28 de febrero de 2007

Nombres de la melancolía

Nombres de la melancolía
Sergio Ramírez

En su libro Estambul, memoria y la ciudad, el novelista turco ganador del Premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, dedica un buen número de páginas a explicar y buscar cómo describir la palabra hüzün, que vendría a significar melancolía. Palabras como esa son como espejos de feria que devuelven de manera múltiple la imagen semántica, pues más que significados que pueden anotarse ordenadamente en la entrada de un diccionario, encarnan sentimientos. Hüzün, como Pamuk explica, tiene sus raíces en el Corán: el profeta escribe que el año en que perdió a su esposa Latice y a su tío Ebu Talip, fue para él el año de la melancolía.

Un sentimiento de dolor ante algo perdido, que la memoria busca recuperar, y de esa búsqueda sólo queda el fruto negro de la melancolía. La melancolía, melania kolis, el derrame de la negra bilis que ensombrece los rostros, según los viejos cánones médicos de los griegos para explicar los malestares del alma como resultado de alteraciones de los humores y flujos del organismo. La pasión negra.

Hüzün, dice Pamuk, no es un estado de gracia ni un concepto poético, sino una enfermedad, asociado no solamente con la pérdida o la muerte de un ser querido, sino también con otras aflicciones espirituales. El recuerdo melancólico de una ciudad, por ejemplo, transformado en necesidad. Los amores que no pudieron ser.

Podríamos leer hüzün como saudade, la palabra del portugués que hemos adoptado al español. Pero en Nicaragua usamos un término singular para designar la melancolía, o la nostalgia por lo perdido, y que abarcaría con ventaja todos los significados del hüzün de Pamuk, y los de saudade: cabanga, que proviene de kaobanga, del idioma africano shanga, o tal vez de cauwanka, de una de las lenguas perdidas de los indígenas de Costa Rica, país al que el diccionario de la Real Academia atribuye la procedencia del término, y lo define como melancolía, tenue tristeza, añoranza, nostalgia. Estar acabangado, morirse de cabanga, decimos.

No sé si cabanga se utilizará en alguna otra parte, además de Costa Rica y Nicaragua, pero no es, de todos modos, una palabra común del idioma. Sentimos cabanga por el ser amado que nos dejó, y tememos, o sabemos, que nunca más podremos recuperar su presencia a nuestro lado. El dolor frente al abandono amoroso, que no se limita a sumirnos en apenas una tenue tristeza, como afirma la Academia, y pasa a manifestarse en apremiante desesperación. Cabanga es la materia de que están hechos los tangos.

También sentimos cabanga por la ciudad, por la tierra lejana, desde la ausencia obligada, éxodos o exilios, y en los dos casos, ser amado o tierra lejana, se trata de un sentimiento que más allá de la melancolía que lo engendra, va hacia la exaltación romántica, y nuestra idea de la felicidad interrumpida aleja de la memoria todo defecto en aquello que perdimos, que más bien se ilumina con el esplendor del recuerdo de la perfección. El amor perfecto, la ciudad perfecta, que porque no está más nos quita ahora la paz, y nos hunde en el desasosiego.

Pero la verdadera perfección de este sentimiento está, más bien, en la imposibilidad de recuperar lo perdido. Es la manera en que la cabanga, animal insaciable, se alimenta a sí misma. Al fin y al cabo, la cabanga viene a ser una manera dolorosa de felicidad.

Un amor perdido, una ciudad perdida cuyo espíritu vaga por calles y entresijos, iluminado por la luz mortecina de la nostalgia. El hüzün, al que Pamuk ve no como la consecuencia, sino como la causa inmanente de la búsqueda incesante de un pasado cada vez menos aprensible. Todos tenemos nuestro propio hüzün, nuestra propia cabanga por la ciudad perdida o presente donde vivimos nuestra infancia, la adolescencia, la primera juventud, la ciudad a la que una vez llegamos como forasteros para quedarnos, o aquella de la que vientos contrarios nos alejaron.

Igual que los perfumes, que solamente pueden nombrarse dándoles una referencia: olor a rosa, a sándalo, a cuero viejo, a sudor, a hojas secas, a aguas estancadas, porque huyen de toda explicación por falta de sustancia, asimismo el hüzün que el propio Pamuk siente por Estambul necesita de enumeraciones para intentar explicarlo, y lo hace, una larga lista de apuntes de la memoria.

La ciudad, nuestra ciudad, que cada día entra más en el pasado, nuestro propio pasado, y la vemos así alejarse en el horizonte, tragada cada vez más por la niebla, y entonces, hacemos nuestra lista: gritos perdidos de niños que juegan en el patio de una escuela, el grafiti en una pared, la estela de un avión que cruza el cielo con rumbo desconocido, las luces que se encienden en la marquesina del cine de la esquina, los autobuses atestados de gente que regresa a sus hogares, un ensayo de piano o de clarinete tras una ventana, el ulular lejano de una sirena en medio de la noche, el llanto desconsolado de un borracho solitario, los pasos de una pareja que se aleja acera abajo.

¿Y qué, si se trata, por ejemplo, de una ciudad desaparecida para siempre, que sólo puede vivir en la memoria, como Managua, destruida dos veces, la última por el terremoto del 22 de diciembre de 1972, la ciudad que dejó de existir y nunca más volverá, un fantasma de ciudad, rodeada ahora por el cerco de la otra Managua falsa y fea?

Y el juego favorito de quienes la vivieron viva, es otra vez la lista, el inventario, de todo lo que se volvió para siempre invisible, calles, esquinas, casas de vecindad, edificios, oficinas, hoteles, cines, burdeles, bares, una discusión de pronto porque no hay acuerdo sobre un lugar preciso. Ejercicios constantes en contra del olvido, la terquedad infinita de recuperar lo perdido recordando. El hüzün sin consuelo. Saudade para siempre. La cabanga perfecta.

Masatepe, febrero 2007.

Poemas inéditos de Jaime Sabines

"Haría más falta tener más poetas y menos políticos", Jaime Sabines


Dan a conocer poemas inéditos del poeta lírico admirado y querido de México, en dos discos compactos de 50 minutos de duración, con el título Llorando la hermosa vida. Homenaje a Jaime Sabines, material que fue presentado por la directora del proyecto, Natalia Gil Torner, y el hijo del autor chiapaneco, Julio Sabines.

El trabajo incluye, dicen las notas en los periódicos, en el disco uno: testimonios y anécdotas contadas por los más entrañables amigos y conocedores de los versos de Jaime Sabines (1926-1999), como Germán Dehesa, Ángeles Mastretta, Carlos Monsiváis, Ramón Xirau, Elena Poniatowska, Elsa Cross y Eve Rosell, entre otros.

También trata de su infancia, de la muerte, el dolor, sus influencias poéticas y su obra. El disco dos incluye: sus poemas “Chepita”, “Tarumba”, “La Muerte” y otros nuevos. La directora de este proyecto —que incluye fotos y lecturas realizadas por este creador—, explicó en conferencia de prensa en el Sanborns de los Azulejos que se trata de un testimonio recogido hace una década cuando Sabines “estaba bastante animado”, después de ser sometido a más de 30 operaciones quirúrgicas.

Para el público que ama su poesía así como para las nuevas generaciones, este proyecto es, sin duda, un secreto muy bien atesorado que pondrá al alcance del público una de las últimas apariciones de ese viejo sabio que, como dijo uno de sus amigos, “fue un mantra de alivio que ha de regresarnos día a día, como un bálsamo, a lo más preciado que hemos perdido en el camino a la modernidad: el alma”. La obra de Jaime Sabines ha sido traducida al francés, al búlgaro, al árabe, y al inglés.

Si sobrevives, si persistes, canta, sueña, emborráchate.
Es el tiempo del frío: ama, apresúrate.
El viento de las horas barre las calles, los caminos.
Los árboles esperan: tú, no esperes.
éste es el tiempo de vivir, el único.
Jaime Sabines.

27 de febrero de 2007

Una mirada al mundo del arte

El maestro de filosofía y crítico de arte Jorge Juanes, tiene un estupendo podcast donde habla de la historia del arte, desde el cristianismo hasta la posmodernidad y/o la muerte del arte. Hasta el momento hay 33 programas, que pueden escucharse desde la computadora o el ipod (también los transmite por Radio Educación, de lunes a viernes a las 23:30 hrs). Muy recomendables.

En este movimiento, donde lo tradicional y lo renovador conviven y se nutren recíprocamente, la Post-Modernidad (tal y como lo dice Alejandro Piscitelli, en su libro: Metacomunicación) no viene a sustituir lo moderno, sino a “iluminar con luz nueva sus principales banderas, reapropiándose de sus consignas aun vivas pero reubicándolas y resignificándolas, a su vez, dentro de otras constelaciones del saber y el hacer".

El enlace o liga es el siguiente: Territorios del Arte Contemporáneo.

Web Oficial de Territorios (todos los programas).

Cien años de soledad

Las Academias de la Lengua de los países de habla hispana han preparado una edición popular de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que ha sido revisada por el propio autor y que cuenta con introducciones y estudios de autores como Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Álvaro Mutis y Claudio Guillén. Esta edición se presentará en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebrará del 26 al 29 de marzo en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias. Para la nueva edición, que publicará Alfaguara, las Academias de la Lengua presentaron una propuesta razonada al propio autor, que quiso "revisar las pruebas de imprenta completas, enriqueciendo así esta edición con su trabajo de depuración y fijación del texto".

La edición popular de Cien años de soledad, de 756 páginas, se abre con una breve semblanza de García Márquez escrita por Álvaro Mutis y una introducción de Carlos Fuentes que aporta "testimonios personales esclarecedores sobre el nacimiento de la novela y el deslumbramiento inmediato que suscitó", afirma la Academia. También, contará con la parte central del análisis que Mario Vargas Llosa (1) hizo de la narrativa de García Márquez en "Historia de un deicidio", así como con un estudio de Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, y otro de Claudio Guillén, a quien la muerte sorprendió cuando le ponía punto final.

Tras esos estudios, cuatro académicos latinoamericanos -Pedro Luis Barcia (Argentina), Juan Gustavo Cobo Borda (Colombia), Gonzalo Celorio (México) y Sergio Ramírez (Nicaragua)- glosan distintos aspectos de la personalidad literaria de García Márquez y de lo que Cien años de soledad significó en la trayectoria de la novela hispanoamericana. Además, y para facilitar la lectura de la edición popular, se ha preparado, en colaboración con la Academia Colombiana, un “Glosario” léxico de 55 páginas, que aclara el significado de los términos y ofrece noticia sobre personajes, acontecimientos y lugares. También se ofrece un cuadro de la “Genealogía de los Buendía”, que, en su momento, pensó incluir el autor.

(1) Cabe mencionar que este último texto desató algunas confusiones y entredichos, porque Vargas Llosa y García Márquez ya llevan 30 años de enemistad. Muchos pensaron que Vargas Llosa había compuesto este texto, en el que se expresa en términos más que elogiosos, especialmente para esta edición, pero lo cierto es que los académicos rescataron este ensayo que había sido escrito allá cuando eran compinches.

Fuente Agencias de noticias.

26 de febrero de 2007

Detectives literarios

Nombre: Sherlock Holmes
Lugar de residencia: Baker Street 27, 1er. piso, Londres, Inglaterra
Profesión: Se define a sí mismo como “Detective consultor”
Periodo investigado: Fines del siglo XIX.

El sujeto es alto y enjuto, con labios delgados y una nariz aguileña que se destaca en su rostro como el pico de un ave. Las manos son largas y nerviosas. Fuma pipa y a veces sonríe a través de una nube de humo azul. Identificamos en él las características que enumeramos a continuación: Absoluta preponderancia de lo intelectual sobre lo emotivo (“es la máquina de razonar y observar más perfecta que conozco”, afirma Watson, su amigo, ayudante y cronista, que agrega en otro momento: “su inteligencia fría, llena de precisión, lo lleva a deducciones asombrosas”).

Mientras tanto, lo afectivo aparece reprimido (“si alguna vez hablaba de sentimientos tiernos lo hacía con mofa y sarcasmo”, dice Watson). Ilustra su dificultad para actuar en función de los sentimientos el caso de Irene Adler, según él la mujer, “con una cara como para dejarse matar por ella”, pero acota Watson: “Como enamorado no habría sabido estar en papel”. Aun así prefiere quedarse con la foto de ella a aceptar el pago de servicios al rey de Bohemia. “En Irene Adler –dice Watson– admiraba el ingenio y la desenvoltura, la inteligencia, que la ponía a su altura.” A la vez, aparece una dualidad, un desdoblamiento de la personalidad frente al estímulo estético. Dice Watson: “Los dos aspectos de su temperamento se alternaban y pensé que su exactitud y astucia eran la reacción contra el humor poético y contemplativo...”.

Por otra parte, rechaza sistemáticamente la vida de sociedad (afirma el mismo Holmes: “Durante semanas permanezco en contacto sólo con mis libros”), y se reconocen en él claros rasgos narcisistas (pide a Watson que lo acompañe en una misión porque “estaría perdido sin mi Boswell” –biógrafo escocés–). En otro momento le reprocha que no destaque en las crónicas sus notables conocimientos científicos. Hay pruebas de una adicción importante (describe Watson: “Alterna los adormilamientos de la cocaína con la impetuosa energía de su naturaleza”). El tema del control (sobre sí mismo, sobre los demás y sobre la realidad en general) es central en Sherlock Holmes. Así lo muestra, por ejemplo, su capacidad para caracterizar personajes (opina Watson: “Parecía cambiar hasta de expresión, maneras e incluso de alma”). Y también, opina, “nunca es efusivo”. Y le dice Holmes en un momento dado: “Es un asunto que me llevará sus tres buenas pipas, y le pido que no me hable durante cincuenta minutos”. Asimismo, la afición de Holmes a la apicultura revela su admiración por seres tan disciplinados (las obreras) como para morir de cansancio mucho antes de su hora. Procura ejercer el mismo control sobre los demás (“Tenga cuidado con cumplir mis órdenes al pie de la letra”, le dice a Watson). La observación y la deducción, esencia de su prestigio, le permiten, de paso, controlar su entorno.

Conclusión: Es claro que el sujeto sublimó sus intensos rasgos obsesivos. Así, la meticulosidad y la tenacidad típicas se vuelven útiles de trabajo. La asepsia afectiva contribuyó para que se transformara en el paradigma del pensamiento deductivo (son famosas sus resoluciones rápidas y asombrosas de los misterios que le presenten sus clientes o el mismísimo Scotland Yard). Sin embargo, por debajo del helado control de sus emociones, es un sentimental (desprecia al rey de Bohemia por no haberse jugado por Irene Adler). La adicción a la cocaína también sugiere una huida del dolor.

Nombre: Maigret
Lugar de residencia: París, Francia
Profesión: Comisario de la Sûreté Générale, París
Periodo investigado: De 1929 en adelante.

Conocemos a Maigret durante el intenso período de entreguerras, cuando tiene cuarenta y cinco años. En palabras de Simenon, es un hombre “alto, ancho y pesado”, con “cabello tupido color castaño oscuro” y que se mueve “desmañadamente, con cierta torpeza”. Algunas descripciones despiertan nuestra simpatía (“Se arregló lo mejor que pudo una corbata que jamás había conseguido anudarse correctamente”) y tiene tics pintorescos: es friolento y la estufa de hierro colado que ocupa el centro de su despacho debe estar todo el invierno casi al rojo porque tiene el hábito de pararse contra ella para fumar su pipa mientras analiza el caso en que trabaja. A la vez, es distraído en lo rutinario y pudo “dar la espalda a la majestuosa chimenea de mármol de aquel estudio sin notar que estaba apagada”. Es el tipo de hombre que necesita que lo cuiden y que sin proponérselo despierta ternura en muchas mujeres. La Sra. Maigret, con vivo instinto maternal, es quien cubre cabalmente esa necesidad. El es un bon vivant, un gourmet, y ama a la Sra. Maigret así como las comidas generosamente regadas con buen vino que ella le prepara. En consecuencia, el contacto con el sexo opuesto (“Lina se desnudó para provocarlo: tenía el cuerpo bello y flexible de una bailarina, pero el comisario ni se inmutó”) lo deja indiferente (pero es paternal con las mujeres que sufren o son abusadas). En lo profesional su sensibilidad no le impide actuar como un duro, capaz de continuar un seguimiento con un balazo en el costado apenas vendado con un mantel. Es muy intuitivo y su olfato es infalible: “Estaba seguro de que en algún lado había una falla”. Se mete en la piel de sus sospechosos (“Tras seguirlo varias horas Maigret conocía su silueta al detalle y había captado a fondo su carácter”). Sus casos nos procuran retratos inolvidables de las pasiones y las debilidades humanas, sobre todo en la gente común, ante la cual se muestra comprensivo y piadoso. Cuando matan a un subalterno que aprecia se enfurece, pero predomina el dolor desde el afecto (“Miró aquellos peces rojos: sólo sus bocas se abrían y cerraban, y le recordaron la boca abierta de Torrence”).

Disfruta de los amigos y de los buenos momentos (“Anoche habían recibido a los Pardon; después de comer, las mujeres intercambiaban recetas mientras los dos hombres charlaban perezosamente bebiendo licor de ciruelas de Alsacia”), y cuando debe viajar a un hermoso lugar en la Costa Azul “tiene la impresión de haberse tomado unas vacaciones irregulares” y piensa: “tendré que volver aquí a pasar unos días con mi mujer”.

Conclusión: Maigret es, diría Freud, un hombre normal (suponiendo que la categoría exista), dado que presenta rasgos de casi todos los cuadros psicopatológicos sin predominio de ninguno. En síntesis, un hombre que puede “trabajar, amar y disfrutar”. Esto le otorga una estructura de personalidad rica, variada y flexible, que le permite implementar reacciones y conductas no estereotipadas y bien adecuadas a la realidad.

Nombre: Philip Marlowe
Lugar de residencia: Los Angeles, California, Estados Unidos
Profesión: Detective privado
Periodo investigado: A partir de 1943 hasta los años '50.

Philip Marlowe es joven y sagaz, con ese toque a la “amante latino” de los hombres altos, fuertes y morenos. Según Raymond Chandler, su creador, “Marlowe nació en California y cursó un par de años de universidad. Su primera experiencia en la investigación la adquirió trabajando para una compañía de seguros”. Tiene “suficiente inteligencia y coraje para sobrevivir” en el medio en que lo involucran su pasión por el peligro y su desprecio por la prepotencia de los poderosos y los corruptos. Con cada historia nos sumerge en el crudo ambiente del hampa, donde los matones asesinan sin pestañear, la policía está comprada y algunas mujeres se oscurecen en la miseria de la calle y la droga, mientras otras, bellas y generalmente ajenas, viven en mansiones y frecuentan clubes nocturnos opulentos, cargados del falso lujo del estuco dorado. Es un seductor que le dice a una mujer: “Me gusta saber que hay al menos una hembra encantadora y bonita que no tiene los talones redondos”. Pero a otra que lo conmueve demasiado la aparta: “Estoy demasiado gastado para vos”. Sus oficinas, “sala de espera y sala de meditación”, están en el Edificio Cahuenga de Los Angeles, donde sus clientes lo comprometen con situaciones de las cuales a menudo sale maltrecho y tan pobre como antes, algo que intenta revertir: “Estaba pulcro, afeitado y sobrio; era en todo el detective privado como debe ser: iba a pedir cuatro millones de dólares”.

Lo caracteriza una cierta ambivalencia. Esto hará que, por un lado, actúe en función de su integridad y nobleza, y que por otro sea jugador, mujeriego e insaciable bebedor de whisky y que no haya vicio que no conozca. Es un tipo hecho a la calle, pero jamás gratuitamente violento. Su lenguaje es lacónico y cortante, pero muy expresivo: “Me sonrió pero tenía poca práctica”. A una mujer desconcertada por su dualidad, le dice: “Si no fuera duro no estaría vivo, y si no fuera suave no merecería estar vivo”. Según Chandler, Marlowe “seduciría a una duquesa pero no violaría a una virgen”; es un hombre de principios, no de fines, alguien que nunca toma distancia para protegerse, que se vulnera, un personaje casi poético “que introdujo cierto romanticismo en la banalidad de Los Angeles”, y al que quizás sería válido considerar un áspero antecedente del lirismo hippie.

Conclusión: De él dice Chandler: “Si rebelarse contra una sociedad corrupta significa ser inmaduro, entonces Philip Marlowe es absolutamente inmaduro”. Este personaje seductor –de sus lectores inclusive– tiene fuertes rasgos histéricos, quizá lo más visible cuando se lo analiza. La tenacidad para remar contra la corriente en sus investigaciones revela una cierta obsesividad, no predominante. Por otra parte, en algunas de sus reflexiones hay cierto humor amargo que sugiere un destello depresivo. Estamos nuevamente ante una personalidad “mixta”, que lo define como un individuo cercano a la utópica “normalidad”.

Nombre: Pepe Carvalho
Lugar de Residencia: Vallvidrera, Barcelona, España
Profesión: Detective Privado
Periodo Investigado: De la década del '60 hasta 1996.

En sus últimas apariciones, el personaje de Manuel Vázquez Montalbán ronda los 50 años, un hombre moreno, de bigote pesado y anteojos que agravan las cejas. En su rostro “se reflejan enormes heridas morales”. De joven estudió filosofía en Barcelona; en los años ’60 ingresó a la CIA como profesor de castellano para luego pasar a cumplir funciones de agente internacional. Eventualmente, ya fuera de la Agencia y de vuelta en España, Franco lo metió en la cárcel, acusado de comunista. Al salir, se instaló en Vallvidrera y abrió despacho de detective privado en la Rambla de Barcelona.

“El Crimen de la Botella de Champán, titulaba el periódico, y Carvalho salteó líneas buscando la marca de la botella empleada...” Un hedonista, amante de la buena bebida y de los buenos platos (“devoto del sentimiento trágico de la comida”), que sale a buscar personalmente el mejor jamón o los ajos más tiernos, cocinero compulsivo, intempestivo: “Sintió esa necesidad de solidaridad o complicidad de los cocineros amateurs cuando consideran que su obra está bien hecha: las dos y media de la mañana, no se lo piensa dos veces, tapa el guiso y salta los escalones...”; “¡Vaya horas! ¿Un incendio?” No. “Un salmis de pato...”

Un sujeto contradictorio, que disfruta de la gente sencilla y la conoce visceralmente pero descuida a Charo (la joven que ama pero a la cual no es fiel, “una puta selectiva más que selecta”, “con rubores de virgen mental”) o quema sus libros (“porque me gustaron en su tiempo y me da miedo sentir la tentación de volver a leerlos”). Sus profundos regocijos de gourmet son casi los únicos que se permite, quizás porque la pasión crea lazos poderosos, mientras que la comida crea lazos momentáneos, que sólo comprometen a pasar la receta. Y a él “la perspectiva de una vejez sin dinero suficiente para que alguien le limpiara el culo si era necesario le indignaba porque le indignaba tener miedo”... Entonces, sin decirlo, quizás sin saberlo, se defiende de la angustia ante la vejez y la muerte, única insuficiencia trascendente, y con cada espalda que muestra a lo que ama (exceptuados sus dos amigos) simula autonomía, indiferencia. De paso satisface al fantasma del padre que no se perdonaba “la jugada de haberlo traído a este mundo, a la absurda marcha desde la nada a la muerte”.

Conclusión: Estamos entonces ante un sujeto con fuerte tendencia a la depresión, que se defiende adecuadamente transformándola en melancolía y nostalgia (“... la democracia se había apiadado de su honda melancolía y habían vuelto a adosar la plaza del Padró a la base de la capilla románica, la geometría de su infancia”...) y que desarrolla ciertas fobias, naturalmente sucedáneos de la verdadera y reprimida a la muerte, y ciertas obsesiones defensivas (ahorrar lo suficiente). Su humor ácido y brillante es otra trinchera eficaz a la cual huir cuando así se lo exige la vida.

Nombre: Kurt Wallander
Lugar de Residencia: Ystad, costa de Escania, Suecia
Profesión: Inspector de policía, Distrito de Ystad
Periodo investigado: Década del '90 en adelante.

Kurt Wallander dice tener “cuarenta y pico de años”, es corpulento, rubio, con tendencia a la obesidad. La esposa lo abandonó un año atrás; “la extraña y lo atormentan los celos”. Tiene una pobre relación con su única hija, que estudia y trabaja en Estocolmo, y teme que intente nuevamente quitarse la vida, como hizo a los quince años. Sus profundos intereses de orden ético (“trabajaban en un medio hostigado por la corrupción política y judicial, y lo que antes habían sido sospechas o suposiciones sectarias finalmente había quedado al descubierto”) y estético (“puso un disco de Maria Callas”) no le impiden estar crónicamente desinformado (“nunca sabía a ciencia cierta lo que ocurría a su alrededor”). No es un solitario sino un hombre que sufre de soledad, y a pesar del escaso brillo de su personalidad de antihéroe, de su tímido erotismo y de su ausencia total de sentido del humor, Wallander logra que deseemos acompañarlo.

En lo profesional tiene gran oficio, es perspicaz y posee una fina intuición. Sin embargo, seguramente a causa de la actitud descalificante del padre, tiene intensos accesos de inseguridad. Se plantea, por ejemplo, dejar la policía (“quizás un trabajo sólo para un tiempo”). Precisamente, la decisión del joven Kurt de ingresar en la Academia de Policía fue denigrada por el padre (“nunca pensé que tendría que sentarme a comer contigo mientras te salen gusanos de cadáveres de las mangas de la camisa”). Para él, su hijo es un fracasado, lo cual explica la relación del inspector con Rydberg, su colega y modelo, muerto recientemente, y a cuyo costado Wallander creció profesionalmente pero desde una dependencia que no logra superar: “¿Qué hago ahora?, ¿qué habría hecho Rydberg?”, se pregunta con excesiva frecuencia. Durante una investigación, en ocasión de haber matado en defensa propia, sufrió una crisis depresiva grave (abandono general, alcoholismo, insomnio, fantasías autodestructivas). Tras un año y medio comenzó a recuperarse a través del interés que le despertó un caso que ocupaba a sus colegas. Pero la angustia no desapareció y cada tanto siente “que debe hacer algo con su vida”.

La investigación de un caso lo llevó a Riga, Letonia, donde se enamoró de una mujer, Baiba Liepa. Ella pasa a encarnar sus fantasías de felicidad, pero mediante dilaciones aparentemente inevitables logra no materializarlas. Desde una actitud de culpa intensa respecto del padre porque, dice, “no lo visitaba con suficiente frecuencia”, se comprende su imposibilidad para construir desde la alegría. Por supuesto, la muerte del anciano no elimina su eficacia destructiva, instalada en la memoria del hijo. Lo alivia algo recordar el viaje a Italia que alcanzaron a hacer juntos en armonía muy relativa, ya que como siempre el anciano sólo pensó en él y desapareció varias horas del hotel para cumplir sus ritos personales.

Conclusión: Kurt Wallander tiene una estructura de personalidad maníaco-depresiva, medianamente compensada por el contacto con colegas y superiores y por las gratificaciones del trabajo. Sin embargo, su equilibrio es precario y está permanentemente en peligro de una crisis grave como la ya sufrida.

Y una última consideración: ¿Qué tienen en común los cinco, fuera de la inclinación a escarbar bajo la superficie de lo aparente? ¿Hay rasgos de personalidad constantes, es necesario ser un seductor como Marlowe, un obsesivo como Holmes, un hombre satisfecho como Maigret, un triste como Kurt Wallander? ¿Es útil quizás cocinar como los dioses que nutren a Carvalho...?

No parece. En realidad, digámoslo de una vez, cualquiera puede ser un buen detective. La única condición irrenunciable, quizás, sea que un buen escritor te invente.

Detectives al diván.

25 de febrero de 2007

Horacio Quiroga: Aniversario

Desde la primera vez que leí a Horacio Quiroga quedé impresionada con su obra, un gran escritor. La Revista Ñ lo recuerda en el aniversario de su fallecimiento:

Hace setenta años, el escritor uruguayo se suicidaba con cianuro. El halo de muertes que rodeó su vida la transformó en un destino literario y a su obra, en un eslabón de esa historia trágica. Aquí, la lectura de un conflicto común a varios escritores.

La mujer había bebido una dosis de veneno suficiente, pero la muerte puede ser tan intrincada e ingobernable como cualquier suceso de la vida. Por eso la mujer, a la que se supone muy bella, tuvo una agonía de tres días. Su marido la acompañó, tratando de rescatarla, le pidió perdón, no debieron de faltar las frases de amor, las confesiones. Algunos se animan a sospechar o imaginar que el hombre llevó un diario de esa agonía, que no pudo resistir la tentación de escribir sobre ella. Cuando finalmente la mujer murió, el hombre oscuro, insobornable, quemó toda su ropa, hizo desaparecer cualquier objeto que hablara de su persona, destruyó sus fotos. En un supuesto álbum familiar a la imagen de Ana María Cirés le corresponde una página en blanco. Tal vez porque esa muerte le trajo a Horacio Quiroga la presencia de otras muertes que se sucedieron de modo casi irreal en su biografía y le daban la certeza atroz de que no habían terminado. Su destino estaba trazado como el recorrido perfecto de una flecha. Esas que siempre dan en el blanco.

A setenta años de su suicidio, ocurrido el 19 de febrero de 1937, queda claro que la muerte en Quiroga no es sólo un dato biográfico, sino la clave para pensar su vida y su literatura. Un héroe griego que, lejos de elegir, entiende que su principal oponente lo ha elegido a él. Caer en la enumeración de sus muertes cercanas resulta inevitable: tenía dos meses cuando su padre se mata en una cacería, accidentalmente, en Salto, Uruguay, su lugar de nacimiento. Su padrastro se suicida cuando Quiroga era un adolescente. En 1901, mueren dos de sus hermanos, de fiebre tifoidea. Ese mismo año, mientras limpiaba un arma, una bala se dispara y ocasiona la muerte de uno de sus amigos. Después vendrán los suicidios de su amiga Alfonsina Storni y el ya relatado de su primera esposa. Le seguirán el de otro colega y amigo, Leopoldo Lugones (1938) y el de los tres hijos de Quiroga, ocurridos después de la muerte del escritor.

Estos hechos escenifican el conflicto vida/literatura. Una marca que envuelve la vida de varios escritores donde los dos mundos compiten por su valor de realidad. En uno de sus ensayos, Ricardo Piglia resumió estas tensiones: "Esa fantasía extraña de los escritores de dejar de ser escritores o de conseguir una experiencia que sea más intensa que lo que se supone que es la experiencia de la literatura. Entonces la fantasía de la muerte de la literatura es como el acceso a lo real mismo". La decisión de Horacio Quiroga de ir a vivir a la selva misionera podría pensarse como la construcción de una experiencia que volviera minúscula la tarea de la escritura. Frente al desafío que la selva presentaba, la idea de aventura y el trabajo manual al que siempre quiso dedicarse, surgió en él la fantasía de abandonar la tarea de escritor, como si el hecho de continuar siéndolo potenciara su destino trágico. Tal vez pensaba que, al intentar mutar en un "hombre común", el drama de la muerte habría de alejarse. De esa manera podría eliminar el carácter excepcional de los escritores que sienten la presión de escribir sobre la muerte.

Por supuesto, no fue esto lo que ocurrió. Quiroga decidió su travesía en la selva como el autor de una novela de aventuras, como el romántico personaje de un filme de Werner Herzog o como un rousseauniano que quiere vivir en un mundo anterior a la cultura pero después vuelve al papel, convierte esa experiencia en materia literaria y se ubica, en la línea de fuego. Jorge Lafforgue, quien por estos días se encuentra editando el epistolario completo del escritor uruguayo, comenta: "Lo que hace magistralmente Horacio Quiroga, por ejemplo en el cuento ''A la deriva'' (1912), es contar ese momento donde la muerte te está tocando los talones".
Uno de sus cuentos: "La gallina degollada".

El juego de Kafka

Hay investigaciones en las que sucede lo que Umberto Eco llama Sobreinterpretación:

El fenómeno de la sobreinterpretación es propiciado por nuestra tendencia natural a pensar en términos de identidad y semejanza. Y esto debido a un principio incontrovertible, a saber que, desde cierto punto de vista, cualquier cosa tiene relaciones de analogía, contigüidad y semejanza con todo lo demás. Pero la diferencia entre la interpretación sana y la interpretación paranoica radica en reconocer que esta relación es mínima y no, al revés, deducir de este mínimo lo máximo posible. Para leer el mundo y los textos sospechosamente, es necesario haber elaborado algún tipo de método obsesivo. La sobreestimación de la importancia de los indicios nace con frecuencia de una propensión a considerar como significativos los elementos más inmediatamente aparentes, cuando el hecho mismo de que son aparentes nos permitiría reconocer que son explicables en términos mucho más económicos.

¿Qué opinan del siguiente texto?

"Al despertar una mañana, tras un sueño intranquilo, Franz Kafka se encontró convertido en Fiodor Dostoievski. Este trampantojo literario es la tesis principal del trabajo del doctor Guillermo Sánchez Trujillo, un catedrático colombiano que ha dedicado más de veinte años a estudiar la obra del escritor checo y ha llegado a la conclusión de que El proceso y otras obras de Kafka son una minuciosa reescritura de los textos del autor ruso. En su obra Anatomía de El proceso, el profesor Sánchez Trujillo demuestra, mediante una comparación rigurosa de los textos, la coincidencia exacta de las reescrituras realizadas por Kafka sobre la obra de Dostoievski. Así, por ejemplo, el inicio de La metamorfosis estaría contenido en el tercer capítulo de Crimen y Castigo:

- “A la mañana siguiente se despertó tarde, tras un sueño agitado que no lo había descansado… Raskolnikov se había retirado deliberadamente…como una tortuga bajo su caparazón” (Crimen y Castigo)

- “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón…” (La metamorfosis)

Sin embargo, es en El proceso donde el juego de Kafka se nos revela en toda su amplitud. Detalle tras detalle, el profesor Sánchez Trujillo ha ido trazando un mapa de las coincidencias con Crimen y Castigo, hasta establecer que determinados personajes o localizaciones se corresponden en ambas novelas como en las dos caras de un mismo espejo. “Leí Crimen y Castigo varias veces, —explica el profesor— todas las veces que fueron necesarias para tener los detalles de la novela en la cabeza. Luego, empecé a leer la obra completa de Kafka en orden cronológico, con la novela de Dostoievski a un lado y así ir subrayando las posibles coincidencias entre las dos obras. El resultado no pudo ser más asombroso (…) Todo parecía indicar que Kafka se la había pasado reescribiendo la novela de Dostoievski”.

El ensayo de Sánchez Trujillo, con toda su apariencia de disparatada teoría, cobra dimensiones verdaderamente inquietantes con la relectura de ambas novelas. El catedrático nos revela que “Kafka utiliza diálogos, lugares o situaciones salidas de Crimen y Castigo, trayendo a veces escenas completas con una literalidad increíble”. La escena en la que Raskolnikov confiesa a Sonia su crimen, por ejemplo, es un calco de la escena en que Josef K. “confiesa” a la señorita Bürstner el interrogatorio al que ha sido sometido por unos desconocidos; la sede del tribunal donde se eterniza el protagonista de El proceso es en realidad la comisaría de Crimen y Castigo adonde acude Raskolnikov; la solitaria piedra sobre la que Josef K. es ejecutado, es la misma piedra bajo la que el asesino de Crimen y Castigo esconde los objetos robados a la vieja en el capítulo II.

Constantemente, los personajes de ambas novelas se comportan con un mimetismo estremecedor:

- “A través de la puerta entreabierta apareció la cabeza de la patrona. Raskolnikov se incorporó... La patrona, que observaba a través de la puerta, la cerró y desapareció” (Crimen y Castigo).

- “Cuando K. volvía a la habitación contigua, se abrió precisamente la puerta opuesta y la señora Grubach se dispuso a entrar. Sólo la vio un instante porque, apenas la reconoció K., ella se turbó visiblemente, pidió perdón y desapareció” (El proceso).

A menudo, el comportamiento de los personajes es como el de esta patrona indiscreta; los protagonistas de una novela se asoman en la otra, entran por puertas y ventanas como en una interminable escalera de Escher. A veces, como en dimensiones paralelas, los personajes de El proceso conocen el juego en el que está inmerso Josef K, y esperan que suceda lo que ya le sucedió a Raskolnikov en el mismo escenario. Así, por ejemplo, “los personajes del tribunal, que saben que K. está viviendo las aventuras kafkianas de Raskolnikov en la comisaría, están esperando que de un momento a otro K. pierda el sentido” como le sucedió a aquél".

Leer completo.

24 de febrero de 2007

30 años de Rolde

"El día 5 de marzo se cumplirán treinta años desde que un grupo de jóvenes constituyeron el Rolde de Estudios Aragoneses. Para celebrar este acontecimiento estamos preparando un número extraordinario de Rolde. Revista de Cultura Aragonesa dedicado a estas tres décadas de trabajo y compromiso con Aragón y la cultura aragonesa".

Muchas felicidades a Victor Juan por este estupendo logro. Además, Rolde estrena página web. Enhorabuena.

Recuerdos de una mañana: Proust

"Cada día otorgo menos valor a la inteligencia. Cada día soy más consciente de que sólo al margen de ella puede rescatar el escritor alguna parcela de sus impresiones pasadas, es decir, alcanzar algo de sí mismo y también la única materia del arte. Lo que la inteligencia nos devuelve con el nombre de pasado no es tal. En realidad, al igual que sucede con el alma de los difuntos en ciertas leyendas populares, cada momento de nuestra vida, tan pronto muere, se encarna y se oculta tras algún objeto material. Y allí permanece prisionero, eternamente prisionero, a no ser que demos con el objeto. A través de éste lo reconocemos, lo llamamos, y queda liberado. Es perfectamente posible que el objeto donde se oculta –o la sensación, ya que, con relación a nosotros, todo objeto es sensación- no lo encontremos jamás. Y así, hay momentos en nuestra vida que nunca resucitarán. ¡Es tan pequeño ese objeto, está tan perdido en el mundo, existen tan pocas posibilidades de que se cruce en nuestro camino!

La otra noche, como regresé helado por la nieve y no podía entrar en calor, me puse a leer en mi habitación a la luz de la lámpara, y mi anciana cocinera se ofreció a prepararme una taza de té, infusión que no tomo nunca. Y quiso el azar que me trajera unas tostadas. Mojé la tostada en el té, y en el momento en que me llevé la tostada a la boca y la sentí ablandarse mientras el sabor del té me impregnaba el paladar, me invadió una turbación, efluvios de geranios y naranjos, una sensación de luz extraordinaria, de felicidad. Permanecí inmóvil, temiendo interrumpir con un solo movimiento aquello que se forjaba en mi mente sin entenderlo, aferrándome a ese sabor de pan humedecido que parecía producir tantas maravillas, cuando de repente los tabiques conmocionados de mi memoria cedieron, y los veranos que pasaba en la casa de campo irrumpieron en mi conciencia, con sus mañanas, arrastrando con ellos el desfile, la carga incesante de las horas felices. Entonces recordé: todos los días, después de vestirme, bajaba a la habitación de mi abuelo, que acababa de despertarse y tomaba el té. Mi abuelo mojaba una tostada y me la daba. Y cuando pasaron esos veranos, la sensación de la tostada ablandada en el té fue uno de los refugios donde las horas muertas –muertas para la inteligencia- fueron a agazaparse, y donde sin duda nunca las hubiera encontrado si aquella noche de invierno, al regresar helado por la nieve, mi cocinera no me hubiera ofrecido la infusión a la que la resurrección estaba ligada, en virtud de un pacto mágico que yo desconocía.

La inteligencia no podrá hallar cobijo en los objetos en los que tratemos de establecer conscientemente relaciones con el momento que vivimos. Es más, si hay algo que pueda resucitarlos, cuando resuciten con ellas se verán despojados de poesía".

Fragmento del Prólogo de Contra Sainte-Beuve. Recuerdos de una mañana, de Marcel Proust. Los subrayados son míos.

23 de febrero de 2007

Sobre semiótica y pragmatismo

Sobre semiótica y pragmatismo. Entrevista de Chon-Min Hong, David Lourie y Jiro Tanaka

The Harvard Review of Philosophy: La mayor parte del trabajo académico se ha centrado sobre el campo de la semiótica. ¿Qué es exactamente semiótica? ¿Cuáles, en su visión, son sus objetivos?

Umberto Eco: La respuesta técnica debería ser que es el estudio de la semiosis en todos sus aspectos, pero en este punto antes yo definiría semiosis. Y puesto que tengo escritos varios libros sobre este tema probablemente no sería apropiado o adecuado responder en pocas frases (de otro modo, todos esos libros habrían sido innecesarios, lo que no puedo admitir). En términos académicos no considero la semiótica como una disciplina, ni aun como una división, sino quizás como una escuela, como una red interdisciplinaria, que estudia los seres humanos tanto como ellos producen signos, y no únicamente los verbales.
El estudio de un sistema específico de signos es usualmente llamado “semiótica de”. Por ejemplo, la linguística es una semiótica del lenguaje verbal; hay, también, una semiótica de las luces de tráfico. La diferencia entre un lenguaje como el inglés y el sistema de luces de tráfico es que el último es más simple que el primero. Entonces, hay una aproximación general a la totalidad de la conducta semiótica, y yo llamo a este estudio la semiótica general. En este sentido, la semiótica demanda algunas cuestiones filosóficas fundamentales.
Trato de imaginar una filosofía del lenguaje que, en lugar de analizar solamente nuestra conducta verbal, analiza cada clase de la producción de signos y la interpretación. La semiótica general es para mí una forma de filosofía –para ser honesto, pienso que es la única forma aceptable de filosofía hoy. Después de todo, cuando Aristóteles dice que el Ser puede ser dicho en varios modos, él caracteriza la filosofía como una investigación semiótica.

The Harvard Review of Philosophy: Claramente, usted ha encontrado que la ficción le permite llevar a cabo algo distinto de lo que usted ha efectuado en su trabajo crítico y filosófico. Cuando usted escribe novelas, ¿en qué sentido su punto de vista sobre cuestiones filosóficas es diferente de lo que usted hace como teórico?

Umberto Eco: Su pregunta permite dos diferentes respuestas dado que, de hecho, concierne a dos problemas diferentes, respectivamente: a) la psicología de la creación literaria; y b) el rol de la literatura en el debate filosófico, especialmente hoy. Para el primer punto, yo diría que cuando comienzo una novela no pienso en ninguna cuestión filosófica específica. Comienzo con una imagen, una situación, y no sé a dónde estoy yendo. Solamente después comprendo que, de algún modo, he tratado con problemas filosóficos –lo cual no es tan inexplicable, porque ellos son mis problemas. En este punto comprendo, cuando trato con problemas filosóficos en una modo ensayístico, que trato de alcanzar una conclusión, una unívoca, listo para defenderla –aun cuando soy consciente de que en orden de búsqueda esa conclusión la he recortado de otros posibles modos de mirar el mismo problema.
Por el contrario, cuando escribo una novela tengo una impresión de poner en escena, y trato de representar el hecho de que las conclusiones pueden ser muchas. En otras palabras, ofrezco a los lectores una serie de preguntas, no respuestas. Traducir todo esto en términos de una metáfora “filosófica”: escribir trabajos eruditos es como escribir el Tractatus, mientras que escribir una novela es más como escribir las Investigaciones Filosóficas.
Esto nos lleva a la segunda parte de la pregunta. Un número considerable de filósofos de nuestro tiempo han usado creaciones literarias como un campo para tratar problemas filosóficos: hay filósofos que se reflejan en Kafka, en Mann, o en Proust. Ellos usan la literatura como algunos filósofos griegos usaron el mito, una representación de final abierto y problemática de los problemas humanos –no sólo porque los discursos poéticos o narrativos no son aceptados o se rechazan (pasan o fracasan) sino porque pueden ser explorados como una fuente de cuestiones interminables.

The Harvard Review of Philosophy: Sus escritos, sus ficciones, son interpretadas por sus diversos lectores en numerosos modos diferentes. ¿Cuál es la diferencia entre interpretación y falsa interpretación?

Umberto Eco: Yo fui ampliamente influenciado, en el comienzo de mi carrera filosófica, por Luigi Pareyson, cuya filosofía de la interpretación era en realidad una forma de hermenéutica. Es por esa razón que décadas después yo encuentro el pensamiento de C.S.Pierce, y fui conquistado por su teoría de la interpretación como la categoría unitiva capaz de explicar cómo la mente y los lenguajes (y aun la naturaleza) trabajan. Pero una característica central de la filosofía de Pareyson era que cada acto de interpretación envuelve tanto la libertad como la fidelidad (o respeto). Usted es libre porque está mirando algo desde su propia perspectiva, pero usted está mirando algo. Esa dialéctica entre libertad y lealtad todavía permanece central en mi pensamiento y en el modo en que trabajado sobre la noción de Pierce de semiosis sin límites (ver, por ejemplo, los recientes ensayos de mi libro Los límites de la interpretación).
Para ponerlo todo de un modo tosco: todavía creo que hay un nivel literal en el lenguaje, un grado cero. La interpretación comienza desde ese nivel y no puedo ignorarlo. ¿Puede usted leer Finnegan’s Wake como una libre interpretación de Lo que el viento se llevó? Si la respuesta es “No” (y esto es “No”-no sea tonto), esto significa que algunas interpretaciones de un texto simplemente no pueden ser aceptadas con un interpretación de ese texto. Entonces, si me pregunta (y yo he hecho algo similar a esto es mis parodias literarias publicadas ahora en inglés como Miweadings), soy capaz de escribir un ensayo en cual yo leo Joyce como si él fuera Margaret Mitchell. Usted puede decir –y yo acordaría- que aun esto es un modo de interpretar un texto. Pero usted admitiría que hay, en el trabajo de la interpretación, grados de fidelidad. Puedo tocar Chopin con una ocarina y tal ejercicio puede ser hermenéuticamente fructífero, pero generalmente la gente admite que una buena interpretación de Cortot es más íntima con Chopin, y pienso que la gente tiene razón.

The Harvard Review of Philosophy: Las figuras literarias de Santo Tomás de Aquino y James Joyce han figurado de modo prominente en sus escritos. ¿Qué es lo que le atrae de Aquino y Joyce?

Umberto Eco: Yo encuentro un autor por muchas razones, y no hay programa previo. Es como enamorarse: sucede, y es estúpido preguntarse “¿por qué con X antes que con Y?”. Entonces, más tarde en mi vida, usted podría pensar que hay algo como un proyecto, pero por supuesto eso es solamente una ilusión teleológica. Para jugar el juego de la ilusión teleológica, veo estas dos personas (Aquino y Joyce) como muy complementarias para mi educación: uno parece trabajar para producir Orden, pero su ordenado mundo oculta un sutil modo de dislocar la totalidad de la tradición previa; el otro aparenta jugar con la Aventura y el Desorden, pero para hacer eso él necesita estructuras ordenadas subterráneamente. La bella “horrible simetría”, ¿no es así? Ciertamente, eso no depende de un argumento intencional. Pero, ¿quién sabe?

The Harvard Philosophical Review: ¿Por qué el pragmatismo norteamericano en general, y el pragmatista y filósofo de Harvard, C.S.Pierce, ha atraído en particular tanto atención del continente europeo?

Umberto Eco: Sobre el pragmatismo norteamericano distinguiría entre el pragmatismo de James o de Dewey, y la filosofía de Pierce –usted sabe que él estaba irritado por la versión jamesiana de sus ideas y decidió llamar “pragmaticismo” a su filosofía, para distinguirla así del pragmatismo (dijo que nadie robaría una palabra tan fea). El pragmatismo norteamericano en el sentido de James y de Dewey tuvo muchos seguidores en Italia en la primera mitad de nuestro siglo, y eso sucedió como una reacción al idealismo de Croce y de Gentile. Pierce fue redescubierto principalmente en la segunda mitad del siglo, y es su aspecto semiótico el que fascinó a los europeos (a propósito, ese aspecto fue el menos considerado entre los pocos felices que estudiaron a Pierce en Estados Unidos hasta poco). Pierce fue estudiado porque el enfoque estructuralista semiótico había privilegiado el modelo linguístico, y Pierce fue consciente de la enorme variedad de signos que nosotros producimos y usamos.

The Harvard Review of Philosophy: ¿Cómo distingue usted entre la filosofía analítica y la continental?

Umberto Eco: Cada intento de distinguir entre la filosofía analítica y la continental de acuerdo a sus problemas, preguntas y respuestas, es erróneo. Y a cada paso uno puede descubrir que hay más en común de lo que la gente usualmente cree. Sin embargo, lo que es común está encubierto, como si desde ambas partes uno trabajara para interpretar ambos universos como mutuamente impenetrables. Para explicar la real diferencia, permítame usar una analogía concerniente a la diferencia entre la filosofía medieval y la moderna. Los escolásticos estaban continuamente innovando pero ellos trataron de disimular cualquier innovación, presentándolas como un comentario de una tradición unificada. Por el contrario, los filósofos modernos, como Descartes, pretendían comenzar con una “tabula rasa”, poniendo la tradición previa al revés y dejándola en duda. Bueno, pienso que la filosofía analítica todavía tiene una actitud medieval: pareciera que cada discurso espera comenzar desde uno previo, reconociendo todos una suerte de canon, por ejemplo el de Frege. En esta línea de pensamiento uno tiene que respetar una jerga filosófica común, empezar desde una colección de cuestiones canónicas, y cualquier nuevo propósito debe contener la forma de aquel corpus de preguntas y respuestas. Los filósofos continentales tratan de mostrar que ellos no tienen nada que ver con los discursos filosóficos previos, aunque ellos están trasladando viejos problemas en un nuevo lenguaje filosófico. Sé que hay otras diferencias, pero acentúo ésta, la cual está basada más en una diferencia de estilo filosófico que en una serie diferente de contenidos o métodos.

The Harvard Review of Philosophy: El filósofo inglés del siglo XVII, John Locke, afirmó con fama en su Ensayo sobre el entendimiento humano, que “aun las ideas son signos”, y Pierce parece también haber sostenido esta posición. ¿Puede la mente estar estructurada verdaderamente como un proceso de signos? Si no, ¿cuál es entonces el real “sujeto” de la semiótica?

Umberto Eco: La idea de que los conceptos o ideas son signos es más antigua que aquel pensamiento de Ockham, por ejemplo. Pero puede ser encontrada aun antes. Asumamos que algo sucede en la así llamada Mente. Si Mente = Cerebro, entonces lo que sucede son ciertos estados físicos; si no, lo dejo libre de decidir qué diablos puede ser eso. Ciertamente, ellas no son cosas. Pero, a través de la Mente somos capaces de pensar las cosas. Por lo tanto, lo que sucede en la Mente, sea lo que sea, aun una danza de pequeños gnomos, se sitúa para alguna otra cosa. Esto (aliquid stat pro aliquo) es la definición de signo, o del proceso semiótico, desde los tiempos antiguos. Por lo tanto, la Mente es un asunto semiótico.

The Harvard Review of Philosophy: En años recientes, la vida intelectual en los Estados Unidos se ha centrado alrededor de un furioso debate sobre la política natural del conocimiento. Como un europeo y un intelectual asentado en la tradición occidental, ¿cómo ve esta controversia?

Umberto Eco: En las escuelas europeas de altos estudios se comienza leyendo Homero y Virgilio a la edad de 12 años y a la edad de 16 años se supone que usted conoce todo sobre Platón y Aristóteles. Pero nunca se lee la Biblia, y ni hablar del Corán; los principios del Budismo son citados solamente cuando se habla de ciertos filósofos europeos, y únicamente aquéllos que estudian antropología cultural en la universidad oyen sobre los mitos africanos. Este es un curriculum equivocado, por su eurocentrismo. Pero igualmente equivocado (y racista) sería dar a los estudiantes negros acceso solamente a culturas no occidentales, manteniéndolos lejos de Platón y Aristóteles. Es verdad que, como sugiere Benjamin Lee Whorf, la física nuclear contemporánea probablemente pueda expresarse mejor en hopi que en inglés, pero una gran parte de la ciencia moderna puede ser entendida solamente si uno comprende ciertos principios fundamentales del legado occidental; conocerlos es un derecho para cada ser humano. El problema de la curricula para mañana es cómo proveer una cultura completa (lo que los griegos llamaban una enkykliospaideia, una educación circular), que será enkyklios precisamente porque no será únicamente eurocéntrica.

Entrevista realizada por Chon-Min Hong, David Lurie y Jiro Tanaka. Fue publicada originalmente en The Harvard Review of Philosophy, Primavera 1993, Harvard University.

Traducción Dr. Daniel López Salort

21 de febrero de 2007

Cien cartas a un desconocido: Calasso

Hay muchas novedades editoriales por leer. Ayer que fuí a la librería vi el cartel anunciando la llegada de un nuevo libro de Roberto Calasso, de quien ya he hablado en otras ocasiones como alguien a quien admiro mucho. El libro se llama Cien cartas a un desconocido y lo publica Anagrama.

Según pude comprender, el director de Adelphi escoge una parte de las contracubiertas que ha escrito y las enlaza para ofrecernos una especie de "nuevo" género. Tengo especial interés de leer lo que realiza en este libro, las contratapas o solapas, "ese vínculo tenaz de la única forma en que un editor acompaña cada obra", son importantes. Cuando no conocemos a un autor o sí lo conocemos pero queremos saber de qué trata el texto recurrimos a la contratapa, es una llamada que nos puede llevar a comprar, o no, determinado libro.

De las más de mil contracubiertas escritas por él, Roberto Calasso ha escogido cien –de San Ignacio de Loyola, Hesse, Joseph Roth, Canetti, Kundera, Bernhard, Borges, y tantas otras– y las ha encadenado como si fueran «cartas a un desconocido». Ello, a través del texto de contracubierta, el lugar en el que se revelan ante el lector los motivos para la elección del libro.

Golpes de mar en Barcelona

Noticia para los amigos de Barcelona: Golpes de mar (Destino, 2006) de Antón Castro, se presenta el próximo viernes 23, a las 20:00 horas (ocho de la noche), en el Centro Aragonés de Barcelona, Calle Joaquín Costa. En este acto intervendrán Félix Romeo como presentador, Cruz Barrio como anfitriona, y el autor, por supuesto.

Premio Villaurrutia para Alejandro Rossi

"Alejandro Rossi recibió el Premio Xavier Villaurrutia de manos de la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) Ma. Teresa Franco en ceremonia celebrada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, ante amigos, alumnos y admiradores del maestro. El galardón es convocado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Sociedad Alfonsina Internacional, que en esta ocasión reconoció a Alejandro Rossi por la novela Edén.

Rossi recordó su trayectoria y a sus maestros para quienes mostró agradecimiento: Octavio Paz, Juan García Ponce y Salvador Elizondo".

Vía La crónica.

En torno a Edén, Letras Libres.

La duquesa de Alba 'musa' de Goya

El Museo del Prado presenta una publicación que recoge importante documentación inédita sobre los años que vinculan a Goya con la duquesa de Alba.

Un estudio de Manuela Mena, conservadora de arte del siglo XVIII, desmintió una leyenda urbana que hubiese merecido ser verdad: el romance entre la aristócrata duquesa de Alba y el pintor aragonés Goya. La investigadora realizó un estudio de documentación inédita y sus investigaciones la inclinaron a afirmar que la duquesa veía al artista sólo como un miembro más de la corte, como un médico o un mayordomo. "Se trata de un nivel que él intenta superar", señala Mena, "pero no como amante, sino como artista".

Con el título La duquesa de Alba 'musa' de Goya. El Mito y la Historia, la publicación, editada por El Viso, recoge en primicia los resultados de la investigación iniciada por Manuela Mena a raíz de la exhibición conjunta, por primera vez, de los dos retratos de cuerpo entero de la Duquesa de Alba en el Museo del Prado con motivo de la exposición « El Retrato Español. Del Greco a Picasso » (20 de octubre de 2004 – 6 de febrero de 2005). La conclusión más llamativa que se plasma en el libro es que la supuesta relación sentimental entre el pintor y la aristócrata se podría definir como una “leyenda urbana”, sin fundamento histórico.

La investigación que se refleja en esta publicación concluye que no existió una relación amorosa entre el pintor y la duquesa. El libro recoge nueva documentación que desmiente ese mito moderno que parece haberse mantenido vivo exclusivamente por razones románticas, sin base documentada alguna. La hipótesis de la relación sentimental entre ambos, que Manuela Mena califica como “leyenda urbana”, nació a fines del siglo XIX, siendo sustentada, sobre todo desde el siglo XX, por influyentes personalidades, desde historiadores del arte y novelistas hasta directores de cine.

La documentación inédita encontrada en el Archivo de Palacio y en el de Protocolos, así como en varias bibliotecas, y que ha sido analizada en el contexto de las vidas privadas y públicas de Goya y la duquesa, ha hecho posible reordenar y completar de forma imparcial lo ya conocido. Se incluye documentación de los años 1794 y 1798, período durante el cual el pintor estaba vinculado a la Casa de Alba. Por ejemplo, la correspondencia de la duquesa, después de enviudar, y de su hermanastro y primo, Carlos Pignatelli, desde Sanlúcar de Barrameda, documenta el amor de la aristócrata por su fallecido marido y la desolación y dolor en los que quedó sumida en ese período. Precisamente, la estancia de Goya en Cádiz, alentó las especulaciones modernas sobre su comportamiento de “viuda alegre”, lo que según se desprende de este estudio carece de credibilidad, ya que el artista, quizá sólo por un período muy breve, fue únicamente uno más de quienes visitaron brevemente a la duquesa en los meses que siguieron a la pérdida del duque de Alba.

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A paso de cangrejo: Umberto Eco

Por fin llegará a las librerías A paso de cangrejo, de Umberto Eco:

Las sociedades occidentales y el mundo en general caminan a paso de cangrejo; es decir, hacia atrás. Los atlas de la Europa de hoy parecen impresos antes de la primera guerra mundial, con sus mapas de Serbia, Montenegro y los países bálticos; los conflictos en Irak y Afganistán han hecho que se olvide la tensión de la guerra fría para sustituirla por la guerra clásica; los fundamentalismos cristianos, que exigen la supresión del darwinismo de los libros de texto, reinan en buena parte del medio oeste de EE UU; el antisemitismo impera como en los años veinte del siglo pasado y hasta las familias pudientes -y no tanto- presumen ante sus amistades de 'siervos de color', como si fueran la Scarlett O'Hara de 'Lo que el viento se llevó'. El diagnóstico, caricaturesco, pero atinado, es del intelectual europeo más leído y respetado en todo el mundo: Humberto Eco (en una entrevista que le hicieron en El país me dio gracia que comentaron que es "uno de los más acreditados analistas del mundo contemporáneo, lo que incluye el fenómeno James Bond", y esto ya es decir bastante). Un diagnóstico que desarrolla en un libro titulado A paso de cangrejo (Debate) que llegará a las librerías este viernes y que recopila artículos y conferencias de los últimos seis años.

Es, según se dice, una recopilación de artículos escritos entre 2000 y 2005 sobre algunos de los acontecimientos que han determinado estos últimos cinco años y sus consecuencias, como la aparición de un retroceso ideológico conseiderable y el paso de la guerra fría a las "guerras calientes". Eco también arremete contra los nuevos "populismos mediáticos": sus mordaces alegatos han generado una agria polémica en italia.
Por cierto, nos sorprendimos al leer que Alberto Manguel posee 35,000 libros, pues qué les parece que Umberto Eco tiene 50,000. Cuando le preguntan: "¿Qué tres libros se llevaría a una isla desierta?", responde: "Si fuera a quedarme dos días en la isla, me bastaría con llevarme un ejemplar de Le Nouvel Observateur. Si tuviera que quedarme tantos días como Robinson, necesitaría los 50.000 volúmenes de la biblioteca que tengo en mi casa. Para zanjar la cuestión, me llevaría el Bottin. Con todos esos nombres podría escribir historias infinitas".

Michel Houellebecq: H. P. Lovecraft

Del asco vital a la creación

Michel Houellebecq, H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida (Siruela, 2006).

Los caminos de la literatura son misteriosos. ¿A quién se le habría ocurrido pensar que el polémico escritor francés Michel Houellebecq -autor de novelas como Ampliación del campo de batalla (1994) y Las partículas elementales (1998)- había sido un devoto lector de Howard Phillips Lovecraft (1890-1937)? Houellebecq descubrió al creador de los mitos de Cthulhu durante su adolescencia y a lo largo de los años siguió volviendo a sus textos fundamentales. Esa atracción por un narrador que contradecía el resto de sus gustos literarios lo llevó a elaborar un ensayo sobre la vida y la obra de Lovecraft que fue su primer libro publicado, en 1991, y que ahora por primera vez se edita en español.

Houellebecq señala que ninguna biografía ha logrado "disipar el aura de patética extrañeza que rodea al personaje", aún inmerso en una "atmósfera de culto". Se sabe que a los dieciocho años sufrió una depresión que lo enclaustró en su casa por diez años. El novelista francés (que en su juventud también padeció ataques de depresión) interpreta esa crisis como una negativa de Lovecraft a convertirse en adulto. En 1924 se casó con Sonia Greene, se separó a los dos años y nunca volvió e tener relación con otra mujer. El escritor norteamericano soportó penurias económicas durante toda su vida. Jamás aceptó "venderse" para hacer de la literatura una profesión y se vio obligado a sobrevivir con sus trabajos de revisión y de corrección.

Gran parte de los datos sobre su personalidad provienen de una correspondencia que totaliza unas cien mil cartas. De ellas surge "un odio absoluto hacia el mundo en general, agravado por una particular repugnancia hacia el mundo moderno". Houellebecq traza el retrato demoledor de un caballero nacido en Providence (Rhode Island), materialista y ateo, "abiertamente reaccionario", glorificador de "las inhibiciones puritanas" y que sentía repulsión por el dinero y el sexo (dos realidades ausentes en su obra). Uno de los sondeos más reveladores del ensayo se ocupa del racismo "congénito" de Lovecraft que, durante su estancia en la multirracial Nueva York, llegó a un paroxismo de fobia paranoica con frases como "negros horribles parecidos a enormes chimpancés", "judíos con cara de rata" o "mulatos grasientos y burlones". Más adelante esa "neurosis racial" se proyectaría en las criaturas monstruosas que pueblan sus cuentos.

El novelista francés (que paradójicamente ha sido acusado de "incitar al odio racial") sitúa a Lovecraft entre los más grandes autores fantásticos y resalta su importancia como fundador de un gran mito popular, continuado por un grupo de discípulos. Compara su obra con "una gigantesca máquina de sueños, de una amplitud y una eficacia inauditas" y dentro de ella distingue ocho "grandes textos" (escritos durante los últimos diez años de su vida), entre los cuales figuran El color surgido del espacio, En las montañas de la locura y En la noche de los tiempos.

En su lúcido y detallado análisis del estilo, Houellebecq afirma que el estadounidense "aspira a un terror objetivo", liberado "de cualquier connotación psicológica o humana". Valora su capacidad para transformar las percepciones de la vida en "fuente inagotable de pesadillas", sus barrocas descripciones arquitectónicas (que juegan un papel esencial en algunos relatos), su recurso de emplear vocabulario científico, y observa que Lovecraft evita construir una mitología "coherente, de contornos definidos" como la grecorromana.

Resulta irónico que un hombre con ese apellido (que podría traducirse "el oficio del amor") haya merecido un libro cuyo adecuado subtítulo es Contra el mundo, contra la vida. Y concluye bien su autor al sostener que Lovecraft "logró transformar su asco por la vida en una hostilidad activa", una transmutación que tiene un poco de triunfo psicológico y otro poco de redención literaria.

Felipe Fernández.

20 de febrero de 2007

La ínsula Barataria

La fotografía la he tomado prestada del blog de Javier Torres. Informa que es de Alcalá de Ebro, "de fondo, amanecer en el Moncayo el día 1 de enero (2006), la Ínsula Barataria 400 años después".

Javier nos cuenta en su blog que sale a dar su habitual paseo con Chubby, su perrito, por la orilla del río, "como hiciera Cervantes (éste sin perro), para recrear los capítulos del gobierno de Sancho". Viene a propósito un texto de Antón Castro, como siempre excelente, titulado "La ínsula Barataria. Cervantes y Sancho Panza", está en su blog (intercambiando sobre el tema en la apostilla concernienten al Banco de imágenes de El Quijote, Javier me ha hecho favor de darme la referencia), es del 19 de agosto de 2004:

Miguel de Cervantes, en la segunda parte de “Don Quijote de la Mancha”, dejó a sus personajes cerca de Zaragoza, pero no los trajo a la ciudad. Para algunos críticos y estudiosos, de ese viaje interrumpido deriva la condición de “invisibilidad literaria” de Sansueña. Don Quijote demoró varias veces su entrada en la ciudad, en una ocasión porque quería conocer antes las riberas del Ebro; en otra, pernoctó en el palacio de los duques camino de la ciudad, y luego se enteró de que Avellaneda (que en realidad pudo ser un aragonés, Jerónimo de Pasamonte, de Ateca), en su “Quijote apócrifo”, contaba que el héroe venía a Zaragoza; Cervantes, para no legitimar el texto, decidió llevar a Don Quijote a Barcelona y diría: “en todos los días de mi vida no he estado en Zaragoza”. Por su parte, Sancho Panza también se quedó en Alcalá de Ebro y Pedrola, en una de las aventuras más crueles del libro, que tendría lugar en 1614. Nos referimos al episodio de la ínsula Barataria, que se desarrolla en varios capítulos (II, 40, 41, 44, 45, 47, 49, 51 y 53), donde los duques de Villahermosa –a la sazón, Carlos de Borja y María Luisa, primos entre sí- hacen entrega de una isla al escudero Sancho Panza, al cual nombran gobernador, y le someten a diversas y crueles burlas.

Curiosamente, Sancho se muestra audaz y juicioso e impone una lección de cordura a aquellos nobles ociosos y desalmados, a los que eligió Cervantes para satirizar a la nobleza española. La lucidez inesperada del acompañante del Caballero de la Triste Figura movía a la perplejidad. “Todos los que conocían a Sancho Panza se admiraban, oyéndole hablar tan elegantemente, y no sabían a qué atribuirlo, sino a que los oficios y cargos graves, o adoban o entorpecen los entendimientos”, narra el novelista.

La ínsula Barataria está enclavada en Alcalá de Ebro. Ya no hay duda. “Sancho amigo, la ínsula que os he prometido no es movible ni fugitiva: raíces tiene tan hondas, echadas en los abismos de la tierra, que no la arrancarán ni mudarán de donde está a tres tirones”, le dice el duque al escudero. El pueblo sobresalía levemente hacia el río y tenía una lengua de tierra que comunicaba la población con una pequeña isla. En los días de tormenta o de riadas, ese istmo era inundado y la isla resultaba perfecta, con sus pájaros, con su vegetación salvaje que se reflejaba, igual que hoy, en las aguas del río Ebro. No se sabe muy bien por qué se fijó Cervantes en Alcalá de Ebro (Luis Astrana Marín sugería que quizá el autor hubiera reparado en las poblaciones que llevasen el nombre de Alcalá, habiendo nacido él en Alcalá de Henares. Conviene recordar de paso que la obra magna de Cervantes iba a terminar en Zaragoza con el fracaso de Don Quijote, vencido por Sansón Carrasco), ni de donde tomó sus datos con tanta precisión, pero lo cierto es que las descripciones de Cervantes en su libro se ajustan tanto al palacio ducal de Pedrola como a la isla.

En el palacio, como recordará el lector, residían los duques. Y en él, en su patio de armas y en su jardín, ocurre la escena del caballo de madera Clavileño, en teoría capaz de realizar movimientos voladores controlados por una clavija. La broma de los duques hacia Sancho consistía en hacerle creer que había volado por los aires. Y además, en el interior del recinto, Sancho Panza dispensaba sensatos juicios a los impostores y cómplices de los nobles aragoneses y a los problemas que urdían los duques, que acabaron enojados y humillados en su propio veneno. “Cuenta la historia que desde el juzgado llevaron a Sancho Panza a un suntuoso palacio, adonde en una gran sala estaba puesta una real y limpísima mesa”, se nos recuerda en el capítulo 47. Pero la precisión de Cervantes fue más allá también en lo que se refería a la isla: escribe de murallas del pueblo que sí existieron y evoca una sima u hoya en la que tropieza Sancho cuando abandona su efímero sueño a lomos de su borrica.

¿Qué queda en Pedrola y en Alcalá del delirio cervantino? En Pedrola sigue el palacio ducal, inmenso, adosado a algunas construcciones, con su escudo de armas, sus innumerables ventanales enrejados, dominando la plaza del pueblo. Y además, una de las vías principales se llama Miguel de Cervantes, que conduce a ese laberinto de callejas angostas y más bien ocres que le dan sabor y pinturería a Pedrola. Aunque no es una ave propiamente cervantina, en la torre de la iglesia se desperezan las cigüeñas. Alcalá de Ebro no ha perdido su estampa romántica. Tras superar el paso a nivel, te sorprenden unos edificios desconchados y sin techo, que antaño fueron fábricas agrícolas. Nos han recordado algunas fotos mexicanas de Juan Rulfo. La ínsula Barataria (que debe su nombre a que ese lugar era Baratario o tal vez al “barato” total que le habían hecho los duques al escudero al concederle la falsa merced) permanece igual que en tiempos de Cervantes, aunque hay un detalle que no pasa inadvertido: un medidor de la altura de la corriente del agua tiene en su cúspide un nido de dos o tres cigüeñas. Si se sigue mirando hacia adentro, hacia la espesura, la ínsula breve sigue montaraz como antaño, las plantas y los árboles crecen a su antojo. La corriente se riza en torbellinos y ondulaciones. En una esquina de la ribera, la escultura de un meditabundo y verde Sancho Panza recuerda que estamos en una región literaria de trayectoria universal. El entorno es bucólico y sugerente: a la derecha de la estatua de Sancho Panza se abre una chopera interminable, plateada y erecta, que invita a extraviarse por ella. Una simple mirada a las torres de la iglesia de la Santísima Trinidad nos recuerda, de nuevo, que aquí se hizo gobernador e inmortal y sabio Sancho Panza, pero que ahora quien domina la situación son las cigüeñas, que se asoman al sucio espejo del Ebro.

*He leído y oído varias cosas sobre "La Ínsula Barataria". Javier Torres se va a vivir allí (yo estuve a punto de hacerlo hace un par de años), Antonio Pérez Lasheras escribe un artículo en "Qriterio", José-Carlos Mainer realiza un trabajo excelente en el disco reciente de Prames de música en La Ínsula Barataria, incluso se ha publicado una monografía sobre la isla y Alcalá de Ebro. He encontrado en mi archivo reciente este texto de uno de mis últimos viajes a Alcalá de Ebro, apareció en uno de los primeros números de "La magia de Aragón", y lo cuelgo aquí.

Juan Villoro: Premio Internacional

Por ser considerado como una de las voces más singulares de la literatura contemporánea hispanoamericana, y por su libro Dios es redondo, el escritor mexicano Juan Villoro (1956) fue galardonado con el Premio Internacional de Periodismo Vázquez Montalbán, en la categoría de periodismo deportivo. El premio, que otorga la Fundación F.C. Barcelona y el Colegio de Periodistas de Cataluña fue otorgado en una ceremonia que se realizó en el Ayuntamiento de Cataluña, mientras que el próximo miércoles el club Barcelona le entregará el reconocimiento, durante el juego Liverpool-Barcelona, en España.

Al recibir el premio, Villoro leyó el texto "El mar interrumpido", en el que refiere que “escoger un equipo es una forma de decidir el destino. Hay estoicos que deben su temple a apoyar a un club impredecible y masoquistas que se quejan de que los suyos no pierdan lo suficiente”.
De acuerdo con el escritor, el futbol puede ejercer de “catalizador” para desfogarse, sobre todo en aquellas sociedades “con rigidez de comportamiento” tales como la británica.

En Dios es redondo (2006) Villoro explora las supersticiones, los ritos y mitos que han convertido a los estadios en catedrales, a los jugadores en apóstoles y a los árbitros en ángeles del infierno investidos del poder de quebrar la esperanza o desatar una vanidosa crueldad. El autor alterna el sabroso tono de la tertulia con la épica recuperación de los grandes lances: indaga las peculiaridades de un planeta donde la FIFA tiene más agremiados que la ONU, retrata al más desaforado divo de las canchas: Diego Armando Maradona, se adentra en el contradictorio esplendor de la liga española y ejerce el arte de la conversación con Jorge Valdano.

Via La crónica.

19 de febrero de 2007

Tenochtitlan: Matos Moctezuma

Eduardo Matos Moctezuma, Tenochtitlán (México: Fondo de Cultura Económica, 2006).

Es un excelente libro. El mito y la historia se mezclan estupendamente para ofrecernos la historia de México-Tenochtitlán de una manera tan sencilla que considero muy útil para que lo lean ya sea los niños que empiezan a conocer la historia o interesados y estudiosos del tema porque, dentro de su accesibilidad, posee el rigor científico necesario en estos temas.

Y Tenochtitlán es sólo el inicio de en una serie de tomos coeditados por el Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México. Muchas felicidades por este proyecto, es un tema que en lo personal me apasiona.

La serie de pequeños volúmenes, explicó el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, autor del primer título, iniciará con Tenochtitlan, que será presentado en el contexto de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, y después estarán en circulación los textos sobre Paquimé, Teotihuacán, El Tajín, Palenque y otras esplendorosas ciudades prehispánicas.

En el volumen referente a Tenochtitlán, explicó Matos Moctezuma "se presenta el antecedente de la ciudad, los elementos que retoma de Teotihuacán y de otras culturas, incluida la tolteca". Es decir, se narran los elementos que incorporó el mexica o azteca de otras civilizaciones a su entorno, agregó.

También el lector conocerá sobre la fundación del centro ceremonial mexica, "para lo cual se acude a las fuentes históricas y a la información arqueológica, y también se describen las habitaciones de los dioses y de los hombres, con todo lo que había en su interior".

Los capítulos de Tenochtitlán se titulan: Antecedentes: Teotihuacán y Tula; De Aztlán a Tenochtitlán, Fundación de Tenochtitlán; La ciudad: su espacio sagrado; El espacio profano o la habitación de los hombres; Los habitantes de la ciudad; Del nacimiento a la muerte; Cosmovisión y calendario y La Conquista. La organización social, las principales festividades y un panorama general de la ciudad se entrelazan entre los nueve capítulos que integran Tenochtitlán.

Piezas mayas abandonadas en Rusia

Ojalá que las autoridades mexicanas hagan algo, aunque lo dudo, no pasará de una cartita diciendo cualquier cosa, es vergonzoso pero casi seguro que así será. Al menos espero que el Instituto Nacional de Antropología e Historia tome cartas en el asunto.

Un amigo me envía por correo-e un texto que, me informa, aparece hoy en La Jornada:

Señala abandono en Rusia de piezas mayas

Descubrí por accidente, en un Blog ruso, que hay una serie de esculturas de origen maya abandonadas en las afueras de algunos complejos habitacionales. En el siglo XIX un grupo de exploradores de la Academia de San Petersburgo visitó Yucatán, México, y se llevó piezas únicas de Chichén Itzá. Sin embargo, no encontrando un lugar adecuado para las piezas más grandes en los museos de la región, decidieron almacenarlas. Después de la revolución muchos museos fueron convertidos en oficinas y en viviendas, y esas piezas, de más de mil 500 años, fueron colocadas en diversos puntos de la ciudad, sin protección ni información de ellas para la población. Quizá me equivoco, pero dudo mucho que esas piezas hayan salido legalmente del país, ya que la primera legislación sobre los bienes arqueológicos data de 1831 y declara delito extraer piezas de las zonas arqueológicas, a menos que su propósito sea la restauración. ¿Que hará el gobierno de México al saber esto? Dudo mucho de que se entere. Por cierto, hay una imagen donde ya destruyeron una de ellas.

Silvia Castro

Me gustaría regresaran al país, pero no se si esto sea posible, sucederá lo mismo que con el penacho de Moctezuma (tocado de plumas de quetzal engarzadas en oro y piedras preciosas) que actualmente se encuentra en el Museo de Etnología de Viena, en Austria, que jamás han querido regresarlo por más que se han llevado a cabo, durante años, diligencias para ello.

Lector compulsivo

Cuestión de pasiones
Por Dr. Van der Weintraube
El Mercurio

Difícil detenerse, joyas, insomnios de papel donde dejar que te invadan autores exquisitos. La biografía de Vladimir Nabokov, ahora sus años americanos, una verdadera novela. La frustración calamitosa del último libro de Paul Auster, lanzado como caramelos a la calle, con día anunciado, con prensa hasta el agotamiento. Se lee a tropezones, como el libro de un principiante, como que hubiera rescatado un texto muy antiguo, sin salvación. Nada del talento demoledor de El palacio de la Luna o Leviatán. Viajes por el Scriptorium carece absolutamente del encanto avasallador de toda su obra anterior. Como pasó en un momento con el Vargas Llosa genial. Poco importa. Han dejado obras notables. La poesía que aparece es magnífica. Me hablan de autores entre los mejores del mundo. Me agregan el nombre de Mark Strand y me muestran una novela perfecta de Adam Zagajewski. El invierno ayuda al verso. El verano se enreda con los poetas. La playa tiene ritmo de novela. En una librería de viejo encuentro ¡al fin! la edición en español de Macunaíma de Mário de Andrade. Es de 1977 y no se entiende por qué no tuvo más ediciones cuando se trata de una de las novelas más locas y divertidas que se puede leer en cualquier literatura. Tiene parientes en otras lenguas. Flann O'Brien, Jaroslav Hasek, el imborrable Tristram Shandy de Lawrence Sterne, que debería ser leído (50 páginas) en todo colegio y por supuesto nuestro Juan Emar, nuestro Roberto Bolaño, la mitad de los escritores argentinos y un largo etcétera que comienza, sí señor, con la segunda parte de El Quijote de la Mancha, donde se funda toda la narrativa posmoderna. Dos libros raros versan sobre libros. Roberto Calasso, escritor de alto nivel, y editor finísimo, publica una antología de 100 de sus reseñas sobre libros en Cien cartas a un desconocido: un libro raro porque son notas breves sobre cien escritores de calidad; son muchos los que se me escapan y no hay cómo conseguir ediciones en español. Cosa contraria, en lo fácil, en lo penetrante, en lo intenso es el libro póstumo de la inteligentísima Susan Sontag. Cuestión de énfasis es un imprescindible para cualquier fanático de la lectura. Tal como Sergio Pitol escribe sobre otros libros, Susan Sontag hace un regodeo sobre autores absolutamente magníficos como Joaquín Machado de Assís, el tremendo Robert Walter, el Ferdydurke de Witold Gombrowicz, Pedro Páramo, el malogrado Danilo Kis (de quien reeditan ese libro maravilloso, divino, que es Una tumba para Boris Davidovich.

Mucho más. En marzo, sin falta.

18 de febrero de 2007

Borges desde los ojos de María

Alrededor de los personajes destacados muchas veces se tejen historias de las que desconocemos cuanto poseen de verdad. De María Kodama se dicen cosas que hablan de su ambición y avidez por todo lo que fue del escritor y que ahora le pertenece. Para saber hasta donde es o no es así. La polémica más reciente tiene que ver con "el bloqueo de la reedición de las Obras Completas de Borges en la colección La Pléiade, de la Editorial Gallimard, de Francia. Esa edición está comentada por el propio Borges, quien trabajó junto al editor Jean Pierre Bernés entre enero y junio de 1986. Paralelamente a esa labor, Bernés grabó unas 20 cintas de diálogo con Borges que están en el centro de la discordia. María Kodama hizo saber a la editorial que considera la edición llena de errores y que por eso no puede autorizarla. Pero Bernés dice que quiere las famosas cintas (que él no publicará en vida) y el 100 por ciento de sus derechos: ahora tienen cada uno el 50 por ciento. El caso fue llevado a los tribunales hace un tiempo, y la Justicia francesa autorizó a Kodama a tener una copia de las cintas, pero, según Bernés, ella quiere tener también los originales. El 8 de agosto (del año pasado), en medio del escándalo, la embajada francesa en Argentina la condecoraba con las insignias de Oficial de las Artes y las Letras, por su labor en la difusión de la obra de Jorge Luis Borges" (más en: "Quien es María Kodama").

En el suplemento cultural de La Jornada leemos una entrevista a Kodama, "la única criatura borgiana que le sobrevive, la otra fue Bioy Casares", la realiza Harold Alvarado Tenorio. "Borges creía en el libre albedrío, dice Kodama, y así lo demostró a lo largo de su vida tomando las decisiones sin seguir a las mayorías ni a los poderosos. Ser libre para él era no traicionarse, ser uno mismo y eso le llevo a perder, incluso, el Premio Nobel", ¿por qué?, pregunta Alvarado Tenorio:

–Porque, como usted podrá recordar, en dos ocasiones burló las aspiraciones de Arthur Lundqvist, el académico sueco que prácticamente concedía el Nobel a los escritores de nuestra lengua. La primera, cuando Victoria Ocampo lo trajo hasta Buenos Aires, le organizó una cena en San Isidro y puso a Borges al lado del sueco, que con su tradicional apetito de gloria leyó a Borges uno de sus poemas y Borges le dijo que le parecía digno del inventor de la dinamita, y luego, cuando en Chile le ofrecieron aquel doctorado en la Universidad Católica siendo Pinochet el dictador y le llamaron para advertirle que si iba a recibirlo no recogería el Nóbel ese año, y Borges respondió que había dos cosas que un hombre no se puede permitir: ni amenazar ni ser amenazado, ni chantajear ni ser chantajeado. Fue muy genial porque le dije: "Borges ¿por qué no lo piensa?, puede decir que no se siente bien, que está mal." Y no olvido que tomándome por los hombres me preguntó: "¿Usted lo haría?" Y le respondí: "Usted sabe que no." Entonces dijo: "¿Por qué quiere que yo lo haga?" Lo cierto es que ese traductor y poeta sueco no quiso nunca a Borges. Recuerdo que Lundqvist tenía un emisario español que visitaba el mundo de habla hispana recibiendo elogios de cuanto candidato había en esos años, incluso creo que el emisario recibió algún Premio Nobel de manos del rey sueco.

Pero Borges también se reía mucho con ese asunto del Nóbel. Recuerdo que un día lo detuvo un señor en la calle y le dijo: "Maestro, voy a hacer una promesa a Dios para que se lo den este año." Y Borges respondió: "Dios lo libre de hacer eso, si es que Dios existe. Porque si me lo dan este año seré uno más en la ya larga lista, pero si no, me convierto en un mito escandinavo, en ese hombre que siempre se presentaba y no se lo daban; prefiero ser el mito escandinavo, el eterno aspirante.

Se ha comentado que Kodama separó a Borges de Bioy Casares, pero ella dice que:
Nunca quise alejar a Borges de nadie, fue el comportamiento de sus amigos lo que alejó a Borges de ellos. Bioy, en ese diario que van a publicar muestra también cómo lo envidiaba, como lo utilizaba. Quizás sea cierto que le tuvo mucho afecto, pero también es cierto que era muy egoísta. Un día Borges me dijo: "Adolfito sólo viene o me invita a comer cuando quiere leer o que yo corrija cosas de él. Pero nunca me invita al campo." Yo le insistí: "Pero, Borges, a usted no le gusta el campo." Y él me contestó: "Eso no importa. El debe proponérmelo y yo, en todo caso, decir que no." Borges era tímido pero, como todas las personas introvertidas, muy observador de la personalidad y del alma del otro. ¿Por qué no iba yo a querer a sus amigos? Yo soy oriental y no soy celosa. Los celos son amor propio, no amor al otro.

Paseo matutino: Kapuscinski

En El país se publica este texto que "no fue publicado en vida del autor. Escrito en la década de los noventa, permaneció guardado en su archivo personal. El pasado 25 de enero, poco después de la muerte de Kapuscinski, vio la luz en la Gazeta Wyborcza":

Todas las mañanas, después de despertarme me tomo un café y salgo a dar mi paseo. Son las siete. Recorro la calle en la que vivo, la Prokuratorska, en dirección a la Wawelska. Paso junto al consulado británico: ante la verja, a esta hora, ya espera un nutridísimo grupo de personas. Pasan allí la noche, duermen en los coches, en los céspedes, en los bancos: han venido para solicitar un visado. Enseguida sé que estoy en el Tercer Mundo. Tamañas aglomeraciones no se dan ni en Oslo ni en Berna, pero sí en Kampala y en Kuala Lumpur.

Los habitantes de los países más o menos pobres -como Polonia sin ir más lejos- ofrecen su barata mano de obra; los países ricos se defienden, tienen de sobra donde elegir. Hambrientos, aunque no tanto como para no poder moverse (como mis miserables del Sahel), intentan tomar por asalto a Occidente, donde, si se logra conseguir un empleo, aún se puede ganar un buen sueldo (un vecino de mi madre, pan Kucharski, un albañil ya entrado en años, preguntado un día cuál era su mayor deseo, le respondió sin pensárselo dos veces: "¿Sabe, señora?, sueño con ganarme un buen pellizco, ¡aunque sea una sola vez en mi vida!").

17 de febrero de 2007

Del éxito editorial

Cuando le preguntan a Jorge Herralde "¿cuál es el secreto del éxito?", responde:

No existen fórmulas mágicas. Hay que trabajar mucho, no bajar la guardia y esperar que la música del azar te sea benéfica. Anagrama es un sello vocacional: hay libros y autores que han funcionado muy bien, y otros que no tanto. Pero es que ningún editor tiene una varita mágica para saber qué libro será un éxito.

Pedro de Miguel opina que "Muchas veces me he preguntado la razón del éxito de esas líneas (se refiere a un microrrelato que escribió hace tiempo). Mi ego me contestaba que la calidad, claro, es un cuento perfecto: la tensión, la sorpresa final... Ayer tuve una revelación tremenda. El secreto del éxito, aunque me resista a admitirlo, está en su apestoso tufo a Claudio Coelho".

Creo que Pedro de Miguel tiene razón cuando deja ver que, en ocasiones, libros como los que escribe Coelho, añadiría que Isabel Allende o Guadalupe Loaeza, por poner un ejemplo, tienen tal éxito de ventas, comparado con el que no tienen (de ese tamaño al menos) excelentes escritores, que una se queda sorprendida.

Alicia en el país de las maravillas

Ediciones ERA publica Alicia en el país de las maravillas para niños en la versión del poeta mexicano José Emilio Pacheco para continuar con la tradición de los cuentos mágicos para los pequeños, y con las ilustraciones que John Tenniel realizó para la primera edición, que se publicó en 1864. Con autorización de Era, La Jornada ofrece a sus lectores el primer capítulo de esta historia. Este volumen empezará a circular el lunes en las librerías.

Primer capítulo.

Confesiones de un bibliómano

"Se le ha calificado como maestro de la lectura, amante de las bibliotecas y uno de los más finos gourmets literarios. Su Diario de lecturas acaba de recibir el Premio Grinzane Cavour. Vive rodeado de 35 mil libros en Mondion, un pueblo cercano a Poitiers, donde construyó hace seis años su biblioteca, o su hogar-biblioteca. Allí, diferentes ediciones del Quijote, libros dedicados por Borges y las obras completas de Kipling firmadas por su autor son el testimonio de esa pasión secreta y silenciosa que acompaña a Manguel desde niño. "Mi padre era embajador - cuenta el autor argentino- , viajábamos mucho y yo tenía una nodriza que se ocupaba de mí. El hecho de cambiar de países y de casas hizo que yo sintiese que necesitaba un lugar fijo en un mundo tan móvil. Ese lugar fijo fueron para mí los libros". A "ese vicio impune", como definió a la lectura Valery Larbaud, se ha abandonado durante toda su vida el ensayista, traductor, novelista y bibliómano Alberto Manguel". El Mercurio publica la nota adonde podemos leer una breve entrevista al autor.

"Llegó un momento en que necesité elegir: si dejaba los libros dentro de la casa tenía que dormir en el jardín, si quería dormir en el dormitorio tenía sacarlos fuera": El ilustrado establo de Alberto Manguel.

Feria Internacional del Libro: Palacio de Minería

La Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM), que con el programa cultural más vasto en su historia, llega a la versión 28 y recibe a Veracruz como Estado invitado.

Entre las actividades relacionadas con Veracruz, destacan las presentaciones de los libros publicados por la Universidad Veracruzana (UV), el Instituto Veracruzano de Cultura (Ivec) y la editora del gobierno de esa entidad.

La FILPM se ha consolidado como uno de los encuentros editoriales más relevantes del país, no sólo por reunir cada año cerca de 600 sellos para su promoción y venta, sino también por su abundante y atractivo programa cultural, el cual ''figura entre los mayores de todas las ferias del libro del mundo": se realizarán -del 22 de febrero al 4 de marzo- cerca de 830 actividades, entre presentaciones y firma de libros, conferencias, lectura de obras y exposiciones.

La poeta chilena y Premio Nobel de Literatura 1945, Gabriela Mistral, recibirá un homenaje a 50 años de su fallecimiento, que comprende conferencias magistrales y la develación de un busto; asimismo, el recién fallecido Ryszard Kapuscinski (1932-2007), periodista polaco, será recordado.

Información completa

Página de la Feria

El Quijote

En esta página hay 210 ediciones y 8404 imágenes, su recorrido es un placer: Banco de imágenes.

16 de febrero de 2007

Siri Hustvedt

A fuer de decir verdá, no debe de ser sencillo ser escritora-esposa de un escritor tan famoso como Auster. Podemos imaginar que no hay entrevista en donde no ocupe un primer plano el autor de Trilogía de Nueva York.

Es más alta que Paul Auster, quizá también más transparente, o translúcida. Están casados y viven en ese ámbito literario, casi un mito para los seguidores de Auster, de Slope Park, en Brooklyn. Llevan «veintiséis años de relación literaria», como ella dice, quizá para hacer notar su propia obra tan oculta sobre la larga sombra del maestro del azar. Ella misma se sorprende: «En algunos países mis libros son más conocidos que los de Paul». «Los ojos vendados» (1993) fue su primera novela, le siguió «El hechizo de Lilly Dahl» (1997) y «Todo cuanto amé» es la última» (2003). Hoy pronuncia una conferencia en Madrid invitada por los Amigos del Museo del Prado. El ensayo sobre arte es una de sus actividades, que alguna vez ya ha llevado a la ficción.

-En su última novela publicada en España, «Todo cuanto amé», escribe en primera persona y le pone voz a un historiador del arte, Leo Hetzberg. ¿No será una casualidad?
-Sé algo de historia del arte y era fácil ponerle voz a un historiador. Pero lo que me interesaba es que este hombre tuviera una posición como observador: es judío, vivió en Europa hasta los años treinta, se exilió a Estados Unidos perseguido por los nazis. Es americano, pero nos miraba como un europeo. Además, es un observador de sus propias pérdidas sufridas en su familia. Tras cuatro años de escritura me di cuenta que este libro tenía que ver con cómo percibimos, con la ceguera y la imposibilidad de ver lo que amamos, en su caso el arte.

-Se hace llamar Iris (Siri al revés) que es lo que hace Paul Auster. ¿Por qué juega a la confusión literaria?
-Iris es un personaje de Levitán, pero aunque este libro de Paul salió antes, el personaje de Iris Vegan lo creé yo antes en «Los ojos vendados», una joven universitaria que trabaja para un hombre que le hace extraños encargos y que comparte mis datos biográficos. Esa fue mi primera novela, años más tarde, Paul escribe otra sobre un escritor llamado Peter Aaron, que tiene sus mismas iniciales, tiene una esposa llamada Iris, pero yo no tengo nada que ver con la Iris de Paul Auster...

-¿Cómo convive en ese mundo donde se mezclan tanto la ficción y la realidad?
-La imaginación es un proceso muy extraño y las personas solemos encontrar, por razones misteriosas, datos autobiográficos en la ficción, sobre todo en la realidad imaginativa del escritor. En mi vida, sé diferenciar lo que es ficción de lo que es realidad porque en el fondo no hay tantos paralelismos como creemos. En todo caso, lo que yo procuro conseguir al escribir es una verdad emocional, incluso cuando hago un primer borrador, lo reviso en busca de esa verdad porque no siempre lo consigo.

-Su último libro sobre arte es Los misterios del rectángulo, y da la impresión de que le gusta más hablar de Vermeer, Goya o Morandi que de arte contemporáneo.
-No crea, acabo de escribir sobre dos artistas vivos, Gerhard Richter y Kiki Smith, los dos alemanes, aunque Kiki vive en Nueva York, y visito galerías y tengo amigos artistas, pero sí, en el fondo nos dedicamos más a los muertos.

-Precisamente Gerhard Richter es el más literario de los pintores: siempre parte de una fotografía real, como si fuera una novela.
-Primero escribí este ensayo sobre Richter y luego lo conocí y efectivamente me pareció una persona intelectualmente compleja, que transmite muchos sentimientos y me encanta las pinturas de «October, 18, 1977» sobre todo en su relación con la memoria.

-Paul Auster dijo alguna vez que usted le salvo la vida, que le salvó para la literatura y que a partir de conocer a Siri Hustvedt se dedicó a escribir novelas.
-¡Oh, no! Me enternece oírlo. Eso es algo muy bonito que Paul dijo, pero no sé si es verdad. El apoyo que nos hemos dado el uno al otro ha sido crucial para ambos.

-En algún momento usted ha hablado de la «edad interior» desde la que se escribe. Al parecer, usted lo hace desde los ochenta años.
-Tiene relación con la muerte, yo no me siento inmortal. La mayoría de la gente quizá no se sienta, por supuesto los niños no, pero cuando era niña tampoco me sentía inmortal.

-Y añadía que Paul Auster escribía como si tuviera treinta años.
-Sí, es así, pero estoy sorprendidísima de que acaba de cumplir sesenta. Borradores compartidos

-¿Le molesta que le pregunte por Paul Auster?
-No me importa, pero es extraño que en algunos países mi obra sea igual de conocida que la de Paul... estoy encantada que no sólo me pregunten por mi matrimonio.

-No le pregunto sobre su vida privada: usted es la persona a la que Paul Auster le da a leer los borradores.
-Sí, y él también lee los míos. Nos damos mutuamente los borradores y llevamos veintiséis años de relación literaria.

-Por cierto, ¿cómo se vive en una casa donde todos se dedican a una actividad creativa?, porque su hija Sophie ha emprendido una carrera musical. ..
-Podría ser complicado, pero nos ayuda a entendernos mejor entre los tres, que es lo fundamental.