30 de noviembre de 2006

Cuentos completos: Oscar Wilde

Oscar Wilde, Cuentos completos (seguidos de sus poemas en prosa y un ensayo) Trad., Prologo y notas de Delia Pasini (Buenos Aires: Losada, 2005).

Hace unos días pasé a la librería sólo a curiosear, a ver que había llegado de nuevo. Pero es imposible no comprar un libro, por más que te digas "pero si tengo en mi escritorio aun varios por leer", nada, no sirve, no se puede contener el tomarlo y salir con él con una gran sonrisa. También me traje Antes de que hiele, de Henning Mankell (quien acaba de ganar el Premio Pepe Carvalho, un galardón que reconoce a autores de prestigio y trayectoria reconocida en el ámbito de la novela negra), adonde se enfrentarán juntos uno de mis detectives favoritos, Kurt Wallander y su hija, Linda. Parece ser que los dos hacen un descubrimiento aterrador: hallan la cabeza de una mujer degollada, dos manos unidas, y del resto del cuerpo no hay rastro.

Este libro de Wilde reúne sus cuentos, sus poemas en prosa y al final está un texto clasificado como "ensayo", pero que puede leerse como novela corta, cuento o ensayo-ficción, tiene de todo a la vez. Se trata de "El retrato de W.H.", un texto espléndido. Se inicia de la siguiente manera:

Había cenado con Erskine en su linda casita de Birdcage Walk y estábamos sentados en la biblioteca ante nuestros cafés y cigarrillos cuando la cuestión de las falsificaciones literarias surgió casualmente en la conversación. No puedo ahora recordar cómo fuimos a dar con ese tópico un tanto extraño, al menos para aquella época, pero sí haber sostenido una extensa discusión acerca de Macpherson, Ireland y Chatterton y, respecto a este último, yo insistí en que sus así llamadas falsificaciones eran tan solo el resultado de su deseo artístico por obtener una representación perfecta (...), censurar a un artista por haber hecho una falsificación era confundir un problema ético con un estético.

Al terminar de hablar, Erskine le pregunta al narrador: "-¿Qué opinaría usted de un joven que por sostener una rara teoría sobra una obra de arte cometió una falsificación para probarla? Sucede que un amigo de Erskine llamado Cyril Graham, le deja un cuadro que tenía como imagen el retrato de cuerpo entero de un joven ataviado con ropas de fines del siglo dieciséis, de pie junto a la mesa, con su mano derecha apoyada sobre un libro abierto. Él joven, Willie Hughes, parecía tener 17 años y poseer una belleza extraordinaria, además de ser algo afeminado (la descripción me hizo recordar a Tadzio, de Muerte en Venecia): “sus cabellos dorados, su gracia tierna, semejante a la de una flor, su mirada profundamente soñadora, sus miembros delicados y flexibles y sus manos blancas como lirios”. Cuando el narrador pregunta quién es el joven del cuadro, Erskine le dice que es el retato de W. H. "-¿el W. H. de Shakespeare?"

El caso es que se supone que Shakespeare escribió unos sonetos dedicados a William Herbet (lord Pembroke), pero Cyril Graham tiene otra teoría la cual manifiesta que estos sonetos no están dedicados a este lord sino a un actor del cual Shakespeare estaba enamorado y que formaba parte de su compañía: Willie Hughes. Hace todo un estudio muy profundo de los sonetos y le cuenta sus descubrimientos a Erskine quien no le cree porque le comenta que para que su teoría tenga sentido debe de encontrar al real, al menos hallar escrito su nombre en algun sitio. Cyril Graham, sin que nadie sepa, manda a hacer un cuadro a un pintor (Edward Merton), con las características que vislumbra a través de los sonetos, de Willie Hughes y le da este cuadro a Erskine como comprobación de que sí existe W. H. Pero Erskine descubre que es una falsificación y muy enojado se lo reclama a Cyril Graham quien se suicida ante este develamiento dejándole una carta a Erskine que terminaba encomendándole la teoría sobre Willie Hughes, teoría que continua el narrador, impresionado ante tal hallazgo. Erskine también muere dejándole de regalo el cuadro al narrador quien exclama:

Morir por sus creencias teológicas es el peor uso que un hombre puede hacer de su vida pero ¡morir por una teoría literaria! Me parecía imposible.

Se ha comentado que la poética que Wilde ofrece a través de este ensayo es que la crítica literaria erige una forma de ficción, de creación artística. Lo que es notable es el profundo conocimiento que Wilde despliega en este texto sobre los sonetos shakespearianos de los que hace una análisis excelente y con él, el desarrollo de toda una estética.

27 de noviembre de 2006

La poesía erótica de Pietro Aretino: SMA

Les iba a comentar sobre los Cuentos completos de Óscar Wilde que he terminado de leer, pero tendrá qué esperar un poco porque he encontrado una página sobre Arte y erotismo adonde hay artículos que deseo compartir con ustedes, como éste texto de Santiago Marín Arrieta, historiador y comunicador audiovisual: "La poesía erótica de Pietro Aretino":

"Venecia ha sido cuna y refugio de gran cantidad de artistas y hombres ilustres, de seres que han marcado, en forma profunda, su pensamiento en este mundo. Desde que en el siglo VI los vénetos, escapando de las hordas de Atila, se refugian en los islotes y fundan la magnífica ciudad, ha sido ésta refugio de diferentes hombres, especialmente artistas: Tiziano, Canaletto y Tintoretto, Vivaldi, Wagner, Liszt, Lord Byron, etc., figuran como nombres ilustres que hicieron de Venecia una segunda patria. Pero entre todos hay uno que destaca en forma singular por su visión tan descarnada, tan especial de la vida, tan brutalmente natural. Ese hombre es Pietro Aretino (1492-1556), nacido en Arezzo, considerado el "padre del periodismo", aunque debería más bien nombrársele fundador del “panfletismo”, arte y oficio que manejó con maestría inigualable. Pero, quizás en lo que más destaca o, por lo menos, su legado más profundo al arte, la literatura y la historia, está en sus comedias y poemas, todos ellos plenos de un erotismo a veces fino, a veces brutal, en momentos de una perfecta sutilidad sensual y, en otros, descarnadamente pornográficos.

Entre sus principales obras destacan, sin duda, los "Raggionamentti" o "Diálogos Amenos" que relata las aventuras de la Enana, una prostituta que se iniciara como tal en un convento, donde descubre la vida oculta de monjas y frailes, y presencia las más descabelladas y aberrantes escenas de sexo, en las que participan desde el obispo y la abadesa, hasta el último de los sirvientes, donde se practican toda clase de perversiones y se inventan algunas hasta entonces impensadas. En ese ambiente se desarrolla esta obra que diera a su autor una fama inmortal, no tanto por las descripciones explícitas, sino por el estilo y la filosofía que la ampara y que resulta, finalmente, bastante más moralista de lo que pudiera creerse. Y a pesar de haber sido el propio Aretino un hombre de poco respeto para con las normas de su tiempo, en especial en materia sexual, pues mantenía un harén de muchachitas que recogía de la calle, su actitud con éstas y con sus amigos en general siempre fue de gran corrección.

A ninguna de sus "mujeres" las abandonó y les dio, por lo general, una vida que jamás hubieran tenido de no haber sido recogidas por él. Fue también leal con sus amigos, a pesar de que muchos le abandonaron en los momentos difíciles y en especial, en aquellas épocas de escasez de moneda. En toda su obra y su vida, a pesar de ser un deslenguado, un descarado de franqueza brutal, estaba pleno de nobles sentimientos y de las más altas pasiones. Cuando obtuvo su prestigio, no olvidó sus padeceres iniciales y siempre tuvo una mano generosa para quienes le requerían. Su obra poética fue, durante el siglo pasado y parte del actual, lectura exclusiva de algunos entendidos. Estaba vedada para el público lego, en consideración a las expresiones utilizadas y a las descripciones explícitas que allí se señalan. Sin embargo, vista con ojos actuales, no podemos negarle el valor intrínseco que posee como obra poética y, especialmente, por expresar emociones y sentimientos de la naturaleza sexual del ser humano que le es propia y natural.

Los "Sonetos Lujuriosos" fueron compuestos para interpretar los famosísimos grabados denominados "Posturas", del pintor Marco Antonio Raimondi, copiados de los célebres dibujos de Julio Romano.


SONETO I

(Un poeta recita a su amada bellos versos, hasta que ésta, furiosa, reclama menos palabras y más hechos)

-Amémonos sin tasa ni medida
puesto que para amar hemos nacido
adora mi gorrión cual yo tu nido
pues sin ellos ¿valdría algo la vida?
Y si aún luego de ésta extinguida
fuese posible amar, bien querido,
a gritos pediría el bien perdido
para seguir gozándote todavía.
Gocemos cual lo hizo regiamente
la primera pareja de mortales
bien aconsejados por la serpiente.
Que nos perdieron por amar, se dice
blasfemia son dichos tales
que sólo a quién no ama satisface.
-Pues calla y ama y también, ¡castigo!
Calla y méteme hasta los pendones
jueces de amor y del amor testigo.

SONETO XVI

(Una pareja, ardiendo de deseo, rodeada de hijos; el marido medita sobre la posibilidad de embarazar a su mujer)

-No llores, nene mío, tenla quieta,
tu métemela toda sin cuidado,
dame también la lengua, bien amado,
y avívame el hornillo con tu teta.
-Puesto que así lo quieres loca, sea,
anda, vuélvete del otro lado.
-Cuando me digas qué hacer de grado
pero, duérmete niño. Que más sea.
Mecer, cantar, coger, que maravilla
son tres cosas que a un tiempo ejecuto
cual si fuese la cosa más sencilla.
Esto es aprovechar las ocasiones
una mano en mi pipa, el pie en la cuna,
la otra acariciando los cojones.
¡Pero no te retires que me viene!
-Es que te haré otra tripa de seguro.
-Aunque me hagas cuarenta, ¡reviene!"

25 de noviembre de 2006

Evocación: Antón Castro

Antón Castro nos cuenta cosas muy interesantes de la vida de Jean Seberg, una mujer muy especial. Una historia que impacta:

"Hace casi medio siglo, el mundo descubrió a una americana menuda y frágil, con el pelo cortado a lo garçonne, con los ojos entre azules y grises, que paseaba por los alrededores de París con Jean Paul Belmondo en Al final de la escapada (1959), de Jean-Luc Godard. Se llamaba Jean Seberg. Había sido descubierta unos años antes por Otto Preminger entre miles de aspirantes para encarnar a Santa Juana, la Juana de Arco soñada por George Bernard Shaw. Hasta entonces poco se sabía de ella: había nacido en Iowa en 1938, descendía de emigrantes suecos y era la chica mona a la que adoraban los integrantes del equipo de fútbol de su ciudad. Pronto se convirtió en una especie de mito: encarnaba a la mujer moderna como antes lo había hecho Katharine Hepburn y como en los 70--80 lo haría la fugaz Dominique Sanda de Noveccento y Más allá del bien y del mal.

Rica y famosa, se casó con el novelista y diplomático de origen lituano Romain Gary (1914-1980), con quien mantuvo durante diez años una relación de amor y desamor. Era la vieja estampa del intelectual, sabio y maduro, y la joven diosa, la cazadora solitaria en que habría de convertirse pronto. Jean Seberg fue una mujer tempestuosa: vivía en el abismo de la pasión, en el límite de una enajenación inicialmente controlada, y poesía una lunática y poderosa personalidad.

Tuvo muchos amantes. El novelista mexicano Carlos Fuentes, casado a finales de los 60 con la actriz de Nazarín de Buñuel, Rita Macedo, sucumbió a sus encantos, y se quedó hechizado por ella. Le ha dedicado una novela, Diana o la cazadora solitaria (Alfaguara, 1994), donde le cambia el nombre por Diana Soren. La relación, que llegó a ser intensamente emocional y erótica (a veces el lector se sorprenderá con la sinceridad del autor al hablar de "la infinita capacidad sexual de Diana" y de sí mismo), contabilizó más de mes de convivencia a lo largo de casi un año. En la novela, sorprende el lado oscuro de Seberg, su rabiosa independencia y su compromiso con las causas perdidas de los Panteras Negras, del hippismo o de los derechos humanos. Era desconcertante y asumía sus traiciones: durante el rodaje de La leyenda de la ciudad sin nombre se enamoró de Clint Eastwood y vivió un romance con él; al volver al apartamento que compartía con Fuentes, colocó un retrato de Eastwood de vaquero en La muerte tenía un precio. Carlos Fuentes viene a decir que era una mujer desquiciada, con un enigmático lado oscuro, que perturbaba a cualquiera y podía llegar a ser muy cruel. Era la mujer fatal, quizá sin saberlo, aunque iba de aquí para allá seduciendo muchachos, buscándolos en las tabernas de Estados Unidos o París, y consumiendo alcohol y droga. Hubo un momento en que fue perseguida por el FBI, habida cuenta de que era una estrella contestataria de Hollywood. Hacia 1970, poco después de cambiar a Carlos Fuentes por otro amante y reprocharle, según dice en su novela, que "era menos culto que Iván Gravet (Romain Gary)", se quedó embarazada. Alguien hizo llegar a la prensa el rumor interesado de que esa criatura era de un integrante de Las Panteras Negras. La desgracia se cebó en ella, el niño murió a los tres días, pero antes Jean Seberg tomó al cadáver más de doscientas fotos. Estaba al borde de la destrucción.

Quizá por entonces, o a mediados de los 70, la conoció y la amó el realizador Ricardo Franco. Fue para él una experiencia increíble: Jean Seberg, que nunca fue una gran actriz, seguía siendo una criatura irresistible, una leyenda de carácter insondable y aniquilador. Subyugante, sin duda, tierna, díscola, rebelde. Era un doloroso misterio y quizá un naufragio continuo como ser humano. Ni Ricardo Franco ni Carlos Fuentes pudieron olvidarse de ella, ni siquiera Gary que se suicidó en París en 1980, un año después de la muerte en extrañas circunstancias de Seberg: hacía tiempo que estaba al borde de la locura. Lo mismo salía toda desnuda del baño de un aeropuerto que había decidido alimentarse tan sólo de comida para perros. O que intensificó su atracción por la defensa de los negros a través de su amistad con el escritor homosexual James Baldwin. Apareció muerta en un Renault, envuelta en un poncho (Fuentes dice que era exactamente igual que él que le había regalado tiempo atrás), con el cuerpo abrasado por quemaduras de cigarrillo, una botella de agua y una nota de suicidio.

Fuentes no se olvidó jamás de ella. Y Ricardo Franco, muerto mientras le rendía su último homenaje, tampoco. En Lágrimas negras -la valiente e intensa película que terminó el finado Fernando Bauluz y un equipo entusiasta de colaboradores-, Ariadna Gil encarna en cierto modo el fantasma de Jean Seberg: aquel infierno y paraíso de pasión y de locura concentrado en un ser humano, signado por la enajenación, la mentira compulsiva, la autoaniquilación, la incertidumbre de vivir y la imposible felicidad. Y lo hace con una interpretación antológica y medida que reproduce a la perfección el frunce violento, la mueca torva, la ternura íntima y el amor oceánico de una loca que se sabe condenada al fuego en un coche frente al mar, aunque un hombre normal y romántico como Fele Martínez -fotógrafo y realizador de vídeos en el filme- crea que pueda redimirla con amor de tanto sufrimiento en una historia en que ambos, Fele y Ariadna (¿o tal vez Ricardo Franco y Jean Seberg?), nos dejan perplejos y temblando. Y con ellos tiemblan también Elena Anaya y Ana Risueño en una actuación estupenda. Tiemblan y pierden porque Lágrimas negras es un testamento sobre la inútil pasión cuando sobreviene la locura".

22 de noviembre de 2006

Proust al comic

En la historia del tebeo o comic en México, destaca la familia Burrón. Esta peculiar y simpatiquísima familia (que fue antes que los Simpson, por cierto, fue creada en 1948) está constituida por Don Regino Burrón (peluquero de profesión, dueño de "El rizo de oro"), su esposa Borola Tacuche de Burrón y sus 3 hijos: Regino Burrón Tacuche ("El Tejocote"), Macuca Burrón Tacuche y Fóforito Cantarranas (adoptado por los Burrón), y no podía faltar la mascota: el perrito Wilson. Sobre ella han escrito importantes plumas, entre otros, Sergio Pitol: Borola contra el mundo y Carlos Monsiváis: Los Burrón. Yo no me perdía uno solo de los números de esta familia que vive en una vecindad ubicada en el Callejón del Cuajo número chorrocientos chochenta y chocho, en la ciudad de México. Es un tebeo excelente de Don Gabriel Vargas Bernal.

Página de una estampilla conmemorativa.
Página sobre Los Burrón.

Y ya que estoy de recuerdos tebenianos ¿cómo olvidar al gran Cantinflas? La primera vez que leí El Quijote fue de niña y precisamente a través de un comic semanal adonde el narrador era Cantinflas, nos contaba la novela y a veces tomaba parte como personaje, eran unos fascículos estupendos que tenían un papel muy bonito, aun conservo la mayoría de los números. Y Los supermachos, de Rius, también son inolvidables.

Además de recordar a estos personajes tan notables en la historia del comic, todo esto viene a cuento porque es preciso felicitar a la editorial Sexto Piso por el primer volumen de Por el camino de Swann, con traducción al castellano de Conrado Tostado. Dice La Jornada:

Proust al comic

Convertida en cómic, toda la magia de Proust: El primer volumen de Por el camino de Swann, Combray.

"Si a los jóvenes les gusta leer historietas más que novelas, debemos utilizar ese medio para llevarles a los clásicos", afirma Heuet, quien recibió por este trabajo, "el primer cómic que dibujé en mi vida", el Premio Marcel Proust otorgado por el Círculo Literario Proustiano de Cabourg-Balbec. "Fue un placer dibujar esta historia ­agrega­, en algún momento pensé que me cansaría, pero sucedió todo lo contrario: fue apasionante. Los escollos no estuvieron donde los imaginé. Me atacó la gente del mundo de la historieta, el que pensaba que era más libre.

"Cuando presenté la historieta al editor Guy Delcourt éste dijo que era una propuesta en contra de lo establecido por las grandes editoriales como Gallimard, las cuales piensan que el cómic es siempre un género alternativo, un contrapoder. "Muchos pensaron que era un sacrilegio, pero no contra Proust, sino contra la historieta misma, con demasiado texto. Me sorprendió que algunos creyeran que el cómic es una forma de liberarse del texto o de la literatura misma.

Este primer tomo de la historieta ilustrado por Stéphane Heuet, se presenta hoy a las 19 horas en la Casa de Francia, participan Francisco de la Mora, editor de Sexto Piso; Christian Moire, agregado cultural de la embajada de Francia, y el ilustrador. El jueves 23 de noviembre se presentará a las 18:30 horas en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, con la participación de Nicolás Alvarado. En la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara ese cómic se dará a conocer el domingo 26 a las 17 horas.

Cada cuatro meses, aproximadamente, se editará un tomo de la obra hasta completar 12.
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Muchas felicidades a José Luis Orihuela por su libro La revolución de los blogs. Gracias por incluir en él a Apostillas literarias en una selección de los mejores blogs de temática literaria.

20 de noviembre de 2006

Todos se van: Wendy Guerra

Wendy Guerra, Todos se van (Barcelona: Bruguera, 2006). Primer Premio de Novela Bruguera.

Hablar de Cuba a veces causa polémica, habrá quien vaya de acuerdo, o no, con la situación política de la isla. En este libro, la narradora, Nieve Guerra, escribe sobre su infancia y adolescencia en la Isla, lo hace en forma de diario personal, un diario que inicia a los ocho años de edad, en 1978:

Nacer en Cuba ha sido mimetizarme en esa ausencia del mundo al que nos sometemos.. No he aprendido a usar una tarjeta de crédito, no me contestan los cajeros. Un cambio de avión de país en país puede descontrolarme, dislocarme, dejarme sin aliento. Afuera me siento en peligro, adentro me siento confrortablemente presa. No sé en qué momento permití que me quitaran todo y me dejaran sola, desnuda, con el Diario en una mano y un carmín en la otra, tratando de colorearme la boca de un rojo que parece demasiado subido para esta edad indefinida.

El padre de Nieve Guerra es un hombre alcohólico y la madre una mujer que a la llegada de un sueco a la isla decide irse con él:

Querido Diario: Mi padre llegó borracho y tiró la casa abajo. Me dio una paliza delante de la maestra. La maestra llamó a todo el mundo, gritó y se fue amenazándolo. Nada más le dijo que yo tenía problemas ideológicos y mi padre se enfureció, nos quiso matar a las dos. Hablaba de mi madre y de mi madre, todo el tiempo decía horrores de mi madre, con lo lejos que ella está. (...) Ya sé lo que voy hacer. Me voy de aquí y no espero otro golpe más. Parezco un esperpento.

Nieve decide irse un día al gimnasio, darse de golpes contra unos tubos, tirarse desde la torrecita de los tanques de agua y rasparse las rodillas. Va a ver al Director general quien se asusta al mirarla y resuelve llevarla a Cienfuegos con la madre porque sino el padre la va a matar: "No se sabe que es peor, una madre lunática o un padre alcohólico". Pero la madre no quiso que se quedara en su casa, y Nieves va a parar al Centro de Reeducación de menores: "La comida está ahumada, la leche sabe ahumada y tiene una nata gorda que da asco, las tortillas también parece que se han quemado, pero por lo menos aquí como todos los días. Aquí me dan el chicharro con peste y el potaje con agua, pero es comida. Al arroz hay que sacarle los gorgojos, pero así me entretengo".

Muchas cosas suceden: el padre se va a Miami adonde lo esperan los abuelos de Nieves; Fausto, el sueco (y a quien Nieves estima mucho), regresa a su país, Nieve sale de ese Centro de Reeducación y se va con su madre, entra a la escuela de Arte, se gradúa, conoce Antonio, se enamora, deja de creer en Osvaldo, hasta que un día Nieve Guerra deja de creer en que París no está tan lejos de La Habana...

Todos se van es una muy buena e inteligente novela, conmovedora. Es interesante ver los resultados de la Revolución Cubana en los jóvenes actuales. ¿Qué sienten? ¿qué opinan de ella? ¿la comprenden? ¿cómo la viven desde dentro de su espíritu? ¿qué piensan del futuro de Cuba? En este libro podemos tocar un poco, que una cosa es lo que nosotros pensamos de todo esto y otra lo que ellos nos expresan a través del arte.

Fragmento

Wendy Guerra es poeta, y sus poemas son bellísimos. Este es un fragmento de su poema "Ropa interior":

Dejamos sobre las duchas de los hombres nuestros cuerpos bien amarrados a la tubería solar. Marcamos territorio como animales en celo con las trusas saturadas de arena y el olor sideral que los aísla.
En los baños quedan restos del sexo que les hicimos ayer, agua de flores y velas de vainilla derramada.
Lágrimas rotas en el encaje profano de la madrugada.
He perdido mis aretes disueltos en el jabón de una lujuria breve
y las cremas señor untan tus sábanas, como veneno de diosas argentadas.
Mira como arrebatamos la libertad de sus mentes.
Abrimos la culpa en el paraguas dilatado de la tarde.
Regresamos con sus hijos ocultándole el verdadero apellido
de sus genes.
En ropa interior leemos nuestras páginas persiguiendo sólo su
deseo, cada línea de arroz es un gemido.
Puedo esconderme en mis sombreros, sin ser descubierta…
¿Adivinan?
Un sayo y un escudo que esquive los golpes del amor.
Hay algo más debajo del sombrero, te lo juro.
Armo el rompecabezas de las palabras sobre la cama, un plano blanco para patinar desnudos, ropa interior negra, sin dolor.
Y aunque lo diga todo, no llega transparente a tus sentidos.
No lo entiendes. Tendrías que aprender a desnudarme.

12 de noviembre de 2006

Fragmento literario: Lobo Antunes

La vida humana es un misterio
António Lobo Antunes
Babelia, El país, 11.11.06

Una mujer se enfrenta a la muerte de su madre, ocurrida diez días antes, y reflexiona sobre sus sentimientos ante la terrible noticia. ¿Tristeza, indiferencia? De repente su cabeza se llena del olor a la loción para después del afeitado que usaba el médico de cabecera familiar. Entonces recuerda el fallecimiento de su padre, sobrevenido tiempo antes. Y entre uno y otro pensamiento, un nuevo sentimiento, un nuevo deseo.

Mi madre murió hace una semana. No: diez días, hoy hace diez días. Soy yo quien riega los tiestos ahora, pero la gata me rehúye. Solía sentarse en el regazo de mi madre y no se sienta en el mío. Casi no come. A veces no sé por dónde anda y el piso es pequeño. Mi madre la llamaba Cleopatra. Yo nunca la he llamado por ningún nombre, la veía escaparse por los rincones, furtiva y gris. Tiene ojos de color violeta. Por lo menos a mí me parecen violetas. Tal vez sean lilas. O azules. Da igual, ¿qué importa eso? Una gata vulgar. Duerme en una especie de cesta con un cojín dentro. No ensucia nada: todo lo hace en la caja de la cocina. Cuando cambio el serrín de la caja no se aguanta el tufo.

No sé muy bien qué siento. Si llegan a preguntarme

-¿Qué sientes?

me quedo callada pensando. ¿Pena? ¿Tristeza? ¿Ganas de tener a mi madre aquí? ¿O nada de eso sino indiferencia, por ejemplo? Nos llevábamos más o menos bien las dos, yo la trataba de madre y ella me trataba de Muñeca. No creo que Muñeca sea un nombre para mí. Los vecinos, en vez de Muñeca, dicen Anita. ¿Será Anita un nombre para mí? Mi difunto padre ni Muñeca ni Anita: se quedaba mudo sufriendo del dolor de columna. A lo sumo estiraba el índice y el dedo de en medio, informaba

-Dos hernias

y se pasaba el resto del tiempo cambiando de posición en la silla, con la ceja izquierda levantada. Físicamente me parezco a él aunque de piel más clara. Era jubilado de la Compañía de Electricidad y aguantó en la empresa mientras las hernias lo dejaron. Dos hernias. Cierta tarde dejó de estirar el índice y el dedo de en medio y empezó a consumirse en la cama debido a una complicación en el hígado. El médico a mí

-¿Su padre bebe?

le respondí que sólo agua y el médico sin creerme

-¿Sólo agua?

sólo agua, de verdad, ni una tisana siquiera, y el médico frunciendo el ceño con desconfianza mientras mi padre en silencio, había un rosario colgado de la cabecera de la cama, con cuentas de cristal transparente. Nadie le prestó atención al rosario. Mi madre se sacó el pañuelo de la manga y se sonó. Como no uso pañuelo en la manga no me soné. El médico declaró

-La vida humana es un misterio

mientras guardaba sus aparatos. Olía a loción para después de afeitar y el olor de la loción para después de afeitar se mantuvo un buen rato en la habitación. No abrí la ventana para poder seguir aspirándolo. Duró más que mi padre. La vida humana es un misterio. Mi madre, encantada con la frase, se pasó años repitiéndola. Desde hace diez días hasta hoy sólo yo la recuerdo. Me hace falta la loción para después de afeitar. No el médico, solamente la loción. El médico usaba dos alianzas, una pegada a la otra. Tal vez era viudo. La calva acentuaba su importancia. Tengo una debilidad por las calvas, me apetece pasar la palma por ellas y sentir la lisura de la piel y un lunar o una verruga. Una prima mía afirmaba que los calvos eran inteligentes. No me cuesta admitir esa idea. Ayer me compré un frasco de loción para después de afeitar, le quité la tapa, me lo acerqué a la nariz y ahí estaba el médico de nuevo

-¿Su padre bebe?

mientras desabrochaba el pijama de mi viejo para hacerle unas maniobras en la barriga, golpeando el ombligo con los martillitos de las falanges, al golpear se balanceaban el crucifijo del rosario en la cabecera y también el boliche de metal bruñido por encima del rosario. El médico volvió a abrochar el pijama de mi padre, alzó las gafas hacia mí

-¿Está realmente segura de que no bebe?

y mi madre desde la profundidad del pañuelo, anticipándose

-Ni una gota, pobre

mientras crecía el olor de la loción y la gata pasaba bajo la cómoda con la levedad de una cintita de raso. El médico se puso e meditar observando los muebles y me dio pena que no fuésemos ricos. Después de la muerte de mi madre, llevé su almohada a mi cama, la coloqué al lado de la mía y, antes de acostarme, dejo caer en la funda una gota de loción. Me da vergüenza contar esto, pero la loción ayuda: es como si hubiese una calva inteligente dispuesta a golpearme el ombligo con los martillitos de las falanges al tiempo que anuncia

-La vida humana es un misterio

y el crucifijo se balancea despacio. Aquí en casa hay rosarios por todas partes. Y el Sagrado Corazón de Jesús en la sala, rodeado de espinas, con Jesucristo con la raya al medio sin asomo de calvicie: pelo a tutiplén, hasta los hombros, y una túnica blanca. ¿Será el olor de la loción lo que ahuyenta a la gata? Si me preguntan

-¿Qué sientes?

me quedo callada pensando. No en mi madre. No en mi padre. No en el silencio del apartamento. No en las plantas que pierden vigor. Pensando en el médico que no me trata de Muñeca ni de Anita, sólo apoyado en el borde del colchón revelando

-La vida humana es un misterio

mientras yo, acostada, con el camisón que tiene volantes transparentes y no me atrevía a usar, le paso la palma por la calva sintiendo la lisura de su piel.

Traducción de Mario Merlino.

10 de noviembre de 2006

Amores prohibidos: Antología

Georges Baudot y María Águeda Méndez, Amores prohibidos. La palabra condenada en el México de los virreyes, Prólogo de Elías Trabulse (México: Siglo XXI, 1997).

Es una Antología estupenda, un importante trabajo de rescate histórico. Los antologadores han realizado un notable trabajo de investigación a través de los expedientes y documentos inquisitoriales conservados en el Archivo de la Nación (los que no fueron destruidos por el llamado "Santo oficio"), referentes a los procesos contra amores prohibidos que existieron en aquellos tiempos. "Estos textos son la vida, la vida misma de los últimos tiempos de la colonia y nos muestran muy atinadamente una faceta oculta hasta ahora de la vida novohispana":

Siempre ha habido coplas, canciones, letrillas y letanías procaces, eróticas, obscenas que han corrido y corren de boca en boca anónimamente. Pero ¿qué ocurría en la Nueva España cuando esposas engañadas, novias burladas o muchachas seducidas por sus confesores denunciaban a sus autores y ponían tales versos en manos de la Inquisición? Se abría de inmediato un proceso y empezaban a amontonarse pruebas, acusaciones, declaraciones que engordaban los archivos del Santo Oficio. Los autores de este libro han tenido la feliz idea de buscar en la balumba de legajos inquisitoriales aquellos que se refieren a estos procesos contra amores prohibidos, en los que hubiera de por medio versos licenciosos, voluptuosos, pícaros, incluso --con frecuencia-- blasfemos, y hacer así un balance de la heterodoxia erótica clandestina en el México dieciochesco. Porque, en efecto, es en el siglo XVIII cuando la nueva mentalidad ilustrada abre las puertas, también en el México virreinal, a una expresividad más desenvuelta, empapada ya de cierto carácter transgresor y hasta subversivo, en la que lo obsceno adquiere cierta virtualidad social y humana más o menos consciente.

Existía persecución y censura de las manifestaciones espectaculares de bailes, sones y demás expresiones del sentir popular. En el expediente formado por la denuncia "Indecentes sones", veamos algunas coplas prohibidas (y castigadas fuertemente, con azotes, si eran cantadas):

El chuchumbé:

En la esquina está parado
un fraile de la Merced,
con los hábitos alzados
enseñando el chuchumbé.

Que te pongas bien,
que te pomgas mal,
el chuchumbé te he de soplar.

"La tirana" (el denunciante decía que esta copla era una "Sátira contra mi sagrada religión"):

En San Juan de Dios acá,
son los legos tan cochinos
que cogen a las mujeres
y les tientan los tocinos.

En San Juan de Dios acá,
el enfermo que no orina,
lo cogen entre ocho legos
y le echan una jeringa.

En el siglo XVIII, jeringa (xeringa) era equivalente a lo que hoy se conoce como lavativa. Los versos que siguen son calificados de "versos amatorios". Su principal pecado parece haber sido el haber servido de envoltorio a una hostia consagrada. ¿Tenía esto que ver con una expresión amorosa fuera de tino y herética por exaltada?"

Epigrama:

Jóvenes hay que al amar
se llevan del interés,
que propio de aquesto es
viejas ricas cortejar.
Las que suelen desear
siempre al más mozo y bonito;
que aunque ya allí el apetito
perdió sus resortes todos,
quedan de pitar los modos
aunque ya no pite el pito.

Epigrama salió impreso en el Diario de México, en 1816.

Hay decenas y decenas de coplas, versos picantes, jocosos, eróticos, les recomiendo mucho leer el libro. Transcribo, por último, "De la doctrina":

¿Sois cristiano?
Sí por el toro
que anda en el llano.

¿Qué quiere decir cristiano?
Hombre que tiene
la garrocha en la mano.

¿Quién compuso el Credo?
los zapotes
¿Para qué?
Para madurar y comer.
Y nosotros ¿para qué le decimos?
Para convidar a nuestros vecinos.

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Clarin publica un buen artículo sobre los Narradores argentinos después de Manuel Puig

9 de noviembre de 2006

Golpes de mar: Antón Castro

Se acaba de publicar Golpes de mar (Destino: Col. Áncora y Delfín, 2006) del escritor y periodista, Antón Castro. Su autor empezó a escribirlo hace 23 años, podemos imaginar todo lo mágico que guarda en sus páginas:

Hace 23 años escribía en el papel de estraza que envolvía los cartones de bingo y aprendía a escribir a máquina en una Olivetti inmensa, con carro doble, bien pesado. Y leía desaforadamente a los escritores gallegos -Dieste, Cunqueiro, Otero Pedrayo- y a otros narradores que me cautivaban: Mercè Rodoreda, Isak Dinesen, Borges, Poe.

Éste es el libro que contiene mi mejor autobiografía de escritor, con otro que se titula "El sembrador de prodigios".
Es "Un libro, dice la Editorial, ente los relatos y la novela que indaga en el alma de unos personajes surcados por la mar, la soledad y el amor. Este libro es mucho más que historias de mar, de personajes recios y sensibles, de amores y de vidas saturadas de salitre. Traspasa el relato de naufragios, de esperas y de redes. Golpes de mar es un conjunto de relatos que rota en torno a una población pesquera de las costas coruñesas en el que los personajes pasan de un relato a otro, ganando o perdiendo protagonismo, y nos dejan ver unas entrañas que Antón Castro desmenuza con alta pericia literaria. Con un estilo desnudo y sin superfluos afeites, Golpes de mar está tejido con una prosa de contundencia conmovedora y de una belleza deslumbrante". Quienes vivan en Madrid podrán disfrutar de su presentación el próximo viernes 17 de noviembre.

"El paseo de la viuda", fragmento:

Si hubiese tenido que definirlo en dos palabras, Graciela habría dicho: “Apacible y frágil”.

Aunque pronto comprobó que se había quedado un poco corta. Y añadió el epíteto “ardoroso” porque no tardó el sacerdote en desplegar lo que debió ser su verdadero plan. El acercamiento que pasó a ser acoso, el chantaje emocional que derivó hacia la conquista, la tentación que condujo a la lujuria. Al principio, él fingía espantosas pesadillas, decía que la habitación se llenaba de sombras vacilantes y de gritos, le reclamaba con toda urgencia un vaso de agua, un instante de compañía, un pañuelo humedecido que aplacase sus febriles sienes. O le pedía que se sentase al pie de su cama y le relatase historias de su país, de aquel mar lejano del que venía, de naufragios o de aquellos frailes jesuitas que destazaban las ballenas de Caión en el siglo XVIII. Casi sin darse cuenta, Graciela Gestal empezó a compartir cama con Leonardo Berdún sin apenas encontrarse entre las sábanas. O encontrándose sólo con las espaldas frías, con los muslos, con las rodillas. Pero hubo un día en que el deseo de ambos se concentró en un punto: en los ojos, en la piel o en toda la cama, y allí ocurrió lo que tenía que ocurrir, lo que Leonardo siempre ansió que sucediese, aquello que la propia Graciela soñó alguna vez ante las olas, entre carta y carta, tal vez inconscientemente. Cuando acabaron, temblando aún, a Graciela se le escapó una frase vulgar: “¿Quién te enseñó a ti cómo se monta una mujer?”. Era la primera vez que lo tuteaba.

7 de noviembre de 2006

Poéticas del vacío: Hugo Mujica

"Las personas se dividen para mi en dos grandes grupos : aquellas con las que me sentaría a tomar un whisky y aquellas con las que no me sentaría a tomar un whisky" (Hugo Mujica)

Conocí la obra de Hugo Mujica no hace mucho, tendrá unos tres años. Estaba realizando un trabajo sobre el lenguaje y fui a la librería para ver qué podía hallar. No encontré mucho. Le comenté a mi entonces librero (que era el encargado de elegir la lista de libros), el que les comenté una vez (y que desafortunadamente ya no está, pero ahora es el encargado de la distribución y difusión de los libros en la Editorial de la Universidad Veracruzana) de mi objetivo y me dijo: "Le voy a recomendar a un escritor, poeta, filósofo, filólogo y que, además, estudió Bellas Artes, excelente. No se si le sirva para su trabajo, pero él se adentra en el estudio de la palabra". Me traje solamente uno de sus libros, había cuatro, para probar. Dos días después regresé por los otros tres libros de ensayo. Hallé justo lo que buscaba y de uno de los géneros que más me gusta, el ensayo.

Me es dificil definir a Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942), pero creo que no lo necesita y sería inútil hacerlo. Es un poeta y un poeta de la prosa, escribe como si vistiera cada palabra para asistir a una fiesta muy elegante. Poéticas del vacío (Madrid: Trotta, 2002) recoge cinco textos, cinco poéticas del vacío, "de una ausencia que llama y una presencia que responde, una respuesta que se vuelve presencia, que se plasma texto, en ese responder". En estas cinco poéticas conviven Orfeo, Paul Celan, y San Juan de la Cruz. Sólo comentaré un poco del primer apartado, porque es tan importante todo lo que señala que tocar sólo frases no tendría sentido, y comentar todo el libro de esta forma tendría aun menos sentido.

El epígrafe o paratexto con el que inicia "Orfeo: la fecundidad de lo ausente" toma la voz de Blanchot, y considero que guarda mucho de lo que él desea comunicar en este libro. Además, las palabras de Blanchot son deslumbrantes, han sido para mi muy importantes en cuanto que despliegan toda una poética, en el sentido de teoría, de la que me gustaría hablar algun día porque creo en lo que guarda respecto al arte, respecto a la literatura, que se fusionan a la perfección con la tradición órfica, una tradición que admiro profundamente y que siempre llevo presente:

Escribir comienza con la mirada de Orfeo, y esa mirada es el movimiento del deseo que quiebra el destino y la preocupación del canto; y en esa decisión inspirada y despreocupada alcanza el origen, consagra el canto. Pero para descender hacia ese instante Orfeo necesitó el poder del arte. Esto quiere decir: no se escribe si no se alcanza ese instante hacia el cual, sin embargo, sólo se puede dirigir en el espacio abierto por el movimiento de escribir. Para escribir ya es necesario escribir. En esta contradicción se sitúan la esencia de la escritura, la dificultad de la experiencia y el salto de la inspiración.

El mito órfico es el intento de explicar el discurso de los orígenes, "Las antorchas de los misterios inefables las descubrió Orfeo, lo inefable, sus destellos, lo dirá la poesía". El amor, "que es deseo de paraíso, lleva a Orfeo a descender al Hades, abismo y realidad de la separación. Separación de lo amado: averno":

El otro es su hueco en mí, o el mío en él. Hueco desde el cual partir para encontrarle. Hasta no ser otro somos a medias, somos la mitad con la que tropezamos. El muro desde el cual oteamos: nos buscamos.

Búsqueda de amor como reunión: del otro que nos reencuentre con nosotros mismos. Nos rescate del infierno de la división. Del desgarro de la lejanía.

Orfeo desciende "-lo sabrá después- para errar y padecer: paso a paso, palabra a palabra. Errancia de la palabra: narración. Padecimiento de la palabra: poesía. Orfeo desciende para rescatar a Eurídice. No busca la filosofía, el amor del saber, busca el saber del amor: la sabiduría. Busca a otro: busca lo que él no es. No busca separar para comprender, sino unir para ser. Saber unitivo. Nupcias de la noche y la palabra: poesía".

Sabemos que Orfeo no puede mirar a Eurídice hasta no salir de las sombras y encontrarse en la luz de la Tierra. Pero "nadie puede atravesar el infierno sin salir condenado, aprende y nos enseña Orfeo. Orfeo, que encantó a los dioses, ahora es seducido él por otro dios: la objetividad, el ídolo de lo presente. La posesión":

Mira lo que es, lo que tiene, y pierde el don de lo que será. Mira hacia atrás, a la sombra que le sigue, la sustantiva representación: imagen. Ahora posee la imagen y pierde la realidad: Eurídice o la vida: se es uno mientras no se es para uno mismo: don del otro a mí pero no a mí. Don de él en él, no en mí. Orfeo percibe que el amor y la vida no se hallan: hay que crearlos. Darles nombre.

Orfeo sale para asumir la ausencia, ahora posee la imaginación como innegable realidad. Pero "la ausencia es erótica: genera. Triunfo de Eros sobre Thánatos, astucia de Eros que esposa la imaginación: creación de realidad, de vida donde el amor vive a pesar de la muerte: crear para no morir. Para vencer la muerte del amor, para vencer con el amor a la muerte: crear. Creación, epifanía de una ausencia: la mitad perdida: la por crear".

De ahí que toda literatura es erótica. De ahí la importancia del erotismo en la literatura y en la vida.

* La cosmogonía órfica se basa en los supuestos escritos del poeta Orfeo; en ella el origen de las cosas derivaba de la Noche (Nix, Nicte), la oscuridad primordial, dividida en los principios masculino y femenino que al unirse dieron origen a Eter (luz) y Hemera (el día). Los órficos dicen que la Noche de alas negras fue seducida por el viento y puso un huevo de plata en el vientre de la oscuridad, Eros fue incubado de este huevo y él puso el mundo en acción.

Enciclopedia órfica.

5 de noviembre de 2006

Domar a la divina garza: Sergio Pitol

Sergio Pitol, Domar a la divina garza, Obras reunidas (México: FCE, 2003).

En lo personal, Domar a la divina garza es la novela que más he disfrutado de Sergio Pitol. Forma parte de su Tríptico de carnaval al lado de El desfile del amor y La vida conyugal. La obra está dedicada a Juan García Ponce.

Cada capítulo está antecedido por una nota referente a lo que va a tratar, son los apuntes de un viejo escritor que en la segunda mitad de la sexta década de su vida se propone escribir una nueva novela: Domar a la divina garza. Para escribirla decide recoger tres temas fundamentales: 1) "la fiesta", tomando para ello las ideas de Mijail Bajtin, especialmente de su libro La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento; 2) "Gogol" y lo carnavalesco (sostén fundamental del complejo organismo verbal gogoliano)"; 3) y José Rosas (o "Pepe Brozas", mote de un amigo del escritor que es admirador de Dante Alighieri), que en la novela que escribe se llamará Dante. Este personaje será "conducido por una extranjera de nacionalidad incierta, la profesora Marietta Karapetiz".

La novela narra "las aventuras variadas de Dante C. de la Estrella, licenciado en derecho, lindantes, a juicio del autor, con la picaresca, que culminaron con un viaje a Estambul", y la suma importancia que tiene para este singular personaje el haber conocido a Marietta Karapetiz, la divina garza (según Dante C. de la Estrella, la C es de Ciriaco), una gran conocedora de la obra de Gogol. Le cuenta a la familia Millares, quien lo escucha a pesar de que no les cae nada bien:

Fue nada menos que en Estambul donde conocí a una de las más grandes farsantes de la historia. Un fraude viviente que decía llamarse Marietta Karapetiz, a quien yo, si me atuviera tan solo a sus modales, daría el nombre de Pelagra Pelandrujovna, si a ustedes no les ofende. En lugares de moral peor que dudosa, se la conocía con el nombre de guerra de Manitas de Seda (...) Esa célebre y consuetudinaria habituée de los festines más turbios, de los convivios más repulsivos y las orgías más desenfrenadas, y que, sin embargo, navegaba por el mundo haciendo gala de unos modales estrictos de académica. ¡La severidad en persona! ¡Para morirse de risa! Todo en ella era farsa.

Dante C. de la Estrella es una persona a veces pedante, otras jactancioso, que desdeña al arte, pero no así la pujanza que da el dinero y el poder.

Es muy interesante en esta novela las voces que se conjugan en el discurso, que se separan y se entrecruzan al mismo tiempo: Un narrador nos cuenta la historia de un escritor que se propone escribir una novela. A su vez, el "viejo novelista" nos cuenta la historia de Dante C. de la Estrella; y éste, a su vez, nos narra las experiencias que vive a través de su viaje por Estambul y Roma. Por supuesto que esta polifonía nos recuerda los presupuestos teóricos de Bajtin, hay que tener presente que sus ideas no sólo son el primer tema en que se basa la novela que intenta escribir el "viejo escritor", sino que, además, a Bajtin le interesa esta comunicación interdiscursiva en su filosofía del lenguaje. ¿Cómo no iba a estar la polifonía dentro de la historia que cuenta el "viejo novelista"? Hay polifonía, dice Bajtin, "cuando el texto se construye por la interacción de múltiples conciencias en contraste con aquel otro tipo de narración que se edifica como conciencia absoluta", y en Domar a la divina garza es patente, así como es lo carnavalesco: el humor, la mezcla de lo sagrado y lo profano, la fiesta, la transgresión, la risa, lo escatológico, lo subversivo, la blasfemia, lo obsceno, etc.

Es una novela estupenda, no de fácil lectura, y con ello me refiero a que no es una obra en la cual se pueda seguir de largo sin detenernos de vez en cuando a enlazar, a regresar párrafos atrás para retomar, a reconstruir historias, pero al terminar de leerla quedamos definitivamente presos de su escritura.
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Presentan la edición de Don Quijote de la Mancha en quechua, Yachay sapa wiraqucha dun Qvixote Manchamantan, es el título en quechua de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. La tarea de llevar la obra de Cervantes al idioma indígena estuvo a cargo del académico Demetrio Tupac Yupanqui, quien hizo la traducción y adaptación, a cargo también de otros 20 especialistas de la Academia de la Lengua Quechua de Perú.

Literatura y prostitución

La metáfora más vieja del mundo
Liliana Viola
Página/12

No se puede pensar la prostitución sin pensar en el modo en que la literatura monta y describe a quienes están en esta situación. Mujeres transgresoras, sí, autónomas por más que sean explotadas; que merecen ser ajusticiadas, también, ya sea a través de una enfermedad mortal o la caída en Desgracia. Mujeres que suelen servir como metáfora para hablar de otras situaciones sociales destinadas al secreto tanto como lo que se hace en la cama.

En pocos sitios pueden hallarse tantas putas reunidas como en una Biblioteca.

Orientales, europeas, latinoamericanas, todas reciben en los libros su bautismo según la época y la situación: geishas, fáciles, livianas, de la vida, de la calle, cortesanas, de compañía, visitadoras, jineteras. Los anaqueles dan asilo a clásicas y discípulas, diosas de la libido o apariciones dormidas como las últimas putas tristes de Gabriel García Márquez y las bellas durmientes de Yasunari Kawabata. Desde Tolstoi, que a los 82 años estaba dispuesto a abandonar a su esposa pero no los burdeles, hasta Bioy Casares que les deja un simpático lugar en sus Memorias y otro fundamental y místico en la ramera ciega de La invención de Morel, casi todos los escritores rindieron tributo a las mujeres sin rostro que los turbaron, iniciaron, entretuvieron a cambio de billetes. Sin temer que en algún momento se los señalara como clientes y cómplices de la trata. La literatura, en un discurso completamente paralelo y ajeno al de las denuncias del periodismo y de los análisis sociológicos, ha dado cuenta de una normalidad y contribuido también a una estética de la prostitución idealizada. Por diferente carril van los datos y testimonios de violencia sexual, abuso infantil, esclavitud, infecciones y muerte que la vida prostibularia de todos los tiempos ha tenido como fundamento y vida cotidiana. Aun cuando la ficción creyó denunciar, no dejó de delinear la estampa de aquella mujer maternal, poco santa y dadora de esa infinita ternura que siempre están necesitando, en el fondo, los hombres. “Lo que distingue al hombre del niño es el saber dominar a una mujer. Lo que distingue a una mujer de una niña es el saber explotar a un hombre”, decía Cesare Pavese, quien en la vorágine de su militante desconfianza hacia todas las ellas destacaba con respeto a la que se vende porque no miente, corporiza la venganza y la nobleza de su especie. Pero no es sólo Pavese quien las distingue mientras señala su maldad, las prostitutas literarias están sospechadas siempre de esconder algo y merecen ser condenadas y redimidas también por otro misterio. Son autónomas aun cuando se las explote, tal vez por estar consideradas poseedoras del último secreto que desde Las mil y una noches se les atribuye a las sábanas. Los hombres tendrán el poder, pero son ellas las que los dejan desnudos y con ansias de regresar. Modesto consuelo. Pero no es la intención escandalizarse porque en nuestras sociedades se considera un derecho la posibilidad de comprar sexo, o porque la misma práctica deshonra al que vende y prestigia al que compra, ni mucho menos ensañarse ahora con siglos de invenciones literarias y de fantasías patriarcales.

Además, también es cierto que la mayoría de las veces la prostituta de las ficciones ha servido a los autores como metáfora. Utilizada otra vez, es verdad, pero para desenmascarar síntomas de alguna putrefacción, para cambiar la cama cada vez que una sociedad se pone a cambiar la piel.

MEMORIAS DE LAS PUTAS CLASICAS

Cada vez que se acusa el impacto de una fuerte crisis en el sistema de valores dominante, se las puede ver a ellas paseándose por las calles pueblerinas, acicalarse en las casas de cita o entrar en palacios y comisarías. Las prostitutas literarias aparecen con el cometido de enfrentar a los lectores con el resquebrajamiento de un paradigma moral o una denuncia concreta, ya sea la doble vida de la burguesía decadente, la relación entre pobreza y tiranía militar. Luego quedan allí vendiendo sus cuerpos alegremente y cantando a los lectores el secreto encanto de la prostitución. La literatura latinoamericana de los años sesenta hermanó prostitución con desigualdades sociales, con abuso de poder político y con la impostura de las instituciones. El catálogo de mujeres que incluye travestis tiene títulos ya clásicos como Pantaleón y las visitadoras y La casa verde de Mario Vargas Llosa; la Cándida Eréndira de García Márquez; El lugar sin límites, de José Donoso; Juntacadáveres, de Juan Carlos Onetti; El zorro de arriba y el zorro de abajo, de José María Arguedas. Todas descendientes de la argentina de Manuel Gálvez, Nacha Regules; de Juana Lucero, de Augusto D’Halmar y también de Santa, de Federico Gamboa.

No son pioneras. Unos cuantos siglos atrás, la Madre Patria ya había dado sus versiones sobre el mismo asunto con obras que ingresaron en el canon de formación escolar de uno y otro lado del mar. En el 1500 español, La Celestina de Fernando de Rojas alertaba en un tono de picaresca sobre la derrota de los valores medievales. Un siglo más tarde, apenas comenzado el 1600, Cervantes presenta a su Don Quijote que atrapado en clave renacentista se propone resucitar a la caballería andante cometiendo a su paso un error más garrafal que el de los molinos: toma por doncellas a las prostitutas más asquerosas y mugrientas de La Mancha, respeta a Maritornes y le habla en un lenguaje que ella no podrá comprender jamás. Su equívoca relación con estas mujeres y sobre todo el respeto que les profesa, es el ejemplo máximo de la desubicación y la locura de Quijote en un mundo que definitivamente cambió sus reglas: las cortesanas se hicieron putas. Un siglo más adelante, en 1722, Daniel Defoe, el autor de Robinson Crusoe y también del Diario de la peste, se servirá de la bella y descocada Moll Flanders para despertar a sus contemporáneos puritanos. Defoe construye a esta heroína independiente que lucha con coraje para cambiar su destino, y que como él mismo resume “nació en la prisión de New Gate y durante una accidentada vida, fue doce años prostituta, cinco veces casada (una de ellas con su propio hermano), doce años ladrona, ocho deportada en Virginia, y finalmente se hizo rica, vivió honesta y murió arrepentida, escribiendo sus propias memorias”. Moll Flanders, dueña de una moralidad natural que supera la gravedad de sus propias acciones, intenta despertar a los ingleses atascados entre el antiguo y el nuevo régimen, y comienza a perfilar el principio de la tolerancia en cuestiones de fe y culto, en cuestiones políticas y lo que es más novedoso, en torno de una tolerancia ética que espera comprensión por parte del lector.

Menos suerte tendrán las prostitutas francesas del siglo siguiente. Si el autor inglés le dio dinero y amor a la suya, en el siglo XIX tanto Margarita Gautier como Naná, tendrán que pagar sus pecados con la muerte. La primera, hija de porteros y convertida en refinada cortesana, finalmente se eleva hacia el amor puro, casi materno, y se sacrifica por el honor de su joven amante. Total, ella es nada y regresa a la nada y por lo tanto no tiene nada que perder.

Y tampoco Zolá, el autor de las clases bajas, de las tabernas y los burdeles, se libra de una visión idealizada y hasta enamorada de su Naná. La cortesana de belleza provocadora encarna las debilidades de una sociedad corrompida que se vende por placer y que va a despertarse unas décadas más tarde con el estallido de la Primera Guerra. Si le restó romanticismo, la dotó de glamour y de poderío, Naná destruye con maestría a todos los que la desean. Y paga por eso.

Por esa oscilación entre el costado de víctimas y el de lujuriosas, el castigo en la literatura viene muchas veces de la mano del destino, de una justicia que está por encima de los hombres y las mujeres, o del propio deseo de arrepentimiento que las conduce a un cielo que duele.

Y para retroceder aún más en el estante de los clásicos, es posible llegar hasta el Apocalipsis que condena a las prostitutas no sin antes describir la lujuria como quien desliza una invitación: “Ven y te mostraré la sentencia contra la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas, con la cual han fornicado los reyes de la tierra y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación”. Esta imagen que va y viene de la perra a la desvalida, está arraigada seguramente en las razones que inspiran por estos días a la Legislatura de la provincia de Buenos Aires para anunciar un proyecto de ley que ponga “multas y penas de prisión a quienes ejercen la prostitución en la calle incluyendo –teniendo en cuenta las nuevas modalidades del oficio– a quienes incluso escandalicen en casas privadas”. Buenas (les) parecen las multas a falta de un método tan drástico como la tuberculosis de la pobre Margarita para terminar con lo que Vázquez Montalbán llama “la costra moral”.

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2 de noviembre de 2006

Dostoyevski por André Gide

Hace unos días fuí a una librería de viejo y encontré un libro que reúne a dos grandes autores: André Gide y Dostoyevski. Se trata de Dostoyevski por André Gide. Artículos y charlas, Trad. de Nicole Vaïsse y Octavio Torija (México: Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1987).

Gide nos aclara al inicio que no es de la obra completa del escritor ruso de la que hablará en este libro, sino de su último libro publicado por el Mercure de France en febrero de 1908, la Correspondencia. En aquellos momentos la figura de Tolstoi era enorme, y detrás de "este gigante reaparece y crece Dostoyevski": "Es él, la cima aún semioculta, es él y no Tolstoi a quien es necesario nombrar junto a Ibsen y a Nietzsche; tan grande como ellos y quizá el más importante de los tres". Quince años antes, un tal señor Vogüe, "quien tuvo la nobleza de aportar a Francia en la bandeja de plata de su elocuencia las llaves de hierro de la literatura rusa", pide disculpas al lector y reconocía, al llegar a Dostoyevski, que "lo invadía la desesperación al tratar de explicar aquel mundo al nuestro". Vogüe, prevenía al lector, "-quien forzosamente debía confiar en su palabra, pues en esa época aun casi nada se había traducido-", que con Crimen y castigo "el talento de Dostoyevski había terminado de crecer; que daría grandes aletazos pero girando en un círculo de niebla, en un cielo cada vez más convulso", no hablaba ni de El eterno marido ("que el fino letrado Marcel Schwob consideraba la obra maestra de Dostoyevski") ni de los Apuntes del subsuelo y escribía:

No he hablado de una novela titulada El adolescente, muy inferior a sus mayores. Tampoco me detendré en Los hermanos Karamazov; según opinión general, muy pocos rusos han tenido el valor de leer hasta el final esta interminable historia. Mi deber tendría que limitarse a llamar la atención sobre el escritor, célebre allá y casi desconocido aquí, a señalar en su obra las tres partes (?) que mejor muestran los distintos aspectos de su talento: son Pobres gentes, Memoria de la casa de los muertos, Crimen y castigo.

A todo esto señala Gide que no sabemos muy bien qué debe prevalecer aquí, "si el reconocimiento, porque, es cierto, fue el primero en hablarnos de él, -o la irritación porque nos presenta, y parecería que a regañadientes, a través de su evidente buena voluntad, una imagen deplorablemente reducida, incompleta y por eso mismo falseada de ese extraordinario genio; queda la duda, si el autor de la Novela rusa ayudó a Dostoyevski a llamar la atención sobre él, o lo perjudicó al limitar esta atención a tres de sus libros, ciertamente admirables ya, pero no de los más significativos y será precisamente a partir de ellos que nuestra admiración se desarrollará plenamente. Tal vez, en efecto, para una inteligencia frívola, Dostoyevski no es fácil de retener o penetrar a la primera lectura". Apunta Vogüe:

No brinda descanso, cansa, como los caballos de pura sangre constantemente activos; añádale usted la necesidad de ubicarse... resulta para el lector un esfuerzo de atención... un cansancio moral..."

Y Gide, entre sorprendido y molesto, expresa: "La gente de mundo, hace treinta años, decía lo mismo de los últimos cuartetos de Beethoven ("Lo que se entiende demasiado rápidamente, no dura mucho", dice Dostoyevski en una de sus cartas)".

En este libro, muy recomendable, leemos las causas sutiles que el escritor francés encuentra de todo esto, y lo hace a través del estudio de la correspondencia del escritor ruso. Es un estudio profundo tanto del escritor como de su obra, y nada más y nada menos que en palabras de André Gide.
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La escritora uruguaya Claudia Amengual ganó el "Premio Sor Juana Inés de la Cruz de Literatura" por su novela Desde las cenizas, según el fallo dado a conocer hoy en Guadalajara, México.

1 de noviembre de 2006

Sobre Hemingway y Woolf

¿Será verdad? "El mayor secreto de Ernest Hemingway fue revelado en el libro de Rainer Schmitz ¿Que le ocurrió a la calavera de Schiller? Todo aquello que usted no sabía sobre literatura, una recopilación de episodios y anécdotas poco conocidas o completamente desconocidas sobre escritores célebres. Sin embargo Schmitz no excluyó la posibilidad de que se trate de una fanfarronería o una exageración del autor de Adiós a las armas, un apasionado de la caza mayor, las corridas de toros, de las armas, de las mujeres y el alcohol, según una nota del diario italiano Corriere della Sera reproducida por el matutino La Nación.

En una de sus cartas a su última esposa Mary Welsh en 1944, Hemingway escribió: "Muchos muertos, botín alemán, tantos tiroteos y toda clase de combates".

Pero en otra misiva enviada a su editor, Charles Scribner, en agosto de 1949 - cuatro años después de finalizada la Segunda Guerra-, relató: "Una vez maté a un kraut de los SS particularmente descarado. Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba sus propósitos de fuga, el tipo me respondió: Tú no me matarás. Porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una raza de bastardos degenerados. Y además, sería una violación de la Convención de Ginebra. Te equivocas, hermano, le dije. Y disparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, le disparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por la nariz, creo".

Un año después -el 2 de junio de 1950-, el autor de Por quién doblan las campanas volvió a relatar sus experiencias en la guerra a Arthur Mizener, profesor de literatura de la Universidad de Cornell.

"He hecho el cálculo con mucho cuidado y puedo decir con precisión que he matado a 122". "Uno de esos alemanes era un joven soldado que intentaba huir en bicicleta y que tenía más o menos la edad de mi hijo Patrick", contó.

Hemingway se unió en junio de 1944 al regimiento número 22 de la IV División de Infantería estadounidense con grado de oficial. Ya en la Primera Guerra había intentado ingresar al ejército pero fue rechazado por un problema en un ojo y terminó conduciendo una ambulancia. También fue corresponsal durante la Guerra Civil española.

*

"Varias cartas inéditas de Virginia Woolf así como documentos relacionados con algunos de los escritores británicos más famosos de comienzos del siglo XX saldrán a subasta próximamente en Londres como parte del legado de una aristócrata que inspiró a D.H. Lawrence alguna de sus heroínas.

Ese auténtico tesoro literario, del que forman parte también numerosos cuadros, cartas y fotografías de figuras del grupo de Bloomsbury, perteneció a lady Ottoline Morrell, emparentada con la Reina Madre de Inglaterra, y serán subastados por Christie's en Londres el 1 de noviembre.

Lady Ottoline era, según los testimonios de la época y las fotos que se conservan de ella, una mujer extraordinaria, alta y pelirroja, que solía vestirse de forma extravagante, y cuya residencia londinense, así como la campestre del condado de Oxfordshire, eran frecuente centro de reunión de literatos, pintores y otros artistas de Bloomsbury.

Casada con el diputado liberal Philip Morrell, Ottoline era bisexual y tuvo relaciones íntimas con el filósofo Bertrand Russell, el escritor Alex Munthe, autor de "La Historia de San Michele", el crítico y pintor postimpresionista Roger Fry y los también pintores Augustus John y Dora Carrington".

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