR, no hay necesidad de hacerlo. Creo que nuestra lectura es la mejor guía.
Termine hace unos dias el libro y me parece de una ternura exquisita, poblada de pequeñas joyas literarias, estoy contigo que le libro es mas interesante por lo que simplemente apunta que por lo que narra, deja muchas cosas abiertas a la imaginacion del lector... muy bonita tu reseña literaria
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