Hace unos días pasé a la librería sólo a curiosear, a ver que había llegado de nuevo. Pero es imposible no comprar un libro, por más que te digas "pero si tengo en mi escritorio aun varios por leer", nada, no sirve, no se puede contener el tomarlo y salir con él con una gran sonrisa. También me traje Antes de que hiele, de Henning Mankell (quien acaba de ganar el Premio Pepe Carvalho, un galardón que reconoce a autores de prestigio y trayectoria reconocida en el ámbito de la novela negra), adonde se enfrentarán juntos uno de mis detectives favoritos, Kurt Wallander y su hija, Linda. Parece ser que los dos hacen un descubrimiento aterrador: hallan la cabeza de una mujer degollada, dos manos unidas, y del resto del cuerpo no hay rastro.
Este libro de Wilde reúne sus cuentos, sus poemas en prosa y al final está un texto clasificado como "ensayo", pero que puede leerse como novela corta, cuento o ensayo-ficción, tiene de todo a la vez. Se trata de "El retrato de W.H.", un texto espléndido. Se inicia de la siguiente manera:
Había cenado con Erskine en su linda casita de Birdcage Walk y estábamos sentados en la biblioteca ante nuestros cafés y cigarrillos cuando la cuestión de las falsificaciones literarias surgió casualmente en la conversación. No puedo ahora recordar cómo fuimos a dar con ese tópico un tanto extraño, al menos para aquella época, pero sí haber sostenido una extensa discusión acerca de Macpherson, Ireland y Chatterton y, respecto a este último, yo insistí en que sus así llamadas falsificaciones eran tan solo el resultado de su deseo artístico por obtener una representación perfecta (...), censurar a un artista por haber hecho una falsificación era confundir un problema ético con un estético.
El caso es que se supone que Shakespeare escribió unos sonetos dedicados a William Herbet (lord Pembroke), pero Cyril Graham tiene otra teoría la cual manifiesta que estos sonetos no están dedicados a este lord sino a un actor del cual Shakespeare estaba enamorado y que formaba parte de su compañía: Willie Hughes. Hace todo un estudio muy profundo de los sonetos y le cuenta sus descubrimientos a Erskine quien no le cree porque le comenta que para que su teoría tenga sentido debe de encontrar al real, al menos hallar escrito su nombre en algun sitio. Cyril Graham, sin que nadie sepa, manda a hacer un cuadro a un pintor (Edward Merton), con las características que vislumbra a través de los sonetos, de Willie Hughes y le da este cuadro a Erskine como comprobación de que sí existe W. H. Pero Erskine descubre que es una falsificación y muy enojado se lo reclama a Cyril Graham quien se suicida ante este develamiento dejándole una carta a Erskine que terminaba encomendándole la teoría sobre Willie Hughes, teoría que continua el narrador, impresionado ante tal hallazgo. Erskine también muere dejándole de regalo el cuadro al narrador quien exclama:
Morir por sus creencias teológicas es el peor uso que un hombre puede hacer de su vida pero ¡morir por una teoría literaria! Me parecía imposible.